Solórzano Barreto, Federico
Nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1922. Fueron sus padres los señores Magdalena Barreto Ochoa y José Ignacio Solórzano Riesch. Desde muy pequeño –evocaba–,
como todos los niños, me gustaba ver dibujos y fotografías de dinosaurios. Claro que nunca pensaba que me iría encontrar con uno. A mi abuela le debo mi primera colección, porque cuando llegaba a casa con mis objetos raros, me decía que los pusiera “en nuestro museo” [un pequeño mueble]. Desde entonces tuve conciencia de la importancia que tienen los museos.1
En la Escuela Preparatoria de Jalisco cursó la secundaria y el bachillerato, y en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara hizo sus estudios profesionales donde se tituló de químico fármacobiólogo, carrera que eligió entonces como lo más cercano a la biología, su auténtica vocación.
Además hizo cursos de especialización en Arqueología, Geología, Física e Historia, Paleontología y Paleoantropología e Historia.
Al fallecer su padre, pasó a vivir con su madre a la casa de un tío, quien lo invitó a trabajar en su empresa de bienes raíces. Y con el monto de sus sueldos compraba revistas de paleontología, disciplina en la cual se fue formando en forma autodidacta, hasta convertirse en el mayor especialista en el occidente de México. Como uno de sus impulsores científicos reconoció siempre al padre José María Arriola y al ingeniero José Luis Medina Gutiérrez, director de la Facultad de Ciencias Químicas.
Otras de las disciplinas que cultivó fueron la arqueología, la geología, la física, la historia y la paleoantropología.
Las principales zonas de su recolección de fósiles fueron la cuenca del Lago de Chapala, la cuenca de Zacoalco de Torres, Juchitlán y Tecolotlán, debido a que
Jalisco es una zona riquísima, en la que he encontrado fósiles de mamuts, mastodontes, caballos, camellos, rinocerontes, colmillos de sable, roedores, lobos, coyotes. Mi colección la fui armando con paciencia y suerte. Conforme la gente en el campo me iba conociendo, llegaban conmigo y me decían “me encontré esto, ¿qué es?”. Por lo que cierta parte de la colección se hizo también con lo que me regalaban y lo que a veces me traían a vender.2
Su colección de fósiles se integró con más de doscientas piezas grandes y más de quinientas cajas con miles de fragmentos, que a partir del 14 de febrero de 2000 se encuentran en el Museo de Paleontología de Guadalajara, que lleva su nombre, aunque él por su modestia en principio se oponía a la distinción.
Entre los descubrimientos más significativos en los que participó se encuentran: el mamut de Catarina en Zacoalco de Torres, la excavación del gonfoterio encontrado en Chapala y el descubrimiento del primer hombre prehistórico descubierto en Jalisco, y que sin duda fue el hallazgo más significativo de su trayectoria, lo que en opinión de Enrique Flores Tritschler: “Podría cambiar muchas ideas de la paleontología ortodoxa sobre el tipo físico y la antigüedad del hombre en América”.
Lo que encontró fue una arcada supraorbitaria –parte superior del ojo a la altura de la ceja– de un cráneo, similar por su anchura y por su grosor a una arcada de neandertal evolucionado, y a un cierto tipo de pitecántropo: “Lo notable de este hallazgo es que ese tipo de restos se encuentran en África y Europa, pero antes no se habían descubierto en América, además que el tipo físico del fósil no corresponde con las características del habitante prehispánico de Jalisco”.3
En 1952 comenzó a trabajar como encargado de laboratorios de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, luego dio clases de Geología y Mineralogía aplicadas. En 1972 ingresó al claustro de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, donde impartió los cursos de Prehistoria I y II, los cuales continuó atendiendo en el Departamento de Historia del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.
También ejerció la docencia en la Facultad de Geografía de la Universidad de Guadalajara, y en la Escuela Normal Superior de Jalisco. Sobre su visión magisterial expresó: “Si se tiene la fortuna de tener conocimientos [hay que] compartirlos. Pero no para que sigan el paso mío, sino que cada quien debe abrir su propio camino, y tener su propia manera de ver las cosas. Porque yo no soy nadie para que continúen mis pasos”.4
En 1973 ingresó al Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), en el cual fue investigador de tiempo completo en Paleontología e Historia, y curador de dichas disciplinas en el Museo Regional del Estado de Jalisco, del que fue subdirector y director de 1980 a 1983.
