La fundación y la inauguración de la Real universidad de Guadalajara


El 12 de diciembre de 1771 hizo su entrada triunfal a Guadalajara quien vino a darle el impulso definitivo a la fundación de la Universidad de Guadalajara, convirtiéndose en su egregio fundador, fray Antonio Alcalde y Barriga, vigésimo segundo obispo de la Diócesis novogalaica.



Las donaciones de fray Antonio

El 3 de noviembre de 1774, el rey Carlos III dirigió una real cédula a fray Antonio Alcalde, ordenándole rendir informe sobre

la conveniencia o perjuicios que podrá tener ese establecimiento [de la universidad], expresando con toda individualidad y distinción, en el caso de que se contemple útil, que cátedras se podrán poner para estudios mayores, con expresión de que facultades o artes se han de enseñar o explicar en ellas: que dotación se ha de señalar a los catedráticos, en que fincas y últimamente que sitio puede aplicarse para la concurrencia a los estudios [...]1

A todo lo cual respondió fray Antonio Alcalde el 17 de marzo de 1775, en orden de la utilidad del establecimiento de la Universidad en Guadalajara. Reiteró los consabidos argumentos del adelantamiento de la juventud, las distancias territoriales, los costos y las dificultades que implicaba trasladarse a la Ciudad de México para cursar estudios y graduarse, y el común abandono de los noveles profesionistas tanto de sus familias, como de sus lugares de origen. Sobre el edificio sede sugirió el nuevo edificio del Seminario Conciliar de San José; en cuanto a la librería (biblioteca), ofreció tanto la del Seminario como la propia, y le solicitó los libros que dejaron los jesuitas en sus apartamentos. Respecto de las cátedras, serían las impartidas en el Seminario, a saber: Gramática, Teología Escolástica, Teología Moral, Filosofía y Lengua Mexicana, la de Sagrada Escritura que imparte el canónigo lectoral por oficio, y añadió las cátedras de Sagrados Cánones y de Leyes.

Como fuentes de financiamiento señaló tanto la reserva para la Universidad por espacio de ocho o diez años del importe de los grados mayores, como el producto de los rendimientos de las capellanías que estaban adjudicadas a los jesuitas, y ofreció la mitad de sus rentas episcopales a la hora de su fallecimiento, y concluyó:

Estos son los únicos arbitrios que he podido hallar, a vista de la pobreza de esta Diócesis, donde abundan tanto las necesidades, que cuento por millares los memoriales y papeles que diariamente me presentan pidiendo socorro de ellas y jamás puede salir este vuestro reverendo obispo, de su casa, sin una multitud crecida de mendigos que le rodean [...]2

Controversia del Ayuntamiento de Guadalajara con la Universidad de México

Para rendir informes sobre la conveniencia o perjuicio del establecimiento de la Universidad en Guadalajara, recibieron real orden análoga: la Real Audiencia de Guadalajara, el Ayuntamiento de Guadalajara y la Real y Pontificia Universidad de México.

Al rendir los informes ordenados, la Universidad de México y el Ayuntamiento de Guadalajara entablaron una polémica en contra y a favor del establecimiento de la Universidad.

La Universidad de México objetó que una nueva universidad le causaría tal perjuicio que a la larga la podría exterminar, pretendiendo demostrar lo anterior con las bajas matrículas que se habían dado en los últimos años en algunas cátedras. A lo que respondió el Ayuntamiento:

Esto no proviene de que el Reino no sea capaz de mantener dos universidades con sobrado lustre; pues su población de familias ilustres siempre va adelante; sino de que en esos años puntualmente se estaban experimentando la falta de casa de estudios que tenían a su cargo los ex-jesuitas.3

La Universidad de México argumentó que una nueva universidad le significaría la “merma de jurisdicción [...] por hacerle partícipe en la confección de grados mayores, no obstante la primacía que estaba ejerciendo”. 4

Además puso en duda que la futura Universidad pudiera

abastecerse de maestros y catedráticos [...] particularmente [...] los de Jurisprudencia y Medicina, pues [...] los que logran por sus ventajosos progresos y talentos, mayores aceptaciones, no quieren desamparar este lugar [México] en que ya como conocidos tienen asegurados sus intereses y haberes.5

El Ayuntamiento tapatío contraargumentó, señalando que los fundamentos que presentaban eran “débiles y por otra parte de interés pecuniario”,6 como era el caso de las propinas que recibía por el otorgamiento de los grados mayores, ya que “cuando se trata del bien común del Estado, no se ha de atender a la vanidad de algunos cuerpos en particular [...]” 7

En cuanto a la escasez de profesionistas capaces que atendieran las cátedras, refirió que tan sólo en el Cabildo Eclesiástico había doce individuos con grados mayores y aparte de los numerosos abogados que laboraban en la Real Audiencia.

