Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Generaciones decimonónicas

A través de las cuatro décadas que transcurrieron de 1821 a 1861 egresaron, tanto de las aulas universitarias como de las del Instituto de Ciencias, una serie de profesionistas que llenaron toda una época de una nación en plena formación. Y así, lo mismo ocuparon las tribunas de los congresos federales y estatales, que los púlpitos catedralicios, al igual que llevaron a la ciencia del Derecho y a la Medicina a grandes alturas, reconocidas incluso en el extranjero, sin dejar de lado sus aportaciones a la Historia, la Literatura, la Filología y la Arquitectura que llegó a distinguir a Guadalajara a nivel mundial.

Con Mariano Otero Mestas e Ignacio Luis Vallarta y Ogazón, asevera Antonio Gómez Robledo:

El amparo mexicano, alumbrado y llevado a su perfección en el plano nacional por Otero y Vallarta, es en mi opinión la única aportación original que ha dado México a la cultura jurídica universal, lo cual puede tal vez consolarnos en algo de la esterilidad en que aún estamos en el campo de la filosofía. 1

Y así, no dudó en calificar a Vallarta como el mayor jurista de que México puede gloriarse.

Tras la modernización de la enseñanza universitaria de la Medicina, que tan tesoneramente acometió el doctor Pablo Gutiérrez Morán, emergieron el pionero de la Farmacología, Leonardo Oliva de Álzaga y el audaz cirujano Fortunato G. Arce Rubio. Ambos fueron honrados en Alemania por sus inestimables aportaciones.

En los teatros de las principales ciudades de la república, al igual que en varios de las naciones iberoamericanas, fueron puestas en escena las obras dramáticas del que fuera considerado como “El padre del romanticismo mexicano”, Fernando Calderón Beltrán. La literatura y la historia fueron cultivadas tanto en sus escritos como en sus cátedras por José María Vigil Orozco, quien además desde la Dirección de la Biblioteca Nacional trabajó por la conservación e incremento del patrimonio bibliográfico de la nación. La filología náhuatl tuvo en el doctor Agustín de la Rosa Serrano a uno de sus más grandes promotores. Las obras históricas del doctor Agustín Rivera y Sanromán son prolíficas, y varias de ellas son imprescindibles para el conocimiento de los múltiples aspectos de la historiografía regional. La novela y el periodismo tuvieron en Ireneo Paz Flores a un digno representante. Las torres de la Catedral de Guadalajara, el Cementerio de Santa Paula de Belén y el Hospicio Cabañas son las expresiones más señaladas de la arquitectura de Manuel Gómez Ibarra, quien además promovió la educación tecnológica de los jóvenes.

En los tiempos de grandes sufrimientos para la población se distinguieron como filántropos: el licenciado Dionisio Rodríguez Castillo, fundador de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara y de la Junta de Caridad; el licenciado José Hilarión Romero Gil, fundador del Monte Pío de Guadalajara; el ya mencionado canónigo Agustín de la Rosa Serrano, gran benefactor de los niños y jóvenes jaliscienses; y el doctor José Eleuterio González, fundador del Hospital Civil de Monterrey.

El primer procurador general de la república fue el abogado Crispiniano del Castillo Cortés, quien además fundó la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Guadalajara. El primer código de comercio de México se debe al abogado Teodosio Lares. La gubernatura de Jalisco fue ocupada por los abogados Ignacio Luis Vallarta y Ogazón, Emeterio Robles Gil y el doctor Ignacio Herrera y Cairo. También fueron gobernadores Miguel Cruz-Aedo y Ortega de Durango, Miguel Contreras Medellín de Colima, José Eleuterio González de Nuevo León y Luis de la Rosa Oteiza de Puebla.

Liberales y conservadores de relieve nacional

El ámbito religioso nacional recibió muy significativamente el impulso de los egresados universitarios. Así, el doctor Juan Cayetano Gómez-Portugal y Solís fue obispo de Michoacán y se le designó primer cardenal mexicano, aunque nunca recibió su nombramiento por haber fallecido antes; el doctor Pedro Barajas y Moreno fue el primer obispo de San Luis Potosí; el doctor Rafael Sabás Camacho y García fue el introductor del canto gregoriano en México y obispo de Querétaro, y la misma sede episcopal ocupó también su hermano Ramón; el doctor Carlos María Colina y Rubio fue obispo de Chiapas y de Puebla de los Ángeles, y se le designó nuncio apostólico en El Salvador; el doctor Ignacio Mateo Guerra y Alba fue el primer obispo de Zacatecas, y fue sucedido por su medio hermano José María del Refugio; el licenciado Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez fundó el Obispado de Colima y falleció como obispo de Puebla de los Ángeles; el doctor Francisco de Paula Verea y González fue obispo de Linares y de Puebla y el doctor Germán Ascención Villalvazo y Rodríguez ciñó la Mitra de Chiapas.

Ideológicamente, militaron en el conservadurismo –aunque con diferentes matices– los citados obispos, el canónigo Mariano Guerra y González, los abogados Crispiniano del Castillo Cortés, Teodosio Lares y José Hilarión Romero Gil; y los médicos Pablo Gutiérrez Morán y Leonardo Oliva de Álzaga. Fueron liberales el canónigo José Luis Verdía Bravo, el doctor Agustín Rivera y Sanromán, los abogados Luis de la Rosa Oteiza e Ignacio Luis Vallarta y Ogazón, los literatos Pablo de Jesús Villaseñor, Miguel Cruz-Aedo y Ortega, Ireneo Paz Flores y José María Vigil; los doctores Ignacio Herrera y Cairo y Fortunato G. Arce Rubio. Adoptaron el liberalismo moderado el abogado Mariano Otero y Mestas y el teólogo Mariano González, quien contó con la gran estima del general Jesús González Ortega, su antiguo discípulo.

Por su gran influjo entre los miembros de estas generaciones universitarias, destacó la personalidad de fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera y Paulé, que lo mismo impartió clases de idiomas a los canónigos de la Catedral, que a los jóvenes y futuros liberales connotados.

Las siguientes biografías presentan más en detalle las acciones de los universitarios que se formaron entre el Instituto de Ciencias y la Universidad.

Aceves Mesa, José Abundio

El 11 de julio de 1841 nació en Guadalajara, Jalisco. Fueron sus padres los señores Juliana Mesa Zavalza y José Aceves Gómez.

En 1855 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde hizo estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1860 bajo la dirección del canónigo Antonio Castañeda.

En las difíciles circunstancias que vivía Guadalajara en la Guerra de Reforma, la Universidad se suprimió a finales de 1860 y se reabrió el Instituto de Ciencias del Estado. Y es cuando José Abundio inició sus estudios de Medicina, pero tras un año los tuvo que suspender por la intervención francesa, dedicándose entonces a trabajar como dependiente de un almacén de ropa. Al fin pudo reanudar sus estudios profesionales; en el Hospital de San Miguel de Belén realizó sus prácticas bajo la conducción del doctor Pablo Gutiérrez; en 1867 pasó de primer interno en la cátedra de Clínica y Cirugía del doctor Ramón Ochoa y cursó extracurricularmente varias clases de Farmacia. En febrero de 1868, tras un brillante acto de toda Cirugía, recibió su título de médico y cirujano, condonándosele el pago de derechos de examen, como reconocimiento a su talento.

De 1868 a 1870, afectado por el fallecimiento de su señora madre, decidió ejercer su profesión en varias poblaciones del sur de Jalisco. Al percatarse en estos lugares de la gran carencia de medios adecuados de la población para atenderse médicamente, se inspiró para escribir su obra Medicina casera. También diseñó varios medicamentos, tales como las píldoras digestivas y las doble digestivas, las píldoras respiratorias y soluciones desinfectantes y antiherpéticas.

En la misma línea de la medicina social, publicó: Medicina familiar (1874); Medicina maternal o guía de las madres para cuidarse en preñez y cuidar sus hijos durante la primera infancia (1877); Cirugía popular (1884); Medicina social (1886); y Medicina doméstica (1888), todas “escritas en un estilo adecuado a todas las inteligencias”. 2

A su regreso a su ciudad natal, ingresó al cuerpo de catedráticos de la Escuela de Medicina del Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, impartió la Clínica Quirúrgica y Patología Externa como profesor suplente; de 1877 a 1880 fue catedrático titular de Clínica Médica; y a partir de 1888 dio clases de Higiene Pública y Privada, Medicina Legal y Deontología Médica.

Escribió varios manuales de medicina en general para sus clases y fue regidor del Ayuntamiento de Guadalajara.

El doctor Versalle escribió que mantuvo “su numerosísima clientela en la populosa ciudad de Guadalajara, que es su médico favorito, porque conoce el mérito indisputable de su talento como hábil cirujano”. 3

El 29 de diciembre de 1893 falleció en Guadalajara; recibió el homenaje fúnebre de la Escuela de Medicina y del ayuntamiento de la ciudad, el cual decretó dos
días de duelo oficial, siendo inhumado el 31 de diciembre en el Panteón de Belén.

Juicios y testimonios

Dr. Versalle: “Ha practicado grandes operaciones quirúrgicas y curaciones notabilísimas que cualquiera de ellas forman una reputación”.
La Gaceta del Pueblo de Nueva York lo calificó como: “Una gloria mexicana”.

Arce Rubio, Fortunato G.

En Valencia, España, nació el 14 de octubre de 1838. Fueron sus padres el español Pedro González de Arce y la mexicana Felipa Rubio. Con la expulsión de los españoles de México en 1829 –dada la nacionalidad de su padre–, la familia se vio obligada a irse a radicar a España, pero en cuanto les fue posible regresaron a México para establecerse en Guadalajara.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes de Filosofía.

En el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco hizo sus estudios de Medicina como consta en los siguientes registros: el 3 de noviembre de 1856 se matriculó en los cursos de Francés I y de Física, el 22 de octubre de 1857 se matriculó como primianista de Medicina y el 28 de octubre se inscribió al curso de Química.

Durante la Guerra de Reforma (1858-1860) suspendió sus estudios profesionales para alistarse en el ejército constitucionalista y estuvo bajo el mando de los generales Sóstenes Rocha y Pedro A. Galván, este último comandaba los Lanceros de Jalisco, donde Arce fue pagador y obtuvo el grado de capitán.

En cuanto le fue posible reanudó sus estudios. El 21 de octubre de 1861 se inscribió como tercianista de las cátedras de Medicina del Instituto de Ciencias del Estado; el 18 de octubre de 1862 se matriculó como cuartianista y debió nuevamente suspender la carrera por la intervención francesa, y finalmente el 13 de diciembre de 1865 obtuvo su título de doctor en Medicina y Cirugía. Ramiro Villaseñor 4 sostiene que recibió instrucción práctica del doctor Clement, quien vino con el emperador Maximiliano I y residió en Guadalajara.

Su actividad profesional se centró en dos grandes áreas: la de catedrático de la Escuela de Medicina de Guadalajara y la de médico y audaz cirujano.

Enrique González Martínez – su antiguo discípulo– escribió sobre él:

La figura más brillante e ilustre de nuestra escuela, era, sin disputa la del doctor don Fortunato G. Arce. Era lo que se llama un médico por los cuatro costados: médico por vocación, enamorado de todo lo que se refiere a la medicina y ciencias auxiliares. Frisaría entonces en los cincuenta y dos años; era bajito, rechoncho, moreno y calvo. Apenas entraba en el hospital [de Belén], dejaba el sombrero y se cubría el mondo cráneo con un birrete negro que no se quitaba hasta la salida del establecimiento. Era médico de gran clientela; curaba a todos los ricos de la ciudad, que lo explotaban miserablemente con igualas cuyo monto causaría ahora risa o indignación. A pesar de sus compromisos con las clases acomodadas, curaba en las casas de la clase media; asistía a los enfermos pobres y daba consultas gratuitas en su domicilio. Como si esto no fuera bastante, se pasaba las horas en el hospital, revelando con ello una capacidad de trabajo de que no he visto ejemplo semejante. Era, como digo, una eminencia, un sabio completo, un práctico de esos a quienes nada coge impreparados o desapercibidos. Clínico internista, su diagnóstico era de pasmosa seguridad, su terapéutica, personal y eficaz, apoyada en su larga experiencia. Sus clínicas, dadas con lenguaje sencillo, fácil y claro, nos interesaban hasta el grado de sentir pena cuando la lección terminaba. Era afable y cordial y despertaba admiración y confianza. Pero la parte culminante de sus actividades era la cirugía. No era solamente el operador para quien la técnica no tiene secretos; era el cirujano que sabe lo que debe hacer, que posee a la vez la audacia y la prudencia, la mano diestra que lo resuelve todo, lo previsto y lo inesperado [...] Cirujano de pura sangre, no había para él terreno desconocido ni rama de especialización ignorada. Lo mismo practicaba operaciones de cirugía general o de urgencia, que laparatomías, tallas perineales o hipogástricas, extracción de cataratas u operaciones obstétricas. No abundan, ni abundaban entonces, médicos de este tipo, a la vez concienzudos, sabios y enciclopédicos [...] Curioso de saber, estudioso hasta el desvelo, estaba siempre al día y mucho le debe la medicina de Guadalajara a través de sus numerosos discípulos. Aquella escuela habrá de levantarle un día un monumento. 5

En la Escuela de Medicina de Guadalajara fue catedrático de Clínica Externa, de Obstetricia y Medicina Operatoria, de Patología y Clínica de Niños y de Ginecología e integró la junta especial que presentó el plan de estudios para la cátedra de Obstetricia, la cual impartía los martes, jueves y sábados a las 8 de la mañana. En el Hospital de Belén fungió como jefe del Servicio de Cirugía.

Escribió numerosos trabajos sobre medicina y cirugía, destacándose un tratado sobre las funciones cerebrales que le publicó la Academia Nacional de Medicina de México, la cual, dadas las doctrinas novedosas que sustentó, dejaba la responsabilidad a su autor, pero años después los eminentes médicos europeos Louis y Valpain sostuvieron tesis muy similares a las suyas.

En 1822 publicó su Estudio sobre las heridas del corazón, en torno del cual Carlos Ramírez Esparza escribió:

En esta obra, don Fortunato Arce, sin tener nada: asepsia y antisepsia listeriana en los últimos años de su vida médica, sin antibióticos, sin sulfamidas, sin venoclisis, sin transfusiones, etc., sólo su hidalguía médica, su genio y sus manos, nos dejó un verdadero monumento de recursos clínicos, un apego fidelísimo a la vera de sus enfermos y un rigor científico que lo llevó a autopsiar a todos sus pacientes fallecidos, antes de que hubiera patólogos, antes que en otras áreas médicas se conociera la relación anatomoclínica, don Fortunato Arce fue un precursor en esta área [...] La forma como desarrolla su tratado es sólida; su audacia al tratar un área vedada por tradiciones negativas, la realiza sin alardes, con objetividad de hombre de ciencia. Para valorar esto, bástenos decir que en el Hospital de Belén se volvió a hablar del tema hasta fines de los años cuarenta de este siglo [xx]. 6

Las sociedades científicas y de beneficencia que integró fueron: las Lancasterianas, la Fraternal, Clases Productivas, Sociedad Médico Farmacéutica de Guadalajara; también fue miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de México, entre otras.

Su prestigio trascendió las fronteras nacionales de una forma un tanto fortuita, escribe el citado Ramiro Villaseñor:

Practicó también operaciones quirúrgicas reconocidas como notables, entre otras, una trepanación al joven Javier Corcuera, quien años más tarde, al fallecer en Berlín y al hacerle la autopsia, dejó al descubierto una placa metálica ‘incrustada en el cráneo perfectamente’ [la técnica entonces era desconocida en Europa], según opinaron los médicos alemanes, quiénes inmediatamente tomaron informes del autor de esa operación; y por este motivo y otros conexos, según se dice, fue impuesto su nombre a una calle del antiguo Berlín […] 7

En Guadalajara alcanzó celebridad la discusión que sostuvo el doctor Fortunato con el director del Hospital de Belén o cirujano mayor –como entonces se le decía– doctor Perfecto G. Bustamante, sobre la entrada en vigor de un perfeccionista reglamento, que a todo el personal médico le desagradó:

Ignoro por qué razón el señor Bustamante dio y tomó que don Fortunato era el dirigente de la oposición de su reglamento, y un día lo mandó llamar a la dirección, en donde pretendió echarle en cara aquella supuesta actitud de rebeldía, pero lo hizo con tal violencia y falta de comedimiento, que el doctor Arce a su vez se sublevó por el “atraco” de que era víctima y contestó la agresión, con lo que el despacho del cirujano mayor se convirtió en sala de maternidad en donde las señoras madres iban y venían de aquí para allá. Naturalmente que al siguiente día el doctor Arce no puso los pies en el Hospital, actitud que causó revuelo entre los médicos para quienes siempre fue un consejero y para los practicantes que veían en aquel sabio, un maestro insustituible. 8

La controversia concluyó con la diplomática intervención del gobernador del estado de Jalisco, Ramón Corona. Sin embargo, las circunstancias volvieron a enfrentar a los doctores Bustamante y Arce, ahora en ocasión del atentado a la vida del mencionado gobernador Ramón Corona, el 10 de noviembre de 1898. Al encontrar lesionado el intestino, el doctor Arce aconsejó practicar de inmediato una laparotomía:

[…] A lo que se opuso el señor Bustamante aseverando que esa intervención quirúrgica era todavía desconocida en Guadalajara y que no podía permitir se ensayara con el enfermo, una operación que sería de consecuencias fatales. –Yo ya he hecho esa intervención y con buenos resultados– repuso don Fortunato; cosa que era absolutamente cierta, pues desde mucho tiempo antes, con todo éxito, había hecho esa operación [...]. 9

Pero prevaleció la autoridad del doctor Bustamante, y el gobernador murió al día siguiente.

El 20 de julio de 1905, a la edad de 68 años “murió pobre con una fama envidiable, en medio del respeto general, tras de haber dado a la humanidad doliente su abnegación, su ciencia y su trabajo infatigable”. 10 Sus restos fueron inhumados en el Panteón de Belén, más tarde fueron exhumados para depositarlos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Una calle de Guadalajara y otra de la capital del país llevan su nombre, y con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, la Universidad de Guadalajara reeditó su estudio Las heridas del corazón.

Juicios y testimonios

Luis Farah Mata: “En los últimos decenios del siglo [xix], el médico más ilustre y destacado de la Escuela de Medicina fue el doctor don Fortunato G. Arce. Era un clínico consumado, desinteresado en absoluto, de cultura enciclopédica y de fácil palabra, por lo que dejó honda huella en sus numerosos discípulos”.


Enrique González Martínez: “No he conocido hombre más despreocupado, más sencillo y más desinteresado. Vestía descuidadamente; hacía sus visitas en un coche viejo y desvencijado, con maltrecha pintura negra y sin brillo como la de un pizarrón, y en ella sus hijos, que eran muchísimos, y todos inteligentes y endiablados, trazaban operaciones aritméticas, dibujaban muñecos grotescos o escribían palabras de esas que no siempre se encuentran en el diccionario, pero bien sabidas de todos. Al vehículo, sin importarle un ardite las ilustraciones, subía el doctor Arce y así llegaba al Hospital, donde no faltaba un fámulo compasivo que limpiara hasta donde era posible, aquellas inconveniencias”.


Carlos Ramírez Esparza: “Fue médico y amigo de los poderosos, de los gobernantes, de los políticos y de los ricos de su época, pero eso no le impidió preferir a los asilados del Hospital de Belén; pudiendo ser rico, quiso ser servidor público, educador, pionero de la enseñanza de la cirugía y la obstetricia y para integrar su reverberante personalidad, su pensamiento fue liberal, como lo fue su obra”.

Arias y Cárdenas, Francisco

Nació en Zapotlán el Grande, Jalisco, el 19 de mayo de 1820. Fueron sus padres los señores Mariano Arias y Luna y María de la Luz Cárdenas y Lambarena.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1839, bajo la dirección del licenciado Jesús Ortiz, y el 1° de agosto de 1847 el obispo Diego Aranda le confirió la ordenación sacerdotal.

En la Universidad Nacional de Guadalajara recibió el 13 de marzo de 1850 el grado de licenciado en Derecho Civil y el 25 inmediato el doctorado. El 11 de noviembre de 1846 obtuvo el título de abogado del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco.

Se desempeñó como familiar del obispo Aranda, y miembro de la curia diocesana. El obispo de Guadalajara Pedro Espinosa lo nombró en 1852 prosecretario, al siguiente año fue secretario de cámara y gobierno, cargo que ejerció hasta 1857.

Al concluir la Guerra de Reforma acompañó al exilio al obispo Espinosa, por lo que se estableció en Roma, y entonces visitó Tierra Santa en Palestina. En 1864 regresó a México, con el título de protonotario apostólico que le había otorgado el papa Pío IX.

El 2 de mayo de 1864 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero; el 22 de mayo de 1869 fue nombrado canónigo de gracia; en 1878 ascendió a maestrescuelas; el 26 de noviembre de 1883 a chantre; el 6 de diciembre de 1886 a arcediano; y finalmente, el 27 de junio de 1892, llegó a presidir el coro catedralicio como deán.

En varias ocasiones fue gobernador de la Mitra, provisor, vicario general del Arzobispado, vicario capitular en las sedes vacantes de los obispos Pedro Loza y Jacinto López, director diocesano del apostolado de la oración; prelado mitrado en las consagraciones de los obispos Portillo, Sánchez Camacho y Vargas; y juez sinodal del Primer Concilio Provincial de Guadalajara, celebrado en los años 1896 y 1897.

También se distinguió como benefactor: en su pueblo natal fundó una escuela, la cual dotó de edificio y un orfanato para niñas desvalidas. Además sostuvo con sus bienes un asilo para niños y al fallecer legó sus bienes para obras de beneficencia pública.

Escribió varios documentos referentes al gobierno eclesiástico, tales como: comunicado sobre su nombramiento de vicario capitular en 1898; sobre libros prohibidos y prensa impía en el mismo año de 1898; sobre la consagración de la Arquidiócesis de Guadalajara al Sagrado Corazón de Jesús en 1899; comunicado del nombramiento del obispo de Guadalajara, Jacinto Romo, en el citado año de 1889; sobre el Año Jubilar en 1901; sobre las bodas de oro pontificales del papa León XIII en el mismo 1901, entre otros.

Falleció en Guadalajara el 14 de agosto de 1903, sus restos mortales fueron inhumados en la cripta de su familia en el Panteón de Belén.

Juicios y testimonios

José Ignacio Dávila Garibi: “Era espléndido como el que más para gratificar a sus empleados y monaguillos. Cada vez que había algún ascenso en el coro de la Catedral lo gratificaba a cada uno de ellos con una onza de oro. Era tradicionalista por excelencia, veía la Catedral de Guadalajara como su propia casa y aún en sus últimos años a pesar de su venerable ancianidad y achaques acudía diariamente a los oficios divinos con ejemplar puntualidad [...] Fue muy caritativo y muy servicial. Rara vez dejó de asistir al coro”.

Juan Bautista Iguíniz: “Cuidó en gran manera los intereses de la Iglesia con un celo digno de encomio, fue asiduo asistente al confesionario, dio pruebas de sus grandes dotes de gobierno y fue laborioso en sumo grado, de tal suerte que a pesar de sus antiguas dolencias que a cualquier otro habrían doblegado, trabajó sin descanso hasta pocos días antes de su muerte, habiendo sido una de sus virtudes sobresalientes la diligencia”.

Arritola y Rodríguez, Jesús

Nació en Durango, capital del estado del mismo nombre, el 1° de abril de 1831. Fueron sus padres los señores Manuela Rodríguez y Jesús Arritola.

