Biografías por órden alfabético

Quintero Parra, Raúl


Nació en Tapalpa, Jalisco, en 1900, fueron sus padres los señores Macedonia Parra Moreno y Adolfo Quintero Cano.

La familia se estableció en Sayula, para luego emigrar a Guadalajara, donde cursó sus estudios en la Escuela Normal de Jalisco y en la Escuela Preparatoria de Jalisco, y se tituló de profesor normalista.

Prosista, ensayista y ante todo poeta, así evoca los orígenes de su vocación literaria:

He vivido siempre en la música... Mi madre sentía pasión por la música; yo anhelaba ser pianista... se me ha traído a un colegio (vivíamos en un pueblecito), y mi apetito y mi sed de belleza quisieron satisfacer a todo precio, y el niño que yo era se arrojó sobre lo que se le ofrecía: sobre los estudios literarios, y luego más tarde tuve la suerte de encontrar a un verdadero maestro en Agustín Basave, que me inició en todas las disciplinas mentales y descubrió mi vocación poética. Es la historia, estoy seguro de muchas vocaciones literarias: las preparatorias, por su universalidad, son verdaderas oficinas de reclutamiento para las letras... Los bellos versos han triunfado en mí sobre los bellos acordes, y es así como poco a poco me he convertido en poeta [...]1

En la Secundaria para Varones, entonces unida a la Escuela Preparatoria de Jalisco de la Universidad de Guadalajara, impartió las cátedras de Gramática y Literatura, y también fungía como auxiliar de disciplina del profesor Bartolomé Gutiérrez.

Así lo describe Aurelio Cortes Díaz:

Siempre traía pendiente un cigarro prendido o apagado en sus labios azulosos. [Era] un poeta de los de viejos moldes, de corbatón, chambergo siempre vestido de negro, parece que sólo tenía un traje, todo raído era siempre limpio. Era tan flaco, que los muchachos lo llamaban ‘carne seca’, hombre muy bondadoso, del que se abusaba con facilidad, pues nadie le daba la credencial cuando la pedía para un castigo, y si alguna vez se presentaba a un ruidoso mitin de ‘huelga’ o a un concurso de oratoria improvisado, a gritos se le pedía que recitara [...] cosa que hacía con gusto y con voz trémula, que poco a poco iba entrando en confianza, nos deleitaba con una de sus composiciones, el ‘vendedor de ilusiones’ a cuyo final, todos estábamos en silencio y conmovidos por su inspiración.2

Los títulos de sus poemas publicados son: “El vendedor de ilusiones” –antes citado-, “Hermana muerte”, “Sonata de claro de luna de Beethoven”, “Rumores de fiesta”, “Motivo musical”, “La parábola de la perfecta alegría”, “Aventura nocturna” –dedicado a su maestro Agustín Basave–, “Aladina”, “Visión doméstica”, “El hogar del desierto”, “Campanas”, “Desolación”, “La balada de aquel que perdió su destino”, “Pavor” y “El recién llegado”. Y dejó inéditos “Aura Legenda” y “Palabras inútiles”.

Luis Ahumada Medina recuerda que “vivió mal valorado, oscuro sin ninguna ayuda oficial que le permitiera ejecutar su bella obra, sin las preocupaciones económicas que siempre le persiguieron”.3

Sin embargo en su obra no hay resquicio de resentimiento, como quedó de manifiesto en el siguiente poema:

Si eres bueno y te han burlado
y herido los hombres
ven y llama a mi puerta...
Aquí están mi mano y mi corazón
abiertos. Tú eres mi hermano.
Comerás de mi pan y beberás de mi vino.

Pero si tú eres malo y todos te rechazan
iré entonces a esperarte a la vera
del sendero que cruzas, para traerte
a mi hogar, Tú eres mi hermano.
Aquí están mi mano y mi corazón
abiertos. Comerás de mi pan
y beberás de mi vino [...]4

Siendo aún muy joven, pobre, enfermo y solo, murió en el Hospital Civil de Guadalajara, en noviembre de 1934. Ante su trágica vida, había cantado a la muerte:

Hermana muerte, mis labios se fatigan en llamarte,
mis ojos se marchitan de no verte;
y el corazón se cansa de esperarte.
[...]
¡Tómame cuando esté llorando
besando las rosas o bebiendo el rocío!
Para que no se apague mi bendición postrera,
para que no se acabe mi plegaria final...5

En Tapalpa, Jalisco, una calle lleva su nombre.

Juicios y testimonios

J. Luis Medina: “Malogrado poeta […] tuvo una alma por demás sensitiva y en medio de todas las amarguras de que le rodeó la vida escapaba de su propio sufrimiento y se dolía de los demás”.


Amado Ruiz Sánchez: “[…] Poeta muy distinguido, poeta tuberculoso, Raúl Quintero, tenía una sensibilidad extraordinaria, [escribía] unos versos preciosos, y que acabó muriéndose en el Hospital Civil en la más grande pobreza”.


Referencias
  1. Luis Ahumada Medina, “Raúl Quintero”, Cuadernos Universitarios año I, volumen I, tomo I, 1948, p. 66. ↩︎

  2. Aurelio Cortés Díaz, Semblanzas tapatías. 1925-1945 Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1988, p. 119. ↩︎

  3. Luis Ahumada Medina, op. cit., p. 65. ↩︎

  4. Raúl Quintero citado en Luis Ahumada Medina, op. cit., p. 67. ↩︎

  5. Colegio Internacional, Quince poetas mexicanos, Guadalajara, 1968, p. 121. ↩︎