La Universidad de México, simulando gran magnanimidad, ofreció incorporar las cátedras que se cursaban en Guadalajara, con la única obligación de ir a México a recibir los grados universitarios, lo cual ya sucedía. Y manifestó que había disponibilidad para conceder gracias y privilegios de incorporación a los colegios y órdenes religiosas. Pero el Ayuntamiento de Guadalajara no olvidaba que en 1697 la Universidad de México se había opuesto a que el Colegio de Santo Tomás confiriera grados universitarios. Así se daba un capítulo más de la ya larga confrontación entre los afanes centralizadores de la Ciudad de México y el regionalismo autonómico de Guadalajara.

El apremio del Fraile de la Calavera

En 1778 fray Antonio Alcalde escribió al virrey de la Nueva España, Antonio María de Bucareli, exponiéndole la conveniencia de que el edificio del Seminario Conciliar de San José fuese la sede de la Universidad. Y el 18 de marzo de 1785 hizo la primera dotación de cátedras de Prima de Leyes y de Cánones por un monto de 20,000 pesos, con el fin de que

se facilitara con más abundancia la instrucción de la juventud en las máximas legales necesarias para el gobierno público, como que se proporciona a la Iglesia mayor número de ministros útiles, socorriéndose igualmente algunas familias por medio de los empleados en la cátedras.8

Pero en caso de que no se estableciera la Universidad, en un término de cuatro años a partir de 1784 prorrogables hasta 1790, entonces el dinero pasaría a la administración del Cabildo Eclesiástico, para destinarlo a la formación de las niñas del Colegio de San Diego, y a la Casa de Maestras de Caridad y Enseñanza de Nuestra Señora de Guadalupe.

El Ayuntamiento de Guadalajara intensifica las gestiones

Durante 1788 el Ayuntamiento de Guadalajara desplegó ingente actividad para impulsar la fundación de la Universidad: el 18 de abril pidió autorización al presidente interino de la Real Audiencia, Antonio Villa Urrutia, para disponer de quinientos pesos, con el fin de destinarlos a promover la erección de la Universidad en la Corte madrileña. Al igual le solicitó otra erogación de trescientos pesos, para contratar los servicios de un abogado, que fungiera como apoderado de la corporación en Madrid. El 28 del mismo mes de abril y el 30 de mayo, se dirigió nuevamente al presidente interino de la Real Audiencia para que activara las gestiones ante la Corte y rindiera cuanto antes el informe que se le tenía pedido por el rey respecto del asunto de la Universidad. Y al mismo tiempo, el 28 de mayo envió un oficio al obispo Alcalde agradeciéndole el haberles remitido el testimonio de la dotación de las cátedras y de las reales cédulas de 1762 y 1764.

Finalmente, el 13 de junio del mismo 1788 se pudo enviar a Madrid a Daniel Joven, para que entregara a su hermano Francisco –apoderado del Ayuntamiento ante la Corte– los siguientes documentos: una instrucción para el apoderado de lo obrado en el asunto de la Universidad, los poderes generales y especiales del Ayuntamiento para el establecimiento de la Universidad expedidos a favor del doctor Francisco Joven en primer lugar y de Tomás Pérez Arroyo, en segundo término; una consulta al rey, recomendándole la fundación de la Universidad; otra recomendación al rey, pidiéndole lo más pronto posible, el establecimiento de la Universidad; y una libranza por quinientos pesos, a favor del designado apoderado.9

Es notorio el documento de las instrucciones del apoderado, el cual versa sobre:

  1. El futuro edificio sede de la Universidad, se entera que el obispo de Guadalajara está de acuerdo en que sea el antiguo edificio del Colegio de Santo Tomás, y se abandona la idea de que fuera el del Seminario Conciliar.
  2. El financiamiento que se aplique, sería el capital de las obras pías de los jesuitas que ascendía a 66,234 pesos; al igual que el producto de la venta de la hacienda de Toluquilla; las casas vendidas y por vender y sus alquileres; las dotaciones de becas del Colegio de San Juan Bautista que ascendían a 5,026 pesos, y los 10,000 pesos que el obispo y el Cabildo Eclesiástico habían donado a los jesuitas, para comprar la hacienda de Toluquilla.
  3. Los planes de estudios y el plan de dotación de las cátedras que serían, de aprobarse: Prima y Vísperas de Teología, Prima y Vísperas de Cánones, Prima y Vísperas de Leyes, y Prima y Vísperas de Filosofía y Retórica.