En el Seminario Conciliar de Durango cursó sus estudios eclesiásticos distinguiéndose como un estudiante muy brillante, y fue ordenado sacerdote. Se desempeñó como cura de la parroquia urbana de Analco, y de la foránea de Sombrerete.

En la Universidad de Guadalajara, el 15 de enero de 1854 recibió el grado de licenciado en Teología, y el 22 inmediato, tras disputar su tesis doctoral, recibió el grado respectivo.

A su regreso a Durango obtuvo por oposición la canonjía magistral de la Catedral, y llegó a dignidad del Cabildo Eclesiástico; se significó por sus grandes dotes oratorias.

Publicó: Oración fúnebre que en las solemnes honras y traslación del venerable cadáver del Ilustrísimo y Dignísimo Señor Obispo D. José Antonio de Zubiría y Escalante pronunció en la Catedral de Durango el día 1° de diciembre de 1864, el cura interino de la Parroquia de Sombrerete. Durango.

En el Seminario Conciliar fue catedrático y rector, recordado como uno de los más conspicuos académicos.
En su ciudad natal, falleció el 14 de agosto de 1877, en medio de sentimiento general, y fue inhumado en una de las criptas de la Catedral.

Barajas y Moreno, Pedro

En la Hacienda de la Daga de la Villa de Santa María de los Lagos, Intendencia de Guadalajara, nació el 23 de octubre –según Rafael Montejano– o el 1° de noviembre de 1795 –de acuerdo con José Ignacio Dávila Garibi–. Fueron sus padres los señores Ignacio Barajas y María Ignacia Moreno. Al parecer su familia era de modestos recursos; por el lado de su madre era sobrino del insurgente Pedro Moreno.

En la misma hacienda natal cursó sus estudios elementales, los cuales debieron de ser muy buenos, dado que más tarde se adaptó sin mayor dificultad a los estudios de humanidades, además atendió las labores del campo.

Hacia 1814 se dio de alta en el regimiento realista de los voluntarios distinguidos, en el cual llegó a ser oficial. En 1817 entró a trabajar de portero en el Seminario Conciliar de Guadalajara, en el cual más tarde se matriculó como estudiante de Latín; de 1818 a1820 realizó el Curso de Artes, bajo la dirección del presbítero Joaquín Medina. Además en las vacaciones escolares estudió francés, idioma que llegó a dominar al grado de enseñarlo a varios seminaristas; también se le eligió para pronunciar una oración latina en el inicio de cursos y se le distinguió como presidente de la academia de Filosofía.

En octubre de 1820 ingresó a la Facultad de Teología de la Real Universidad de Guadalajara, ahí sustentó dos actos públicos de su Facultad, y sobresalió en la cátedra de Filosofía Moral. En febrero de 1824, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas le confirió la ordenación sacerdotal y al mes siguiente obtuvo el grado de bachiller en Teología, fue aprobado nemine discrepante.

De inmediato pasó a ejercer su ministerio sacerdotal al curato del Jalpa, pero fue por breve tiempo, ya que en diciembre del mismo 1824 regresó a Guadalajara para incorporarse al claustro de catedráticos del Seminario Conciliar.

De 1824 a 1834 impartió por cuatro años cursos de Gramática; luego el Curso de Artes, que concluyó en 1830, y también atendió las cátedras de Teología Moral y de Sagrada Escritura.

De 1827 a 1830, junto con los hermanos Pedro y Francisco Espinosa Dávalos, participó en la redacción de “El Defensor de la Religión, que se publica en la ciudad de Guadalajara, capital del Estado de Jalisco, para impugnar los errores de los últimos siglos”.

El 25 de junio de 1832 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero. En 1833 pronunció y publicó el Elogio fúnebre del ilustrísimo señor doctor don José Miguel Gordoa dignísimo obispo de esta Diócesis que en sus solemnes exequias celebradas en el Seminario Conciliar de esta ciudad pronunció el día 26 de enero de 1833. Y ese mismo año fue desterrado de Jalisco por oponerse a las reformas impulsadas por el presidente de la república, Valentín Gómez Farías.

En 1835 fue electo diputado al Congreso de la Unión, del cual fue dos veces presidente y una vicepresidente. Ese mismo año pronunció y publicó el Sermón panegírico, que en la festividad del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, predicó el día 7 de marzo de 1835 en el convento grande de Nuestro Padre Santo Domingo. Con asistencia del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Fray José María de Jesús Belaunzarán, dignísimo Obispo de Monterrey, y del Muy Ilustre Claustro de esta Nacional y Pontificia Universidad de México. También fueron publicados sus discursos de contestación a los pronunciados por los presidentes de la república, en las aperturas y clausuras de las sesiones de la Cámara de Diputados en 1838, 1839 y 1841.

El 17 de abril de 1837 ascendió a canónigo de gracia de la Catedral de Guadalajara, y también ocupó por estos años los cargos de gobernador de la Mitra tapatía, teólogo consultor del obispado, confesor de religiosas y director espiritual de la Escuela Lancasteriana.
El 1° de septiembre de 1839 recibió el grado de doctor en Teología en la Universidad Pontificia de México, el cual el 18 de enero de 1854 incorporó a la Universidad Nacional de Guadalajara.

En 1841 publicó el Sermón que en la solemne profesión de sor María Loreto de Señor San José Gómez Navarrete, predicó en el convento de la Encarnación de México el 25 de julio de 1841; y el 7 de mayo de 1848 el Sermón en la función que anualmente se hace en la iglesia del convento de Santa Mónica, en honor a Jesús, María y José.

En 1852 apoyó el Plan del Hospicio para instaurar el centralismo en México y en noviembre de 1853 firmó un documento para prorrogar por un año la presidencia del general Antonio López de Santa Anna.

El 19 de enero de 1854 ascendió a la dignidad catedralicia de maestrescuelas, por lo cual tomó posesión del oficio de cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara.

Tras haber renunciado la Mitra de los Obispados de Linares y de Chiapas, e incluso la del Arzobispado de México, al fin el 30 de noviembre de 1854 fue preconizado como primer obispo de San Luis Potosí. El 18 de marzo de 1855, el obispo Pedro Espinosa le confirió la consagración episcopal en la Catedral de Guadalajara y el 24 de abril inmediato tomó posesión del nuevo Obispado.

En San Luis Potosí organizó la diócesis, instaló el Cabildo Eclesiástico, reconstruyó la Catedral y, entre otras actividades, transformó en seminario el Colegio Guadalupano Josefino.

Ante la imposibilidad de pagar un préstamo forzoso por 50,000 pesos, el 14 de julio de 1858 a las 4 de la mañana, las tropas liberales lo expulsaron de la sede episcopal, con rumbo a Matamoros, y de ahí a Brownsville, Texas. El 12 de septiembre del mismo año el general Miguel Miramón derrotó al liberal Santiago Vidaurri, por lo que el obispo Barajas pudo regresar a San Luis Potosí. No obstante, el 7 de abril de 1859 la ciudad fue nuevamente tomada por los liberales y se vio obligado a refugiarse en Guadalajara, donde el general Santos Degollado le confiscó los bienes inmuebles que poseía en Colima, con el fin de garantizar un préstamo solicitado a comerciantes estadounidenses, para comprar armas. 11

El 12 de agosto de 1859, junto con el obispo de Guadalajara, se trasladó a la Ciudad de México. Ante la derrota de los liberales en la Estancia de las Vacas, el 28 de enero de 1860 regresó a San Luis Potosí, pero su estancia fue muy breve, dado que el 25 de abril de nuevo triunfaron los liberales y volvió a la capital de la república.

Otra vez fue expulsado del país en enero de 1861 y residió por segunda ocasión en Estados Unidos, incluso ahí en Nueva York asistió a un concilio provincial y luego pasó a Roma, donde participó en la canonización del primer santo mexicano, fray Felipe de Jesús de las Casas.

El 28 de enero de 1864 regresó a San Luis Potosí y reinició sus labores episcopales habituales. Sobre su posición ante la intervención francesa en México, Rafael Montejano asevera:

Pero el Sr. Barajas, que jamás aceptó la intervención [francesa] y únicamente la toleró porque vio en el Imperio una posibilidad de que la Patria saliera del caos de las guerras civiles y entrara en un periodo de paz y progreso, no firmó la “Carta Pastoral” que los demás obispos publicaron en 1864, “Con motivo de la entrada de Sus Majestades el Emperador Maximiliano Primero y la Emperatriz Carlota a la Capital”, y que suscribieron el 12 de junio del mismo año. 12

El 20 de enero de 1866 consagró la nueva Catedral, orgullo de la capital potosina, y en la cual tanto se empeñó su primer obispo. En septiembre de ese mismo año participó en la Ciudad de México con los obispos mexicanos en las reuniones con el emperador Maximiliano I, para negociar el concordato que regulara las relaciones Iglesia-Estado, lo cual finalmente no se logró. Nuevamente San Luis Potosí cayó en manos de los liberales, por lo que no pudo regresar a su sede episcopal.

Con la anuencia del gobierno de Benito Juárez, en enero de 1868 pasó a residir a Lagos de Moreno. Y al fin en agosto del mismo año pudo regresar a San Luis Potosí, y alcanzó a erigir la parroquia de San Miguelito y a nombrar nuevos canónigos de la Catedral.

Las distinciones que recibió fueron: los títulos vaticanos de patricio romano, prelado doméstico y asistente al Solio Pontificio; las cruces de caballero de la Orden de Guadalupe y de gran oficial de la misma; la cruz de caballero de San Gregorio Magno y el nombramiento de socio de la Academia de los Quiritti.

Las cartas pastorales y diversos documentos de asuntos eclesiásticos fueron su producción bibliográfica.

Falleció en San Luis Potosí el 30 de diciembre de 1868, fueron inhumados sus restos mortales en la cripta de la Catedral potosina y en 1954 fueron colocados en la Capilla de San Luis Rey de la misma Catedral.

Juicios y testimonios

Rafael Montejano y Aguiñaga: “Maximiliano, a pesar de que en varias ocasiones lo tuvo como franco opositor a su desviada política y de que le constaba que el Sr. Barajas reprobó la intervención, escribió acerca de él: ‘Anciano respetable, no se ocupa más que de su ministerio, teniendo bien a su clerecía’”.

Manuel Muro: “El Sr. Barajas, como obispo y como político, tuvo grandes virtudes. Gobernó la Diócesis con acierto, fue humilde y modesto en su trato, luchó en medio de los trastornos públicos por fomentar la instrucción y dar al culto el debido esplendor, y cuando se expidió la Ley de Desamortización y las demás Leyes de Reforma, hizo oír su voz con serenidad, elocuencia y valentía, defendiendo los derechos que él creía legítimos de la Iglesia”.

Francisco Peña: “Desde que tomó posesión de su silla [episcopal] hasta la conclusión de su tormentoso episcopado, la vida del Ilmo. Sr. Barajas fue una completa consagración al cumplimiento de sus deberes pastorales. Todas las instituciones que entran en la formación de un Obispado, recibieron de su experta mano la dirección conveniente y eficaz. Cabildo, Seminario, Clero, servicio de coro, rentas, todo, todo debe al Ilmo. Sr. Barajas su creación y aliento. Nada quedó por hacer”.

Calderón Beltrán, Fernando

En Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, nació el 26 de julio de 1809. Fueron sus padres los señores Tomás Calderón de la Pascua y María del Carmen Beltrán Bravo de Acuña y Olaeza, hacendados originarios de Zacatecas, que le heredaron fortuna y el título nobiliario de conde de Santa Rosa.

La educación que recibió fue muy esmerada, la cual reafirmó con su precoz afición a la lectura. En la ciudad de Zacatecas cursó sus estudios preparatorios en el Real Colegio de San Luis Gonzaga, donde obtuvo una de las becas reales que la Corona concedía a los estudiantes distinguidos. Presentó un acto público en el cual disertó sobre el sistema de gobierno que convenía al país, manifestándose por el republicano, representativo y popular. También asistió a la cátedra de Derecho Civil, Canónico y Constitucional que impartía Santiago Villegas, futuro gobernador del estado de Zacatecas.

A sus quince años comenzó a escribir versos líricos y su primera comedia a la que tituló Reinaldo y Elina. Con la oposición de su padre a cultivar su vocación literaria, Guillermo Prieto narró la escena que se vivió en la hacienda La Quemada –una de las propiedades familiares–, al leer su primera comedia ante sus familiares sin decir que era de su autoría:

Sin anuncio previo, y como si se tratara de un libro indiferente, una noche llevó Calderón su comedia... El fuego con que leía, su declamación esmerada, y el entusiasmo del auditorio dieron realce a aquella producción. Fernando no se pudo contener, y dijo que aquélla comedia era suya. El papá se levantó mohíno diciendo que aquélla era la causa del atraso del autor, quien turbado y lleno de vergüenza recogía su manuscrito, cuando las primas rogaron, la mamá se interpuso, y el viejo refunfuñando, tomó asiento para seguir oyendo. Entonces leyó con más o menos esmero; llegó un pasaje de tiernos sentimientos filiales, la voz del autor temblaba; la mamá llena de orgullo sollozaba, y el padre, vencido y subyugado, se echó en brazos de su hijo, previniéndole severo que no volviese a distraerse de sus estudios con aquellas futilezas. 13

En 1823 falleció su madre y en 1826 su padre, y entonces la familia decidió trasladarse a Guadalajara.

El joven Fernando ingresó a la Universidad de Guadalajara –la cual en 1826 fue sustituida por el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco– para cursar estudios de Derecho.

Algunos autores aseguran que asistió asiduamente a las sesiones del grupo “Los Polares” –como era de esperarse, por sus ideas liberales–, sin embargo ni Juan Bautista Iguíniz ni José Cornejo Franco lo mencionan entre los participantes.

En 1827 estrenó en el Teatro de Guadalajara su primera comedia Reinaldo y Elina. Otras de sus obras de estos tiempos fueron: Zeila o la esclava indiana, Armandina, Los políticos del día, Ramiro, Conde de Lucena, Ifigenia y Hersilia y Virginia, las cuales se presentaron en Guadalajara y en Zacatecas.

En 1828 publicó su primer libro, que se tituló Obras de Fernando Calderón, el cual mereció el comentario elogioso del poeta cubano José María Heredia, quien escribió: “[...] Las poesías del señor Calderón, entre algunos leves y evitables defectos, encierran belleza de primer orden, que hacen su libro acreedor al aprecio público”. 14
Para

el 19 de mayo de 1829, se le expidió una certificación por el vicegobernador Juan N. Cumplido solicitando que en virtud del artículo 3º del decreto 33 del Congreso del Estado de Jalisco, para que se nombrasen profesores juristas y lo examinaran, para obtener calificación supletoria y habiendo encontrado la suficiencia necesaria, se le expidió el documento para que le sirviera en grados menores, tomando razón el administrador-tesorero de la extinguida Universidad”, así consta en el “Libro de formas de razón […] 15

Por lo que fue habilitado para sustentar su examen profesional y aprobado por unanimidad de votos recibió el título de abogado del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco.
Libre ya de sus obligaciones académicas, se dedicó enteramente a la producción literaria, y llegó a ser considerado “El padre del romanticismo mexicano”. Así Carlos González Peña asevera:

Con Rodríguez Galván es Calderón nuestro primer romántico. Influye en él poderosamente el romanticismo español con Cienfuegos y Espronceda; pero no menor influencia –e influencia directa– tiene en Calderón el romanticismo francés, representado por Lamartine, a quien estudió, de quien tradujo dos de las “Meditaciones” y cuya doliente y armoniosa queja diríase que se transmite a algunos versos del mexicano. 16

En 1835 tomó las armas para enfrentarse al general Antonio López de Santa Anna, quien pretendía someter la rebeldía del estado de Zacatecas, el cual se oponía a la ley que reducía las milicias estatales. En la batalla de Guadalupe fue herido en la cabeza: “La espada –escribió Manuel Payno– de un soldado imbécil rompió el cráneo ilustre”,17 entonces ocupaba el cargo de coronel de la milicia zacatecana, y fue hecho prisionero.

Tras una larga convalecencia, en 1837 preparó una nueva edición de sus obras, la cual proyectaba en cuatro tomos, los dos primeros de poesía lírica y los dos últimos de poesía dramática. Sólo se publicó el primer tomo, en el prólogo se quejaba amargamente de la situación en que vivía el país:

[…] Los gobiernos por las continuas oscilaciones políticas, no han podido fomentar los establecimientos científicos que están abandonados; tenemos que mendigarlo todo al extranjero; hasta para las cosas más sencillas recurrimos a su industria, y en punto de literatura, nos contentamos, en vez de originales, con unas cuantas traducciones [...] 18

En ese mismo año de 1837, por su liberalismo –nunca usó su título nobiliario– fue deportado de Zacatecas, entonces se refugió en la capital del país, donde fue recibido fraternalmente en la recientemente fundada Academia de Letrán, que presidía José María Lacunza, y en la cual participaban Ignacio Ramírez, Manuel Carpio, José Joaquín Pesado y Guillermo Prieto, entre otros. En las sesiones de la Academia dio a conocer sus poemas “El soldado de la libertad” y “El sueño del tirano”.

De esa época, Guillermo Prieto dejó un testimonio elocuente de la calidad humana del poeta. Con un mísero sueldo de meritorio en la aduana, Prieto requería urgentemente de dinero para atender a su madre enferma y Calderón, al que apenas conocía, se lo proporcionó escribiéndole: “Si me das el dulce nombre de hermano, habrás satisfecho con usura el corto servicio que me debes”.19 Por lo que no es de extrañar que escribiera un poema a “La amistad”, a la que define como “el más sublime don que a los mortales concediera propicio el alto cielo. Es la santa amistad: el más puro como el más digno y dulce sentimiento”. 20

Su destierro sólo duró unos cuantos meses, pues le fue suspendido por el ministro de la guerra, general José María Tornel, quien dijo: “El genio no tiene enemigos, y los talentos debían respetarse por las revoluciones”,21 y entonces pudo regresar a Zacatecas.

El 18 de junio de 1839 estrenó su obra El Torneo, la cual fue puesta en escena en la Ciudad de México en 1841, para homenajearlo durante su estancia en la capital del país.

En 1842 estrenó Ana Bolena y en 1843 Hernán o la vuelta del cruzado, ambas en la Ciudad de México. Por la temática caballeresca y europea que eligió, recibió las críticas de Ignacio Manuel Altamirano –prototipo del nacionalismo literario–, quien escribió: “[…] Fue a buscar en la historia de Inglaterra un episodio [la historia de Ana Bolena] que mejor inspirados habían ya trasladado al teatro algunos poetas europeos”. 22

En cambio Francisco Monterde explica la “evasión” del dramaturgo a otros temas y a países no propios: […] Los ultrajes a la libertad y la ausencia de ley, adquiere especial importancia en la tragedia de Calderón que –no lo olvidemos– pensaba como abogado, y había experimentado, además en carne propia el dolor producido por la opresión que priva de su libertad a los hombres [...]. 23

En la misma línea de temática europea, escribió Muerte de Virginia por la libertad de Roma –y según el testimonio de Viviano Beltrán–:

El Caballero Negro y un Poema sobre la creación, quedaron encerrados en su cerebro; yo le oí la introducción de ese poema sobre la creación; le vi leer historia de Inglaterra, tomar apuntes característicos de Ricardo Corazón de León [...]. 24

De temática nacionalista escribió su comedia A ninguna de las tres, en la cual censura a los mexicanos que reniegan de su país y sólo aprecian las costumbres extranjeras, a uno de los personajes le hace decir:

No se encuentra una nación
más que México atrasada,
da vergüenza; aquí no hay nada;
[...]
Repito que sólo en Francia
se vive con alegría. 25

La comedia fue estrenada con gran éxito en 1868 en el Teatro Principal de la Ciudad de México y varias de sus obras fueron puestas en escena en otros países iberoamericanos.

Ocupó los siguientes cargos en Zacatecas: magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, diputado al Congreso del Estado, miembro de la Junta Departamental –a la cual renunció por negarse a jurar el decreto que disolvió el Congreso Constituyente de 1842– y secretario de Gobierno. El 2 de diciembre de 1842 se le encargó el discurso fúnebre del político zacatecano Francisco García.

En 1844 el editor jalisciense Ignacio Cumplido decidió iniciar la publicación de una colección literaria, a la que dio como nombre El Parnaso Mexicano, y para inaugurar la colección eligió a Calderón con sus Obras poéticas, prologadas por Manuel Payno, las cuales contenían veintisiete poemas y cuatro obras teatrales.

Los lectores recibieron con gran entusiasmo la obra en la revista El Museo Mexicano; sobre su poesía lírica se escribió:

El amor y la libertad, estas son las dos cuerdas sonoras del laúd de nuestro poeta; el amor íntimo y melancólico, caballeroso y apasionado: el amor ingenuo y tranquilo, sin las exageraciones absurdas de esa escuela [el romanticismo] que ama con rabia y con demencia y que al encarnizamiento ficticio, sacrifica la razón y la naturaleza. 26

En tanto, sobre sus poemas eróticos se decía que “ama, haciéndose amable y dando al lector participio en sus sentimientos, y en estos tiempos en que parece que para escribir una poesía amorosa se toma previamente un bebedizo para transformarse a propósito el cerebro; aquella cualidad es realmente recomendable”. 27

Si bien sus poemas filosóficos fueron escasos “en el género en que aún no le conocemos rival, es en sus poesías patrióticas; ahí está el poeta en toda su grandeza; desaparecen las imitaciones de Arriaza y Cienfuegos; adquiere originalidad, valentía, y dicción e imágenes, todo ocurre y obedece a sus inspiraciones felices”. 28
En una de ellas escribió sobre Hidalgo:

En sepulcral silencio se encontraba
El pueblo mexicano sumergido:
¡Fatal silencio! sólo interrumpido
Por la dura cadena que arrastraba:
[...]
Grita Hidalgo, por fin, con voz divina:
“¡México libre para siempre sea!”
Y al tirano español guerra fulmina:[...] 29

Sus críticos encuentran sus versos líricos dignos de ser pronunciados por los personajes de Lope de Vega, e incluso su poema “El sueño del tirano” como producido por la pluma de Lord Byron.

Sin embargo, el poeta ya se encontraba afectado por la enfermedad que lo llevaría a la tumba, y así falleció en la población de Ojo Caliente el 18 de enero de 1845. Sus restos mortales fueron trasladados a la ciudad de Zacatecas, para ser inhumados con todos los honores al parecer en la Catedral –entonces parroquia– de la localidad.

En 1882 el gobierno del estado de Zacatecas, publicó sus Obras completas en dos tomos, con prólogo de su hijo, y en 1883 se editaron en París.

En 1963, por iniciativa del poeta Adalberto Navarro Sánchez, los estudiantes del Colegio Internacional de la generación 1961-1963 colocaron una placa conmemorativa en la casa tapatía marcada con el número 208 de la calle de Liceo, donde nació el poeta.

Juicios y testimonios

Guillermo Prieto: “Allí le tienen ustedes, grueso, ancho, chaparro, desgarbado, casi vulgar, con aspecto de vendedor de sarapes o de cueros de chivo [...] Aunque de noble prosapia. Calderón –puesto que fue heredero del título de Santa Rosa– amaba con pasión a la plebe estudiantil, y, con su Nebrija bajo el brazo, andaba en bureos, siendo objetos de sus solaces los ensayos teatrales [...] era turrón de amores en el teatro, franco, condescendiente, compasivo, servicial, y de una alegría comunicativa, seducía y desterraba las sombras del mal humor con sus chistes y sus gracias”.

