Biografías por órden alfabético

Ruiz Medrano, José


El 8 de septiembre de 1903 nació en Guadalajara, Jalisco. Fueron sus padres el filarmónico José Ruiz Ruvalcaba y la señora Luisa Medrano Rodríguez.

En la Escuela del profesor Atilano Zavala recibió su instrucción primaria. En 1917 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde cursó Latín, Humanidades y Filosofía. En aquel entonces el Seminario no tenía casa propia, por lo que los seminaristas iban de un lugar a otro para recibir las clases, evadiendo a la policía secreta, como recordaba el mismo Ruiz Medrano: “Como judíos errantes, andábamos de casa en casa, esquivando a los secretas o espías, pero nuestra agilidad en esquivarlos era superior a su agilidad en pescarnos: era una especie de gimnasia o acrobacia de lo más divertido”.1

En 1921 fue enviado a Roma, Italia, para estudiar Teología. Ingresó al Colegio Pío Latino y se matriculó en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde fueron sus condiscípulos –más tarde célebres humanistas y literatos– Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte y el canónigo deán de la Catedral de México Octaviano Valdez; se tituló de doctor en Teología; el 30 de octubre de 1927 se le confirió la ordenación sacerdotal y al día siguiente celebró su primera misa solemne en la cripta romana del martirio de santa Cecilia, patrona de los músicos.

En 1928 regresó a Guadalajara en pleno conflicto armado de la Cristiada.

Sus principales aspectos biográficos son los siguientes: el eclesiástico, el catedrático universitario, el artístico y su obra bibliográfica.

En La Barca, Jalisco, inició su ministerio sacerdotal, donde fue vicario cooperador de la parroquia y ejerció como tal durante un año.

De 1931 a 1967 fue catedrático del Seminario Conciliar de Guadalajara, impartió las cátedras de Teología Dogmática, Oratoria Sagrada, Mariología, Literatura Castellana, Cultura Humanística y Latín.

Fue maestro de numerosas generaciones y tuvo entre sus discípulos al novelista Juan Rulfo, a los poetas Benjamín Sánchez y Emeterio de la Torre, a los ensayistas José Rosario Ramírez, Jesús Padilla, Ramón Mata Torres y Adalberto González, entre otros.

Como maestro del Seminario se recuerda la siguiente anécdota del señor Medrano –como lo llamaban–, quien se tardaba en llegar al salón de clases; no faltó el estudiante que le hacía al gracioso entreteniendo a sus compañeros mientras imitaba al maestro en sus ademanes, en sus gestos faciales, en el cabello desordenado y su elocuencia incontenible. Inesperadamente el maestro se encontró justamente detrás de ellos contemplando el improvisado espectáculo, todos inmediatamente regresaron a sus lugares habituales, él pasó la lista de asistencia en medio de un silencio tenso y al terminar ordenó: “Que el gracioso pase al frente”, y una vez éste ante todos, le dijo: “imítame”, y sin mas tuvo que hacerlo, al concluir el señor Medrano exclamó: “Eso, así me gusta que me imiten” y puso la calificación más alta en Oratoria al gracioso.

El 22 de abril de 1942 ingresó al Cabildo de la Catedral Metropolitana de Guadalajara como canónigo magistral, y el 23 de diciembre de 1962 ascendió a la dignidad de maestrescuelas. El 1° de diciembre de 1964 el papa Pablo VI lo designó prelado doméstico.

En los anteriores cargos se distinguió como un gran orador de temas religiosos y culturales:

La elocuencia fue uno de los campos en que desarrolló sus mejores talentos y habilidades; sus sermones celebérrimos, los escuchaban con interés extraordinario desde los intelectuales más conspicuos hasta la gente del pueblo, colmando los recintos. Suman millares sus piezas oratorias y conferencias sustentadas a lo largo de su vida.2

Algunos de los títulos de sus discursos y sermones publicados son: “Jesús paz del mundo”, 1940; “Surco” en la velada académica de las fiestas del ccl aniversario de la fundación del Seminario de Guadalajara, 1947; “Brindis por Guadalajara” en el ivº centenario de la erección del Obispado de Guadalajara, 1948; “La Virgen de Guadalupe y la Hispanidad” en el Congreso Guadalupano celebrado en Madrid, España, 1950; “La maternidad espiritual de la santísima Virgen María”, memorando al Venerable Episcopado Mejicano, 1953; “El Caballero de la Rosa”, en la inauguración del Primer Congreso de Cultura Católica, 1955; “La Liberación de la Esclavitud” en el 150 aniversario de la promulgación del Decreto de la Abolición de la Esclavitud, expedido por el cura Miguel Hidalgo en Guadalajara, 1960; “Mi paz os dejo. Oración fúnebre”, en los funerales del papa Juan XXIII, celebrados en la Catedral de Guadalajara, l963; “Misterio de unidad”, discurso pronunciado en el Congreso Eucarístico de Guadalajara, 1964; entre otros.