Además, se instruyó al apoderado para que tramitara a favor de la Universidad tanto la donación de la librería (biblioteca) del antiguo Colegio de Santo Tomás, así como el Colegio de San Juan Bautista con el fin de que se fomente “una noble emulación entre él y el Colegio [Seminario] de San José”.10

De 1778 a 1790, los apoderados del Ayuntamiento de Guadalajara, Santiago Sáenz y Sebastián Martín de Rojas, aceleraron los trámites en la Corte para lograr la erección de la Universidad. En 1778 el virrey de la Nueva España cumplimentó la orden del rey, informándole que una universidad en Guadalajara sería útil y necesaria. El 14 de diciembre del citado año de 1778, empero, falleció el rey Carlos III, y le sucedió su hijo Carlos IV, lo que implicó un nuevo retraso en los trámites.

Fray Antonio constituye de nitivamente el patrimonio universitario

El 10 de diciembre de 1790, mientras continuaban las gestiones en Madrid a petición del Ayuntamiento de Guadalajara, fray Antonio Alcalde prorrogó el plazo perentorio –que, como ya se señaló, expiraba en 1790– por tiempo indefinido, para aplicar su donación de 20,000 pesos para la dotación de las cátedras de Prima de Leyes y de Cánones. Y poco más tarde, cumpliendo su promesa al rey de ceder a la futura Universidad la mitad de las rentas que hubiera devengado a la hora de su muerte, agregó así al futuro patrimonio universitario, 40,000 pesos más, constituyendo de tal forma un fondo equiparable al total del monto del capital de las obras pías que administraron los jesuitas en Guadalajara, durante cerca de doscientos años. Además incitó al Cabildo Eclesiástico para que aportara 10,000 pesos más, por lo que así constituyó definitivamente el patrimonio de la futura Universidad.

El otorgamiento de la Real Cédula de Fundación

Y tras allanarse los últimos obstáculos para que la Junta Superior de Temporalidades de México –administradora de los bienes de los jesuitas expulsados– aplicara a la constitución del inminente patrimonio universitario las obras pías del antiguo Colegio de Santo Tomás, el 18 de noviembre de 1791 otorgó la Cédula Real de la Fundación de la Universidad de Guadalajara, en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, el rey Carlos IV. Tras haber transcurrido casi un siglo, desde la primera gestión que promovió el obispo fray Felipe Galindo Chávez.

La Cédula Real de Fundación presenta un resumen de las principales gestiones a manera de considerandos, y en su parte medular el rey expresa: “He resuelto, a consulta del nominado mi Consejo [de Indias] de quince de marzo de este año, se erija y establezca Universidad en esa ciudad [de Guadalajara].”11

Enseguida ordena que se aplique como edificio sede el antiguo Colegio de Santo Tomás; que del Seminario Conciliar de San José se trasladen las lecturas de las cátedras de Teología Escolástica, Teología Moral, Sagrada Escritura y Lengua Mexicana, con las dotaciones que ya tenían; que las cátedras de Gramática y de Filosofía continúen impartiéndose en el Seminario Conciliar, habilitando a los estudiantes para el otorgamiento de los grados universitarios; aprueba que las órdenes religiosas franciscana y dominica impartan las dos cátedras de Teología, con la sola recompensa de graduarse de doctores graciosamente, los catedráticos que las atendieran; se establecen las cátedras de Cánones, Leyes, Medicina y Cirugía, dotadas anualmente con cuatrocientos pesos las dos primeras y trescientos pesos las segundas; en cuanto hubiera fondos disponibles, se podrían establecer las cátedras de Instituta, de Vísperas de Cánones, de Disciplina Eclesiástica, de Lugares Teológicos y de Filosofía.

También se ordena que subsista el Colegio de San Juan Bautista con sus estudiantes, cátedras y rentas sin aplicarse a la Universidad. Luego enuncia como empleados universitarios con sus respectivos salarios a un secretario, un síndico, un contador, dos bedeles, un bibliotecario y un portero; reserva por espacio de ocho años el importe de los grados de licenciado y de doctor para los fondos universitarios; autoriza al presidente de la Real Audiencia y al obispo de la ciudad para que elijan al rector que, en unión al canónigo maestrescuelas de la Catedral –en quien recae el oficio de cancelario– convoquen al concurso de oposición para las cátedras; y que una vez inaugurada la Universidad, se regirá provisionalmente por las Constituciones de la Universidad de Salamanca, mientras el Claustro forma las propias.

