Biografías por órden alfabético

Navarro Sánchez, Adalberto


Nació en Lagos de Moreno, Jalisco, el 23 de abril de 1918. Fueron sus padres los señores Felipe Navarro y María Sánchez.

Desde muy niño quedó huérfano, y entonces se hizo cargo de él su tío el canónigo Cecilio Sánchez –amigo del literato potosino Manuel José Othón–, quien le despertó la pasión por la lectura.

Durante tres años vivió en Techaluta, Jalisco, donde su abuela paterna le enseñó las primeras letras y las demás materias que se impartían hasta el tercer grado de primaria.

Una vez establecido en Guadalajara continuó sus estudios en el Colegio López Portillo, y cursó Latín y Humanidades en el Seminario Conciliar de San José.

Su existencia fue definida por Víctor Hugo Lomelí como “una vida entregada a las letras”,1 de ello se deriva que se presenta su biografía dividida en tres apartados: el poeta, el maestro universitario y el editor de revistas literarias.

En 1931 escribió su primer poema, el cual dedicó a su señora madre, en 1932 escribió algunos artículos de temática gramatical en el periódico Las Noticias, en 1933 publicó una apología del maestro con motivo de su día en un periódico del señor Contreras, y en 1934 escribió una serie de poemas titulados Ejercicios.

Su obra poética comprende: los citados Ejercicios (1934); El sueño herido y otros poemas (1935); Disyunción de vigilias (1936-1955); Sonetos del cántico y otros poemas (1937-1949); Los apóstoles (1959-1968); Las horas situadas (1968); Realidad de piedra (1969); No elegías (1969-1980); Homenajes (1971-1974); Bajo cielos distintos (1977-1979); Palabras en tu vuelo (1979-1980); Signo (1981-1984); y Reunión de poemas (1934-1984).

Acerca de su estilo poético Dante Medina consideró que “no se ubica en los movimientos de vanguardia, como el surrealismo; su influencia más cercana llega de los clásicos españoles, como san Juan de la Cruz y fray Luis de León y de los españoles contemporáneos, Víctor Alexaindre y Jorge Guillén”.2

En cuanto a sus escritos en prosa, Fernando Carlos Vevia Romero enumera los siguientes: José María de Servín, pintor de dos fondos (1940); Luis Cernuda, poeta del olvido (1941); Gutiérrez Hermosillo y el poema “El himno entre la luz” (1950); Tres lecciones de literatura mexicana. Dos novelistas y un dramaturgo (1953); La ficción narrativa del Premio Jalisco (1958); Amapa de Carmen Rico, Notas sobre la “Tierra Pródiga” (1961-1962); Algunos aspectos de la poesía de Manuel Martínez Valadéz (1969); Bajo los ángeles. Efraín González Luna (1971); José María Vigil. Estudios sobre literatura mexicana, recopilación, introducción y notas (1972); Los precursores de José López Portillo y Rojas. Introducción; Arturo Rivas Sainz, ensayista (1985); y Agustín Yáñez sus primeros libros (1985).3

El citado Fernando Carlos Vevia preparó el libro Adalberto Navarro. Los escritos, que incluye además “Las monedas jaliscienses”, “Guadalajara colonial de José Cornejo Franco”, “Jalisco. Historia mínima de Luis Páez Brotchie”, “Como si fuera trébol”, “Desde el río”, “Algunos aspectos de la poesía de Manuel Martínez Valadez”, “Don Severo Díaz”, “La actividad literaria en Jalisco en 1971”, “Semblanza de Agustín Yáñez”, “Et Caetera”, “Eugenio Ionesco”, “Semblanza de José Rogelio Álvarez”, “La Literatura”, “La permanente gracia del libro”, “El corrido mexicano”, “El doctor Amado Ruiz Sánchez”, “De tan variados rumbos”, “Cuando la palabra crece”, “Presentación de ‘Cuadernos”, “Alberto Santoscoy”, “Palabras del profesor Adalberto Navarro Sánchez en el homenaje ofrecido en ocasión de sus cincuenta años de escritor”, “Palabras del profesor Adalberto Navarro Sánchez, durante la presentación de su libro ‘Reunión de poemas 1934-1984”, “La poesía”, “José R. Benítez”, “Premio Adalberto Navarro Sánchez” y “Leerere”.

Por más de treinta años fue maestro en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara, donde impartió Español Superior, Teoría Literaria, Análisis y Estilística y Literatura Mexicana; de 1951 a 1965 impartió Literatura Española Contemporánea en los Cursos de Verano de las Universidades de San Francisco, California, y de Guadalajara, y a partir de 1965 sustentó dos cursos de Literatura Mexicana y uno de Poética del Modernismo en la Escuela de Verano que la Universidad de Arizona llevaba anualmente en Guadalajara. También fue profesor huésped de las Universidades de Kansas City y El Paso, Texas, Estados Unidos.