Sin duda su disertación más esperada era el sermón anual de la Pascua de Resurrección, al respecto Cirano López Padilla escribe:

Los sermones de Resurrección que año con año predicaba en Catedral el Domingo de Pascua, llenaban la Catedral y hasta los masones y jacobinos trasnochados del Estado [de Jalisco] se daban cita, para oírlo exponer y demostrar apologéticamente la Resurrección de Cristo. Era una especie de Bossuett mexicano por la altura de su pensamiento y la grande elocuencia de su palabra.

Año con año presentaba distintos testigos humanos de la Resurrección de Cristo, desde la Magdalena y Pedro hasta los mártires de Roma. Cuando todo mundo pensó que estaba agotado el catálogo de los testigos, todos nos quedamos boquiabiertos cuando argumentó como último testimonio a la piedra del sepulcro que tapó la boca de la fosa en que quedó inhumado el cuerpo de Cristo. A dicha piedra le dio una dimensión material y exegética digna de un San Agustín de Hipona. 3

La magistral disertación pascual fue conocida como: “Y la piedra del sepulcro, se movió al tercer día…”.
Por circunstancias muy diversas su sermón pronunciado con motivo del sesquicentenario de la abolición de la esclavitud también adquirió gran notoriedad, el cual se publicó y fue enviado al presidente de la república Adolfo López Mateos, quien lo elogió profusamente.4

En 1959 participó en la disputa teológica sobre la maternidad espiritual de la Virgen María, celebrada en el Seminario Conciliar de Guadalajara en la solemne academia ofrecida al primer cardenal mexicano José Garibi Rivera.

En la Curia Eclesiástica fue censor de libros, e integró las Comisiones de Disciplina del Seminario, de Arte Sagrado y de Música Sacra.

Su labor magisterial trascendió el ámbito de lo religioso, por algo expresó: “Desde niño comprendí que nací para ser maestro”, 5y así en 1948 fue designado catedrático de la Universidad de Guadalajara.

En la Escuela de Arquitectura fue nombrado profesor: el 29 de octubre de 1948, interino de Literatura; el 1° de enero de 1949, interino de Estética; el 7 de de julio de 1949, extraordinario de Literatura, ratificado el 1° de julio de 1951 y el 1° de julio de 1954; del 3 de diciembre de 1949 al 1° de marzo de 1964, titular de Estética del grupo “A”; del 3 de diciembre de 1949 al 1° de marzo de 1964, titular de Estética del grupo “B”; del 1° de septiembre de 1950 al 1° de marzo de 1964, titular de Estética del grupo “C”; el 1° de julio de 1953, extraordinario de Estética; del 19 de enero de 1963 al 1° de octubre de 1964, interino de Didáctica de la Ciencia Literaria; del 2 de abril de 1964 al 16 de septiembre de 1966, interino de Estética en la Conferencia del Ateneo Cultural clase opcional; y del 9 de diciembre de 1964 al 16 de septiembre de 1965, interino de Literatura en la Conferencia del Ateneo Cultural, clase también opcional.

En la Facultad de Filosofía y Letras impartió las cátedras de Literatura Española ii, del 1° de diciembre de 1959 al 16 de marzo de 1961; y de Literatura Universal I, del 3 de enero al 15 de septiembre de 1961.

Sobre su estilo magisterial, escribe José Rosario Ramírez:

El que enseña con gozo, tiene la mitad del camino recorrido, Así enseñó él. En cuanto a su forma, siempre con entusiasmo contagiador, dejándose llevar de fuertes corazonadas, por momentos de sublime inspiración [...] Muchas veces la imaginación irrumpía audaz en vuelos radiantes, ardía la unción, palpitaba la poesía [...] Siempre enseñaba sin arrogancia, siempre ansioso de hacer gustar de lo que su exquisita sensibilidad gustaba [...] Gozaba de la exposición de los poetas del Renacimiento Español, Garcilaso, fray Luis de León, san Juan de la Cruz y singularmente de Luis de Góngora a quien siempre consideró la más exquisita y refinada flor del arte literario de Renacimiento.6

Vinculado de manera estrecha con los círculos intelectuales de la época, frecuentó a personalidades tales como Agustín Yáñez, Antonio Gómez Robledo, los canónigos José y Enrique Toral Moreno, Ignacio Díaz Morales, José Arriola Adame, entre otros.