La Real Cédula de Fundación llega a Guadalajara

Finalmente,

al anochecer del 26 de marzo de 1792 –escribe Luis M. Rivera–, la Campanita del Correo que con su lengua de bronce ha pregonado desde tiempo inmemorial cuantos sucesos prósperos o infaustos han sido dados a conocer ruidosamente a los moradores de Guadalajara, indicaba que éstos con ese sonido armonioso que todavía no es dado escuchar y que tan diversas emociones nos produce, que los pliegos llegados a Veracruz en la Nao de España y destinados a la capital de la Nueva Galicia, acababan de ser depositados en la Oficina de la Renta de Correos, lo cual equivalía a convocar al público que recibía cartas por la vía postal para que se presentara en aquella a recoger de manos de don Vicente Garro, administrador del ramo de correos en esta ciudad, los pliegos dirigidos a las personas a quienes en voz alta llamaban por sus títulos, nombres y apellidos para hacerles entrega de los paquetes que les correspondían.

Y uno de los que con mayor interés debió haber acudido al llamamiento de la legendaria campanita fue el escribano real licenciado don Urbano Antonio de Ballesteros, secretario del Muy Ilustre Ayuntamiento pues en el citado correo recibió esa Honorable Corporación pliegos de la mayor importancia remitidos de Madrid por el licenciado don Sebastián Martín de Rojas, apoderado del Ayuntamiento en la Real Corte de Madrid.12

Fue así como la ciudad de Guadalajara recibió jubilosa la Real Cédula de Fundación de su Universidad.

Al día siguiente se reunió el Ayuntamiento de Guadalajara en sesión de cabildo extraordinario, al cual asistieron: el alférez real Juan López Portillo, el alcalde José Zumelzu, los regidores Francisco Escobedo, Pedro Jarero y Juan José Moscoso, y el síndico Eugenio Moreno, para dar a conocer la Real Cédula de Fundación de la Universidad. Y dada su trascendencia se acordó hacerla pública, y manifestar la alegría mediante un repique general de campanas en todas las iglesias, y celebrar la misa solemne en el Templo de Santo Tomás, a la cual se invitarían a las corporaciones de la ciudad.

Igualmente se tomaron los siguientes acuerdos: enviar el debido escrito de agradecimiento al rey, de quien se colocaría su estatua y la de su esposa, la reina María Luisa, frente a la entrada principal del edificio universitario; notificar la erección de la Universidad al virrey Juan Vicente de Güemes y Pacheco conde de Revillagigedo, para agradecerle su intervención favorable, y suplicándole su futura protección para la naciente institución, además de pedirle el control del Colegio de San Juan Bautista.13

Habiéndose cumplimentado los acuerdos del Ayuntamiento –excepto lo relativo a lo de las estatuas de los reyes–, el obispo y el Cabildo Eclesiástico manifestaron que la misa de función por la erección de la Universidad debería celebrarse en la Catedral.

El primer vicepatrono real de la Universidad

El 14 de marzo de 1791 había tomado posesión como presidente de la Real Audiencia de Guadalajara e intendente, el teniente coronel Jacobo de Ugarte y Loyola, quien vendría a ser el primer vicepatrono real de la Universidad y ejecutor de la Real Cédula de Fundación de la Universidad.

Se procedió a la inmediata reparación y adaptación del antiguo edificio del Colegio de Santo Tomás. Las obras de reparación fueron encomendadas al arquitecto Narciso Codina, las cuales tuvieron un costo de 3,500 pesos que aportó el Ayuntamiento de la ciudad, y de acuerdo con el mandato real en la fachada principal se esculpió la siguiente inscripción:

regia guadalajarensis.
schola sub carolo iiii et
aloisa. augustis. cic. iccc. xcii.

Nombramiento del rector y las primeras matrículas escolares

El presidente de la Real Audiencia e intendente Jacobo de Ugarte y el obispo de la Diócesis fray Antonio Alcalde, de común acuerdo decidieron nombrar primer rector de la Universidad de Guadalajara al canónigo penitenciario de la Catedral, doctor José María Gómez y Villaseñor. En cuanto al oficio universitario de cancelario, por ser concurrente con la dignidad catedralicia de maestrescuelas, le correspondió al doctor Manuel Esteban Gutiérrez de Hermosillo.

