Rodríguez, Francisco
Nació en Mascota, Jalisco, el 17 de agosto de 1907, fue hijo de la señora Concepción Rodríguez, de oficio costurera, y cuando tenía tres años ella se trasladó a Guadalajara.
De junio de 1927 a enero de 1928 presentó exámenes a título de suficiencia para obtener su certificado de bachillerato en la Escuela Preparatoria López Cotilla, el cual se le expidió el 15 de enero de 1928. Su intención era estudiar Derecho, porque “yo tenía la ilusión de llegar a ser abogado, por lo que representaba dicha carrera –abogar por las causas nobles–, pero cuando me di cuenta de la realidad abandoné la idea y opté por un deseo que sentía hacia la pintura”.1
Entonces en 1929 ingresó a la Escuela Libre de Pintura que fundó Juan Ixca Farías, quien le puso el sobrenombre de Caracalla por parecerse a un busto del emperador romano que se encontraba en el Museo del Estado de Jalisco, sede de la citada Escuela. Luego pasó al taller del maestro José Vizcarra, donde perfeccionó su técnica y conoció a Raúl Anguiano y a Jesús Guerrero Galván, con quienes se vio obligado a seguir los cánones del academicismo que se había implantado desde Felipe Castro.
Para junio de 1932 había dejado el taller del maestro Vizcarra, y junto con Raúl Anguiano compartieron con Luis Remus un taller ubicado en el barrio de San Juan de Dios. En ese mismo año fue elegido como delegado jalisciense para participar en el Congreso Mundial de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear) celebrado en la Ciudad de México.
El 20 de noviembre de 1932 abrió con sus compañeros un nuevo taller ahora con domicilio en Hidalgo número 181 y se dieron a conocer como el grupo de Pintores Jóvenes de Jalisco. A principios de 1933 expusieron en el Salón de Arte del Museo del Estado de Jalisco, y el 13 de diciembre se inauguró en el entonces Paraninfo de la Universidad de Guadalajara –actual Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz– la exposición en la que participaron Caracalla, Jorge Martínez, Raúl Anguiano y María de la O Fernández.
Al partir Raúl Anguiano a la Ciudad de México, Francisco Rodríguez decidió fundar la Escuela Taller de Artes Plásticas Evolución –título de una de sus murales más celebrados–. Ahí estudiaron Jorge Martínez, Óscar Bernach, Juan Soriano, Jorge Navarro, Alfonso de Lara Gallardo, entre otros.
Hacia finales de 1935, José Clemente Orozco visitó el Taller Evolución y a mediados de 1936 aceptó a Caracalla como su ayudante para la realización de los murales del nuevo Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, lo cual hizo hasta septiembre de 1937.
De 1937 a 1947 dio clases de pintura, hizo retratos por encargo y obras de su inspiración; publicó la revista Arte Nuevo y expuso su obra en el antiguo Templo de Santo Tomás.
En 1947 pasó a residir a la Ciudad de México, donde fundó la revista Galerías; fue crítico de arte en el periódico Excélsior con la columna “Nuestras exposiciones”; en 1949 fundó la galería Siete Pintores con los jaliscienses Raúl Anguiano, Jorge González Camarena, Manuel González Serrano, Jesús Guerrero Galván, Juan Soriano y el defeño Guillermo Meza, en la zona rosa inauguró la Galería Metropolitana de Arte, la cual incluía un lugar especial para el grabado que se llamó Salón de la Estampa; también estableció la Galería Metropolitana de Arte y dirigió la galería del periódico Excélsior.
En 1965 regresó a Guadalajara e ingresó como catedrático de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara. Las cátedras que impartió fueron Pintura Mural, Composición, Estética, Anatomía Artística y Arte Moderno y Contemporáneo, y fue profesor de tiempo completo hasta su fallecimiento, además dirigió la galería de la Escuela.
Fue nombrado director de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara el 30 de abril de 1968, cargo que ejerció hasta 1973.
En 1967 fundó el Grupo de Pintores y Escultores de Guadalajara del cual fue presidente; de 1967 a 1970 en las Fiestas de Octubre de Guadalajara, organizó las magnas exposiciones de arte con la participación de hasta treinta artistas.
Colaboró, en 1972, en el Festival Mundial del Folclore con la exposición “La plástica en Jalisco” en el Auditorio del Estado. En 1979 se realizó una exposición-homenaje en la galería de la Escuela de Artes Plásticas con motivo de sus 50 años de artista, y de 1980 a 1985 realizó exposiciones de sus obras en la Galería de Arte Total.
Algunas de los títulos de sus obras son:2 Mi madre (1931); Cabeza de niño (1931); Maniquí (1932); Retrato (1933); Hastío (1933); La muerte del cisne (1933); Concreto (1935); Indígena (1937); Obrero (1937); Alcatraces (1938); Paisaje (1938); Miliciana (1938); El pulque (1944); Mi esposa (1944); Lavandera (1950); La cirquera (1950); Maguey (1963); Cubos (1963); La nube (1965); Idilio (1965); Pirámide (1966); Movimiento en gris (1968); Luna trifásica (1968); Ritmos opuestos (1968); Gnomon en círculos (1970); Metamorfosis (1975); Trilogía cósmica (1975); Espacios en azul (1976); y Margarita, entre otras.3
Los títulos de sus murales pintados en Guadalajara son: Evolución (1934); Las artes (1936); Educar es construir (1934); Los elementos (1938); Progreso (1938); Revolución (1938); El pulque (1938); Vendedores de flores (1939); Punto dinámico (1968); y Cuadrado al cubo, de fecha imprecisa.
También escribió un ensayo sobre la pintura mural de José Clemente Orozco y “Apuntes para la historia de la Escuela de Artes Plásticas” –inédito-, 1988. Además cuando fue joven jugó fútbol como portero del equipo Guadalajara de la segunda fuerza, y fue locutor y conductor de programas radiofónicos.
El 14 de septiembre de 1989 falleció en Guadalajara.
Juicios y testimonios
Juan Ixca Farías: “La personalidad de Rodríguez es conforme a la tendencia moderna, de subdividir geométricamente la superficie donde va a pintar, con un rigor matemático, para dar a sus cuadros las proporciones, con relación a la normalidad visual. Obtiene por este medio el completo equilibrio, una armonía, un concierto entre la pintura y la superficie, de donde dimanan los distintos elementos de la forma pictórica. El pintor busca el encuadramiento y la parte integrante y dinámica de la creación; con esto obtiene una ilusión óptica, una sensación cerebral, que es lo que persigue. Sus cuadros hablan de sus emociones, de su ideales, y no del reflejo de las vulgaridades”.
Augusto Orea Marín: “Siempre fue un precursor y un ‘moderno’ […] Se adelantó a su época, y por eso fue incomprendido. La geometrización formal, en relación a una síntesis del color dinámico, sólo se registra en este pintor singular”.
Guillermo Ramírez Godoy: “Su obra fue versátil en concepciones. Al inicio de su carrera cultivó el retrato y otros temas con tendencia al academicismo del siglo xix; más tarde fue adelantándose en el paisaje con tendencia a la abstracción. También incursionó en el cubismo y la abstracción geométrica, en los últimos años de su vida continuó su búsqueda y renovación en la llamada pintura escultórica. Nunca se conformó, siempre buscó la superación artística”.