Gordoa y Barrios, José Miguel
Nació en Sierra de Pinos, en la Provincia de los Zacatecas del Reino de la Nueva Galicia, el 21 de marzo de 1777. Los señores Juan Francisco Gordoa y María Anna Fernández de Barrios fueron sus padres.
Vivió durante seis años en su pueblo natal y aprendió de su madre las oraciones elementales. Luego fue enviado a San Miguel el Grande, Guanajuato, donde se matriculó en el Colegio de San Francisco de Sales de los religiosos del Oratorio de San Felipe Neri, ahí cursó las primeras letras, la doctrina cristiana y la aritmética.
De 1781 a 1791 estudió Gramática Latina, Gramática Castellana, Retórica y el Curso de Artes en el Real Colegio Seminario de San Luis Gonzaga de la ciudad de Zacatecas, ahí recibió una beca real de honor y por su aplicación en los estudios obtuvo el primer lugar de su generación y presentó el acto de estatuto de toda la Filosofía.
En febrero de 1791 recibió el grado de bachiller en Filosofía en la Real y Pontificia Universidad de México. Enseguida se matriculó en el Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México para estudiar Teología con gran acierto, por lo que se le distinguió como presidente de academias y catedrático sustituto de Latín y de Filosofía.
Simultáneo a su formación en San Ildefonso, ingresó a la Real y Pontificia Universidad de México, donde también cursó las cátedras teológicas y “replicó –dice su Relación de Méritos– muchas veces en la Real Universidad en actillos, quodlibetos y grados menores; arengó en grados mayores, sustituyó la cátedra de Retórica y recibió previos los cursos y lecciones de estilo, el grado menor de Cánones”.1
En la comunidad académica de San Ildefonso
tenía bien ganada una fama de inteligente, mesurado y virtuoso, prendas que siguió aumentando en su desempeño como profesor, ya que cumplía pulcramente con el reglamento del centro formativo: se presentaba puntual a su cátedra, asistía a los actos públicos y daba ejemplo a sus estudiantes con una intachable conducta.2
Y con tan sólo dieciocho años optó por la carrera eclesiástica y recibió las órdenes menores y el bachillerato en Teología.
En diciembre de 1797 llegó a Guadalajara para unirse a sus hermanos Micaela Josefa, cursante en el Colegio de Niñas de San Diego, y a Joaquín, estudiante en el Seminario Conciliar de San José, donde también ingresó.
Luego de certificar su carrera literaria, el 25 de abril
de 1798 en la Real Universidad de Guadalajara, se examinó y fue aprobado nemine discrepante, y recibió el grado de licenciado en Sagrada Teología, y el 10 de mayo siguiente obtuvo la borla doctoral.3
En 1800 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. En el Seminario Conciliar fue nombrado catedrático de Catecismo Romano, de Sagrada Escritura en 1803, de Teología Moral en 1806, de Teología Escolástica en 1808 y de Prima de Teología en 1810.
Por encargo del obispo Cabañas elaboró el Reglamento provisional de la Casa de Caridad y Misericordia de Guadalajara. En 1804 se afilió a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, para prestar especial atención a los pobres, y en la Real Universidad de Guadalajara fue catedrático sustituto de la cátedra teológica de Melchor Cano.
El 27 de junio de 1810 fue elegido diputado a las Cortes de la monarquía española, por su natal provincia de Zacatecas. Tres días después viajó de Guadalajara a Zacatecas para recoger las demandas de sus representados y recibir los recursos para su estancia en España. El 7 de septiembre llegó a la capital del Virreinato, donde días después recibió la noticia del levantamiento armando que acaudillaba el cura Miguel Hidalgo, lo cual retrasó su partida a Veracruz en donde abordó El Implacable que lo llevó a Cádiz, arribando al puerto luego de una travesía de cincuenta días de navegación.
El 27 de febrero de 1811 se acreditó como representante de la Provincia de Zacatecas ante las Cortes, cuyas sesiones se inauguraron el 24 de septiembre inmediato.
Las temáticas de sus intervenciones oratorias en las Cortes versaron en torno de la defensa de los intereses de los comerciantes y mineros de Zacatecas; del fuero eclesiástico y del honor del clero; de los derechos raciales de las castas de origen africano y en contra de la segregación racial; de la representación igualitaria de los americanos ante las Cortes; y de la autonomía administrativa de los reinos de ultramar en cuestiones hacendarias, de justicia y de gobernación.