Manuel Payno: “Si no ha sido mi propósito el probar que los dramas del Calderón son enteramente perfectos, mucho menos lo es el hacer de ellos un juicio exacto crítico: de un amigo tan tierno, de un poeta tan sensible, de un hombre tan caballero y tan honrado, no puede menos sino de juzgarse bien, siempre bien en todos los casos; y aún el hombre más preocupado contra él –si es que existe–, no podrá menos de confesar que este poeta da honor a su patria [...]”.

Fernando Tola: “De hecho ninguno de sus contemporáneos imprimió su primer libro a los diecinueve años de edad, ninguno de ellos por más respeto y consideración que mereciera tuvo la satisfacción de ver editadas en tres ocasiones sus obras, e igualmente ninguno alcanzó la representatividad necesaria para que un editor privado invirtiera en dos oportunidades –una en vida del autor, otra a los cinco años de su muerte– en la impresión de sus trabajos literarios”.

José Zorrilla: “Calderón versificó más limpiamente y con mejor prosodia que la mayor parte de los poetas mexicanos; sus diálogos son fáciles, y su dicción es generalmente poética, aunque sobrada de lirismo [...] Su buen carácter y sus virtudes sociales le hicieron universalmente querido. Y su memoria vive justamente en la estimación de los mexicanos que han acordado a sus versos una merecida popularidad”.

El autor de Don Juan Tenorio mencionó particularmente “La rosa marchita” y “Hernán o la vuelta del cruzado” porque “están impregnados de poesía y de sentimiento”. 30

Camacho y García, Rafael Sabás

Nació en Etzatlán, Jalisco, el 5 de diciembre de 1826. Fueron sus padres los señores José Anastasio Camacho y Matilde de García, quienes le dieron una esmerada educación.

Se trasladó a Guadalajara para matricularse en el Seminario Conciliar, donde en 1846 concluyó su Curso de Artes con la distinción de regente. Y tras estudiar Teología, el 16 de marzo de 1851, recibió la ordenación sacerdotal.

El 26 de noviembre de 1851 recibió el grado de licenciado en Cánones, en la Universidad Nacional de Guadalajara, y se le confirió el doctorado el 7 de diciembre.

Hasta 1858 fue catedrático del Seminario Conciliar, ahí impartió Gramática y Filosofía, además se desempeñó como capellán del Convento de las Capuchinas.

En 1860 fue nombrado catedrático de Concilio y Disciplina Eclesiástica en la Universidad Nacional de Guadalajara.

En junio de 1861 fue desterrado por el gobierno liberal y pasó a radicar a San Francisco, California, de donde fue a Roma y luego visitó Tierra Santa y varios países europeos. El papa Pío IX lo nombró prelado doméstico, su familiar honorario y protonotario apostólico.

Durante su estancia en Europa le llamó muy particularmente la atención que en las celebraciones litúrgicas se interpretara el canto gregoriano, en lugar del canto eugeniano o toledano, de uso común en México desde la época novohispana, por lo que a su regreso a Guadalajara lo introdujo en el país con el permiso del arzobispo Pedro Espinosa, convirtiéndose en el pionero y propagador en su patria de dicha manifestación litúrgica y artística.

Ante las críticas que provocó la introducción del novedoso canto, por considerar que se faltaba a la tradición, el 26 de noviembre de 1872 el arzobispo Pedro Espinosa lo nombró catedrático de Canto Gregoriano del Seminario Conciliar, y en 1878 publicó su opúsculo “Disertación sobre la importancia del canto gregoriano”.

Fue cura del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, cargo que ejerció de junio de 1865 al mismo mes de 1869, fecha en que con igual nombramiento fue designado para el Sagrario Metropolitano.

El 20 de julio de 1869 ingresó al Cabildo Metropolitano como medio racionero; el 23 de noviembre de 1871 ganó por oposición la canonjía penitenciaria y el 26 de octubre de 1883 ascendió a la dignidad de maestrescuelas.

En coordinación con el canónigo chantre licenciado Jesús Ortiz, trabajó en la reorganización del Colegio de Infantes de la Catedral de Guadalajara.

En 1879 fue nombrado rector del Seminario de Guadalajara, cargo que ejerció durante cinco años, durante los cuales implantó reformas a los planes y métodos de estudios. También atendió la dirección de las conferencias de señoras de San Vicente de Paúl, el asilo que ellas tenían a su cargo, la predicación y otras responsabilidades sacerdotales.

El 23 de marzo de 1884, el papa León XIII lo preconizó obispo de Querétaro. El 24 de mayo de 1885 recibió la consagración episcopal y tomó posesión al día siguiente.

Durante 23 años ejerció su ministerio episcopal, inició la construcción de la Catedral, fomentó la formación del clero, becó a varios jóvenes para que realizaran estudios en Europa, ayudó a algunos escritores a la publicación de sus obras y, entre otras acciones, impulsó el culto guadalupano aún con las restricciones de las Leyes de Reforma; sobre esto último escribió Luis González: “El fervoroso don Rafael Sabás Camacho inventó la peregrinación diocesana anual a la Basílica de Guadalupe, y nadie [en el Gobierno] lo contradijo”. 31

En 1885 en el Seminario Diocesano introdujo el estudio del Canto Gregoriano, para ello pagó la traducción del alemán al español del manual Magister choralis. Método teórico y práctico de Canto gregoriano, de Francisco Xavier Haberl, editado en Ratisbona, Baviera, el cual presentó y ordenó su estudio en el seminario y lo recomendó para todos los sacerdotes de la diócesis.

También envió a estudiar a la Universidad de Ratisbona, Alemania, al sacerdote José Guadalupe Velázquez y a Agustín González. Al regreso de ambos, en 1892 fundó la primera Escuela de Música Sacra de México, institución a la cual el 12 de octubre de 1895 se le encomendó la música y el canto de las celebraciones de la coronación pontificia de la Virgen de Guadalupe.

En 1892 participó en el Concilio Provincial de Oaxaca, en 1897 en el Concilio de Morelia y en 1899 en el Concilio Plenario Latino-Americano que se celebró en Roma.

Fue miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

El emperador del imperio austro-húngaro Francisco José, lo condecoró con la cruz de comendador de la orden de su mismo nombre, por su colaboración en la erección de la capilla expiatoria del emperador Maximiliano I, en el Cerro de las Campanas.

Escribió y fueron publicados sus siguientes obras: Sermón en la Iglesia de Santa Mónica. El día 20 de mayo de 1855, en la solemne función que el Comercio de Guadalajara hizo para celebrar el grandioso acontecimiento de la Definición Dogmática sobre la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María (1855); Conclusión de un curso de Filosofía (1857); Despedida de sus alumnos, en verso, y calificaciones obtenidas en la cátedra de Física del Seminario en el curso de 1856-1857 (1857); Itinerario de Roma a Jerusalem (1865); Relación de méritos (1871); la citada Disertación sobre la importancia del Canto Gregoriano (1878); los informes rectorales de 1879, 1881, 1882, 1883 y 1884; cartas pastorales, edictos y circulares a los diocesanos de Querétaro publicadas de 1885 a 1908; y Apuntes geográficos y estadísticos de la ciudad y parroquia de San Juan del Río (1894).

En la ciudad de Querétaro falleció el 11 de mayo de 1908, y fue inhumado en la Catedral.

En el ingreso de la Catedral de Santiago de Querétaro se le dedicó una gran placa conmemorativa, un teatro de su ciudad episcopal y una calle de Guadalajara llevan su nombre.

Camacho y García, Ramón

Nació en Etzatlán, población de la Intendencia de Guadalajara, el 2 de marzo de 1818. Fueron sus padres los señores José Anastasio Camacho y Matilde García.

En su pueblo natal inició su instrucción primaria. En 1829 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde estudió Latín y el Curso de Artes el cual concluyó en 1834, bajo la conducción del doctor Juan José Caserta; en 1839 el obispo Diego Aranda le confirió la ordenación sacerdotal, e impartió clases de Humanidades en el Seminario Conciliar y el Curso de Artes que concluyó en 1845.

Se matriculó en la Facultad de Teología de la Universidad Nacional de Guadalajara, donde el 11 de mayo de 1843 recibió el grado de licenciado en Teología, y el 2 de febrero de 1853 se le confirió el doctorado.

En 1846 fue nombrado cura interino de Encarnación, más tarde obtuvo el mismo curato en propiedad.

El 12 de febrero de 1853 tomó posesión de la canonjía magistral de la Catedral de Morelia, que había ganado por oposición; el 8 de julio de 1855 fue nombrado rector del seminario de su nueva diócesis, donde implementó varias reformas al plan de estudios, e impartió la cátedra de Teología Dogmática.

Como gobernador de la Mitra se opuso a las Leyes de Reforma, por lo que en 1859 salió de Morelia y pasó a radicar a Celaya, donde estableció un colegio clerical. En 1864 regresó a Morelia y el 16 de enero de 1865 ascendió a la dignidad catedralicia de tesorero.

Fue preconizado obispo de Querétaro el 22 de junio de 1868 y recibió la consagración episcopal el 4 de julio de 1869, de manos del obispo José Ignacio Arciaga, en la Catedral de Morelia.

El 15 de agosto de 1869 tomó posesión del Obispado de Querétaro, dedicándose a las labores propias de su ministerio.

Fue distinguido como caballero de la Orden de Guadalupe.

Escribió: Elementos de Física General, extractados de los autores más recientes para uso de la juventud en colaboración con el doctor José María Cayetano Orozco (1894); Relación de méritos *(1857); Contestación a las reflexiones sobre los decretos episcopales que prohíben el juramento constitucional, escritas por el licenciado don Manuel T. Alvires primer magistrado y actual presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado Soberano de Michoacán (1857); Contestación a las reflexiones sobre los decretos episcopales que prohíben el juramento constitucional. Segunda parte. En la que se demuestra haber quedado en pie las soluciones de la primera (s.p.i.); Subscrita en Morelia el 9 de junio de 1857, contra el licenciado Alvires. En colaboración con el doctor don José Guadalupe Romero; Contestación a la última réplica del señor Alvires y cartas pastorales, varias de las cuales fueron compiladas y publicadas en un solo volumen.

Falleció en la ciudad de Querétaro el 30 de julio de 1883, fue inhumado en la Catedral.

Covieya, Pedro María de la Trinidad

Nació en Guadalajara, capital de la intendencia del mismo nombre, el 29 de junio de 1811. Al ser expósito en la casa del señor Urbano Covieya, recibió su patronímico y de quien se hizo cargo de su manutención y formación.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1829, bajo la conducción del doctor Juan Nepomuceno Camacho, y continuó con los estudios de Teología, para recibir la ordenación sacerdotal el 13 de julio de 1834, de manos del obispo Diego Aranda. Luego ingresó al Convento de San Francisco de su ciudad natal, en el cual fue guardián, definidor, secretario del definitorio, comisario de la tercera orden, y comisario visitador de la Provincia de Santiago de Jalisco.

El 6 y el 14 de enero de 1849 recibió, respectivamente, los grados de licenciado y doctor en Teología en la Universidad de Guadalajara e impartió Teología en la Universidad, con la representación de la Provincia Franciscana, integró el Claustro de Doctores, fue consiliario y participó en numerosas comisiones universitarias.

Sin duda, ante la difícil situación que padecieron las órdenes monásticas por la aplicación de las Leyes de Reforma, fray Pedro se secularizó por lo que pasó al clero secular, y así del 22 de agosto de 1857 al 30 de julio de 1869 fue secretario del Cabildo de la Catedral.

El 12 de junio de 1869 ingresó al coro de la Catedral de Guadalajara como medio racionero, y el 20 de julio de ese mismo año ascendió a canónigo de gracia.

Se distinguió como teólogo y orador, tanto en las aulas universitarias y en el Claustro, como en los púlpitos de las iglesias, donde ejerció permanentemente su magisterio muy al estilo de su época.

Sus obras publicadas fueron: Oración panegírica que sobre las excelencias de la vida religiosa, pronunció en la solemne profesión de la madre María Guadalupe del Santo Rostro, en el convento de religiosas dominicas de Santa María de Gracia de Guadalajara, el día 23 de abril de 1837; Directorium divini office juxta rubricas breviarii missalisque romano Seraphici novissimaque S. R. C.: ad ussum Fratum Minorum hjius Almae S. Jacobi Xaliscensis Eparchiae et Apeei, Zapopanensis Collegi: necnon D. D. Tertiariis de Clero illo utendibus, R. A. P. N. Ministri Provincialis Doct. F. Franc. Aloysii Martínez jussu et auctoritate despositum a Fr. Petro. Covieya laudate Provincia alumno pro anno mdcccl. Superiorum permissu. Guadalaxarae, in Typ. Dionysii Rodríguez, s. a. -75 p. 8o.; Prohibición del folleto titulado Anti-Escritura de la Ley de Cristo (Guadalajara, 1854); Descripción breve de la solemnidad con que el V. Orden Tercero de N. S. P. S. Francisco de Guadalajara celebró la Declaración Dogmática del Misterio de la Concepción Inmaculada de María Santísima, y Oración panegírica que en la misma solemnidad fue pronunciada por S. R. P. comisario visitador, el 17 de mayo de 1855 (Guadalajara, 1855); Breve reseña de la función solemne que se celebró en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de esta capital el día 12 de abril del corriente año (1858); Dictamen sobre las reglas litúrgicas a que deberá sujetarse el canto de las letanías (1859); Reflexiones sobre el folleto del R. P. Fr. José María de Jesús Sánchez Álvarez, titulado Copia de las observaciones hechas a la conducta observada por el R. P. guardián Fr. Diego de la Concepción Palomar, en la exclaustración de la comunidad del Colegio de Propaganda Fide de Ntra. Sra. de Guadalupe de Zacatecas; y Observaciones también a la comunicación de los señores gobernadores de la Mitra del Obispado de Guadalajara con fecha 11 de agosto de ese año contrariando aquella conducta. Con licencia del ordinario (1860); Oración panegírica, que en la solemne festividad de S. Vicente de Paúl dijo en la Iglesia de San Juan de Dios de esta ciudad (Guadalajara 1862); Sermón predicado en la Iglesia Catedral Metropolitana de Guadalajara, el domingo 12 de marzo de 1865; y El día 8 de Diciembre de 1869. Oportunidad de la apertura de un Concilio Ecuménico en ese día.

El 12 de mayo de 1866 dirigió una solicitud a los gobernadores de la Mitra de Guadalajara para pedirles que lo excusaran de sus responsabilidades ministeriales por las múltiples enfermedades que lo aquejaban.

Falleció en Guadalajara el 3 de noviembre de 1874.

Colina y Rubio, Carlos María

Nació en la ciudad de Colima, el 4 de noviembre de 1813. Fueron sus padres los señores Isidro Colina y María de la Luz Rubio. A los trece años se matriculó en el Seminario Conciliar de Guadalajara, donde obtuvo una beca de gracia; en 1830 concluyó el Curso de Artes que dirigió el doctor Pedro Barajas. Luego siguió sus estudios de Teología, y el 12 de marzo de 1837 el obispo Diego Aranda le confirió la ordenación sacerdotal.

El 28 de abril de 1839 recibió el grado de licenciado en Teología en la Universidad Nacional de Guadalajara, y el 5 de mayo inmediato se le otorgó el doctorado e impartió la cátedra universitaria de Sagrada Escritura.

Desempeñó los siguientes cargos: catedrático de Ética, Religión y Teología Moral en el Seminario Conciliar de Guadalajara; en 1845 fue nombrado prosecretario de la Mitra; el 31 de enero de 1852 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero y en 1853 ascendió a secretario de cámara y gobierno del Obispado.

El 7 de abril de 1854 fue preconizado obispo de Chiapas, y recibió la consagración episcopal de manos del obispo Pedro Espinosa el 20 de agosto inmediato, en la Catedral de Guadalajara.

El 20 de noviembre del citado año tomó posesión del Obispado de Chiapas, en el cual visitó el Soconusco, aumentó las canonjías catedralicias, donó al Seminario un gabinete de Física y dotó económicamente las parroquias pobres y un hospital.

Al oponerse a la aplicación de las Leyes de Reforma, en 1859 fue expulsado del país, se refugió en Guatemala y luego en Roma, donde el papa Pío IX lo nombró nuncio apostólico en la República de El Salvador, sin embargo no pudo ejercer este cargo por el estado de violencia que también reinaba en aquel país, por lo que nuevamente pasó a residir a Guatemala.

El 19 de marzo de 1863 fue trasladado al Obispado de Puebla de los Ángeles, a cuya ciudad llegó el 7 de febrero de 1864, ahí construyó el nuevo edificio del Seminario Diocesano, restableció el Colegio Clerical y erigió nuevas parroquias.

En 1866 concurrió a la reunión de obispos en la Ciudad de México, para tratar con el emperador Maximiliano I lo referente al concordato que regulara las relaciones Iglesia-Estado; en 1869 se trasladó a Roma para participar en el Concilio Vaticano I.

Confirió la consagración episcopal a los señores Ladrón de Guevara, su sucesor en Chiapas Ambrosio Serrano y Rodríguez primer obispo de Chilapa, Francisco Suárez Peredo para Veracruz, Vicente Fermín Márquez Carrizosa para Oaxaca y José Vicente Salinas Infanzón primer arzobispo de Durango.

Las distinciones que recibió fueron: el título de consejero de estado, la cruz de comendador de la Orden de Guadalupe, la cruz y placa de gran oficial y gran cruz de la misma Orden de Guadalupe; los títulos pontificios de patricio romano, prelado doméstico, asistente al Solio Pontificio y de presidente honorario del Instituto de África para las Misiones.

Su obra bibliográfica publicada es de carácter meramente eclesiástico, entre la que se encuentran quince cartas pastorales a sus diocesanos de Chiapas y seis a los de Puebla.

Tras una penosa y prolongada enfermedad, falleció en la ciudad de Puebla el 10 de marzo de 1879, sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral angelopolitana.

Cruz-Aedo y Ortega, Miguel

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 30 de mayo de 1836. Fueron sus padres el abogado y notario José María Cruz-Aedo y María Rita Ortega Luna.

Bajo la supervisión de su padre, cursó sus primeras letras y luego ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde estudió Latín y el Curso de Artes.

El 14 de agosto de 1844 recibió el grado de bachiller en Artes en la Universidad Nacional de Guadalajara.

En cuanto a los datos relativos a sus estudios universitarios de Jurisprudencia, resulta difícil precisarlos pues los realizó en la etapa de la coexistencia de la Universidad y el Instituto de Ciencias. Sus biógrafos insisten en que fue compañero de estudios de Ignacio Luis Vallarta, lo que permite aproximar algunas fechas. Vallarta cursó Jurisprudencia en la Universidad de Guadalajara de 1850 a 1854, lo cual da una idea de los años de formación universitaria de Cruz-Aedo.

En 1852 presentó examen público de Jurisprudencia en presencia del gobernador del estado, Joaquín Angulo; para solemnizar la reinstalación del Instituto de Ciencias, defendió una tesis polémica para su tiempo: si los hijos legítimos son iguales en derechos, para la sucesión hereditaria.

Del célebre monje carmelita fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, recibió cursos especiales de Literatura y Griego y se familiarizó con los enciclopedistas franceses, en particular con Voltaire: “El padre Nájera amaba mucho a D. Cosme Torres Aranda, a Miguel Cruz-Aedo, a Jacobo Gálvez y a otros jóvenes liberales y les daba lecciones de idiomas y de bella literatura”. 32

En octubre de 1846 junto con Emeterio Robles Gil e Ignacio Luis Vallarta –entre otros– participó en la “Junta popular de jóvenes entusiastas por la prosperidad pública”, además integró la sociedad La Esperanza.

En abril de 1850 ingresó a la sociedad literaria La Falange de Estudio que publicaba El Ensayo Literario, en cuyas páginas –según afirma Magdalena González Casillas– publicó su novela costumbrista Amores caseros, que fue muy bien recibida por la crítica; y en 1851 en la Aurora Poética de Jalisco dio a conocer su poema “A la juventud”.

En la noche del 1° de mayo de 1852, en su calidad de presidente de La Falange de Estudio, en el segundo aniversario de su fundación, pronunció un discurso en el cual criticó la enseñanza impartida en el Seminario Conciliar, lo que provocó la respuesta del rector Francisco Espinosa durante su informe anual.

En agosto de 1855, con Ignacio Luis Vallarta y Emeterio Robles Gil fundó el periódico La Revolución.

Partidario del Plan de Ayutla, fue hecho prisionero y camino a la capital del país logró escapar tras sobornar a uno de los guardias. Luego huyó a Michoacán, donde se unió a las tropas del general Ignacio Comonfort y muy pronto alcanzó el grado de coronel.

Al triunfo liberal regresó a Guadalajara. El 17 de septiembre de 1855, en el salón principal del Instituto de Ciencias pronunció un discurso por las “Víctimas de la Patria”, en el cual consideró que la herencia libertaria de 1810 estaba mutilada y que los derechos recientemente reconquistados no estaban lo suficientemente fundamentados: “[…] Tal vez –decía– está muy lejos el día en que, rotos los diques del fanatismo, de la corrupción y de la ignorancia, se verifique una nueva y completa revolución [...]”. 33

El discurso fue reeditado en la Ciudad de México con el título Intervalo lúcido de Miguel Cruz-Aedo, que apareció firmado en forma apócrifa con su mismo nombre.

En el ambiente de crispación que originó la promulgación de la Constitución de 1857, y frente a la actitud hostil de la jerarquía de la Iglesia, el 15 de septiembre subió a la tribuna del Congreso del Estado para censurar al clero, expresó:

La Constitución, estableciendo la inhabilidad de las corporaciones civiles y religiosas para adquirir y administrar bienes raíces, no ha hecho más que reducir a los ministros del altar al ejercicio de sus funciones sagradas, para que pudiesen dedicarse totalmente al cuidado del rebaño cristiano y carezcan del atractivo que representan las riquezas mundanas, a fin de que no se trueque el papel del pastor por el de mercader. 34

También por estos años fue oficial mayor del Congreso del Estado.

Al estallar la Guerra de Reforma nuevamente tomó las armas. En marzo de 1858 llegó a Guadalajara el presidente Benito Juárez, quien fue hecho prisionero en el Palacio de Gobierno:

Cruz-Aedo entonces jefe de un grupo de la guardia nacional, decidió libertar al Presidente: se lanzó al Palacio sin lograr entrar a él, recibiendo a cambio una descarga de balas desde la Catedral y los balcones y ventanas del Palacio. Sus hombres huyeron y él, al verse solo, caminó con toda la calma de regreso al convento por la calle de San Francisco. 35

Al ser derrotados los liberales, salió de Guadalajara en la comitiva del gobernador del estado Pedro Ogazón, quien en abril de 1858, en Zapotlán el Grande, lo nombró secretario de Gobierno. Con gran valor hizo campaña militar en el sur de Jalisco. En julio de 1858 participó en la batalla de Atenquique, frente al general Miguel Miramón. En octubre de ese mismo año luchó y participó en la toma del Convento de Santo Domingo en Guadalajara, fue tal su euforia que al triunfar los liberales mandó interpretar en el órgano de la iglesia dominica la marcha de Los cangrejos, e intercedió ante el gobernador del estado, Pedro Ogazón, para que su acérrimo enemigo conservador Remigio Tovar –quien lo había atacado desde el periódico La Tarántula– no fuera fusilado.

En enero de 1859 se encontraba en Morelia y luego, bajo las órdenes del general Santos Degollado, el 13 de noviembre fueron derrotados en la Estancia de las Vacas. Tras el desastre liberal el general Degollado reunió sus tropas en San Luis Potosí y nombró a Cruz-Aedo como gobernador y comandante militar de Durango.

El 26 de diciembre de 1859, al tratar de sofocar un motín entre varios de los jefes militares liberales y la división de Zacatecas, murió acribillado a tiros en la ciudad de Durango, ahí mismo fue inhumado.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Iguíniz: “Periodista, poeta, polemista y orador vehementísimo, se distinguió por sus escritos radicales y rebosantes de jacobinismo”.