Fue jefe del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, y auxiliar del área de Humanidades de la Escuela de Graduados, ambas dependencias de la Universidad de Guadalajara.

Sobre su estilo magisterial, Vevia Romero escribió:

El maestro, a lo largo de treinta y siete años de catedrático de la Universidad, ha entregado sus mejores ideas a los alumnos en clase, sin que éstos adviertan en muchos casos la originalidad de las orientaciones que se les estaban dando. Hace poco impartió un investigador francés en el auditorio de la Universidad de Guadalajara, tres interesantes clases, una de ellas sobre los cronistas de Indias. Causó una gran impresión en muchas personas, pero surge la pregunta: ¿Cuántas veces había expuesto así el maestro Navarro esas mismas ideas en clase? Sin embargo, el factor económico y otros factores que no hacen el caso, permitieron al investigador francés tener tiempo (tiempo pasado, quiero decir) y espacio (revistas culturales, editoriales poderosas) para difundir sus ideas por escrito. No olvidemos la historia de nuestra Universidad; en concreto, de la Facultad de Letras. No olvidemos la cantidad de horas-clases y de horas de preparación de clase y de atención a los alumnos (esos dos minutos... cinco minutos tomados al final de clase y que sumados arrojan un buen número de horas), que consumieron la vida del Maestro, robándole lo más preciado: el tiempo... No olvidemos los treinta y tantos años en que la única paga de la investigación fue, para el Maestro, la pasión satisfecha por la literatura.4

Se inició como miembro muy activo de los grupos literarios tapatíos, y más tarde como editor de revistas, a mediados de la década de los años treinta. Así evocaba aquel momento: “En 1936 conocí a José Cornejo Franco, y a él le debo todo mi aprendizaje de la literatura, mi amor a la literatura mexicana. Cornejo Franco me abrió su casa, a la que concurría todos los días a leer. Con el tiempo me destinó a ser algo así como su secretario para contestarle algunas cartas”.5

Al organizar el maestro Cornejo Franco el grupo literario que fundó la revista Índice lo nombró secretario de redacción, aparecieron seis números. Después Navarro Sánchez publicó las revistas Navegación poética, Ámbito y Hojas de Poesías, en 1940; Prisma, en 1943; Los Cuatro Puntos, y en colaboración con Juan Rulfo y Juan José Arreola publicó la revista Pan, de la cual circularon siete números, el último en 1946.

En 1950 fundó la revista literaria Et Caetera, que pasó por tres épocas: la primera va del año de su fundación a 1963 con 34 números publicados, la segunda va de 1966 a 1979 con 33 números, y la tercera abarca de 1985 a 1986 con cinco números, el último de los cuales fue póstumo al fundador.

En la revista Et Caetera publicó las críticas y exégesis sobre la figura y obra de Franz Kafka, los estudios sobre el muralismo de José Clemente Orozco, los cuadros desconocidos de José María Zepeda, los estudios lingüísticos sobre la lengua regional coca, los poemas inéditos de Gabriela Mistral, Alfonso Gutiérrez Hermosillo, Ernesto Cardenal y de varios poetas jóvenes de Jalisco; las traducciones al español de Tomás Merton y la traducción del “Cementerio marino” de Paul Valery. Además se dedicaron números monográficos a Gregorio Marañón, Efraín González Luna, José Cornejo Franco y Juan Bautista Iguíniz.

Junto con Ramiro Villaseñor fue codirector de la Biblioteca Jalisciense, auspiciada por la Universidad de Guadalajara, se llegaron a publicar catorce volúmenes, entre los que se encuentran obras de Mariano Otero, Agustín de la Rosa, Tadeo Ortíz, Luis Pérez Verdía y Juan Bautista Iguíniz, entre otros. En 1957 cuidó la edición del Catálogo descriptivo de los libros impresos en Salamanca durante el siglo xviexistentes en la Biblioteca Pública de Guadalajara de Robert Duclas; en 1960 se encargó de la edición del libro El Teatro Degollado de Aurelio Hidalgo; editó la tercera época de El Despertador, órgano de la Feria Municipal del Libro de Guadalajara; coordinó la serie de libros conmemorativos del sesquicentenario del Federalismo Jalisciense; seleccionó junto con Fabiola Ruiz los textos del libro Amado Ruiz Sánchez. Humanismo de una vocación científica; editó la Biblioteca de Autores Jaliscienses Modernos y cuidó la edición de la memoria de la Primera Jornada de Ideología Universitaria, entre otros.