Fue fundador del Instituto de Estudios Filosóficos, donde en 1953, por iniciativa de Adalberto Navarro Sánchez, dictó una serie de conferencias prosificando –o traduciendo como diría Alfonso Toral Moreno– la fábula de “Polifemo y Galatea” de Luis Góngora y Argote; el texto de las mismas conferencias se imprimió en el Instituto Tecnológico de la Universidad de Guadalajara.

Del 11 al 15 de junio de 1955 impartió un curso sobre la misma temática gongorina en la ciudad de Monterrey, invitado por la Universidad Autónoma de Nuevo León. La exégesis de las siete conferencias se grabó en un disco y se publicó en la revista Ábside en 1960.

Cabe señalar su gran labor como humanista, realizó incontables traducciones de los clásicos latinos y escribió un gran número de cuartillas en latín sobre temas teológicos, filosóficos y literarios.

A su gran amor por las letras añadió el no menos apasionado por la música, en el cual se distinguió como intérprete y compositor.

Por su iniciativa se debió la fundación de la Schola Cantorum del Seminario Conciliar de Guadalajara –la cual dirigió hasta su fallecimiento– y del Coro de la Escuela Superior de Música Sacra, además fue impulsor y director huésped de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara.

Se dedicaba cuidadosamente a ensayar el programa de música polifónica de la Semana Santa en varias etapas: primero visitaba el Colegio de Infantes, donde tomaba lugar frente a un impecable piano de color negro, mientras fumaba hacía repetir las polifonías, para ir corrigiendo los defectos hasta que lograba erradicarlos; enseguida reunía a todos los coros grandes y menores de la Schola del Seminario, de la Escuela de Música y el Colegio de Infantes, primero en las instalaciones del Seminario Mayor y finalmente en la Catedral.

Llegada la tarde del miércoles de la Semana Santa, tenía lugar en la Catedral el oficio de tinieblas que presidía el cardenal José Garibi Rivera, en el cual dirigía los responsorios, composiciones suyas y de Th. Lud. de Victoria. Combinaba la emoción y la perfección, no consentía el más leve ruido ajeno o desafino y cuando la partitura lo señalaba, exigía toda la potencia de las voces, él con sus manos y el cuerpo, iba infundiendo el ritmo melodioso, mientras el cabello se le desordenaba sobre la frente...

Los títulos de sus principales composiciones de música sacra son: In Monte Oliveti, Tristis est anima mea, Ecce vidimus, Omnes amici mei derelinquerunt me, Vellum Templi, Vinea mea, Sicut ovis, Jerusalem surge, Plange, Benedictus, Miserere, Pange lingua, Ave Maria Stella, Regina Coeli, Te Joseph celebrant. Además compuso motetes, letanías, misterios, una misa en castellano que dejó inconclusa, la música del himno del Seminario de Guadalajara y algunas composiciones de música profana, entre las que logró gran éxito está su juguete musical Aserrín aserrán, del cual el público siempre pedía que se repitiera, una y otra vez.

En opinión de quien esto escribe y sin demérito de su demás obras, son muy notables: In Monte Oliveti y Omnes amici mei derelinquerunt me. En la primera describe con gran belleza la oración agónica de Jesús en el Monte de los Olivos, y en una notable escala, pareciera que el espíritu huye a otras dimensiones, para recobrar finalmente la perdida confianza. En la segunda, expone el terrible abandono que sufrió Jesús de sus amigos y en otra majestuosa escala a profundidad, lanza el reproche a la plaga cruel de la ingratitud.

No es el momento ni el lugar para ponderar cada una de sus obras, baste decir que incuestionablemente pertenecen a la estirpe de la más alta polifonía coral, independientemente de que esto se reconozca o no. A manera de ilustración sobre su capacidad creativa, recuérdese aquel episodio en que se celebraba un Congreso Josefino en una ciudad del interior de la república, y al enterarse de que no existía un himno para el evento, se encerró en un compartimiento del ferrocarril en que viajaba de la Ciudad de México al lugar sede del congreso, y cuando llegó a éste ya tenía la composición polifónica del himno Te Jospeh celebrant, lo ensayó y por la tarde en la inauguración lo estrenaba con gran éxito.