Además se opuso a que los obispos renunciaran a su condición de clérigos, si eran elegidos consejeros del Reino; a que los reinos americanos fueran tratados como colonias; y al desafuero del vicario capitular del Obispado de Cádiz Mariano Martín de Esperanza y de los canónigos de la Catedral gaditana Matías Elojaburo y Manuel Cos, quienes consultaron con los obispos sobre el contenido de los decretos de la Cortes que abolían el Tribunal de la Inquisición.
Sus cargos en el órgano constituyente fueron: miembro de la Comisión de Juzgados de Primera Instancia; vicepresidente electo el 24 de agosto de 1812, y un año después presidente. El 18 de marzo de 1812 firmó la Constitución Política de la Monarquía Española, y al día siguiente la juró. Y el 14 de septiembre de 1813 presidió la última sesión de las Cortes constituyentes, en la cual pronunció el célebre discurso de clausura, que fue recibido con gran entusiasmo por su defensa de las libertades individuales.
Acerca de la pieza oratoria a cargo del presidente de la sesión, el diputado [de las Canarias] Antonio Ruiz de Padrón, quien presenció la sesión, señaló
que el discurso fue constantemente interrumpido con efusivas aclamaciones y con “muchas lágrimas de ternura y regocijo”, produciéndose al final algo inesperado: a la salida de la sesión una multitud condujo a nuestro personaje hasta la plaza de la Constitución “donde se sucedieron los vivas y parabienes, en medio de los sombreros al aire y, sin poder contener el llanto de ternura del buen sacerdote, lo llevaron por la calle Ancha hasta su casa”. Los festejos por el glorioso cierre de los trabajos legislativos siguieron durante la noche […]4
Al no presentarse a las Cortes ordinarias, el diputado electo por Zacatecas, José Cesáreo de la Rosa, se vio obligado a sustituirlo en su calidad de diputado suplente. Luego pasó a Madrid, donde el 15 de enero de 1814 asistió a la reinstalación de las Cortes.
Al regresar al trono Fernando VII decretó la abolición de la Constitución de la Monarquía, por lo cual las Cortes se disolvieron el 4 de mayo de 1814. Entonces Gordoa entró en contacto con el secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias Miguel Lardizábal, a quien hizo llegar las peticiones de su Provincia de origen, tales como la instalación en Zacatecas de una casa de moneda, de un obispado y de una diputación provincial.
Al final el rey le otorgó una prebenda en la Catedral de Guadalajara, y regresó a la Nueva España probablemente a finales de 1815 o a principios de 1816.
De nuevo en Guadalajara, el 29 de julio de 1817 ingresó al Cabildo de la Catedral como medio racionero. De 1818 a 1831 fue rector del Seminario Conciliar de San José y siguió impartiendo las cátedras de Teología Escolástica y de Sagrada Escritura.
Del 10 de noviembre de 1819 a la misma fecha de 1821, fue rector de la Real Universidad de Guadalajara.
En 1820 integró la Diputación Provincial de Guadalajara, y presidió la sección de minería en la Sociedad Patriótica de la misma ciudad. En 1821 fue electo diputado al Congreso Provincial por Jalisco, y el 20 de octubre ascendió a racionero de la Catedral.
El 14 de marzo de 1822, en su calidad de rector del Seminario Conciliar, felicitó al emperador Agustín I por la instalación de la Asamblea Legislativa, y se distinguió como partidario de la monarquía constitucional.
El 22 de octubre de 1822 ascendió a canónigo de Gracia y al oficio de lectoral.
Se le eligió diputado por Zacatecas al Congreso General Constituyente de 1823 a 1824. De nuevo destacó en las labores legislativas, con su gran experiencia legislativa adquirida en Cádiz. Del 5 de enero al 6 de febrero de 1824 fue presidente del Congreso Constituyente, y como tal firmó el 31 de enero de dicho año el “Acta Constitutiva de la Federación” y el “Manifiesto que el Soberano Congreso Constituyente hizo a los pueblos, en los momentos de publicarse el Acta Constitutiva de la Federación”.
Luego de promulgarse la Constitución de 1824, a finales del citado año se reintegró a sus responsabilidades eclesiásticas y académicas en Guadalajara.
El 26 de octubre de 1825 fue electo gobernador de la Mitra y vicario capitular del Obispado de Guadalajara, en sede vacante por el deceso del obispo Cabañas. Para enfrentar los embates de la prensa liberal, autorizó la compra de una imprenta, donde a partir del 18 de marzo de 1828 se publicó El Defensor de la Religión.
A propuesta del presidente de la república, Guadalupe Victoria, el 28 de febrero de 1831 el papa Gregorio XVI lo designó obispo de Guadalajara, siendo el primer mexicano electo tras la independencia para la sede jalisciense. Y el 21 de agosto inmediato, en la Ciudad de México, fue consagrado por el obispo de Puebla de los Ángeles, doctor Francisco Pablo Vázquez.