En el primer tomo de Historia de Jalisco (publicada en 1980 por el gobierno del estado de Jalisco) escribió los primeros cuatro capítulos, a saber: i. Marco Geográfico, ii. Marco vital: la flora y la fauna, iii. Paleontología y Paleontografía, y iv. Prehistoria.
Fue miembro fundador y presidente de la Sociedad de Ciencias Naturales de Jalisco, miembro de la Sociedad Mexicana de Paleontología, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del capítulo Guadalajara y de la Sociedad de Geología de Jalisco.
Las distinciones y premios que recibió fueron: la presea José María Vigil, 1987; el Premio Jalisco en Ciencias del gobierno del estado de Jalisco, 1990; el Premio Quetzacóatl, del Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, 1992; la presea Fray Antonio Alcalde por cuarenta años de magisterio universitario, 1992; la elección como uno de los diez personajes del año 2000 por el periódico Público de Guadalajara; el homenaje en la xxix ceremonia de reconocimiento y estímulo a los mejores estudiantes universitarios de la Universidad de Guadalajara, 2005; el galardón al Mérito Museístico, del gobierno del estado de Jalisco; el reconocimiento del Museo El Trompo Mágico, 2007; y la presea Atenea al Mérito Científico Jalisco, del Conacyt.
Fue nombrado maestro emérito de la Universidad de Guadalajara el 8 de mayo de 1996, y el 6 de marzo de 2003 recibió el doctorado honoris causa de la misma Universidad.
Se develó un monumento en bronce con su figura en el interior del Museo de Paleontología de Guadalajara el 26 de octubre de 2004, que lleva su nombre.
Falleció en su ciudad natal el 23 de mayo de 2015; al día siguiente recibió el homenaje de la comunidad universitaria en el Paraninfo Enrique Díaz de León.
Juicios y testimonios
Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla: “Destacado hombre de ciencia y ser humano excepcional, quien entregó su vida y talento a la investigación, la docencia y la difusión del conocimiento científico”.
Otto Schöndube: “No sé si muchos se lo reconocerán, pero tenía un extraordinario sentido del humor, nos hacía reír mucho; entre quienes nos dedicamos a la ciencia el humor no es infrecuente, pero yo separaría a los que se toman muy en serio y creen que su palabra es la ley de aquellos que son humildes, en mi concepto; Federico era una persona con mucho conocimiento, pero al mismo tiempo, no pregonaba sobre lo que sabía, una humildad que compartía con todos […] Fue siempre un caballero a toda regla; no se escandalizaba de las palabras altisonantes o fuertes, pero él se expresaba y se conducía ante las personas con corrección, era atento y muy amable”.
Diana Solórzano: “Sí, mi papá nos hizo una infancia a su imagen y semejanza, diferente y divertida. Era el único papá que no iba al club con los amigos o a jugar cartas. No, nosotros oíamos que iba a la sociedad de ciencias naturales. No jugaba con nosotros futbol o tenis. Nos llevaba a lanzar boomerangs o jabalina, o nos contaba la historia de Tarzán, y algunas noches nos llegó a mostrar estrellas, y a decirnos sus nombres. Conocer con él los museos fue una gran aventura […] Dio clases 55 años, y nunca faltó, todos los días puntualmente. Siempre quiso que sus alumnos entendieran y amaran a la ciencia en todas sus formas. No tenía reparos para prestar sus libros o sus escritos, y siempre estuvo dispuesto a contestar cualquier duda de sus alumnos”.
Referencias
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Juan Carrillo Armenta, “Maestros eméritos. Federico Solórzano Barreto”, La Gaceta, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 27 de marzo de 2006, p. 7. ↩︎
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Francisco González Vázquez, “Federico Solórzano. Yo nací hablando el idioma de los fósiles”, Público, Guadalajara, 8 de noviembre de 1999, Sección Arte & Gente, p. 3. ↩︎
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Ibid., loc. cit. ↩︎
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Roberto Estrada, “La estela del humanista y antropólogo”, La Gaceta, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 10 de junio de 2015, Suplemento O2 Cultura, p. 7. ↩︎