Celia del Palacio: “Ni militar ni literato ni reformista ni tribuno ni víctima como es calificado por sus benévolos –y escasos– biógrafos, Cruz-Aedo se queda en la leyenda, héroe empolvado cuyo nombre no alcanza las clases de historia ni las sagas militares”.

Luis Pérez Verdía: “Era un gran pensador, de tanta imaginación como talento [...] Era de un carácter arrebatador y excéntrico, de corazón muy noble y de mucho valor; después fue un tribuno, un polemista, un reformador y una víctima”.

De Barros y Fernández, Felipe Neri

Nació en la ciudad de Aguascalientes –entonces parte integrante del estado de Zacatecas, como partido político– el 26 de mayo de 1823. Fueron sus padres los señores Asunción Fernández y José María de Barros.

En su ciudad natal cursó su instrucción elemental, enseguida se trasladó a Guadalajara, donde ingresó al Seminario Conciliar de San José, ahí estudió Latín y el Curso de Artes en Filosofía, el cual concluyó en 1838, bajo la conducción del catedrático Luis G. Medina. Fue muy brillante en sus estudios, obtuvo en su generación el primer lugar, por lo que se le dio el título de regente.

En la ciudad de Querétaro inició sus estudios en Derecho, pero en 1842 se avecindó en Puebla de los Ángeles, con el fin de colaborar con su padre en el sostenimiento de la familia, por lo que trabajó como comerciante. En 1844 concluyó su carrera en Derecho en la capital de la república y en diciembre de 1845 obtuvo su título de abogado en Querétaro.

Tras ejercer su profesión en varios lugares del país, decidió finalmente regresar al Seminario de Guadalajara para estudiar Teología; el 11 de febrero de 1849 el obispo Diego Aranda y Carpinteiro le confirió la ordenación sacerdotal.

El mismo obispo Aranda lo nombró capellán y familiar, y más tarde promotor fiscal de la curia diocesana y catedrático de Derecho Civil en el Seminario Conciliar.

El 4 de enero de 1850, en la Universidad de Guadalajara recibió el grado de licenciado en Cánones y el 2 de diciembre inmediato obtuvo la borla doctoral. En diciembre del mismo año renunció a sus responsabilidades en el Obispado de Guadalajara y se estableció en la Ciudad de México, donde el 7 de febrero de 1851 ingresó a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, en el que fue doctrinero, prefecto del Oratorio, procurador y diputado del mismo.

En el gobierno del Arzobispado de México ejerció los siguientes cargos: examinador sinodal de la curia, defensor del vínculo matrimonial, promotor fiscal y cura de las parroquias de San Sebastián, de la Santa Veracruz y de El Sagrario Metropolitano.

En la administración pública nacional fue rector del Colegio de Minería, consejero de gobierno y catedrático de Derecho Canónico, en el Colegio de San Ildefonso.

En 1864 presentó examen por oposición para ocupar la canonjía penitenciaria de la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, pero no la obtuvo. Y no fue sino hasta el 13 de septiembre de 1867 cuando ingresó al Cabildo Colegial como prebendado, para finalmente el 7 de noviembre de 1872 ascender a canónigo.

Se distinguió como gran orador de temas religiosos, el señor Andrade –citado por Juan B. Iguíniz– aludiendo a las memorias del biografiado, señala que predicó 3,607 sermones,36 de los cuales se publicó: Sermón predicado el 19 de diciembre de 1852, en la solemne función que el Muy ilustre Colegio de Abogados hace anualmente a su Patrona María de Guadalupe en la Iglesia de San Francisco de México. Se imprime a instancias de la misma Ilustres Corporación México, Imprenta de la Voz de la Religión, de Francisco Pomar y Compañía.

Fue miembro del Colegio Nacional de Abogados, socio residente de la Compañía Lancasteriana, socio honorario de la Sociedad Nacional de Geografía y Estadística y oficial de la Nacional Orden de Guadalupe.

Falleció el 17 de agosto de 1891 en la Ciudad de México.

Juicios y testimonios

Señor Andrade –citado por Juan Bautista Iguíniz: “En todas [las virtudes] sobresalía; pero puede muy bien decirse que sus favoritas eran: una profunda humildad, una paciencia inalterable, una igualdad de carácter, una pureza angélica, un celo ardiente por la salvación de las almas, una afabilidad suma; pero más que todo esto, un acendrado amor a la Inmaculada Madre de Dios. El Sr. Dr. Barros, jamás solicitó ningún honor; si los aceptó, fue siempre por obediencia, y mucho se cuidó de hacer ostentación ni infatuarse por ellos. Tranquilo oía las afrentas e injurias, sin conservar memoria jamás de la ofensa. Todos los que vivieron más íntimamente con él, me atestiguan que no le conocieron nunca un ímpetu de ira, que la sonrisa asomaba constantemente en sus labios, en sus enfermedades y en sus penas, y que tenía el exquisito don de aplicar divertidas anécdotas para endulzar unas y otras”.

De la Rosa Oteiza, Luis

Nació en Real y Minas de San Matías, Sierra de Pinos, de la Intendencia de Zacatecas, el 23 de mayo de 1805. Fueron sus padres los señores María Antonia Oteiza y José Vicente de la Rosa.

En el Colegio de San Luis Gonzaga en la ciudad de Zacatecas inició su preparación académica, luego se trasladó a Guadalajara, donde ingresó al Colegio de San Juan Bautista para continuar su instrucción media. Realizó sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad Nacional de Guadalajara, la cual luego fue sustituida por el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, y en 1826 recibió su título de abogado.

En sus días de estudiante participó en la sociedad de los llamados polares, los cuales publicaron el periódico La Estrella Polar de los amigos deseosos de la Ilustración. Sobre este grupo José Cornejo Franco escribe: “[Eran] jóvenes inquietos, liberales y agresivos, que procedían tanto de la Universidad como del Seminario Conciliar Tridentino, hasta donde sus maestros habían logrado infiltrar las nuevas ideas originadas de la Ilustración, de los enciclopedistas y revolucionarios franceses”. 37

Las posiciones radicales de los polares conmovieron a la sociedad tapatía, Juan Bautista Iguíniz así los caracterizó:

Jóvenes como los de todos los tiempos, entusiastas y amantes de lo novedoso, pero sin la preparación y la experiencia que sólo se adquieren a costa del estudio y de los años, se lanzaron movidos por su ardiente imaginación e influidos por los principios de la Revolución Francesa, a la sazón en boga, a los arduos terrenos políticos, sociales y religiosos, tratando de resolver serios problemas y pretendiendo orientar la opinión pública. 38

También colaboró en La Fantasma. Miscelánea política, científica y literaria, publicada por Pierre Lissaute, de la cual el 8 de enero de 1824 apareció su primer número.

En 1826 dejó Guadalajara para ir a colaborar con el gobernador de Zacatecas, Francisco García Salinas; residió en la capital de su estado natal, donde fue articulista de la Gaceta gubernamental y fue electo diputado local.

En 1841 se estableció en la Ciudad de México, ahí fue redactor y articulista de las publicaciones El Siglo xix , El Gallo Pitagórico y El Museo Mexicano. En 1842 fue electo diputado al Congreso Constituyente, el cual disolvió el presidente Antonio López de Santa Anna, quien impulsó en junio de 1843 las Bases de organización política de la República Mexicana –o Bases Orgánicas–, a las cuales por ser de tendencia centralista se opuso De la Rosa, en consecuencia se integró al llamado grupo Decembrista, para derrocar a López de Santa Anna, lo cual aconteció el 6 de diciembre de 1844.

Del 28 de marzo al 10 de agosto de 1845 fue secretario de Hacienda; en 1846 fue miembro del Consejo de Estado; del 16 al 19 de mayo de 1847 y del 14 de noviembre de 1847 al 8 de enero de 1848 fue ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos; del 26 de septiembre al 13 de noviembre de 1847 desempeñó todas las secretarías de estado; y del 9 de enero al 3 de junio de 1848 fue ministro de Relaciones Interiores y Exteriores.

Al fungir como secretario de Relaciones Exteriores, le correspondió atender las arduas negociaciones del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, para poner fin a la guerra con Estados Unidos. En consecuencia, afrontó las críticas de los opositores a la paz posible, por lo que convocó a una junta de gobernadores, los cuales sólo hicieron declaraciones de palabra, pero no aportaron ningún recurso para seguir la guerra, con la excepción del gobernador de Michoacán, Melchor Ocampo.

Luego centró su atención sobre el monto de la indemnización por los territorios que se habían perdido en la guerra, al respecto escribió: “El gobierno [mexicano] se resigna con dolor a hacer la paz para evitar mayores males; pero éstos no se evitan si a la guerra de invasión ha de seguir la guerra civil, sin que la administración actual tenga recursos para reprimir las sediciones”.

Finalmente se firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, luego se le nombró ministro plenipotenciario y extraordinario ante los mismos Estados Unidos, por lo que pasó a residir a Washington.

En 1850 fue electo gobernador constitucional de su estado natal, pero no tomó posesión por hallarse en el extranjero. A su regreso a México contendió en 1851 por la candidatura a la presidencia de la república en contra de Mariano Arista; en 1853 el presidente Santa Anna lo encarceló en La Acordada, y luego le confinó en Zacatecas.

Al triunfar la Revolución de Ayutla, desempeñó los siguientes cargos: gobernador de Puebla, en 1855; ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete presidencial de Ignacio Comonfort, del 13 de diciembre de 1855 al 29 de agosto de 1856; director del Colegio de Minería, a partir de 1856; diputado por Puebla y Zacatecas al Congreso Constituyente de 1856 a 1857, y fue electo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 39

Escribió las siguientes obras: El porvenir de México. Cultivo del maíz en México (1846); Impresiones de un viaje de México a Washington en octubre y noviembre de 1848 (Nueva York); Miscelánea de estudios descriptivos (1848); y entre otras La utilidad de la Literatura en México y las Observaciones sobre varios puntos concernientes a la administración pública del Estado de Zacatecas.

Falleció en la Ciudad de México el 2 de septiembre de 1856; fue inhumado en el Panteón de San Fernando y el 28 de mayo de 1998 sus restos fueron trasladados a la ciudad de Zacatecas, para ser reinhumados en el mausoleo de los Hombres Ilustres en el cerro de La Bufa.

El 4 de febrero de 1987, por decreto del Congreso del Estado de Zacatecas, su nombre fue inscrito en el salón de sesiones; en la explanada del Archivo Histórico Municipal de la ciudad de Zacatecas se encuentra un monumento en bronce en su honor, y la escuela de educación básica de Cieneguitas, municipio de Guadalupe, lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Manuel González Ramírez: “Distinguido diplomático, periodista [y] escritor […] Es considerado el padre de la administración pública por su libro Sobre la administración pública de México y medios para mejorarla”.

Guillermo Prieto: “[…] Era al extremo callado, su andar era pausado y como oscilante, sus ojos hermosos pero amarillentos y tristes. En la tribuna no levantaba la voz ni le comunicaba colorido; lanzaba las acusaciones más tremendas como si las estuviese leyendo en otra parte, y la rechifla o el aplauso los veía como dirigidos a persona que ni él conociese”.

Jesús Silva Herzog: “De la Rosa, católico practicante, no ve con buenos ojos el interés de los clérigos por el dinero al exigir el pago de sumas excesivas por los servicios religiosos. En esta materia encontramos coincidentes el pensamiento de Luis de la Rosa con el de Melchor Ocampo, cuando éste se ocupó con amplitud de las obvenciones parroquiales”.

Francisco Zarco: “Yo vi en Querétaro que el Sr. D. Luis de la Rosa carecía muchas veces de los más necesario. Y este ciudadano ha muerto pobre, porque sacrificó sus intereses al servicio público. Creo mi deber protestar contra toda alusión que tienda a empañar su buena memoria”.

De la Rosa Serrano, Agustín

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 30 de diciembre de 1824. Fueron sus padres los señores Dionisio de la Rosa y María de Jesús Serrano, familia de muy escasos recursos económicos.

Muy pequeño ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde realizó su brillante carrera eclesiástica, estudió Latín y en 1839 concluyó el Curso de Artes, bajo la dirección del licenciado Jesús Ortiz. Fue ordenado sacerdote en diciembre de 1847, por el obispo de Guadalajara Diego Aranda.

En la Universidad Nacional de Guadalajara, de acuerdo con los registros universitarios disponibles, el 27 de noviembre de 1845 probó haber ganado el tercer curso de Cánones; el 2 de abril de 1846 probó haber ganado el cuarto curso de la misma cátedra

y haber sufrido el examen prevenido por el plan de estudios, en el cual fue aprobado nemine discrepante por los examinadores y obtuvo calificación suprema en cuya virtud, y de conformidad con el citado artículo se le dispensó el tiempo de seis meses que le falta para completar el espetado cuarto curso. 40

El 29 de noviembre de 1849, el doctor Mariano González le confirió el grado de bachiller; el 3 de diciembre inmediato se hicieron las informaciones testimoniales, en las cuales compareció como primer testigo el presbítero y licenciado Agustín Rivera, quien manifestó conocerlo desde hace tiempo, que le constaba que era mexicano, que no sabía que hubiera sido traidor a la patria, que sabía que tenía en propiedad libros de Sagrada Teología, que era mayor de edad, en estado eclesiástico. El segundo testigo fue el bachiller José María Gutiérrez Guevara.

El 1° de enero de 1850 se le asignó día para que sustentara acto de repetición, el cual no se pudo verificar el 11 de enero como fecha solicitada; el 16 de febrero en la Capilla de Nuestra Señora de Loreto, sustentó el acto de repetición, disertó en latín durante una hora; el 28 de febrero sustentó el acto quodlibetos; el 4 de marzo se procedió a la asignación de puntos para examen; el 6 de marzo, ante el rector y los doctores, disertó y contestó las réplicas, fue aprobado nemine discrepante y se le otorgó el grado de licenciado en Teología; el 8 de marzo solicitó el grado de doctor, el cual le fue otorgado el 19 de ese mes.

A continuación se presenta su trayectoria agrupada en los siguientes aspectos: el de eclesiástico y maestro, el de filántropo y su extraordinaria personalidad, el de sabio erudito y polemista y su obra bibliográfica.

El Seminario de Guadalajara lo tuvo como uno de sus más brillantes estudiantes, al grado que se decía en Guadalajara, refiriéndose a él y al doctor Agustín Rivera: “El Seminario vale por los dos Agustines”, expresión que hizo célebre fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, quien los tuvo a ambos como discípulos.

Durante 52 años impartió en el Seminario –entre otras– las cátedras de Filosofía, Teología, Lenguas Latina, Griega y Mexicana –Náhuatl–. Escribió libros de texto para facilitar el aprendizaje de sus discípulos, de los cuales formó varias generaciones, no sólo de clérigos, sino de todas las profesiones de la época, ya que la institución tridentina servía para todos como plantel de enseñanza media.

Así lo evoca su discípulo Enrique González Martínez:

De mi profesor de segundo curso de griego, el doctor don Agustín de la Rosa –el Padre Rositas, como se le designaba cariñosamente– habría mucho que hablar [...] Era, un gran teólogo, un latinista de primer orden, muy versado en hermenéutica, helenista y filósofo; conocía el hebreo, no tan profundamente como su hermano don Felipe; sabía inglés y francés y conocía y amaba como ninguno la lengua náhuatl. Daba gratuitamente esta asignatura, con un número de alumnos que nunca pasaron de quince; y como se desesperaba de nuestro desvío por asistir a esta clase, nos prometía, en caso de ceder a sus ruegos, mejorar nuestras notas de griego. ¡Ni por ésas! La Gramática de Lengua Mexicana, escrita por él, no alcanzó más venta que la de unos cien ejemplares. 41

Sobre su estilo magisterial, continúa González Martínez:

La clase del Padre Rositas era un verdadero desastre. Nunca llegó a conseguir un instante de silencio, un minuto de disciplina. Desde que la lección comenzaba, todo era, entre los alumnos, gritos, riñas, juegos y volteretas [...] El pobre anciano se desesperaba de sus inútiles esfuerzos, ya agotada la paciencia lanzaba un grito estridente: “¡Silencio, malcriados...!” Por un instante enmudecíamos, y luego él, con voz enternecedora y asomándole las lágrimas, nos preguntaba: “¿Cómo con su maestro fulano no hacen esto?”. El fulano era nuestro profesor de segundo de Latín, de férrea disciplina. Nuestra quietud duraba algunos minutos, conmovidos como quedábamos de aquella angustia; pero volvíamos a las andadas y entonces el pobre viejo cogía su sombrero y trataba de abandonar el salón. Seguía a este movimiento una comedia escolar; íbamos en pos de él y le rogábamos, fingiendo estar arrepentidos, que continuara la lección. Tan candoroso era, que nos creía contritos de veras, y volvía a sentarse y a terminar sus explicaciones. Y así día por día […] 42

El 24 de septiembre de 1867 fue nombrado rector del Seminario Conciliar. En sus informes rectorales de 1868 y 1869 lamentaba vehementemente la decadencia del estudio de las lenguas indígenas. Durante cinco años ejerció la rectoría: “Más abstraído por completo en el estudio y carente de dotes de gobierno, dejó a otras manos tan importante cargo”. 43

En el Cabildo Eclesiástico –según José Ignacio Dávila Garibi– fue el primer canónigo honorario; el 12 de junio de 1867 fue nombrado medio racionero; el 18 de junio de 1893 ocupó el oficio de canónigo lectoral; y en 1904 renunció a la dignidad de maestrescuelas, que le correspondía por riguroso escalafón.

En 1870 rehusó acompañar a Roma al arzobispo Pedro Loza al Concilio Vaticano I, en calidad de teólogo consultor. Sin embargo aceptó con entusiasmo colaborar con el Episcopado mexicano en los trámites para lograr de la Santa Sede un nuevo oficio litúrgico para el 12 de diciembre, para lo cual formuló un proyecto que fue tomado en consideración en la redacción final del citado oficio, e hizo la traducción del náhuatl al latín del Nican mopohua. En 1887 publicó en elegante latín la Disertación histórica-teológica de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, por lo que David Brading no duda en calificarlo como uno de “los cinco grandes apologistas de la Aparición”. 44

En 1892 fue designado presidente honorario de la Junta Organizadora de los Festejos del primer centenario del fallecimiento de fray Antonio Alcalde, en cuyo honor pronunció una oración fúnebre el 8 de agosto del citado año, en las exequias celebradas en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Y en 1896 fungió como consultor del Primer Concilio Provincial Guadalajarense.

Respecto de su faceta de filántropo y su extraordinaria personalidad, ante todo practicó la virtud de la caridad, a tal grado que se olvidaba de su persona para entregarse por completo a los niños y a los jóvenes de Guadalajara. Así, Agustín Yáñez lo describe: “A lápiz el Padre Rositas –don Agustín de la Rosa–, con fama de sabio y santo, con cauda de recogidos traviesos, ineducados, a los que la gente llama ‘perros’ y quienes siguen por todas partes al polemista y nahuatlaco […]”. 45

Mientras la sociedad tapatía los llamaba perros, él vistió ropas viejas, raídas y sucias, para alimentar con sus exiguos ingresos a una docena de niños desamparados y jóvenes estudiantes, a los que llamó cariñosamente mis fieras, los alimentó, los instruyó y

andaba tras ellos, vigilándolos en sus “pintas” y sacando, a más de alguno, de tenduchos y figones de la peor fama, adonde iban a libar aguardiente barato y de donde salían echando regüeldos alcohólicos, haciendo eses y apoyados en el brazo piadoso de su protector, que no se entregaba al necesario descanso hasta no haberles acostado y arropado y mandado preparar el menudo para el día siguiente. Con todo esto, andaba el pobre a la cuarta pregunta, acribillado de acreedores, sin más ingresos que una que otra misa y el sueldo de sus clases de Teología Dogmática y segundo curso de Lengua Griega. Como desdeñaba honores y prebendas, había rehusado entrar en el Cabildo, y éste lo había nombrado canónigo honorario sin retribución. Se decía que como se le presentara un día una letra de cambio firmada por él, para ver si era buena, contestó ingenua y tristemente: “Buena es porque mi firma es auténtica; mala, porque no tengo con que pagarla; la consideraremos mediana...” Cuando estaba ya con el agua al cuello, puso con dolor freno a su modestia y aceptó presentarse a las oposiciones para la silla magistral [de la Catedral]. 46

Sin embargo obtuvo la canonjía Lectoral, la cual ganó con gran aplauso incluso de sus opositores a la misma.

Su erudición no dejó ni tratados ni conferencias, ni discursos sobre la problemática juvenil, o un centro de readaptación que llevara su nombre, él se limitó a poner a disposición de los niños y de los jóvenes desamparados todas sus energías y sus humildes recursos. Y en su difícil siglo se prodigó como un auténtico padre y modelo de humanitarismo cristiano.

Como sabio erudito y polemista, destacó en la fundación del semanario *La Religión y la Sociedad *el 28 de enero de 1865, el cual tuvo tres épocas, a saber: de 1865 a 1866, de 1873 a 1875 y de 1886 a 1888. Desde las páginas de La Religión y la Sociedad combatió a los yanquis, a los protestantes y entabló la célebre polémica con el doctor Agustín Rivera.

Su polémica con su antiguo compañero de estudios, Agustín Rivera, se debió a que éste en su libro La Filosofía en la Nueva España, sostuvo que las ciencias filosóficas durante la época novohispana se mantuvieron en un notable atraso. A lo que él respondió con indignación, con una serie de artículos publicados en La Religión y la Sociedad, que posteriormente se reunieron en el libro La Instrucción en México durante su dependencia de España.

El duelo filosófico fue a muerte, y sólo concluyó por “una recomendación digna de ser atendida”. 47

Su exacerbado nacionalismo se remontaba indudablemente a la invasión estadounidense que sufrió el país de 1846 a 1848, cuando a los 23 años de edad, siendo estudiante universitario, presenció la mutilación y la humillación de su amada patria. Consecuentemente atacó todo lo norteamericano, incluido el liberalismo y sobre todo el protestantismo, al que consideraba como el medio de la conquista pacífica de México por Estados Unidos: “[…] Combatió el Dr. de la Rosa con constancia inquebrantable, por la integridad de su país. México debía conservarse íntegro en su fe y en sus costumbres. Todo lo que tratase de socavarlo había que impedirlo”. 48

Y cuando los estudiantes preferían las clases de inglés a las de náhuatl, los acusaba de poco patriotas. Durante la intervención francesa refutó el folleto El imperio y el clero mejicano escrito por el capellán del ejército francés, el abate Testory, quien contaba con el interés del emperador Napoleón III. De la Rosa contestó con sus Reflexiones confidenciales y Observaciones sobre las cuestiones que el abate Testory mueve en su opúsculo.

Enseguida editó La Voz de la Patria y continuó colaborando en otros periódicos locales y nacionales. Sus méritos como notable conocedor del náhuatl fueron reconocidos a nivel nacional, así el presidente de la república, general Porfirio Díaz, le ofreció la cátedra de Lengua Mexicana en la Escuela Nacional Preparatoria, la cual según su proverbial modestia no aceptó.