A pesar de la celeridad de los preparativos para la inauguración de la Universidad, el 7 de agosto de 1792 sobrevino el fallecimiento de su fundador fray Antonio Alcalde, lo que provocó gran consternación en toda la región y en especial en la incipiente comunidad universitaria, que participó en las solemnes honras fúnebres.

Entretanto, se empezaron a recibir las primeras matrículas de los estudiantes: el 27 de agosto de 1792 se matriculó al primer curso de Cánones Esteban Huerta.14 Y el 29 del mismo mes y año

se matriculó el bachiller don Josef María Ignacio Fernando de Ulloa, natural de la Ciudad de México, para oír primero curso de Leyes, para lo qual manifestó título de bachiller en Cánones por la Real Universidad de México, y juró la obediencia y las constituciones en forma.15

Concurso de oposición para la elección de catedráticos

De acuerdo con la Real Cédula de Erección, el rector y el cancelario mandaron fijar en las puertas del edificio universitario los edictos que convocaban a las oposiciones de las cátedras. Los actos de oposición se iniciaron en septiembre, y concluyeron a mediados de octubre de 1792.

Con los triunfadores así se integró la primera nómina de catedráticos universitarios, a saber: para la cátedra de Vísperas de Teología, al doctor José Ángel de la Sierra; para la de Prima de Teología, al doctor José Apolinario Vizcarra, marqués de Pánuco; para la de Santo Tomás –concedida a la Orden de los Predicadores–, al reverendo padre lector fray Nicolás Antonio Muñoz; para la de Teología –concedida a los Frailes Menores de la Provincia de Santiago de Xalisco–, al reverendo padre lector fray Francisco Antonio Padilla; para la de Lugares Teológicos, al reverendo padre lector fray Joseph Antonio Panes; para la de Prima de Sagrados Cánones, al licenciado Joseph María Bucheli; para la de Prima de Leyes, al doctor Juan María Velázquez; para la de Prima de Medicina, al bachiller Mariano García de la Torre, y para la de Cirugía, al bachiller Ignacio Brizuelas.16 Y como primer secretario de la Universidad se nombró al abogado Rafael Dionisio Riestra y Román.

Otras de las labores preparatorias llevadas a cabo por el rector José María Gómez y Villaseñor, fueron las gestiones ante el fiscal de lo Civil y el virrey, para obtener la iglesia y la sacristía, de las cátedras del aula general y demás mobiliario, y de la librería (biblioteca) del antiguo Colegio de Santo Tomás. En cuanto a la iglesia y la sacristía tuvo éxito inmediato, ya que el 19 de septiembre de 1792 recibió las llaves de los edificios. Pero,

lo que tardó más tiempo en aplicarse para la Real Universidad fue la biblioteca del Colegio de Guadalajara, ya que no se podía hacer la lista de los libros porque se encontraban en el suelo de una sala [...] El rector no desistió y dispuso que se hicieran los estantes. Luego se harían la reunión de libros y juegos de acuerdo con sus respectivas facultades y sobre todo el reconocimiento y separación de los autores laxos.17

Inauguración

El 3 de noviembre de 1792, víspera de la fiesta de san Carlos Borromeo, y por lo tanto del onomástico del rey Carlos IV, en el Templo de Santo Tomás de Aquino se reunieron: el presidente de la Real Audiencia y vicepatrono real Jacobo de Ugarte y Loyola, y los oidores, los regidores del Ayuntamiento de la ciudad, los canónigos del Cabildo de la Catedral, el primer rector de la Universidad, los catedráticos y los estudiantes fundadores, para asistir a la solemne misa de acción de gracias que celebró el deán de la Catedral, licenciado Salvador Antonio Roca y Guzmán.

Al término de la misa pasaron todos al aula mayor universitaria, donde ocupó el asiento principal el vicepatrono real –que estaba bajo un dosel que servía de trono a las imágenes de los reyes de España–, quien ordenó al escribano de Gobierno que diese lectura a la Real Cédula de Fundación de la Universidad de Guadalajara. Al decir del rey, todos se pusieron de pie y al punto sonó la orquesta –que se había colocado en la puerta del aula mayor–, disparó la salva la tropa y repicaron todas las campanas de los templos de la ciudad. La lectura de la Real Cédula continuó y al final al escucharse las palabras “Yo el rey”, volvió a hacerse por todos la anterior demostración de respeto.

