Biografías por órden alfabético

Navarrete Flores, Heriberto


Nació en Etzatlán, Jalisco, el 16 de marzo de 1903. Fueron sus padres los señores Rosa Flores y Miguel Navarrete Ávila.

En 1910 se estableció en Guadalajara. Debió cursar sus estudios secundarios y preparatorios en algún colegio católico, dado que en sus memorias menciona que su maestro de Historia Patria era Anacleto González Flores, el cual por supuesto era impensable que impartiera clases en la Escuela Preparatoria de Jalisco, aunque muy probablemente en dicha institución obtuvo la revalidación de sus estudios, como entonces se acostumbraba.

Inició sus estudios profesionales de Ingeniería en la Escuela Libre de Ingenieros, la cual luego se transformó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara, reinstaurada en 1925. Heriberto abandonó sus estudios cuando cursaba el cuarto año de Ingeniería para militar en la Unión Popular. Al concluir la Cristiada en 1929, pensó regresar a la Facultad de Ingeniería para dedicarse al ejercicio de su profesión, pero la autoridad militar de Guadalajara le recomendó que por su seguridad no lo hiciera, así es que tuvo que trasladarse a la Ciudad de México. Sin embargo, en abril de 1931 se tituló de ingeniero civil en Guadalajara, con la tesis “Proyecciones geográficas”.1

Por invitación de Anacleto González Flores ingresó en 1919 a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (acjm), en la cual asistió al círculo de estudios sociológicos y apologéticos Luis Windthorst. Al fundarse la Unión Popular, fue nombrado secretario general de la misma, y al iniciar la guerra González Flores le encomendó que la organización se mantuviera al margen de toda acción bélica.

Sin embargo, Heriberto deseaba pasar a la acción armada, como lo expresó en sus memorias:

Instaba yo al Maestro [Anacleto] para que me dejara ya incorporarme a las fuerzas en alguna de las columnas que operaban en Jalisco; pero él retardaba siempre mi salida de Guadalajara, en donde la tarea de organizar la compra y despacho de parque resultaba cada vez más difícil.2

En marzo de 1927 fue enviado a la Ciudad de México para ponerse en contacto con los dirigentes de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa (lndlr), responsable de la organización del ejército cristero, su misión era conseguir armamento para los ejércitos de la región de Los Altos de Jalisco.

El 1º de abril del citado 1927, en tanto Anacleto González Flores era fusilado en Guadalajara, él fue detenido un día antes y recluido en los sótanos de la Inspección de Policía de la capital de la república, pero salvó la vida por las gestiones que hizo el arzobispo de México, José Mora del Río. Fue desterrado a la colonia penal en las Islas Marías, donde permaneció hasta el 31 de julio; a su regreso a la capital del país contactó con el jesuita Miguel Agustín Pro.

De inmediato se incorporó al ejército cristero en Los Altos de Jalisco, ahí se desempeñó como colaborador del licenciado Miguel Gómez Loza, quien fungía como gobernador civil en el territorio cristero. Después fue ayudante de la máxima autoridad cristera, el general Enrique Gorostieta, e incluso fue nombrado por la lndlr para suceder a Gómez Loza como autoridad civil, pero él se negó porque “quería ser soldado”.3

Luego de anularse su nombramiento de gobernador civil, se incorporó al Regimiento de Ayo, que comandaba el padre Aristeo Pedroza. Al ser destituido Victoriano Ramírez el Catorce como jefe del Regimiento San Miguel, fue nombrado mayor y segundo jefe de dicha corporación, por lo que enfrentó uno de sus mayores problemas: la ejecución del célebre guerrillero alteño.

Autores como Víctor Ceja Reyes lo colocan como un simple testaferro del general Gorostieta, para simular el consejo de guerra que llevó a la ejecución de el Catorce:

Que Gorostieta dio orden al padre Pedroza de eliminar a Victoriano, se desprende de lo inflexible que se mostró en ceder a las súplicas que le hicieron todos sus compañeros de lucha, a excepción de Mario Valdez y Heriberto Navarrete, que fueron los acusadores en el dizque consejo de guerra que le formaron en Tepatitlán, que si no fuera por la gravedad del caso, serían motivo de verdadera hilaridad los delitos de que lo acusaron […].4

Luego, debido a este acontecimiento, Navarrete polemizó fuertemente con el historiador Jean Meyer, a quien le expresó:

Señor Meyer: cuando Usted Afirma: “La causa inmediata de la muerte del héroe [El Catorce] PARECE haber sido una historia de mujeres, etc…” sólo tengo que decir una palabra MIENTE, Usted o quienes hayan fraguado esa novelita picaresca, según la cual el teniente coronel Mario Valdez y yo cortejábamos a dos hermanas de una de las concubinas del Catorce. Mienten. Ni le quita fuerza a la calumnia el uso de la palabra PARECE, con que Usted quiere eludir su responsabilidad en ese chisme vulgar.4

Enseguida presentó los alegatos de su defensa, pero retomando la relación cronológica de su biografía, el 2 junio de 1929 en la hacienda del Valle, cerca de Atotonilco el Alto, se emboscó y ejecutó al general Gorostieta, a quien Navarrete acompañaba, pero Heriberto logró escapar en una huida muy complicada.

Luego se reincorporó al Regimiento San Miguel, y tras los fuertes rumores de que algunos obispos estaban en negociaciones con el gobierno federal para terminar con el conflicto armado, fue enviado a la capital del país con el fin de entrevistarse con los jefes de la lndlr</span y con los obispos, como en efecto lo hizo.