Su producción bibliográfica es variada y extensa, Juan Bautista Iguíniz la cataloga en 68 obras, entre algunas de las principales destacan: El hombre considerado bajo su aspecto intelectual (1851); Pasiones humanas (1852); Juramento de la Constitución (1857); Tratado de pasiones humanas (1858); Lecciones de Astronomía (1859); Elementos de Trigonometría plana y esférica con aplicaciones a la Astronomía para uso de los alumnos del Seminario de Guadalajara (1868); Lecciones de la Gramática y la Filosofía de la Lengua Mexicana (1871); Primera contestación a los protestantes que han escrito en Guadalajara (1873); La cuestión de Galileo discutida matemática y astronómicamente (s.f.); Elementos de Gramática de Lengua Griega para uso de los alumnos del Seminario de Guadalajara (1879); La instrucción en México durante su dependencia de España (1888); Estudio de la Filosofía y riqueza de la Lengua Mexicana (1889); Defensa de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y refutación de la carta en que la impugna un historiográfico de México [Joaquín García Icazbalceta] (1896); Explicación de algunos de los nombres de la Lengua Mexicana (1897); Breve instrucción para precaver a los niños contra los errores del protestantismo (1899); Lecciones de la Historia Científica de México (1902); Lecciones de Historia de México (1902), entre otras.

Con gran sentimiento general de los tapatíos, falleció en su tierra natal el 27 de agosto de 1907. Una calle de la ciudad lleva su nombre; en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres de Jalisco tiene una estatua, en la cual se le ve acompañado de uno de sus pequeñas fieras al que parece instruir; en el pedestal se lee: “Agustín de La Rosa - Sabio y benefactor”.

Juicios y testimonios

Enrique González Martínez: “Era bajito, de tipo mestizo, más blanco que indio. Tenía una cabeza magnífica, de tamaño no común, con frente amplia y bella coronada de cabellos blancos; los ojos pequeños y vivos que parecían acariciar y que lanzaban rayos de inteligencia. No he conocido a nadie que personificara como él la humildad cristiana, el espíritu de pobreza y el amor de caridad. Vestía muy pobremente [...] se contaba que en tiempos de la intervención francesa, un capellán que había oído hablar del Padre Rositas como de hombre muy docto, quiso conocerlo [...] [Tras la entrevista] le preguntaron la impresión que le había producido el humilde sabio, contestó: ‘Es un diamante engastado en mugre’. Mugriento en verdad, se le caía la ropa a pedazos, y era preciso que las almas piadosas de sus muchos admiradores, en complicidad con una criada vieja y tuerta que le servía de cocinera y ama de llaves y que lo reñía como a un chiquillo desde el amanecer, se dieran maña para quitarle la ropa vieja y substituirla con otra nueva y limpia. Cuando despertaba, echaba de menos sus queridos harapos; pero como no había traza de ellos, pues habían sido condenados al fuego, aceptaba el martirio de vestirse y salir albeante de la casa. Claro está que, a los pocos días, ya la capa y la sotana nuevas habían sido cambiadas por otras usadas y raídas, y aplicadas las ventajas del trueque a la ‘comida de las fieras’”.

Juan Bautista Iguíniz: “Desgraciadamente, su apego a ciertas ideas anticuadas, su vida retraída y su carácter, le impidieron que su acción social e intelectual hubieran sido más efectivas y que hubiese ocupado un lugar más prominente en el campo de las letras [...] Con el espíritu de un benedictino penetró en los arcanos de la filosofía, la teología y las matemáticas; investigó el origen aún oscuro de nuestras razas aborígenes, sus lenguas y sus antigüedades; y estudió a fondo nuestros intrincados problemas sociales, religiosos y políticos”.

Joaquín Romo de Vivar y Torres: “Teníamos trece años cuando nuestro inolvidable padre entregaba su espíritu alentando con las consoladoras palabras del doctor Agustín de la Rosa, y ya estaba consagrado hacía tiempo a esta piadosa tarea de asistir a los agonizantes. En ella ha seguido hasta el día sin que hayan sido jamás un obstáculo, las múltiples ocupaciones a que ha enseñado y nunca ha dejado de ocurrir a la cabecera del enfermo solicitante de sus exhortaciones y de sus poderosos consuelos. Es el san Camilo de Guadalajara”.

Áurea Zafra: “Recogía huérfanos, asistía a moribundos, amparaba a viudas”.

Del Castillo Cortés, Crispiniano

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre en 1802. Fueron sus padres los señores Antonio del Castillo y Crescencia Cortés.

En el Colegio de San Juan Bautista y en el Seminario Conciliar estudió Latín y el Curso de Artes de Filosofía.

En la Universidad de Guadalajara cursó la carrera de Jurisprudencia, donde obtuvo su título de abogado el 31 de enero de 1826.

Cuando era estudiante –por 1822– integró el cuerpo de redactores fundadores del periódico La Estrella Polar y manifestó una ideología liberal radical, que más tarde se transformó en un acendrado conservadurismo.

En 1827 polemizó con los colaboradores de El Defensor de la Religión, quienes afirmaban que el Congreso del Estado no tenía derecho a legislar sobre el Patronato Eclesial, sin previo acuerdo con el pontífice romano. Él los acusó de sediciosos, por su desacato a la legislación vigente.

De 1832 a 1833 fue secretario de los gobernadores del estado de Jalisco, Ignacio Cañedo y José Ignacio Herrera.

Del 28 de enero al 25 de febrero y del 16 de marzo al 30 de abril de 1833, fue diputado al Congreso del Estado; fungió como secretario de la Cámara e integró la comisión redactora del Código Civil del Estado de Jalisco, junto con los licenciados José Luis Verdía, Jesús Camarena, José Antonio Romero y José Domingo Sánchez-Reza, de cuyo trabajo resultó el Proyecto de la primera parte del Código Civil del Estado Libre de Jalisco.

En el Instituto de Ciencias del Estado impartió la cátedra de Derecho Patrio y fue maestro y protector de Mariano Otero.

El 7 de marzo de 1834 fue electo presidente del Congreso del Estado de Jalisco; y en 1835 ingresó al Colegio Nacional de Abogados, del que llegó a ser examinador.

El 19 de octubre de 1839 obtuvo el grado de doctor en Derecho Civil, en la Universidad Nacional de Guadalajara, en la cual más tarde fue el catedrático fundador de la Academia de Jurisprudencia teórico-práctica. El doctor Agustín Rivera lo evoca como un “inolvidable maestro” 49 y Cenobio Enciso, afirma que “nos dirigió algunas frases que nunca olvidaremos”. 50

Del 10 de octubre de 1841 al 21 de febrero de 1842 fungió como ministro de Justicia e Instrucción Pública en el gabinete del presidente de la república Antonio López de Santa Anna.

A su regreso a Guadalajara continuó sus labores académicas en la Universidad e integró la Junta Departamental de Jalisco. En 1847 participó en Querétaro, en las conferencias que se celebraron para el arreglo de los conflictos que ocasionó la invasión estadounidense.

En 1852 fue electo senador de la república por Jalisco y nuevamente pasó a residir a la capital del país. Al establecerse en el citado año de 1852 la Procuraduría General de la República, fue designado primer procurador de la historia del país. La noticia la participó al Claustro Pleno de la Universidad Nacional de Guadalajara el 22 de julio de 1853, por lo que solicitó se le conservara en propiedad su cátedra, y así se resolvió el Claustro.

Sobre su actuación como procurador general de la república, escribe Juan Bautista Iguíniz: “[Liberó] a la nación de un gravamen de cuatro millones de pesos por reclamaciones de súbditos extranjeros, que habían sido ya admitidos y que quedaron al fin desechados por el examen minucioso de tan hábil letrado, que demostró que eran contrarias a las reglas del Derecho”. 51

En 1863 integró la Asamblea de Notables que ofreció el trono de México al archiduque Maximiliano de Austria. Durante el segundo imperio fue presidente del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, lo que le valió en 1867, al restaurarse la república, la aprehensión y el confinamiento por dos años.

Al ser liberado, en Guadalajara continuó con la práctica de la abogacía. Llegó a ejercer el derecho por más de 60 años, por lo que fue el decano del foro jalisciense y juez de la Tercera Sala de lo Criminal.

En la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara impartió Derecho Civil, Penal, Romano y Canónico. Escribió la Disertación que en cumplimiento del artículo 113 del reglamento de la Escuela de Jurisprudencia, como opositor a la plaza de adjunto a la cátedra de Derecho Natural.

Recibió la Imperial Orden de Guadalupe y perteneció a las principales sociedades científicas de su época.

Falleció en Guadalajara el 16 de agosto de 1888 y fue inhumado en el Panteón de Belén.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Iguíniz: “Poseía un gran talento y una cultura profundísima en Derecho Civil e Internacional, lo mismo que en Filosofía, Historia y Bellas Letras. Figuró entre los primeros jurisconsultos, produjo dictámenes e informes jurídicos luminosísimos y fue un maestro eminente que supo trasmitir a sus numerosos discípulos sus vastos y sólidos conocimientos”.

Jesús Reyes Heroles: “Del Castillo, aunque publicó poco, enseñó mucho. Se dice que rompió el formalismo tradicional ‘para estudiar preferentemente el espíritu filosófico de la legislación’”.

Escobedo y Núñez, Manuel

Nació en Villanueva, estado de Zacatecas, el 26 de diciembre de 1823. Fueron sus padres los señores Miguel Escobedo y María del Refugio Núñez.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín, Filosofía y Teología, y fue ordenado sacerdote el 16 de marzo de 1851, de manos del obispo Diego Aranda.

El 17 de diciembre de 1851 recibió el grado de licenciado en Teología en la Universidad de Guadalajara, y el 1° de enero de 1852 el doctorado.

Fue nombrado catedrático del Seminario Conciliar, donde impartió numerosas asignaturas y le correspondió impartir el Curso de Artes de Filosofía, que concluyó en 1856.

En ese mismo año empezó a gobernar el Seminario Conciliar con el nombramiento de vicerrector, sin embargo nunca se le nombró rector, lo cual fue atribuido a que quizá en 1859 –escribe Angélica Peregrina– fue acusado de “contagiar a los alumnos de ideas liberales”. 52 Y justamente en sentido contrario el gobernador Pedro Ogazón, al despojar a dicha institución educativa de su edificio y de sus bienes en 1860, objetó que se fanatizaba a los jóvenes hasta el grado de tomar las armas en contra el régimen liberal.

El vicerrector tuvo que afrontar las situaciones tan adversas a las que se sometía la institución que dirigía, con toda prudencia y entereza, además de tener el compromiso de mantener el nivel académico y moral de los estudiantes, e incluso “varias veces el gobierno emanado de los triunfos del partido liberal quiso despojar al Seminario de su casa y el Sr. Escobedo supo defenderla”. 53

Luego de una década al frente del seminario, en 1866 fue nombrado cura interino de Arandas. El 8 de noviembre de 1876 recibió en propiedad la Parroquia de Lagos de Moreno y el 7 de junio de 1898 regresó a Guadalajara, como cura del Sagrario Metropolitano, cargo que desempeñó hasta el 16 de octubre de 1900.

El 6 de octubre de 1900 ingresó al Cabildo de la Catedral de Guadalajara como medio racionero y el 15 de julio de 1902 ascendió a canónigo de gracia. Y entre otras responsabilidades que atendió en la curia diocesana, fue redactor de la Colección de documentos eclesiásticos de la Arquidiócesis de Guadalajara.

Fue autor de Cuaderno de oraciones, dedicado a los alumnos de las cátedras de Latinidad, Mínimos y Menores en el Seminario Conciliar de Guadalajara, en el presente año de 1851; Lecciones de Elocuencia, tomadas de las que dio a luz el S. P. de A. dedicadas a los cursantes de la cátedra de mayores en el año de 1853; informes que en las solemnes distribuciones de premios en el Seminario Conciliar de Guadalajara, hace del estado que guarda el expresado establecimiento, rendidos por su vicerrector en los años 1856, 1857, 1864 y 1865; y Homilía pronunciada en el Concurso de Curatos celebrado en Guadalajara, en el año de 1876.

Falleció en Guadalajara el 2 de julio de 1904.

Flores García, Reyes

Nació en Santiago Tlajomulco, Intendencia de Guadalajara, en 1820. Fueron sus padres los señores Anselma García y Antonio Flores.

En la etapa de la coexistencia de la Universidad de Guadalajara y del Instituto de Ciencias realizó sus estudios profesionales de Medicina, durante los cuales fue discípulo predilecto de los doctores Pablo Gutiérrez y Leonardo Oliva, “quienes influyeron en su decisión de dedicarse profesionalmente a la cirugía y al estudio de la botánica, respectivamente”. 54

El 9 de octubre de 1852 recibió su título de profesor en Medicina en el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco. Y hasta el 13 de octubre de 1880 se tituló de médico cirujano.

En el Hospital de Belén de Guadalajara fue el cirujano jefe durante casi tres décadas. Y en 1860 se le nombró jefe civil del cuerpo médico del ejército liberal.

Sin embargo, donde desplegó todas sus potencialidades como médico y profesor fue en la Casa de la Misericordia –u Hospicio Cabañas–, donde fue el médico titular desde 1860 hasta su fallecimiento, colaborando con las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, hasta que éstas fueran expulsadas en 1873.

En el Jardín Botánico del Colegio del Hospicio Cabañas dio la clase de Historia Natural. Y en la Escuela de Medicina de Guadalajara impartió la cátedra de Historia Natural y Médica hasta 1883. También colaboró como profesor en la escuela de Las Clases Productoras, institución gratuita dedicada a la formación de los más pobres.

En el Ayuntamiento de Guadalajara fue regidor y médico sanitario municipal, y como tal atendió el Mesón de San Cristóbal y más tarde la Penitenciaría de Escobedo, llamando la atención en un informe sobre las lamentables condiciones higiénicas en que se encontraban los más de cuatrocientos presos. El 10 de enero de 1859 atendió a los múltiples heridos por la explosión en el Palacio de Gobierno.

En la medida de sus posibilidades ejerció la medicina científicamente, como fue su novedoso tratamiento de la sífilis, basado en el tratado de Medicina Hipodérmica de 1891; la adaptación del aparato de Bonnet, para la curación de fracturas de piernas, y la operación de labio leporino.

Ejerció la medicina humanitariamente, cobraba la consulta casi a la mitad de lo que cobraban los demás médicos; atendía gratuitamente a los pobres todos los días durante dos horas y tan sólo percibía 25 pesos mensuales en el Hospicio Cabañas.

Fue miembro de las siguientes sociedades: la Academia Médica de Guadalajara (desde 1859); la Sociedad Médica de Guadalajara (1871); la Sociedad Pablo Gutiérrez (1881); la Sociedad Médico-Mutualista de Jalisco (1881); y de Las Clases Productoras y de la Sociedad de Ingenieros de Jalisco.

Escribió los siguientes libros y artículos: Lecciones de botánica aplicada en el Jardín Botánico del Colegio del Hospicio (1863); Breves nociones de jardinería, que estudiaron el presente año, las niñas del primer departamento del Hospicio (1871); Elogio fúnebre en honor al doctor Leonardo Oliva (1873); Lecciones de mineralogía médica aplicadas en el Instituto de Ciencias del Estado (1874); Las clases productoras (1884); Informe que de los niños de la Casa de Cuna del Hospicio rinde al C. Gobernador el médico de dicho establecimiento (1888); Aparato de Bonnet, modificado para las fracturas de la pierna y el muslo (1888); Ensayo del tratamiento de la escrófula en el Hospicio de esta ciudad. Dedicado al Gobierno del Estado por su autor, médico de dicho establecimiento para la Exposición de Chicago (1893); Breves nociones de geografía botánica (s. f.); y su diario médico.

El 3 de enero de 1894 falleció en Guadalajara. A una calle de la ciudad se le dio su nombre.

Juicios y testimonios

Rebeca Vanesa García Corzo y María del Pilar Gutiérrez Lorenzo: “El esfuerzo continuo por incorporar los avances médicos que día tras día experimentaba en esta institución y su preocupación por acercarse a las causas y remedios de la mortandad infantil, se reflejan en su hoja de servicios donde, además de calificarle como ‘un decano de la ciencia ameritado y lleno de honorabilidad’, se señala que su conducta en el ejercicio profesional ‘ha sido diligente, eficaz, puntual y llena. Acertado en sus prescripciones, según lo acredita el regular número de personas que atiende, y las pocas defunciones que se verifican relativamente’. Se subraya como mérito, se puede estimar ‘la constancia de Reyes García Flores ‘sin una falta sola en el año55 y además la pronta concurrencia a las horas extraordinarias cualesquiera que sean las que se le llamen”.

Raúl López Almaraz:“Tan popular era este personaje que la gente de aquel entonces para aclarar una confusión decía abreviadamente ‘No es Polanco es Reyes Flores’, que equivalía a decir: ‘No es esto sino esto otro’. Los versitos originales eran: ‘no es Polanco el que receta es Reyes Flores de a peseta’, que aludían a la cantidad que cobraban de honorarios el Dr. Reyes García Flores, claramente inferior a la que cobraba su colega el Dr. Don Martín Polanco Reynaga”.

Gómez Ibarra, Manuel

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 11 de febrero de 1810. Fueron sus padres los señores Francisco Javier Gómez Mena y María Manuela Ibarra: “Era esta familia de distinguida posición en nuestra ciudad, pues don Francisco era sobrino carnal del canónigo y ex-rector de la Universidad, doctor José María Gómez y Villaseñor”. 56

Inicialmente recibió una educación esmerada, pero al fallecer su tío, el canónigo José María Gómez y Villaseñor en 1816, y su padre al año siguiente, quedó su familia en difícil situación económica, entonces recibió la protección del canónigo Diego Aranda, futuro obispo de Guadalajara.

A los diez años ingresó al Seminario Conciliar, para cursar Latín y el Curso de Artes de Filosofía. A instancias del doctor Diego Aranda cursó un año de Jurisprudencia en la Universidad Nacional de Guadalajara, la cual dejó en 1828 para matricularse en la Academia de Artes del Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco. Fueron sus maestros Pierre Lissaute en Matemáticas –dada la ideología radical de este maestro, causaría alarma en su protector el canónigo Aranda–, José María Uriarte en Dibujo y José Gutiérrez en Arquitectura. Su preparación académica duró ocho años y al final se recibió de arquitecto.

Entre 1835 y 1836 el gobernador de la Mitra de Guadalajara, doctor Diego Aranda, le encomendó la construcción del Templo de El Sagrario anexo a la Catedral, conforme al proyecto del que fuera su maestro José Gutiérrez:

El discípulo comprendió admirablemente la idea de su maestro y modificándole en una sola de sus partes, hizo surgir de la piedra la cruz latina que forma el interior de este templo, circuida de su elegante balaustrada a que dan ornato primorosos jarrones coronada la cúpula en que todo es armonía y que hace recordar los grandes hombres de la arquitectura helénica; y precedida del pórtico de columnas dóricas, superadas por el gracioso ático en que descansan las Tres Virtudes Teologales, debidas al cincel del divino Acuña. 57

La obra fue concluida en 1843 y tras algunos temblores que la dañaron, el mismo Gómez Ibarra se encargó de la reparación, sin alterar los rasgos originales el edificio.

En 1836 el obispo Diego Aranda resolvió reanudar la construcción de la Casa de la Misericordia –u Hospicio Cabañas–, confiando nuevamente en Gómez Ibarra:

[…] Sin duda un arquitecto novel y muy joven, pero no tanto que el señor Aranda temiera ponerlo como director de los trabajos que tal empresa exigiera: sin duda también que Gómez Ibarra disfrutaba ya de sólido prestigio en Guadalajara, como constructor y como artista, que hechos posteriores demostraron que fue merecido. 58

Durante nueve años se dedicó a esta obra grandiosa, que el 14 de mayo de 1842 fue afectada por una tromba que destruyó varias columnas de la capilla. Pero Gómez Ibarra siguió adelante y pudo hacer realidad el proyecto de Manuel Tolsá. Se ha polemizado sobre el autor del diseño de la cúpula, a la que se llegó a llamar “Cúpula de Gómez”; el arquitecto Ignacio Díaz Morales expresa al respecto que su trazado

es único y no tengo noticia de otra cúpula similar, que hace de esta un ejemplar de excepcional mérito y no creo que haya sido proyectada por don Manuel Gómez Ibarra, pues las cúpulas que se sabe fueron diseñadas por él, como la del Santuario de San José y la del Sagrario Metropolitano son de trazado más bien mediocre y convencional, si se compara con el original y ático trazado de la cúpula del Hospicio. Sabemos que Gómez Ibarra la realizó, pero el refinamiento de su traza más bien parece ser de don Manuel Tolsá. 59

Para 1839 se desempeñaba como síndico del Ayuntamiento de Guadalajara. Pero sin duda su obra más célebre y cuestionada a la vez fueron las torres de la Catedral, ya que las anteriores habían sido derribadas por un terremoto en 1818. El obispo Diego Aranda le había encomendado los proyectos, pero no se decidía por alguno:

Cuentan que después de la procesión del Corpus, por 1850-1851, el prelado amortiguaba el calorón de junio con pitahayas, servidas en un platón de aquellos con figuras y paisajes, donde se veían campanarios piramidales, como los nuestros, y los dio por modelo al arquitecto, quien para aligerarlos, en vista de los temblores al uso de acá, empleó piedra pómez. Costaron del 30 de julio de 1851, al 15 de julio de 1854, 33,521 pesos, más 7,166 de honorarios al arquitecto a razón de 2,000 pesos anuales. 60

Sobre el diseño de las torres catedralicias, Enrique Benítez, citando la Historia de las iglesias de México de José Refugio Benítez, Manuel Toussaint y el Dr. Atl, señala que las torres “después fueron rematadas del modo absurdo que hoy se ven, que resta, por el exterior al edificio todo mérito e interés arquitectónico”. 61

Afirma Benítez que este juicio lo avalan todos los arquitectos e ingenieros, cuando tratan el asunto y absuelven al arquitecto Gómez Ibarra: “[…] Quien llamó la atención de su Ilustrísima sobre que tal dibujo era un disparate arquitectónico; pero su Señoría Ilustrísima no admitió objeciones y el arquitecto se encargó únicamente de construirlas con solidez y con la forma que tienen”. 62 Cuestiones de crítica aparte, las torres catedralicias a lo largo de los años han sido el símbolo mundial de la ciudad, como expresara el canónigo José Ruiz Medrano: “Torres de Guadalajara no sé si bellas o feas, pero que, imprimen carácter”. 63

El mismo obispo Aranda también le confió el diseño y la construcción del Cementerio de Santa Paula de Belén, iniciada en 1848, pero suspendiéndola en 1850. Destacan la entrada principal y el gran mausoleo, destinado a la sepultura de los canónigos, el cual se inspiró en el célebre Mausoleo de Halicarnaso. Lucía Arévalo lo describió así: 64

[…] Es una capilla funeraria coronada por una “pirámide” de cuarenta metros de alto, perteneciente al estilo “egipcio” al decir del arquitecto Gómez Ibarra, pero al observar el interior de esta “pirámide” encontramos que no es cuadrada, como las egipcias, sino octogonal y por su impresionante profundidad, se asemeja más a un chapitel gótico abovedado.

Otras de sus obras fueron: el Palacio Episcopal de Guadalajara, el pórtico del Templo de Nuestra Señora del Pilar, el Santuario de Nuestra Señora de la Soledad de la Villa de San Pedro Tlaquepaque, el altar principal del Santuario de Guadalupe, las bóvedas del Templo de San José de Analco, la reforma al edificio de la parroquia de San Juan Bautista de Mexicaltzingo, la
reparación del pórtico del Templo de Santo Tomás de Aquino de la Universidad, el Santuario de San José, la torre de la parroquia de San Pedro, la Capilla de la Preciosa Sangre en el Hospital Guadalupano, la parroquia del Señor de la Misericordia de Ocotlán, el pórtico y las torres de la Catedral de Tepic, el aljibe de un convento en Aguascalientes y también instaló el altar mayor ciprés de mármol de Génova de la Catedral de Guadalajara.