Su gobierno episcopal fue breve, intervino ante el comandante militar de la ciudad para lograr la legalidad en el proceso del impresor José M. Brambila. Y sólo alcanzó a escribir dos cartas pastorales, dos edictos y algunas circulares.
En enero de 1832 comenzó su primera visita pastoral; estuvo en Zapotlán el Grande, Copala, Tuxcacuesco y Colima, donde contrajo una enfermedad intestinal que lo obligó a regresar a su sede episcopal, no sin antes visitar Tuxpan.
El 12 de julio de 1832 falleció en Guadalajara; fue inhumado el 17 del mismo mes en el Templo de Nuestra Señora de la Soledad. Al destruirse dicho templo en 1950, muy probablemente sus restos pasaron a la cripta de la Catedral.
En Cádiz, en Madrid y en Guadalajara, respectivas calles llevan su nombre. El 24 de junio de 2010 se develó su nombre en letras doradas en el recinto de sesiones del Congreso del Estado de Zacatecas. Y el 14 de septiembre de 2013 la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, develó una placa conmemorativa en el domicilio donde residió Gordoa durante las sesiones de las Cortes gaditanas.
En cuanto a su producción bibliográfica, Ramiro Villaseñor enumera: su Relación de Méritos (1806); Discurso ante las Cortes de Cádiz del 14 de septiembre de 1810; Discurso ante las Cortes de Cádiz de 1813; Oración fúnebre a la reina María Luisa de Borbón (1820); Oración fúnebre al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo (1824); Exposición del señor gobernador de la Mitra sobre la exclusividad concedida al Gobierno (1826); Reflexiones que se hicieron por su autor a consulta del Honorable Congreso de Zacatecas que según parece se ha reservado y un amante de la justicia que ha podido conseguirlas, las da a la luz para que el pueblo clarifique su mérito (1827); Sobre la proposición del diputado pbro. dr. José Guadalupe Gómez Huerta, de erigir un Obispado en Zacatecas, apoyándose siempre que se haga conforme a lo convenido por las leyes de la Iglesia (1827); y sus escritos durante su gestión episcopal.
En 2014 Martín Escobedo dio a conocer los documentos, correspondencia y discursos, en un tomo que tituló Más que huellas de papel, jirones de vida de don José Miguel Gordoa, editado por la lxi Legislatura del Estado de Zacatecas y el Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Juicios y testimonios
Martín Escobedo Delgado: “Su personalidad: serio, disciplinado, de convicciones sólidas, de mente brillante, reservado, con profunda fe, defensor de la institución eclesiástica y con el alma en un hilo ante la transición política, fundamentalmente para comprender el proceso de transformaciones políticas que iniciaron en la monarquía española y que concluyeron en la nueva nación que se irá conformando cuando la antes Nueva España declaró su independencia para ceder su lugar a México”.
José María Queipo de Llano, conde de Toreno: “Era de carácter noble, leal y sincero, de alma inocente y generosa que se pintaba en una fisonomía dulce y verdaderamente angelical”.
Ramiro Villaseñor y Villaseñor, reproduce la inscripción de un cuadro de Gordoa que se hallaba en la sacristía de la capilla de la Hacienda de Cieneguillas, Zacatecas: ”[...] Su virtud acrisolada y sublime, su carácter suave, dulce, afable, le captaron el más vivo aprecio de cuantos lo conocieron; y la fama resonando mas lejos arrancaba de todas partes los aplausos y elogios tributados a su mérito. La sabiduría lo honró, y en vano quiso ocultar el cúmulo de cualidades sobresalientes que adornaron su bello genio porque a través del vuelo divino de la modestia, brilló como a su pesar en los altos destinos a que le llamó la Patria [...]”.
Justo Sierra et al., en la Antología del Centenario lo llaman “Distinguido personaje eclesiástico y político” y señalan que en las Cortes de Cádiz “El Conde de Toreno, al referirse a él y al costarricense Castillo, entre los diputados americanos, los llama: a cual mas dignos”.
Referencias
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Dávila, op. cit., tomo iv-1, p. 565. ↩︎
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Martín Escobedo Delgado, José Miguel Gordoa. El drama de la transición política 1777-1832, Guadalajara, Poder Legislativo, LXI Legislatura del Estado de Zacatecas, Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara, 2014, p. 67. ↩︎
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Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, p. 168. ↩︎
-
Escobedo, op. cit., p. 160. ↩︎