Después de ello se hicieron presentes el rector y el cancelario, quienes acompañados del alcalde ordinario, de los regidores y de los escribanos de Gobierno y del Cabildo, llegaron al bufete donde estaba la imagen de Cristo Crucificado y los evangelios, y se les tomó el juramento de fidelidad al rey. Se continuó con la lectura de la nómina de los catedráticos que hizo el escribano de Gobierno, quienes enseguida fueron llamados al recinto por el bedel, para que prestaran juramento ante el rector.

Al concluir el acto de toma de posesión del rector y los catedráticos, el vicepatrono real hizo sonar la campanilla para que diera principio la oración congratulatoria latina, que pronunció el catedrático de Vísperas de Teología, el doctor José Ángel de la Sierra, la cual fue recibida con gran aplauso de la concurrencia.

Finalmente, entre el júbilo de todos los habitantes de la ciudad, las autoridades civiles y eclesiásticas, y el Claustro universitario, se trasladaron en solemne cortejo al Palacio de Gobierno, donde el presidente de la Real Audiencia los cumplimentó con la magnífica recepción de honor.

La celebración se hizo extensiva a toda la ciudad, ya que las noches del 3 y 4 de noviembre se iluminaron las fachadas de todos los templos, colegios y casas, y se dieron muy concurridos bailes que ofreció el vicepatrono real en el Palacio de Gobierno.18


Referencias
  1. “Real cédula fechada en San Lorenzo en 3 de noviembre de 1774, por la que se previene al obispo de la Nueva Galicia, don fray Antonio Alcalde, rinda el informe que se pidió en 11 de agosto de 1762, a su antecesor el obispo Rodríguez de Rivas, y que este no rindió”, Luis M. Rivera, op. cit., p. 8. ↩︎

  2. Ibid., p. 10. ↩︎

  3. “Instrucciones que remite a su Apoderado en la Corte de Madrid el Ayuntamiento de Guadalajara, para el arreglo relativo al asunto de la fundación de Universidad en ella”, ibid., p. 30. ↩︎

  4. Castañeda, La educación en Guadalajara…, p. 177. ↩︎

  5. Ibid., p. 178. ↩︎

  6. “Instrucciones que remite a su Apoderado en la Corte de Madrid el Ayuntamiento de Guadalajara, para el arreglo relativo al asunto de la fundación de Universidad en ella”, Luis Rivera, op. cit., p. 30. ↩︎

  7. Ibid., et loc. cit. ↩︎

  8. “Testimonio de la escritura de donación por la cantidad de veinte mil pesos, hecha por el obispo de Guadalajara, Ilustrísimo Don Fray Antonio Alcalde, para dotar dos cátedras en la Universidad que se pretende establecer en dicha capital”, ibid., pp. 16-17. ↩︎

  9. “Certificación rendida por el Escribano de haberse depositado en la estafeta, para ser conducidos a su destino los documentos que constan en la misma”, ibid., pp. 22-23. ↩︎

  10. “Instrucciones que remite a su Apoderado en la Corte de Madrid el Ayuntamiento de Guadalajara, para el arreglo relativo al asunto de la fundación de Universidad en ella”, ibid., pp. 25-31. ↩︎

  11. Razo Zaragoza, “Real Cédula de Fundación de la Universidad de Guadalajara”, Crónica de la Real y Literaria …, p. viii↩︎

  12. Ángel Lizardo Carrillo, “La misteriosa Campanita del Correo”, El Informador, Guadalajara, 13 de marzo de 1983, suplemento cultural. ↩︎

  13. “Acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Guadalajara en 27 de marzo de 1792, en la que se dio cuenta con la Real Cédula de erección de la Universidad”, Luis Rivera, op. cit., pp. 44-45. ↩︎

  14. Archivo de la Real Universidad de Guadalajara (arug), “Libro de matrículas para Sagrados Cánones que comienza desde el 27 de agosto de 1792”. ↩︎

  15. arug, “Libro de matrículas para Leyes que inicia el 29 de agosto de 1792”, p. 24. ↩︎

  16. Juan Bautista Iguíniz, La Antigua Universidad de Guadalajara, México, unam, 1959, pp. 24-25. ↩︎

  17. Castañeda, La educación en Guadalajara…, p. 193. ↩︎

  18. Iguíniz, La Antigua Universidad…, pp. 22-26. Crónica en la “Gazeta [sic] de México”. ↩︎