Durante la Guerra de Reforma asumió una actitud humanitaria ante conservadores y liberales. Así, en 1858 ocultó en su casa al conservador general Casanova. En 1859 dictaminó que la explosión de la pólvora en el Palacio de Gobierno no se debía a una mina puesta para atentar contra la vida del general Miguel Miramón, y así salvó a varios liberales de ser fusilados en represalia por el supuesto atentado.

En 1866 realizó un viaje a Europa, durante el cual visitó Francia, Italia y Suiza, y en el Vaticano fue recibido por el papa Pío IX. A su regreso a México intentó establecerse en la capital del país, pero esto no le fue posible.

En San Pedro Tlaquepaque fundó y dirigió un colegio politécnico con la cooperación de su hermano y en 1887 publicó su reglamento.

Al preguntarle Alberto Santoscoy cuál de sus obras consideraba la mejor, él le narró cómo logró la clausura del templo de Tepatitlán que estaba bastante deteriorado. Un día después de dar su opinión se derrumbó sin causar víctimas: “¿No te parece que ha sido la mejor de mis obras, la de haber librado de quedar aplastada a una multitud?”. 65

Ya muy anciano y casi invidente falleció en Guadalajara el 2 de junio de 1896. Fue inhumado en una de sus obras, el Panteón de Santa Paula de Belén, aunque en 1969 Ramiro Villaseñor no localizó la tumba y la lápida.

Juicios y testimonios

Enrique Benítez: “Las obras arquitectónicas que llevó a cabo el señor Gómez Ibarra comprueban que poseía una mentalidad superior muy distinguida. Era un artista que amaba el pensamiento constructor y lo empleaba con amplitud, porque tenía todas las cualidades del buen gusto, mucha delicadeza de ánimo y aptitudes notabilísimas que hicieron de él una culminación que se adelantó a su época. Fue un precursor. Por eso, aunque no exista un monumento erigido a su memoria ni una calle que lleve su nombre, ni siquiera una placa conmemorativa en la casa donde vivió y murió, su profesional grandeza sigue en espíritu, flotando sobre los intereses y bellos edificios que construyó”.

Juan José Doñán: “Tal vez no sea el mejor arquitecto que ha dado Jalisco, pero de lo que no cabe duda es de que se trata –y por mucho– del más popular”.

Eduardo Gibbons: “El nombre de este arquitecto, como el de Miguel Ángel en Roma y en Florencia se encuentra enlazado con todas las obras monumentales de esta Guadalajara”.

Alberto Santoscoy: “Era de trato afable y sencillo; sus frases no carecían de ingenio; tenía la memoria felicísima; jamás se le conoció ambición ni vana gloria; y entre esas muchas cualidades y virtudes, eran notables su carácter misericordioso y su rectitud”.

González, Mariano

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 15 de agosto de 1818. Tanto en las actas de su bautizo como de su confirmación se consigna que fue de padres no conocidos.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes que concluyó en 1837, bajo la conducción del doctor Pío González. Enseguida hizo estudios en Teología, el 30 de diciembre de 1840 solicitó la primera tonsura y las órdenes menores –ostiario, lectorado, acolitado y exorcistado–; y el 6 de enero de 1842 recibió el orden presbiteral de manos del obispo de Guadalajara Diego Aranda.

De 1840 a 1848 fue catedrático del Seminario Conciliar, se caracterizó por sus grandes dotes para el magisterio. Fueron sus discípulos, entre otros, Ignacio Luis Vallarta, Emeterio Robles Gil, Germán Ascensión Villalvazo, José María Vigil y Jesús González Ortega, a todos ellos les dedicó una “Oda”, con motivo de la terminación de sus estudios de Filosofía en el Seminario de Guadalajara, la cual fue publicada.

El 1° de febrero de 1846 recibió el grado de licenciado en Teología en la Universidad Nacional de Guadalajara, y el 3 de mayo del citado año se le confirió el doctorado en Teología.

En 1855 fue beneficiado con la Sacristía Mayor de Tepatitlán. También en varios periodos fue electo viceconsiliario y consiliario de la Universidad Nacional de Guadalajara.

Lamentablemente contrajo una enfermedad contagiosa, por lo que vio truncada su brillante trayectoria magisterial y eclesiástica, sin embargo sufrió con gran estoicismo sus males y tuvo que ser internado en el Hospital de San Miguel de Belén.

El doctor Agustín Rivera nos dejó sobre sus últimos días el siguiente relato:

Entré, mi antiguo y amado compañero de cátedras en el Seminario estaba sentado en su lecho, cubierto con una burda frazada, con el semblante muy feo [...] Sin embargo, estaba muy tranquilo y con el buen humor de siempre; me alargó la destrozada mano, envuelta en un sucio trapo, se la tomé y con una silla de paja me senté junto a su lecho. El comenzó a platicar y yo permanecí en silencio, embargado por el dolor [...] Los lazarinos en el último periodo despiden un gran hedor. Sin duda por mi temperamento nervioso, la vista de aquel varón venerable por sus virtudes, y venerable por la desgracia, de aquel semblante llagado y mutilado, de aquellas pupilas torcidas, de aquella cabeza entrecana, en que había desaparecido la corona sacerdotal, de aquel cuerpo encorvado bajo la adversidad, llevaron muy lejos mis sentidos interiores, y hacían que no apercibiera el mal olor recibido por el sentido exterior.

La conversación versó en su mayor parte sobre sus antiguos discípulos. De muchos se acordó con cariño y gratitud, principalmente de los señores Vallarta, Robles Gil, Vigil y González Ortega, de quien me dijo que cuando había estado sitiando a Guadalajara, lo había visitado con frecuencia en aquella celda, y lo había auxiliado con cantidades de dinero de consideración. De uno solo de sus discípulos se quejó, porque era muy pobre cuando había hecho su carrera literaria, durante la cual el doctor González lo había auxiliado con frecuencia con dinero, y a la sazón tenía una excelente posición social y no lo había socorrido “ni con [un] tlaco” a su antiguo maestro y bienhechor, ni le había hecho siquiera una visita.

Las últimas palabras que me dijo en voz muy baja fueron éstas: “Ya poco me falta para entregar la obrita”... Jamás he podido olvidar aquellas palabras, que en medio de su sencillez son muy sublimes, profundas y patéticas”. 66

El 22 de abril de 1865 falleció en Guadalajara, y fue inhumado en el Cementerio de Santa Paula de Belén.

González Mendoza, José Eleuterio

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 20 de febrero de 1813. Fueron sus padres el capitán de milicias Matías González y la señora María Ana Mendoza. Pasado año y medio de su nacimiento falleció su padre y se hizo cargo de él su tío abuelo, el abogado Rafael Mendoza.

En 1825 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde estudió Latín y el Curso de Artes. Sobre estos estudios y su posterior influencia, escribe Aureliano Tapia:

En los planes de estudios eclesiásticos y literarios, se daba especial atención al cultivo de los clásicos griegos y latinos, con los que José Eleuterio llegaría a familiarizarse de modo que, en la edad adulta los recitaba de memoria y atinadamente los citaba en sus cátedras, en sus discursos y poemas, y en sus libros de historia de la medicina. 67

En la Facultad de Medicina hizo sus estudios profesionales en la época de transición de la Universidad de Guadalajara al Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco. Fue practicante en el Hospital de San Juan de Dios, donde en enero de 1830 tuvo como paciente al franciscano Gabriel María Jiménez, quien lo invitó a seguir atendiéndolo en la ciudad de San Luis Potosí, lo cual aceptó.

En la capital potosina se le empleó como segundo practicante del Hospital de San Juan de Dios, pero como el clima frío de la localidad no beneficiaba la salud de fray Gabriel, lo acompañó como médico de cabecera a Monterrey, a donde llegaron a finales de 1830. Luego regresaron a San Luis Potosí para la Cuaresma de 1831, pero se desató la epidemia del cólera morbus y ante los deseos del fraile de morir en la capital neolonesa, nuevamente ahí se instalaron.

El 12 de noviembre de 1833 llegaron a Monterrey el fraile y el joven practicante de medicina, quien portaba un certificado del director del Hospital Nacional de San Luis Potosí, que lo acreditaba como practicante de cirugía. De inmediato fue presentado al obispo, fray José María de Jesús Belauzarán y Ureña, quien le dio el título de niño médico –contaba entonces con 20 años de edad– y prometió recomendarlo.

Inició como ayudante del boticario del Hospital de Nuestra Señora del Rosario. Por su dedicación especial a los pobres, éstos lo empezaron a llamar el Doctor Gonzalitos. El 1° de mayo de 1834 el obispo Belauzarán, en su calidad de patrono del Hospital, lo nombró director. Ahí conoció a alguien que más tarde fue determinante en la futura fundación del Hospital Civil, el sacerdote José Antonio de la Garza Cantú, quien luego fue canónigo chantre de la Catedral de Monterrey.

En enero de 1835, en el mismo Hospital de Nuestra Señora del Rosario, estableció por su cuenta las cátedras de Botánica, Química, Microbiología y Farmacia. En mayo de 1840 introdujo el uso de las vacunas para evitar el contagio de la peste.

En 1842 la Junta de Sanidad del Departamento de Nuevo León lo examinó y le otorgó el título de médico cirujano, el cual le fue reconocido el 16 de abril de 1852 por el Consejo de Salubridad de Nuevo León. El 1° de abril del citado 1842, fundó la cátedra de Medicina, que suspendió en 1846 por la invasión de Estados Unidos a México, entonces se refugió en la hacienda de Santa Ana, jurisdicción de Cadereyta. A su regreso a Monterrey impartió un nuevo curso de Farmacia y la Compañía Lancasteriana lo admitió como socio.

El 18 de octubre de 1850 el vicegobernador del estado lo nombró médico cirujano del primer batallón de la Guardia Móvil, luego se le refrendaría el mismo cargo, pero ahora del batallón de la Guardia Nacional Sedentaria.

A propuesta suya y del doctor José Sotero Noriega, el 19 de septiembre de 1851 se estableció el Consejo de Salubridad de Nuevo León, del que fue nombrado vicepresidente.

A principios de 1854 el Cabildo de Canónigos, en sede vacante por el fallecimiento del obispo Salvador Apodaca, por falta de fondos se vio obligado a extinguir el Hospital de Nuestra Señora del Rosario, el cual el doctor González había dirigido por 19 años. En diciembre del mismo año, el gobierno del estado le dio el título de catedrático de Obstetricia, pero al carecer de local para la cátedra la impartió en su domicilio particular.

El 30 de octubre de 1859 se fundó el Colegio Civil del Estado de Nuevo León, del que fue nombrado catedrático titular de Medicina Operatoria y Obstetricia, e interino de Anatomía General y Descriptiva. También impartió las cátedras de Cronología e Historia, Retórica y Poética, además de contribuir en la elaboración de los reglamentos del novel plantel.

Fue director del Colegio Civil del 20 de septiembre de 1866 a 1873, y de 1875 a marzo de 1876, dado que

los alumnos, siempre reconocieron en el doctor González al maestro eximio, formador y orientador de vocaciones, y los catedráticos, muchos de ellos sus antiguos discípulos, lo veían como el primero entre todos, y recurrían a él en busca de consejo para orientar su pedagogía escolar. 68

En el mismo 1859 inició la construcción del Hospital Civil de Nuevo León; así evocó su gestación:

La tarde del 25 de noviembre de 1858, acompañaba yo a mi buen amigo [el citado canónigo José Antonio de la Garza Cantú] a dar un paseo por las orillas de la ciudad, con lo que él procuraba mejorar su quebrantada salud. Pasamos casualmente por el lugar que hoy ocupa el hospital [Civil] y nos sentamos en unas piedras que había en donde está hoy la botica. Le dije que aquel sitio me había parecido el más a propósito para situar un hospital […] y me dijo que no había razón para diferir por más tiempo la ejecución de un pensamiento tan bueno. Que nos decidiéramos de una vez a intentar la fundación del hospital y que me daría cuatro mil pesos de pronto, para comenzar la obra […] 69

El 1° de mayo de 1860, sin la presencia del canónigo chantre benefactor Antonio de la Garza –quien había fallecido tres meses antes–, inauguró el Hospital Civil, sobre lo que escribió embargado por la emoción: “En este día que sin disputa fue el más feliz de mi vida, no echaba de menos más que la presencia de mi nunca bien llorado amigo el señor chantre; y aunque ahora veo el Hospital con más comodidades, nunca me parece tan hermoso como aquel memorable día”. 70

Por la Ley de Instrucción General del 27 de diciembre de 1865, el régimen de Maximiliano I centralizó la educación superior en la capital del imperio, por lo que se suprimió el Colegio Civil. Sin embargo el doctor González siguió impartiendo gratuitamente sus cátedras en el Hospital Civil y en su misma casa. Al restaurarse la república, se reabrió el Colegio Civil.

El 20 de febrero de 1867, el gobierno del estado de Nuevo León por decreto lo nombró “Benemérito del Estado”, así como inspector de estudios primarios y secundarios y miembro de las Juntas de Beneficencia. La noticia fue recibida por los neoloneses con grandes muestras de júbilo.

El 2 de diciembre de 1877 se decretó la separación del Colegio Civil de las Escuelas de Jurisprudencia y de Medicina, de esta última fue nombrado director el doctor González.

La Sociedad de Amigos del País lo adhirió como miembro en 1856; la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística lo había nombrado socio corresponsal en 1855; y el 20 de octubre de 1870 lo eligió socio efectivo; el 19 de octubre del citado 1870, la Sociedad Mexicana de Historia Natural lo nombró su socio corresponsal en Monterrey. Ya en diciembre de 1865, el emperador Maximiliano I lo había distinguido como oficial de la Orden Imperial de Guadalupe, ante lo cual

cuenta la historia que cuando Gonzalitos recibió la medalla de la Orden Imperial, dijo a su discípulo Juan de Dios Treviño: Más hubiera agradecido de este nieto de Carlos V, que me hubiera mandado siquiera diez pesos para el Hospital. Prefiero tener atole para mis enfermos que llevar esta condecoración en el pecho. 71

En las actividades políticas: el 29 de diciembre de 1850 fue electo segundo diputado suplente y el 27 de febrero de 1851 se le eligió magistrado y fiscal suplente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado; en 1869 fue electo diputado propietario a la xv Legislatura de Nuevo León; en 1870 fue gobernador interino; el 16 de septiembre de 1871, nuevamente fue electo diputado local; y el 3 de noviembre de 1872 resultó electo gobernador constitucional del estado de Nuevo León. Como mandatario se preocupó fundamentalmente por la elaboración de las estadísticas estatales para la razonada toma de decisiones.

Para 1875 fue postulado nuevamente como gobernador, pero él, ante la división de los partidos políticos, decidió mejor renunciar, dando por terminadas sus incursiones políticas y prefirió regresar al servicio de sus enfermos y de los estudiantes.

Dada su gran dedicación al estudio y a la elaboración de sus obras, desde 1876 empezó a tener serios problemas en sus ojos, casi invidente continuó sus labores, por lo que el 7 de octubre de 1883 fue operado en Nueva York por el cirujano alemán Hermann Jacob Knnap.

La operación fue todo un éxito, por lo que retornó triunfalmente a Monterrey donde fue recibido con arcos de triunfo, discursos, cohetes, repiques de campanas y un Te Deum en la Catedral. Continuó en sus cátedras y en sus consultas y operaciones.

Sus obras escritas se clasifican en históricas, médicas y de temática educativa.

Las obras históricas son: Colección de noticias y documentos para la Historia del Estado de Nuevo León, corregidas y ordenadas, de manera que formen una relación […] (1867); Informe rendido en solemne distribución de premios del año de 1867 en el Colegio Civil (1867); Lecciones de Cronología dadas en el Colegio Civil de Monterrey (1869); Discurso leído en la solemne distribución de premios del Colegio Civil de la ciudad de Monterrey, verificada la noche del 29 de agosto de 1869 (1869); Discurso pronunciado en la solemne distribución de premios del mismo Colegio [Civil de Monterrey] el día 28 de agosto de 1870 (1870); “15 y 16 de septiembre”, artículo reproducido en el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística (1870); Discurso pronunciado en la solemne distribución de premios del Colegio Civil, del año 1871 (1871); Algunos apuntes y datos estadísticos que pueden servir de base para formar una estadística del Estado de Nuevo León (1873); La agricultura en el Estado de Nuevo León (1873); Discurso oficial del 16 de septiembre de 1874; Biografía del benemérito mexicano D. Servando de Mier (1876); Apuntes para la Historia Eclesiástica de las Provincias que formaron el Obispado de Linares desde su primer origen hasta que se fijó definitivamente la silla episcopal en Monterrey (1877); Lecciones orales de Cronología (1877); Solemne distribución de premios que hizo el C. Gobernador del Estado entre los alumnos de las escuelas primarias sostenidas por la municipalidad de Monterrey en el Teatro Progreso el día 29 de agosto de 1880. Discurso del benemérito C. Dr. José Eleuterio González, sobre la Instrucción Pública; Discurso que pronunció en la solemne distribución que hizo el Ayuntamiento de Monterrey, entre los alumnos más aprovechados de sus escuelas […] (1880); Lecciones orales de Historia de Nuevo León […] (1881); La fiesta del 16 de Septiembre (1883); Algo sobre la Independencia de México (1884); Lecciones orales de Cronología, tercera edición, corregida y aumentada (1885); y Los médicos y las enfermedades de Monterrey (póstumo, 1968).

En cuanto a sus obras de temática médica escribió: La mosca omnívora (1865); Método curativo del cólera morbo (1866); Algunos preceptos útiles que pueden servir de introducción al estudio de la clínica dados a los alumnos de la Escuela de Medicina de Monterrey (1870); Apuntes que pueden servir de base para la formación de la flórula de la ciudad de Monterrey y sus alrededores (1874); Lecciones de Anatomía Topográfica (1875); Lecciones orales de Moral Médica (1878); Discurso sobre el Estudio de Botánica dirigido a los alumnos de la Escuela de Medicina de Monterrey (1878); Discurso sobre el estudio de la Botánica dirigido a los alumnos de la Escuela de Medicina de Monterrey (1881); Un discurso y un catálogo de plantas clasificadas, dirigidos a los alumnos de la Escuela de Monterrey (1881); Un punto de higiene pública. Sepulturas aplicado a la ciudad de Monterrey (1882); Tratado elemental de Anatomía General (1883); Lecciones orales de Materia Médica y Terapéutica (1888); y Un discurso y un catálogo de plantas clasificadas (1888).

Sus obras de temática educativa son: Breve reseña de la primera distribución de premios del Colegio Civil de Monterrey (1861); discursos pronunciados en la distribución de premios en los años 1862, 1863, 1868, 1873, 1874, 1875, 1880; además de otros discursos patrióticos y académicos. Sus obras completas fueron publicadas en cinco tomos, entre 1885 y 1901.

Luego de haber ejercido la medicina durante 55 años ininterrumpidos, falleció el 4 de abril de 1888 en Monterrey, en medio del sentimiento general. Se le inhumó en la Capilla del Hospital Civil y en su lápida se escribió: “[A] quien supo vivir y morir como buen hijo de Dios”.

Desde el 1° de mayo de 1860, el Hospital Civil se denominó Hospital González. El 20 de febrero de 1913 fue develada su estatua en bronce, con la siguiente inscripción: “La memoria de los grandes hombres, jamás perecerá”. El Hospital Civil se destruyó y se vendió el terreno para que se construyera el Hospital Regional del Instituto Mexicano del Seguro Social, por lo que se exhumaron sus restos el 4 de febrero de 1939, para ser colocados al pie de su estatua, en el mismo lugar donde él y su amigo el canónigo José Antonio de la Garza planearon construir el futuro Hospital Civil. En 1959 se le levantó otro gran monumento para homenajearlo en su calidad de fundador de la Escuela de Medicina de Monterrey.

Una avenida de la capital regiomontana lleva su nombre. En 1975 el gobierno del estado de Nuevo León convocó al primer concurso sobre su vida y obra, el cual ganó el sacerdote Aureliano Tapia Méndez.

Juicios y testimonios

Javier García de Alba: “Nunca ha habido en Nuevo León un hombre que haya tenido tantas simpatías como las tuvo este médico, tan humilde, como inteligente, bondadoso y filántropo; dedicó la mayor parte de su vida al ejercicio de la medicina, al fomento de la educación pública, a los estudios históricos y a la construcción del Hospital Civil”.

Guillermo Prieto: “Es un luminar para la ciencia; para la juventud un tesoro, para la humanidad doliente un tierno y generoso consuelo, y para Monterrey un justo título de orgullo”.

Guerra y Alba, Ignacio Mateo

En el rancho de El Tepozán, jurisdicción parroquial de la Villa de Nuestra Señora de la Encarnación de los Macías, en la Intendencia de Guadalajara, nació el 21 de septiembre de 1804. Fueron sus padres los señores Francisco Javier Guerra y Gertrudis de Alba y Verdín.

Sus primeras letras las aprendió en la Villa de Santa María de los Lagos, con el apoyo de su tío el presbítero Miguel Leandro Guerra. Luego se trasladó a Guadalajara para matricularse en el Colegio de San Juan Bautista, donde cursó Gramática Latina y sustentó un brillante examen público. Enseguida pasó a residir a la Ciudad de México, ahí realizó el Curso de Artes en el Colegio de San Ildefonso y presentó dos actos públicos, el primero sobre Lógica y Metafísica y el segundo en todas las materias.

Durante su estancia en la capital del país, el 27 de septiembre de 1821 le tocó participar del júbilo popular por la entrada del Ejército Trigarante, que encabezó Agustín de Iturbide.

A su regreso a Guadalajara se graduó de bachiller en Artes en la Universidad de Guadalajara y se matriculó en la Facultad de Derecho, donde cursó Jurisprudencia Civil y Derecho Canónico, y concluyó sus estudios universitarios con un acto mayor, en que expuso abundantes materias de uno y de otro. De manera simultánea a sus estudios universitarios cursó Teología en el Seminario Conciliar, donde se le nombró catedrático de Latín.

Al estar vacante la sede episcopal de Guadalajara se trasladó a Puebla de los Ángeles para ser ordenado sacerdote el 24 de diciembre de 1827, por el obispo Antonio Joaquín Pérez.

En el Seminario Conciliar fungió como catedrático de Filosofía Moral y Derecho Canónico, Romano y Patrio hasta 1839; impartió el Curso Artes de Filosofía del ciclo escolar que concluyó en 1833.

El 28 de mayo de 1835 obtuvo en la Universidad Nacional de Guadalajara el grado de licenciado en Cánones y el 21 de junio inmediato se le confirió el doctorado. Las funciones de su graduación fueron dedicadas por la corporación universitaria al presidente de la república Antonio López de Santa Anna, de visita en Guadalajara y alcanzaron gran brillantez.

El 31 de julio de 1837 recibió del Supremo Tribunal del Departamento de Jalisco su título de abogado.

De 1837 a agosto de 1839 ocupó los cargos de defensor de obras pías y matrimonios, promotor fiscal y secretario del obispo Diego Aranda, durante la visita pastoral a Aguascalientes.

De septiembre de 1839 a 1841 fue cura interino de Asientos en Aguascalientes; de 1841 a 1846 fue cura propietario de Matehuala en San Luis Potosí, en donde construyó el templo parroquial y prestó grandes auxilios a la población durante una inundación. En noviembre de 1843 recibió el nombramiento de socio corresponsal de la Compañía Lancasteriana de San
Luis Potosí, con lo cual se reconocía su trabajo a favor de la educación.