En sus memorias narra su encuentro con el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, que da idea de la dramática situación a la cual se enfrentaron los cristeros:

Lo cierto es que cuando el señor Orozco me vio, con una paternal sonrisa tan ordinaria en él, me tendió la mano y me dijo muy afectuosamente:
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Qué rete bien; el muerto resucitado. Gracias a Dios que te volvemos a ver…
Yo abordé el tema inmediatamente:
—¿Qué vamos hacer nosotros, ilustrísimo señor?
—Pues, ¿qué quieres que te diga? Pónganse en paz. Vuelve a tu trabajo pacífico de antes. Yo no sé gran cosa de lo que hayan arreglado. Pero parece que está todo hecho. Yo no sé mucho, créeme. ¿Qué quieres que te diga? Ya déjense de eso.
—Pero, señor, es justo…
No me dejó terminar.
—Mira Navarrete, no me reclames a mí. Ya te dije que yo no sé cómo se arregló esto. A mí me lo dieron hecho.5

Navarrete regresó a Guadalajara para preparar el licenciamiento del Regimiento San Miguel en el cual seguía como soldado. El 19 de julio de 1929, en Tepatitlán, entregaron el armamento y la caballada al coronel Vizcaíno Hueso.

Como ya se había señalado, por razones de seguridad se escondió para evitar las venganzas de los gobiernistas, por lo que pasó a radicar a la Ciudad de México, donde trabajó como ingeniero de campo en la Dirección de Estudios Geográficos y Climatológicos de la Secretaría de Agricultura y Fomento, y fue presidente del Comité Arquidiocesano de la acjm de la capital del país.

El 2 de octubre de 1933 ingresó a la Compañía de Jesús, en Ysleta College, en El Paso, Texas, donde los jesuitas en tiempo de la Cristiada tenían su seminario. De 1935 a 1936 estudió Letras Clásicas –Latín, Griego y Castellano–, el 3 de octubre de 1935 pronunció sus votos perpetuos, y de 1937 a 1940 estudió la licenciatura de Filosofía.

De septiembre de 1940 a agosto de 1942 fue profesor de Literatura, Geometría y Trigonometría en el Instituto de Ciencias de Guadalajara.

En septiembre de 1942 inició sus estudios de Teología en Ysleta College, pero al terminar el primer curso teológico sus superiores decidieron enviar a todos los estudiantes a teologados estadounidenses, correspondiéndole a Heriberto el de West Baden Springs, en Indiana, donde estudió hasta junio de 1946, y ahí el 13 de junio de 1945 el arzobispo de Indianápolis, Joseph Ritter, le confirió la ordenación sacerdotal.

De septiembre de 1946 a agosto de 1948 fue prefecto y subministro de los estudiantes de Teología en el Montezuma Seminary, en Alburquerque, Nuevo México, donde los obispos estadounidenses financiaban un seminario para mexicanos de toda la república, el cual era dirigido por los jesuitas.

Realizó su último año de formación como jesuita en el Colegio de San Cayetano de Santiago, Tianguistenco, Estado de México, de septiembre de 1948 a agosto de 1949.

De septiembre de 1949 a agosto de 1953, en el Templo de La Votiva de la Ciudad de México, atendió a las Congregaciones Marianas de jóvenes y señores. Al mismo tiempo fue asistente nacional de la acjm y empezó a trabajar en la promoción rural con los estudiantes católicos del Instituto Politécnico Nacional.

En septiembre de 1953 se le destinó a Torreón, Coahuila, para terminar la construcción del Colegio Carlos Pereyra, del cual fue rector a partir del 9 de enero de 1955.

Llegó al Templo de San Felipe Neri de Guadalajara a mediados de 1959, y de 1960 a 1982 fue profesor de Religión e Historia de México en el Instituto de Ciencias, a la vez que trató de organizar a los exalumnos con los que trabajó hasta 1972.

Los títulos de los libros que publicó son: Por Dios y por la Patria. Memorias de mi participación en la Defensa de la Libertad de Conciencia y Culto, durante la Persecución Religiosa en México de 1926 a 1929 (1961); El voto de Chema Rodríguez (1964); En la Islas Marías (1965); Los cristeros eran así… (1968); Etzatlán (1970); Jesuita rebelde (1972); Nociones sobre la teoría de la historia (1977); y Jesuitas de mi tiempo (inédito).

En la casa de los jesuitas del Instituto de Ciencias en Guadalajara, falleció el 21 de agosto de 1987 y fue inhumado en Puente Grande, Jalisco.


Referencias
  1. Este dato procede de la “Lista de ingenieros titulados con base el plan de estudios en el plan de la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara de 1903 a 1938”, Federico de la Torre y Rebeca Vanesa García, Ambrosio Ulloa, Guadalajara, Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco, 2008, serie Monografías de Arquitectos del siglo xx, número 18, p. 142. ↩︎

  2. Heriberto Navarrete, Por Dios y por la Patria Memorias, México, Tradición, 1980, p. 125. ↩︎

  3. Ibid., p. 175. ↩︎

  4. Víctor Ceja Reyes, El Catorce y la Guerra Cristera, México, Universo México, 1983, p.123. ↩︎ ↩︎

  5. Ibid., pp. 251-252. En efecto el arzobispo Orozco no sólo estaba al margen de las negociaciones con el gobierno, sino incluso el presidente Emilio Portes Gil pidió como “un favor” que el arzobispo de Guadalajara saliera desterrado del país, a lo cual accedieron los obispos Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz. ↩︎