En el campo de la historia llevó la iniciativa al cardenal Garibi para el establecimiento de la Comisión Diocesana de Historia, la cual se aprobó. En dicha Comisión participaron los historiadores José Cornejo Franco, José Ignacio Dávila Garibi, Juan Bautista Iguíniz Vizcaíno, José Eucario López, entre otros.

En la pastoral del deporte fue pionero, instituyó el Día del Futbolista. Y como rojinegro de corazón dio todo su apoyo, no sólo moral, sino incluso económico al Club Atlas. En la Escuela de Fútbol de dicho club se le dedicó un monumento. Era tal su afición futbolística que llegaba incluso a salirse de las ceremonias catedralicias para estar en los partidos de su equipo. Propició la unidad de los clubes tapatíos de futbol y propuso la construcción del Estadio Jalisco.

En cuanto a su obra bibliográfica, mucha de ella quedó inconclusa o inédita debido a sus múltiples ocupaciones. El padre José Rosario Ramírez archiva alrededor de dos mil sermones, discursos, brindis, conferencias, ejercicios espirituales, etcétera.

Sus obras publicadas son: Al pie de la encina paternal (1936); Tratado de las oraciones latinas (1945); Prosificación de la Fábula de Polifemo y Galatea de don Luis de Góngora y Argote (1953); Una voz de México (1962); Lira. Antología de la Poesía Lírica Española, Hispanoamericana y Mexicana (1963); y Analogía Latina (1965), esta obra fue llevada como libro de texto por el licenciado José Montes de Oca en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. Y también colaboró en la revista literaria Bandera de Provincias y algunos de sus discursos y sermones fueron publicados en periódicos y revistas.

El Club Atlas, con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento, reeditó su prosificación de la “Fábula de Polifemo y Galatea”, en 1988, y en José Ruiz Medrano: sacerdote y artista de José Rosario Ramírez aparecen algunos de sus poemas.

En 1947 diseñó el escudo del Seminario Diocesano de Guadalajara con el lema latino Virtuti, fidei, doctrinae (la virtud de la fe y de la doctrina), y en 1948 publicó el Officium Hebdomadae Sanctae, con dieciocho responsorios de Th. Lud. de Victoria, también dejó su Responsoria Majoris Hebdomadae en cuidadas copias manuscritas.

La mañana del 14 de mayo de l967 había salido apresurado de la Catedral para dirigirse al Estadio Jalisco; José Rosario Ramírez, testigo presencial, narró:

El escenario para el gran drama sería alegre para él, bastaron dos anuncios previos, pero no le tocaría ver la miseria de la carne que anticipadamente se pudre, ni un declinar lento y penoso, sino la guadaña rápida y certera que lo aniquiló sin hacerle sufrir cuando ante sus ojos tenía el espectáculo policromo del Estadio Jalisco lleno a reventar de espectadores que alegres aplaudían al equipo Atlas, su favorito que fácilmente vencía al campeón Toluca. Minutos antes del gran momento preguntaba si había visto al campeón, que dónde estaba. Y el gol del triunfo había sido anotado por el jugador José Rodríguez El Dumbo, muchacho que él había recomendado al Club Atlas [...] Para él fue pues hermosa la última imagen que se llevó de la tierra, su corazón estalló de alegría, pero para nosotros los que le vimos partir, primero causó consternación, azoro, después honda tristeza porque perdíamos, no sólo los que nos honrábamos en ser sus amigos, sino Guadalajara, México todo, perdía un gran pensador, un artista magnífico, un sembrador de ideas, un espíritu resplandeciente [...]7

En medio del sentimiento general, fue velado en el Seminario Conciliar de Guadalajara, y el 15 de mayo Día del Maestro, quien lo fuera por excelencia de clérigos y universitarios, se celebró su funeral en la Catedral y fue inhumado en el Cementerio de Mezquitán. Años más tarde sus restos fueron reinhumados en el presbiterio del Santuario de Guadalupe de Guadalajara.