El 22 de marzo de 1846 ingresó al Cabildo Eclesiástico de Guadalajara como medio racionero, además fue capellán del Templo de Santa Mónica y catedrático de Derecho Canónico del Seminario Conciliar; el 22 de mayo del citado año fue electo diputado suplente al Congreso Nacional Extraordinario; el 4 de mayo de 1848 tomó posesión de la canonjía penitenciaria de la catedral; el 25 de octubre de 1853 fue nombrado provisor y vicario general del Obispado; en 1854 el presidente de la república López de Santa Anna lo condecoró con la cruz de caballero de la Orden de Guadalupe.

De 1855 a 1860 fue en varias ocasiones gobernador de la Mitra, habiéndose opuesto a los regímenes liberales, por lo que el general Santos Degollado en 1858 ordenó su arresto, primero en el Hospital de Belén y luego en el Convento de Jesús María, siendo incluso golpeado por Antonio Rojas, quién le exigió una multa de más de mil pesos.

El 17 de febrero de 1859 ascendió a la dignidad catedralicia de canónigo maestrescuelas, consecuentemente fue el último cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara y tomó posesión de su oficio el 31 de marzo inmediato.

En enero de 1861 salió desterrado de Guadalajara para radicarse temporalmente en León, Guanajuato, donde recibió el 8 de abril de 1862 la designación pontificia de obispo titular de Marcópolis y auxiliar de Guadalajara. Sin embargo, el 19 de marzo de 1863, el papa Pío IX decidió preconizarlo como primer obispo de Zacatecas, y el 28 de febrero de 1864 el obispo Pedro Espinosa le confirió la ordenación episcopal, en la Iglesia de Santa Teresa la Antigua de la capital del país.

El 18 de marzo de 1864, de paso a su Obispado en la Parroquia de Santa María de los Lagos, le impuso el palio arzobispal al metropolitano Pedro Espinosa y Dávalos y ese mismo día presidió la restauración del Convento de las Capuchinas, suprimido por las Leyes de Reforma un año antes.

El 12 de abril inmediato tomó posesión como primer obispo de Zacatecas y se dedicó de inmediato a la organización de la curia eclesiástica, del Cabildo de la Catedral y a la fundación del Seminario, establecido el 20 de octubre de 1869.

En 1865 el emperador Maximiliano le otorgó la cruz de comendador de la Orden de Guadalupe. En octubre de 1869 partió a Roma donde participó en el Concilio Vaticano I, y regresó a su sede episcopal el 23 de febrero de 1871.

Escribió y publicó: su Relación de Méritos en 1848; Apuntes que por encargo de una persona respetable paso a hacer con toda verdad y sencillez; Reseña de la persecución de que fue víctima en Guadalajara durante la Guerra de Tres Años (1859); y varias cartas pastorales.

En la ciudad de Zacatecas falleció el 6 de julio de 1871. Por disposición del gobernador del estado su entierro en la catedral fue impedido, por lo que se le inhumó en la capilla de la hacienda de San Matías en Encarnación de Díaz, Jalisco, y finalmente sus restos reposan en la Catedral zacatecana.

Guerra y Alba, José María del Refugio

En la Hacienda de El Caquixtle, en la jurisdicción de Encarnación, Jalisco, nació el 18 de noviembre de 1827. Fueron sus padres los señores Francisco Javier Guerra y María Josefa de Alba y Verdín, familia de posición acomodada; fue medio hermano del primer obispo de Zacatecas.

En la Hacienda de los Sauces hizo sus primeros estudios. En 1839 fue matriculado en el Seminario Conciliar de Guadalajara “contra su voluntad pues más le atraía la vida campestre que el estudio”. 72

En 1844 terminó el Curso de Artes bajo la conducción del doctor José María Cayetano Orozco. Luego cursó Jurisprudencia Civil y Canónica y Teología y el 16 de marzo de 1851 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Diego Aranda.

A partir de 1850 fue catedrático de Religión y Filosofía Moral en el Seminario Conciliar y dirigió el Curso de Artes que concluyó en 1855.

El 19 de junio de 1853 obtuvo el grado de licenciado en Cánones en la Universidad Nacional de Guadalajara, y se le confirió el doctorado el 10 de julio inmediato.

Desde 1855 atendió la Parroquia de San Francisco de Tala, Jalisco, hasta 1858, cuando que fue aprehendido por los liberales y conducido a Guadalajara. Luego se le nombró cura de Calvillo, Aguascalientes, donde por las hostilidades de la Guerra de Reforma se vio obligado a huir y esconderse en una gruta, cuya humedad le ocasionó una enfermedad crónica en la laringe.

En 1864 acompañó a su medio hermano el obispo Ignacio Mateo Guerra al nuevo Obispado de Zacatecas, donde fue cura del Sagrario, canónigo arcediano de la Catedral, secretario provisor, gobernador de la Mitra y vicario capitular por el fallecimiento del titular.

El 29 de junio de 1872 fue preconizado segundo obispo de Zacatecas, y fue consagrado el 29 de diciembre inmediato, en la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe en la capital del país, por el arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos.

El 16 de febrero de 1873 tomó posesión del Obispado de Zacatecas. Se dedicó a la promoción de la formación de los clérigos en el Seminario, al cual le dio nuevas constituciones y lo dotó de edificio propio; en julio de 1879 visitó la región de los huicholes preocupado por la formación del clero indígena.

Escribió y publicó: Preceptos de retórica extractados de los mejores autores por el presbítero..., quien los dedica y consagra a sus jóvenes discípulos (1851); El pobrecito estudiante Pancracio de Cola y Cola, defendiendo la causa del Seminario de Guadalajara contra los bruscos ataques del señor don Miguel Cruz-Aedo (1852); Carrera literaria de José María del Refugio Guerra (1854); Breves elementos de geografía para el uso de los jóvenes que están concluyendo Filosofía en el Seminario Conciliar de esta ciudad (1855); A mis muy amados discípulos en nuestra dolorosa separación (1855); Constituciones y reglamento interior del Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de Zacatecas (1875) y varias cartas pastorales.

Poco antes de su deceso había sido trasladado al Obispado de Puebla de los Ángeles, sin embargo ya se encontraba muy enfermo y falleció en la Hacienda de San Matías, jurisdicción de Encarnación, Jalisco, el 29 de abril de 1888; sus restos mortales fueron inhumados en la Catedral de Zacatecas.

Guerra y Hurtado, Mariano

En la Hacienda del Caquixtle, en la jurisdicción de Encarnación, de la Intendencia de Guadalajara, nació el 8 de febrero de 1808. Fueron sus padres los señores Rafael Guerra y María Gertrudis Hurtado.

Pasó su infancia en la Villa de Santa María de los Lagos, donde aprendió sus primeras letras.

En 1822 se trasladó a Guadalajara, para matricularse en el Seminario Conciliar; realizó sus estudios de Latín y en 1826 concluyó el Curso de Artes, en el cual obtuvo la distinción supra locum y una beca de honor. Continuó la carrera sacerdotal con el estudio de la Teología y en 1833, debido a que la sede episcopal tapatía se encontraba vacante, se trasladó a Morelia donde el obispo Juan Cayetano Gómez-Portugal le confirió la ordenación sacerdotal.

El 18 de julio de 1835 obtuvo en la Universidad de Guadalajara el grado de licenciado en Teología y el 15 de enero de 1837 recibió la borla de doctor.

En 1838 se opuso a la canonjía magistral del Cabildo Eclesiástico de Guadalajara, al cual ingresó el 7 de marzo de 1844 como medio racionero; y el 21 de diciembre de 1848 ganó la canonjía lectoral.

En 1847, con todo y que era uno de los conservadores más connotados de Jalisco, logró impedir por su prestigio personal que el gobernador liberal del estado, licenciado Joaquín Angulo, suprimiera la Universidad de Guadalajara, de la cual era catedrático de Prima de Teología Dogmática.

Sobre su posición ideológica Agustín Rivera escribe:

Sus relaciones frecuentes eran con el ilustrísimo Aranda, el padre Nájera, el deán Sánchez Reza y el licenciado Plutarco Garcíadiego. Los señores Nájera, Guerra y Garcíadiego eran de los jefes de Partido Conservador de Guadalajara. Más no por esto se crea que don Mariano Guerra aborrecía a los liberales, pues aquel corazón no aborrecía a nadie. Tenía relaciones con bastantes liberales, a todos los trataba con afabilidad, su modo de hostilizarlos era con chanzas y satirillas, y en sus auxilios pecuniarios no distinguía conservadores de liberales. También lo amaban los liberales y los principales de ellos, como el canónigo Verdía, don Pedro Zubieta, don Joaquín Angulo, don Anastasio Cañedo y don Manuel Ocampo, le llamaban don Marianito, así por su muy baja estatura, como por afecto. 73

Fue de una gran capacidad administrativa, como lo demuestra el hecho de que desempeñó simultáneamente los siguientes cargos: administrador del Hospital de Belén, jefe de la oficina de capellanías, jefe de las oficinas de las obras pías y jefe del archivo diocesano. También daba clases de Teología Expositiva en el Seminario Conciliar y era director del periódico conservador El Mundo, además de sus obligaciones en la Universidad y en el coro catedralicio.

Se distinguió en la práctica de la virtud de la caridad y por su erudición:

Gastaba gran parte de sus cuantiosas rentas en socorrer a muchas familias pobres, a algunas doncellas pobres les pagaba la colegiatura en [el Colegio de] San Diego, y socorría a bastantes estudiantes pobres, especialmente a los de talento y probidad que seguían la carrera eclesiástica o la de Medicina. De manera que cuando murió, dejó un capital bastante corto; pero multitud de pobres llorando sobre su tumba […] Fue en su tiempo el hombre de más talento en Guadalajara, después del padre Nájera y su fama volaba fuera del Obispado de Guadalajara. 74

Por ello Agustín Rivera no duda en llamarlo “El Demócrito de Jalisco”, 75 haciendo alusión a su festiva erudición.

En medio del dolor de sus familiares, amigos y los pobres que favorecía falleció en Guadalajara el 10 de mayo de 1849 y fue inhumado en el Panteón de Belén.

Juicios y testimonios

Agustín Rivera: “Era de muy baja estatura, muy gordo y fornido de color moreno. Tenía la cabeza muy grande, el cabello –siempre sobre la frente– y la barba negros, gruesos y abundantes, los ojos negros y muy vivos, perpetua sonrisa, rostro agraciado, voz de tiple, inteligencia privilegiada, corazón bondadoso e inmaculadas costumbres. Era veloz en su pensamiento, veloz en su lenguaje, en su paso y en todas sus acciones. Pero el carácter, el sello que distinguía a aquel hombre de los demás, era que: con su razón poderosa obraba en todo por la razón, y la imaginación y el sentimiento tenían cortas alas en aquel espíritu. Por esto tenía una conciencia recta y ni una gota de escrúpulos ni mojigaterías, y ridiculizaba a las beatas. Por esto fue un filósofo (práctico porque la filosofía en el orden científico, estaba atrasada en ese tiempo en Guadalajara) y un gran teólogo dogmático [...]”.

Gutiérrez Morán, Pablo

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 15 de enero de 1805. Fueron sus padres los señores Francisco Gutiérrez de Hermosillo –indio de casta pura–76 y Luciana Morán –española–.

En la Escuela Anexa a la Real Universidad de Guadalajara que dirigía Manuel Barbier, recibió su instrucción elemental, y luego ingresó al Seminario Conciliar de San José, donde cursó Latín, y en octubre de 1819 inició su Curso de Artes, el cual concluyó en 1821.

En 1821 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Imperial de Guadalajara, y el 13 de abril de 1825 se le confirió el grado el bachiller en Medicina. Realizó su práctica profesional en el Hospital de San Miguel de Belén, bajo la conducción del doctor José María Cano, de quien visitaba sus pacientes particulares y se le permitió vivir en el mismo Hospital para atender mejor a los enfermos, sirviendo la plaza de meritorio en el Departamento de Medicina.

Al clausurarse la Universidad continuó sus estudios en el Instituto de Ciencias del Estado, cursó además Francés. En enero de 1828 obtuvo su título de profesor en Medicina y en ese mismo año se le otorgó el nombramiento de practicante mayor del Hospital de Belén, cargo que desempeñó hasta 1833. Además fue vocal de la Junta Superior de Salud Pública, en la cual se le encomendaron varias comisiones.

En su Relación de Méritos señala que fue a Europa

por amor a la ciencia, deseando extender mis conocimientos a la Anatomía y a la Cirugía, emprendí un viaje a Europa, a mis propias expensas, dedicado en París, por más de dos años a la visita de los hospitales y a las cátedras de la Escuela de Medicina, lejos de mi patria, de mis parientes y amigos [por amor] a la ciencia [...] 77

Así, permaneció en Francia de 1834 a 1837; cursó Anatomía, Fisiología, Terapéutica, Cirugía y Obstetricia en la Escuela Clínica de París. Y completó su formación con breves estancias en Londres y en Madrid.

A su regreso a Guadalajara

tuvo que luchar denodadamente contra los prejuicios sociales que consideraban que era una profanación el hecho de abrir un cadáver [...] En ese tiempo todavía se estudiaba la Anatomía en láminas y dibujos y la Cirugía únicamente en libros [...] El doctor Gutiérrez se dirigió al Gobierno demostrando que sin la práctica en cadáveres, el aprendizaje de las ciencias médicas sería imposible. Sus deseos fueron cumplimentados con la construcción en1837, de un anfiteatro para la enseñanza de la Anatomía, que es la base fundamental en que descansa la enseñanza de la Medicina y la Cirugía. 78

Enseguida encaminó todos sus esfuerzos a la fundación de la cátedra de Anatomía Descriptiva y más tarde a las de Medicina Operatoria y Obstetricia “que fueron la base fundamental de la actual Escuela de Medicina, en que se formaron bajo su sabia dirección numerosos facultativos que propagaron con el tiempo las doctrinas de su ilustre maestro”. 79

Al obtener del Congreso del Estado las reformas necesarias de los planes de estudios, fue considerado el fundador de la enseñanza médica moderna de Jalisco.

A partir de 1838 colaboró en una de las primeras publicaciones científicas de la región, los Anales de la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara.

El 19 de octubre de 1839 recibió en la Universidad Nacional de Guadalajara la borla de doctor y la Junta Departamental de Jalisco lo nombró catedrático de Anatomía Descriptiva. Ya en los Claustros de Doctores de ese año se daba cuenta de su oficio como catedrático sustituto de Cirugía, en el que manifestaba que en el tiempo que llevaba de servir la cátedra no había recibido ni la gratificación correspondiente ni el presupuesto para la compra de los instrumentos anatómicos.

Fue presidente de la Junta Superior de Salud Pública, presidente de la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara y socio correspondiente de la Academia Nacional de Medicina.

En 1840 presentó “uno de los exámenes más lúcidos de Cirugía que registra la historia de la medicina de Guadalajara” 80 para obtener la plaza de cirujano en el Hospital de Belén, donde el doctor Ernesto de Vigneaux –secretario del conde Gastón de Raousset Boulbon– lo evocó como un hombre de pocas palabras, pero que las cuidaba bien.

En 1848 presentó su Relación de Méritos para proveer en propiedad la cátedra de Patología y Clínica externas.

En 1858 integró la Junta de Notables que nombró gobernador de Jalisco al conservador Urbano Tovar. Del 15 de marzo al 28 de abril de 1865 fue alcalde de Guadalajara; durante su breve gestión ordenó la reubicación de los obradores y reestructuró el transporte público.

Por su ideología conservadora, al triunfo de los liberales se vio en medio de serias dificultades, pues

basta señalar los litigios que se le siguieron por negarse a expedir certificados de autopsia cuando los tribunales y el gobierno eran liberales. Pretextaba desde la manera grosera de los mandaderos al darle los citatorios, el obedecer sólo a Iglesia ya que era ella la que pagaba su sueldo en el hospital y hasta la falta de material exclusivo para la realización de las autopsias legales. Fue clara la irritación de los jueces y continuamente se le llamaba a comparecer. Jamás se le pudo obligar a expedir un solo certificado. 81

Con la entrada de los liberales a Guadalajara en 1866, fue expulsado del Hospital de Belén y se le trató de traidor, lo cual le afectó considerablemente. Entonces se dedicó a reunir el material acumulado a lo largo de su trayectoria médica, continuó con sus cátedras de Anatomía e incluso dio clases particulares para parteras.

En tres ocasiones fue director de la Escuela de Medicina, pero en 1880 ante una huelga estudiantil que se oponía al nombramiento de algunos profesores, fue expulsado de la dirección y cayó en una profunda depresión, así:

[…] Él, que se hastiaba profundamente con la práctica civil, porque estaba habituado a no luchar sino con los obstáculos que engendran las enfermedades y no los pacientes y las personas que los rodean, sintió un vacío profundo y se retrajo del trato social cada día más y se consagró a dar forma a sus numerosos escritos científicos. Desgraciadamente [en] uno de aquellos arranques que al hombre no es dado evitar, privó a la ciencia de esos escritos. Creyéndose olvidado de la escuela que tanto le debía, destruyó en un instante el fruto de largos años de estudio y práctica, como si hubiese querido borrar para siempre su nombre de la lista de los sabios. 82

En 1865 publicó su trabajo “Higiene pública, salubridad de Guadalajara” en la Gaceta Médica de México, y en 1866 escribió un informe sobre la situación médica del Hospital Civil de Guadalajara.

En su ciudad natal falleció el 2 de mayo de 1881, fue velado en el repartidor del Hospital Civil e inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén. El 1° de octubre del año de su fallecimiento el Congreso del Estado de Jalisco lo declaró benemérito de Jalisco, y sus discípulos fundaron una sociedad médica que llevó su nombre.

En 1930 la Sociedad Médico-Farmacéutica de Guadalajara gestionó que sus restos, que se encontraban en una fosa ignorada del Panteón de Santa Paula de Belén, fueran trasladados al mausoleo de honor de dicho cementerio. El Centro de Salud número 3 de la Secretaría Estatal de Salud de Guadalajara, lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Luis Farah: “El doctor don Pablo Gutiérrez atendía con esmero a sus pacientes del Hospital y por su humanitaria labor profesional fue altamente estimado por la sociedad tapatía”.

Salvador García Diego: “El doctor Gutiérrez poseía una inteligencia clara, rápida y sumamente perspicaz; una compresión muy vasta que abarcaba en un instante los menores detalles; un juicio tan veloz que pudiera llamarse intuitivo; una atención profunda, de donde dimanaba una memoria felicísima; una firmeza de voluntad inquebrantable, de todo lo cual nacía la invariabilidad de sus ocupaciones. Su lenguaje era fácil, preciso y de tal concisión que sus expresiones trocaban en proverbios. Percibir, apreciar y tomar una determinación fija, era obra de un momento. Justo y equitativo en sus actos, desprendido hasta el sacrificio humano y caritativo por convicción, creyente de buena fe, firme y constante en el trabajo, impasible ante el peligro, atrevido sin rayar nunca en temerario, normando sus acciones por el deber y no por el sentimiento, austero consigo y con sus semejantes, escaso de afectos, escéptico en materia de sentimentalismo, enérgico y frío en su trato íntimo, severo en el ejercicio de su profesión, censor rígido e imparcial en puntos científicos, teniendo la conciencia de su mérito y desplegando su carácter imperativo con sus profesores y discípulos, en una palabra, hombre de cabeza y no de corazón”.

Rafael Medina: “Tal vez, hasta este momento, la imagen del doctor, del maestro y del político, estén más claras, pero qué decir del hombre. Tal vez esa sea la parte más compleja y que él mismo siempre ocultó. Ese mestizo puro de barbas blancas que dio señales de una extraordinaria inteligencia, también mostraba soberbia, severidad, perspicacia, convicción y una profunda religiosidad”.

Herrera y Cairo, José Ignacio

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 2 de junio de 1826. Fueron sus padres los señores Atilana Cairo y el doctor Anacleto Herrera. Se le bautizó en la ayuda de Parroquia de Nuestra Señora del Pilar con los nombres José Ignacio Marcelino de los Dolores.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1839, bajo la dirección del licenciado Jesús Ortiz.

En 1840 ingresó a la Universidad Nacional de Guadalajara, y se matriculó en los cursos de Medicina. Entre los registros disponibles tenemos que el 6 de agosto de 1840 y el 18 de agosto de 1844 obtuvo calificaciones máximas, y en 1845 recibió su título de médico cirujano.

Su profesión la ejerció con gran acierto y generosidad, lo cual le redituó en un gran número de pacientes que mucho lo apreciaban, y se integró al cuerpo docente de la Escuela de Medicina de Guadalajara, donde impartió clínicas.

En 1855 fue miembro del Consejo de Gobierno de Jalisco y del 30 de mayo al 30 de julio de 1856 fue gobernador sustituto del Departamento de Jalisco.

Su breve gestión gubernamental fue muy difícil por las diferencias entre su gobierno y la comandancia militar, y por la oposición del clero a la aplicación de la ley de desamortización de bienes de manos muertas o Ley Lerdo. El 11 de julio de 1856 hizo llevar por la fuerza al Palacio de Gobierno al popular canónigo Juan Nepomuceno Camacho y a los prelados de las órdenes religiosas franciscana, dominica, agustina, carmelita y mercedaria, a quienes reprendió públicamente por alentar a los enemigos del gobierno con sus prédicas, sus conciliábulos y sus recursos económicos; ellos negaron estos cargos y los dejó en libertad. Otra de las medidas que tomó fue la de nombrar un abogado especial para la defensa de los indios en los litigios sobre la tenencia de la tierra.

Ante las intromisiones del gobierno de la república y habiéndose quebrantado su salud, entregó el poder al general Anastasio Parrodi y se retiró de la actividad política.

En la Hacienda de la Providencia se dedicó a la agricultura, y en Ahualulco y en las poblaciones aledañas ejerció su profesión de manera gratuita, por lo que se ganó el respeto y la estimación de cuantos lo trataron. Por intrigas de su enemigo el doctor Liceaga, quien lo acusó de que tenía armas en la Hacienda de la Providencia, el general Casanova envió una columna de quinientos hombres, al mando del coronel Manuel Piélago, quien lo hizo prisionero el 20 de mayo de 1858, ejecutándolo al día siguiente.

Así narra su trágico final Manuel Cambre:

A las dos de la mañana del día 21, el cura párroco [de A-
hualulco] y un oficial fueron a la botica del profesor Antonio García Haro, pidiendo, con receta del preso, dos onzas de cloroformo, dosis que acostumbraba tomar cuando le daban unas fuertes cefalalgias que con alguna frecuencia le atacaban y el farmacéutico ministró el narcótico. A las seis de la mañana [...] Piélago mandó se efectuara la ejecución. A esa hora Herrera y Cairo estaba aún narcotizado, y fue preciso, para conducirlo al lugar designado para fusilarlo, que lo alzaran en peso los soldados llevándolo de las manos y de los pies. Al pie de un fresno, en la plaza principal [...] se le recostó sobre el tronco del árbol [y] en tal posición le disparó la tropa, dándole dos balazos que destrozaron el cráneo y otro que penetró en el pecho y salió por la espalda; y como si Piélago no hubiera llevado más objeto a Ahualulco, partió con su fuerza rumbo a Ameca para regresar a Guadalajara, dejando abandonado el cadáver en el sitio de la ejecución y profundamente consternado al vecindario. 83

Sus amigos le dieron sepultura en el costado norte del exterior de la iglesia parroquial. Su corazón le fue extraído para conservarlo como reliquia, permaneció en Ahualulco hasta 1893, en que fue trasladado a San Francisco, California, para depositarlo en un templo masónico.

El 17 de junio de 1858 el gobernador del estado Pedro Ogazón lo declaró benemérito de Jalisco, y le asignó a su familia una pensión de dos mil pesos anuales. La primera división del ejército federal que se formó en el sur de Jalisco honró su memoria con la formación de un cuerpo de infantería que se denominó Batallón Herrera y Cairo, y otro de caballería llamado Lanceros Herrera.