Amante de los libros, instaló un taller de encuadernación, además abrió la librería El Periquillo en honor de Joaquín Fernández de Lizardi, en la cual organizaba conferencias, presentaciones de libros y tertulias literarias a las que asistían personalidades como Juan Rulfo, Juan José Arreola y Antonio Gómez Robledo. También publicó en las ediciones Et Caetera obras como el “Triángulo de silencio” de Elías Nandino, “La Jeune Parque y otros textos” de Paul Valery, “Retrato de una niña triste” de Olivia Zúñiga, “Uxor y otros usores” de Alfonso Toral Moreno, entre otras.

Fue colaborador de los periódicos El Informador y El Occidental, del cual dirigió durante tres años la página literaria. Publicó en las revistas Eos, Summa y Ariel, y en periódicos y revistas de las ciudades de México, Puebla de los Ángeles, Saltillo, San Luis Potosí y Caracas, Venezuela.

En prensa dejó su libro La narrativa jalisciense de la revolución; e inéditos los libros Antología de poetas del siglo xx, Versificación e Índices de “La República Literaria”.

Fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana, y el 5 de agosto de 1969 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua con el discurso “Algunos aspectos de la poesía de Manuel Martínez Valadez”, el cual contestó Francisco Monterde.

Los reconocimientos que recibió fueron: en 1953 el Premio Jalisco en Letras, en 1955 la medalla José María Vigil, en 1970 la medalla y diploma del Instituto de Arte de México, en 1975 el Ayuntamiento de Guadalajara le otorgó el premio de los Libreros de Guadalajara; en 1976, al celebrarse el xxv aniversario de la fundación de la Revista Et Caetera, se le homenajeó; en 1982 recibió diploma del Fondo para Actividades Sociales y Culturales de Jalisco por su labor literaria y la presea 12 de Octubre por sus 35 años de magisterio universitario. Además del homenaje de la Escuela Normal de Jalisco por su labor docente, y con motivo de su cincuentenario como escritor el Ayuntamiento de Guadalajara, el Departamento de Bellas Artes del Gobierno del Estado de Jalisco y Senior de Occidente, A. C., le tributaron un homenaje el 27 de enero de 1984.

Falleció en Guadalajara el 4 de julio de 1987.

La Feria Municipal del Libro de Guadalajara de 1989 llevó su nombre.

Juicios y testimonios

Antonio Castro Leal: “Elemento activo en el desarrollo literario de su estado, Navarro Sánchez empezó a publicar versos antes de los veinte años y su labor ha continuado cada vez más limpia. La línea suelta y reiterada de su poesía se va insinuando en el lector, ganándole lentamente a su seno tibio, a sus bien compuestas visiones”.


Genoveva Gas Pinoncély: “Su obra es herencia de amor a la vida, de religiosidad, de placer estético, de sensibilidad singular que lo consumieron. Mucho se ha hablado sobre la amistad. La auténtica, la del amigo que partió, posee y poseerá siempre enseñanza, comprensión, consuelo, bondad, dulzura; en fin, perpetuidad. Un amigo como don Adalberto ni muere, ni morirá nunca. Su amistad va más allá de los términos mortales: es eterna”.


Dante Medina: “Adalberto era un maestro y un maistro. Maestro por erudito, porque ‘daba la impresión de saberlo todo’; llegó a un conocimiento que le pertenecía y por eso lo distribuía a su manera. Quizás el aula no era el mejor sitio para ser alumno de Navarro Sánchez, prefería la charla, la informalidad formal. Generoso y amplio: cualquiera tenía acceso a su erudición; previo el interés. El aula amorfa, no siempre es todo oídos, no lo dejaba explayarse a su manera. Paradoja mayor: el erudito Navarro Sánchez era más maestro fuera de la Universidad que dentro de ella... Vivir fue su pasión más intensa... Pablo Neruda le pidió que fuera su secretario […]”.


Referencias
  1. Víctor Hugo Lomelí, Adalberto Navarro Sánchez. Una vida entregada a las letras. Suplemento Cultural de El Informador, Guadalajara, s. f., p. 5. ↩︎

  2. Dante Medina y Raúl Bañuelos, “Adalberto Navarro Sánchez”, programa radiofónico en xejb de Guadalajara, 19 de agosto de 1986. ↩︎

  3. Fernando Carlos Vevia, “Los escritos en prosa en la obra de Adalberto Navarro Sánchez”, Et Caetera, núm. 5, octubre-diciembre de 1986, tomo i, tercera época, p. 126. ↩︎

  4. Vevia, op. cit. et loc. cit. ↩︎

  5. Víctor Hugo Lomelí, “Adalberto Navarro Sánchez. Una vida entregada a las letras”, El Informador, Guadalajara, s. f., Suplemento Cultural, p. 5. ↩︎