En 1988 el Ayuntamiento de Guadalajara le dedicó el xli Curso de Información sobre Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá y Zapopan. Al celebrarse el primer centenario de su nacimiento, en la navidad de 2003 el Sistema Jalisciense de Radio y Televisión le dedicó el Segundo Festival de Coros Infantiles, en el cual se interpretaron algunas de sus obras; el Premio Católico al Comunicador de la Arquidiócesis de Guadalajara, lleva su nombre. El 14 de mayo de 2008 se presentó en el Seminario Mayor de Guadalajara el libro El magisterio estético de José Ruiz Medrano, el cual inauguró la serie “Letras inmortales de Jalisco” de la Secretaría de Cultura del gobierno del estado de Jalisco.

Juicios y testimonios

Víctor Hugo Lomelí: “Don José Ruiz Medrano, cuyo nombre posiblemente no diga mucho a las nuevas generaciones, fue uno de los personajes sobresalientes de la cultura mexicana y sobre todo jalisciense y tapatía a lo largo de más de tres décadas: de los cuarentas a los sesentas, en que dejó huella perdurable por su enorme talento en la oratoria, en el magisterio, en las letras, en la música, inclusive en el deporte, por mencionar alguno campos de su amplísima y diversificada labor”.


Serapio Pérez Loza: “Su clase de Estética era extraordinaria... Se discutía no sólo de Estética, sino de Filosofía, de Arquitectura, incluso de Teología, siendo maestro de Teología Dogmática, no era dogmático... Su clase era una vez por semana a las ocho de la noche y cuando no iba el maestro de cuatro a ocho, a veces ya nos íbamos cuando veíamos venir su carro y nos regresábamos; él incluso quería dejar la clase, porque debido a sus múltiples compromisos, se veía obligado a faltar y nosotros le pedíamos que siguiera; su clase que era de una hora se prolongaba por dos, tres... no sentíamos el tiempo”.


José Rosario Ramírez: “Testigo de todos estos afanes es su estudio en la planta alta de su casa por la calle de Guillermo Prieto, muy cerca del Santuario de Guadalupe, estudio amurallado de libros, en un barrio apartado del bullicio de la ciudad, donde pacientemente estudiaba, tecleaba en su máquina de tipo grande y claro, corregía y volvía a corregir mientras el cenicero se iba copeteando de colillas. Cuando el compromiso era grave el discurso pasaba por cuatro etapas de elaboración: estudio por escrito del tema, esquema del discurso, redacción del mismo y corrección para, por fin, pasarlo a máquina ya en limpio y pronunciarlo con una memoria envidiable, al pie de la letra, como si tuviera las cuartillas ante los ojos”.


Octaviano Valdez: “Nervioso, inquieto, de palabra ingeniosa y jovial, levemente irónica, en el trato amistoso, es sobretodo un maestro, que ha formado millares de mentes juveniles en ciencias sagradas y profanas. Hombre de curiosidad intelectual siempre renovada, no pertenece al número de los que piensan que la cultura se clausuró cuando ellos dejaron las aulas escolares. Hipersensible para todo lo bello, lo mismo interpreta los grandes músicos al piano, que con la batuta o con la palabra. Muy versado en literatura, es capaz de disertar tan doctamente acerca de un clásico latino, como de Góngora, López Velarde o José Gorostiza y siempre con renovado pensamiento y decoro en el decir”.


Referencias
  1. José Rosario Ramírez, “José Ruiz Medrano: sacerdote y artista”, El Informador, Guadalajara, 23 de julio de 2006, Primera parte, Suplemento Tapatío Cultural, p. 10. ↩︎

  2. Víctor Hugo Lomelí, “Ruiz Medrano en Agenda de la Cultura”, El Informador, Guadalajara, 25 de julio de 1989. ↩︎

  3. Cirano Amaranto Padilla López,Como pan caliente, Guadalajara, Amate Editorial, 2004, p. 34. ↩︎

  4. Enrique Varela en la conferencia sobre el cardenal José Garibi Rivera, de 2 de agosto de 2005, Templo Expiatorio de Guadalajara. ↩︎

  5. José Rosario Ramírez, Homenaje en Anuario de la Comisión Diocesana de Historia del Arzobispado de Guadalajara, México, Distrito Federal, Jus, 1968, p. 2. ↩︎

  6. José Rosario Ramírez, “Proemio”, Fábula de Polifemo y Galatea. Don Luis Góngora y Argote. Prosificación de Mons. José Ruiz Medrano, Guadalajara, Club Deportivo Atlas de Guadalajara, 1988, pp. vi-vii. ↩︎

  7. José Rosario Ramírez, “Homenaje”, Anuario de la Comisión Diocesana de Historia del Arzobispado de Guadalajara, México, Jus, 1968. p. 1. ↩︎