En marzo de 1892 sus restos fueron trasladados a Guadalajara para ser reinhumados en el Panteón de Belén, y se le dio su nombre a una calle de la ciudad.

Lares, Teodosio

Nació en el Mineral de Nuestra Señora de los Ángeles de los Asuntos de Ibarra, Aguascalientes –entonces estaba unida a Zacatecas–, el 29 de mayo de 1806.

Se matriculó en el Seminario Conciliar de Guadalajara para estudiar Latín y el Curso de Artes de Filosofía, el cual concluyó en 1823, bajo la conducción del doctor Clemente Sanromán.

En 1823 ingresó a la Universidad de Guadalajara para cursar Jurisprudencia, y concluyó su carrera en el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, que habría de sustituir a la Universidad. El 6 de agosto de 1827 presentó su examen profesional ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado, que le confirió su título de abogado.

Se trasladó inmediatamente al estado de Zacatecas, donde ejerció la abogacía y ocupó los siguientes cargos: asesor del gobierno en causas seguidas de oficio; el 11 de julio de 1828 fue nombrado ministro suplente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado; el 15 de noviembre de 1828 fue designado fiscal de imprenta de la ciudad de Aguascalientes; del 6 de enero de 1829 al 11 de mayo de 1830 fue asesor de los partidos –territoriales– de Aguascalientes, Pinos y Juchipila; del 11 de mayo de 1830 al 26 de agosto de 1831 fue magistrado interino del Supremo Tribunal de Justicia; del 26 de agosto de 1831 al 27 de septiembre de 1833 fue juez de letras en propiedad de la ciudad de Zacatecas y luego de la de Aguascalientes; del 27 de septiembre de 1833 al 30 de mayo de 1835 fue magistrado interino y asesor legal de Sombrerete; y del 22 de febrero de 1839 a enero de 1848 fue magistrado propietario. En esa etapa de su vida, era de ideología liberal y se había ganado un sólido prestigio como abogado brillante.

De 1834 a enero de 1848 fue director del Instituto Literario del Estado de Zacatecas, además impartió la cátedra de Derecho Civil y Canónico. Anne Staples escribe:

Estos años, e inclusive los de la invasión americana, tan duros en otros estados, fueron los de mayor esplendor escolar en Zacatecas. De 1844 a 1848 los actos públicos anuales se convirtieron en grandes acontecimientos literarios con discursos, poesías y solemne distribución de medallas y premios. 84

Por estos años publicó las siguientes obras: John Gottl Henecii jurisconsultii celeberrimi, potentissimii Regis Prusiae quemdam a sanctioribus Concilios, et Antecessoris Halensis, Elementa Philosophiae rationalis, Ex Principis Admodum evi iusto ordini adornata. Editio prima acuraratissima iusta setam genevensem. Purgata et ad usum Zacatecanensis Lycei accommodata, A. Theod. L. I. C. et in Lyc Rectore. Zacatecatis Sumptibus eiud. Athenaci, praela regente Aniceto Villagrana (1839); Elementa Philosophiae rationalis seu logicae, John Gottl Heinecii, Jurisconsultii celeberrimi (1840); Elementos de filosofía moral, escritos en latín por Juan Gottlieb Heineccio y traducidos al castellano e ilustrados con las doctrinas de las instituciones filosóficas del Arzobispo de León y de O. Gregorio Mayanacio para el uso de los alumnos del Instituto Literario de Zacatecas con prólogo de Lares (1847); Informe del Instituto Literario al Supremo Gobierno del Estado por lo relativo al año escolar concluido el 27 de agosto de 1847 (1847); Elementos de Psicología, formado de los diversos artículos psicológicos escritos en francés por el C. M. Paffe, Jouffroy, Foscati, Satur, Benjamín, Laffaye, Billot, Matter, Loayau D’Amboise y Saigey; y de las obras filosóficas de Dugald Stewart. Traducidas al castellano y ordenadas en un cuerpo de doctrina para el uso de los alumnos del Instituto Literario de Zacatecas (1849) y con una segunda edición en 1854.

Se considera que la aparición de su compilación de los Elementos de Psicología significó el antecedente más inmediato del nacimiento de la psicología en México como disciplina científica independiente, al reunir “textos de una gran cantidad de autores de ese tiempo, integrándolos dentro de una doctrina, como material de estudio para los alumnos de dicho Instituto”. 85

Sobre su estilo magisterial Guillermo Prieto escribió:

Lares era el estudiante en toda la extensión de la palabra, con su erudición asombrosa, sus teorías raras, su falta completa de mundo y su bondad juvenil. Sabio en la cátedra, juguetón con sus viejos amigos, apasionado por sus discípulos, y con veneración profunda con los que él creía eran hombres superiores, el director [del Instituto] era para mí, muy querido, y me fue muy valiosa su amistad. 86

El 18 de abril de 1842 ingresó al Colegio Nacional de Abogados. Entre las sociedades a las que perteneció fue socio del Instituto de Misiones de África; el 3 de febrero de 1854 fue electo académico de la Academia de la Historia, además del Ateneo Mexicano y de la Sociedad de Geografía y Estadística.

Del 1° de mayo de 1848 al 14 de diciembre de 1849 fue diputado federal por el estado de Zacatecas, por lo cual pasó a residir a la Ciudad de México; luego fue electo senador de la república en dos periodos: del 1° de enero de 1850 al 31 de diciembre de 1851 y de 1852 a 1853; en 1850 fue presidente del Senado y participó en las comisiones de Justicia, Instrucción Pública y Negocios Eclesiásticos.

Durante 1852 publicó varios poemas y artículos en el periódico El Despertador Literario de la Ciudad de México, y su libro Lecciones de Derecho Administrativo dadas en el Ateneo Mexicano.

Aún siendo muy apreciado por los liberales, se fue definiendo ideológicamente por estos años como centralista y conservador, y más tarde como monárquico. Así, el 28 de abril de 1853, el presidente de la república, Antonio López de Santa Anna, lo nombró ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, cargo que desempeñó hasta el 12 de agosto de 1855.

Durante su gestión ministerial elaboró una ley de imprenta, que se conoció como “Ley Lares”, la cual disponía que

los impresos debían registrarse, con su nombre [del autor] y domicilio ante la primera autoridad política del sitio en que radicaran; colocar un letrero en su establecimiento con el nombre del mismo y el del dueño; los impresos debían llevar el nombre verdadero del impresor y su domicilio, lugar y año de impresión. Se establecía la censura previa [...] 87

A pesar de su carácter altamente represivo, a esta Ley se le reconoce como un ordenamiento que contenía medidas restrictivas muy bien organizadas y viables de aplicación a los infractores.

El 12 de junio de 1853 fue electo ministro propietario de la Suprema Corte de Justicia y el 9 de octubre se le otorgó el título de doctor por la Universidad Nacional de México.

En 1854 al publicar su *Código de Comercio *se situó como pionero en el área de la administración pública, Florence Toussaint señala:

Este es el primer código que se elabora en México y que pone las bases para el surgimiento de los subsecuentes [...] Establece las medidas para regular y alentar el comercio del país. Señala la necesidad de establecer agentes de fomento. Define la aptitud para ejercer el comercio, la calificación legal de los comerciantes y sus obligaciones. Califica las condiciones con que debe regirse el comercio terrestre, los contratos, sus diversas formas, del efecto de cada uno de éstos. Del comercio marítimo, de las quiebras, de la administración de justicia en los negocios de comercio, los juicios y los procedimientos. 88

Dicho ordenamiento jurídico lo muestra en su gran nivel de jurista, dado que “el trabajo es muy minucioso y extenso, contiene más de mil artículos. Al decir de los expertos, el Código muestra el talento de Lares para la administración y su deseo de organizar por medio de leyes y mecanismos reguladores, las actividades administrativas del Estado”. 89

Al triunfo liberal de la Revolución de Ayutla, Lares dejó el Ministerio de Justicia, el cual reasumió durante el gobierno del general Miguel Miramón, ejerciéndolo concurrentemente con el ministerio de Relaciones Exteriores del 18 de agosto al 24 de diciembre de 1860.

Al ser derrotados los conservadores huyó de la capital del país, y empezó a trabajar activamente para traer al gobierno de México a un príncipe europeo. El 8 de julio de 1861 presidió la Junta de Notables que decidió la forma de gobierno monárquico, y luego colaboró con la regencia del imperio del archiduque Maximiliano de Austria.

Al tomar posesión del gobierno mexicano el emperador Maximiliano I decidió gobernar con los liberales moderados, por lo que mantuvo a Lares fuera del gabinete imperial.

En 1866, ante los constantes triunfos de los liberales mexicanos y la retirada de las tropas francesas, el emperador Maximiliano se vio obligado a cambiar de política, en consecuencia nombró ministros de ideología conservadora y así Lares fue designado presidente del Consejo de Ministros y el 15 de agosto ocupó el Ministerio de Justicia.

Ante la inminente derrota del imperio –según sostiene Egon Conte Corti–, 90 Lares intrigó y maniobró para que, a como diera lugar, se evitara la abdicación del emperador Maximiliano, y así poder negociar con el presidente Benito Juárez desde una posición de cierta fuerza.

Finalmente consiguió que el emperador Maximiliano se pusiera al frente de las tropas conservadoras y le señaló la ciudad de Querétaro como el sitio más adecuado para la resistencia, en tanto él se quedaba en la Ciudad de México para conseguirle los recursos necesarios.

Al ser derrotados los conservadores en junio de 1867, Lares fue hecho prisionero en el edificio de La Encarnación de la capital del país, pero logró huir y se exilió en La Habana, Cuba.

En sus últimos años, ya enfermo, regresó a México y escribió un tratado sobre “La Virgen de Guadalupe”, el cual quedó inédito.

El 22 de enero de 1870 falleció en la Ciudad de México.

Juicios y testimonios

De un informe confidencial para el emperador Maximiliano: “Teodosio Lares, ministro de Justicia en estas últimas administraciones; se hizo pagar el sueldo de ministro después de la caída de Santa Anna, como si hubiese estado en posesión de este empleo durante la administración de Comonfort”.

Guillermo Prieto: “Sabio modestísimo y hombre de gran probidad, quien tenía el grave defecto de no saberse oponer a nada de lo que disponían personas, en su juicio, de saber y respeto”.

Emeterio Valverde Téllez: “Lares fue hombre de gran talento, conservador en política, ecléctico en filosofía, pues al eclecticismo propenden los que con recto juicio se consagran a la lectura”.

López de Nava, Andrés

En Paso de Sotos –actual Villa Hidalgo–, Jalisco, nació el 2 de febrero de 1808. 91 Ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde cursó Latín y el Curso de Artes de Filosofía, el cual concluyó en 1826 bajo la conducción del catedrático José de Guadalupe Espinosa.

Luego siguió sus estudios de Teología. El 12 de enero de 1835 solicitó las órdenes sagradas, y al no haber obispos en todo el territorio nacional, por la presión del rey de España al papa para que no nombrara obispos en sus antiguos reinos, junto con Agustín Rivera y Juan José Caserta emprendió a caballo el viaje de Guadalajara a Tampico, para de ahí embarcar hacia Nueva Orleans, donde el obispo de la localidad lo ordenó sacerdote.

A su regreso a Guadalajara impartió el Curso de Artes de Filosofía en el Seminario Conciliar, el cual concluyó en 1836. Por sus travesuras y sus superficialidades por las que se caracterizaba, fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera llegó a decir con gran severidad: “Lo que más ha perjudicado al Seminario en los últimos años, son las ideas racionalistas de Ortiz, la superficialidad y pedantería de Orozco y la inmoralidad de López de Nava”. 92

En la Universidad de Guadalajara, el 5 de marzo de 1835 recibió el grado de licenciado en Teología, y el 19 del mismo mes y año obtuvo el grado de doctor en la misma Facultad.

Al concluir su labor como catedrático del Seminario, el obispo Diego Aranda lo nombró vicario cooperador de varias parroquias foráneas. Luego fue cura interino de Hostotipaquillo, Jalisco, y finalmente ganó por oposición el Curato de Colotlán: “Pero –escribe Agustín Rivera– como aquel hombre no tenía rey ni roque, a la hora que se le antojaba y con algún pretexto se iba a pasear a Guadalajara y a México, donde tenía muchos contertulianos y gastaba muchos pesos [en el juego de los naipes]”. 93

En 1845 fue electo diputado al Congreso de la Unión por el Estado de Jalisco, por lo que pasó a radicar a la capital del país. Pero el Congreso fue disuelto y se quedó sin cargo. El 24 de diciembre de 1846 ocupó la vicepresidencia de la república el doctor Valentín Gómez Farías, quien en ausencia del presidente Antonio López de Santa Anna expidió la llamada “Ley de [bienes] de manos muertas”, que afectaba los bienes de la Iglesia. El problema era que nadie quería ocupar el Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos para firmar el refrendo de dicha ley.

¿Cómo ocurrió, entonces, el nombramiento del doctor Nava para tan delicada y comprometedora responsabilidad?

Pasó este diálogo entre el vicepresidente y algunos de sus amigos:
–Nombra ministro de Justicia a Andrés de Nava y él expide la ley.
–¿No es López de Nava el cura de Colotlán en el Obispado de Guadalajara?
–El mismo.
–¡Hum! ¡Un cura autorizar esa ley!
–Pues Andrés López la autoriza. Tú no lo conoces. Es muy liberal y tiene una cabeza muy singular y grandes energías individuales.
–Tráiganmelo. 94

Y luego de ser oficial mayor, fue nombrado ministro de Justicia y de Asuntos Eclesiásticos, como era de esperarse refrendó la citada “Ley de manos muertas” del 11 de enero de 1847, ante la enérgica protesta de los obispos y de la prensa. En cuanto dejó de ser útil al régimen liberal, lo despidieron y se encontró sin ningún peso. Entonces regresó a Guadalajara el 5 de mayo inmediato, donde el obispo Diego Aranda lo obligó a retractarse:

–Si no se retracta usted públicamente de haber autorizado la Ley del 11 de enero, le quito a usted el curato [de Colotlán].
–Sí Ilustrísimo Señor, estoy en la mejor disposición de retractarme por la prensa, y doy de fiador al Pato.
–¿Quién es [el] Pato?
–Marianito Guerra.
–¡Puf! ¡Qué modo de tratar a un señor capitular! 95

Antes de regresar a su parroquia de Colotlán, muy ufano repartió el texto de su retractación, ante la indignación de los liberales radicales.

Durante la Guerra de Reforma fue muy perseguido por las tropas del general Jesús González Ortega, por lo que huyó a Guadalajara, donde publicó sus afamadas “Cartas a un amigo”, en las cuales ridiculizó duramente al citado general. Por lo que al triunfo de los liberales, el 3 de noviembre de 1860 huyó a la sierra de Nayarit, ahí permaneció escondido durante más de un año, en medio de grandes penalidades.

Siempre fugitivo, durante siete meses sirvió el Curato de Huaynamota, del Obispado de Durango, de ahí pasó a San Juan Capistrano, a la Hacienda de Ameca y a otros lugares más, hasta que el 4 de enero de 1862 fue hecho prisionero.

El gobierno del estado de Zacatecas le dio permiso para residir en Valparaíso, Zacatecas, donde pasó enfermo sus últimos días y falleció el 19 de agosto de 1862.

Escribió las siguientes obras: A mis discípulos [del Seminario] (1836); Poesía con motivo de la terminación de su curso de Filosofía en el Seminario de Guadalajara; Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos (1847); Comunicación al Ilustrísimo Sr. Obispo de Michoacán sobre su nota de 22 de enero sobre la ley de bienes de manos muertas (1847); Exposición dirigida al Ilustrísimo Sr. Dr. D. Diego Aranda, dignísimo obispo de esta Diócesis (1847); Retractación de sus actos como oficial mayor y ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos (1847); Exposición (Morelia, 1847); Excmo. Sr. D. Anastasio Parrodi. (El Pobre Diablo) (1857); Contestación a la comunicación del gobernador y comandante general de Jalisco, manifestándole las razones que tuvo para no aceptar la ley de obvenciones y derechos parroquiales (1857); Carta al presbítero D. Juan Navarro, redactor en jefe del Boletín del ejército constitucionalista (1859); Carta que en estilo sarcástico y virulento ataca y ridiculiza a D. Jesús González Ortega, gobernador del Estado de Zacatecas y a otros constitucionalistas, entre otras.

Juicios y testimonios

Agustín Rivera: “Era de alta estatura, de cuerpo gallardo, membrudo, blanco, de hermoso rostro. Doctor en Teología, de instrucción superficial en varias materias, orador mediano, pero era escuchado con agrado por su claro talento, fácil palabra y excelente elocución (lo oí predicar), muy audaz, de genio socarrón, tremendo escritor público y muy afecto a tertulias, a vestir con lujo, a la buena mesa, al juego de naipes, a mirar todas las cosas por su lado ridículo, a los buenos caballos, a las buenas armas de fuego, al lenguaje de la plebe y a dar buenas bofetadas”.

Martínez y Rico, José Francisco Luis

Nació en 1797. Juan Bautista Iguíniz ubica la ciudad de Tepic –que entonces pertenecía a la Intendencia y al Obispado de Guadalajara– como el posible lugar de su nacimiento, por ser de ahí sus padres los señores María Cesárea Rico y José Martínez de Acuña.

En el Colegio de San Juan Bautista de Guadalajara estudió Latín, Retórica y el Curso de Artes, por lo que debió graduarse de bachiller en Artes en la Real Universidad de Guadalajara, luego ingresó a la Facultad de Teología de la misma Universidad.

Con el mayor número de cursos probados en la Real Universidad, decidió ingresar a la Orden Franciscana, en el Convento de San Francisco de Guadalajara. Tras su noviciado hizo la profesión conventual el 16 de mayo de 1817, como religioso de coro. Aún sin ser ordenado sacerdote, el 9 de octubre de 1818 tras un brillante examen de oposición, fue nombrado lector –profesor– de Teología en el Convento de Santa Anita, Jalisco, enseguida lo fue del Convento de Guadalajara.

En la Orden Franciscana desempeñó las siguientes responsabilidades: guardián del Convento de Santa Anita de 1827 a 1828, visitador de la Provincia de Santiago y San Francisco de Xalisco, ministro provincial –en dos periodos–, presidente del capítulo por designación y definitorio por elección, padre de la Provincia, visitador del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Zapopan, en la villa homónima, y presidió las elecciones de los capítulos de los periodos 1829, 1841, 1844, 1851 y 1853.

Se ganó el aprecio profundo de la comunidad franciscana jalisciense. Fray Luis del Refugio de Palacio y Basave, tras recoger la opinión de los que lo conocieron, describió así su estilo de vida y de preparación de sus clases de Teología:

Catorce horas eran las que se rallaba de estudio diariamente. El método que observaba era este: tomaba su catecismito del padre [Jerónimo de] Ripalda, y estudiaba en él un poco; pero ¡claro! con el interés de quién lo penetraba y lo podía comprender tan bien. Luego tomaba su gramática, su geografía, su aritmética… los textos mismos, los mismísimos libritos que le habían servido en la escuela; pasaba a su Lebrija, conjugaba declinaba, traducía, analizaba, etc.… En suma, se tomaba lecciones a sí mismo, y se ejercitaba cual aplicadísimo discípulo. Requería su autor de Filosofía, de Religión, de Moral, de Física, de Matemáticas, etc.… Luego volvía hoja y tomaba en la mano y, con más cuidado en la memoria, la Regla santa que profesara, indagaba los sentidos en las autorizadas Declaraciones Pontificias; preguntaba al P. Arbiol y otros ¿qué de los rudimentos y qué de los ápices de la regular disciplina en la vida religiosa?
Consagraba otro tiempecito a las Rúbricas, seguía en las materias teológicas de la Positiva, Escolástica, Moral y Expositiva; pasaba al Derecho en sus ramos varios, consultaba autores y por esto grados llegaba al Escritura Santa a que Dios le hablara en su palabra escrita.
De esta manera, y con las continuas consultas, con el enseñar no interrumpido, con nunca perder el tiempo, con no saber lo que era paseo, corrillos, salidas ni visitas; con gozar la paz y sosiego de su bendito claustro; con no andar otros caminos que el coro y comunidades de que no estaba exento, a la biblioteca, al púlpito, al confesionario, al altar, a la Universidad; y con estar, fuera de esto aquí dicho, siempre en su rincón dulce y amado, la santa reclusión de su tranquila celda; logró tener siempre al corriente sus materias, a mano las noticias, en la memoria las citas, y prontas las respuestas y acertadas. Hombre por solo esto extraordinario y singular. 96

En la Universidad de Guadalajara, el 28 de noviembre de 1835, recibió el grado de licenciado en Teología, y el 13 de diciembre del mismo año se le confirió la borla doctoral de la misma Facultad, en la cual ocupó la cátedra del Concilio de Trento.

En 1841, al restaurarse el Colegio de San Juan Bautista, el gobierno del estado de Jalisco lo nombró catedrático benemérito y en la curia diocesana se desempeñó como examinador y teólogo consultor en causas graves.

El 13 de noviembre de 1847, en el capítulo provincial de su Orden celebrado en el Convento de Santa Anita, se acordó su jubilación como catedrático que lo fue de Prima y Vísperas de Teología.

Falleció el 21 de junio de 1854 en el Convento de San Francisco de Guadalajara y fue inhumado en el Cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles.

Juicios y testimonios

Luis del Refugio de Palacio y Basave: “A la oración fue, asimismo, muy dado y en frecuencia asiduo. Cercenando el sueño, y en la disipación ahorrando, tenía aun tiempo libre para ocupación tan santa, y en un religioso que no lo quiera ser de nombre, de todo punto necesaria. Mas, el día en que la iglesia de su convento estaba patente el Divinísimo Señor Sacramentado (solía ser el domingo primero de mes, los solemnes, octava de Corpus, etc.) ese día era de vacaciones: asistía a todo el coro, hasta rematar con el devotísimo canto de las Completas, al caer la tarde; sólo se salía para el refectorio; lo demás era estarse hincado en su silla –no que sobre ella pusiera las rodillas para no hacerlo en el suelo; sino que las sillas del coro, estalos llamadas, porque es más lo que se está en ellas parado, tienen el asiento levadizo y, con él levantado, hacen como casita o división, donde uno se sitúa o bien en pie, o bien hincado– y allí perseveraba en adoración continúa y comunicación amigable con Jesús Sacramentado”.

Juan Bautista Iguíniz: “Religioso sabio, virtuoso, humilde, retirado y observantísimo, fue favorecido con la estimación y respeto general y recibió las más altas distinciones de su Religión, de las autoridades eclesiásticas y del gobierno civil”.

Nájera y Paulé, Manuel de San Juan Crisóstomo

En México, capital del Virreinato de la Nueva España, nació el 19 de mayo de 1803. Fueron sus padres los señores José Ignacio de Nájera y María Ignacia Paulé. Su padre fue empleado de la Hacienda virreinal y diputado a las Cortes de Cádiz de 1814 y al primer Congreso del México independiente.

Inició sus estudios de Gramática Latina en el Seminario Conciliar de México, los cuales continuó en el Colegio de San Ildefonso.

A los quince años decidió ingresar a la Orden de los Carmelitas Descalzos, lo cual hizo en el Convento de Puebla de los Ángeles, en donde profesó el 10 de junio de 1819. Realizó su formación conventual en el Colegio de San Joaquín, donde en enero de 1822 inició sus estudios de Filosofía; en el Colegio de San Ángel, en 1825, cursó Teología, y en 1826 fue ordenado sacerdote.

En 1828 fue nombrado prior del Convento del Carmen de San Luis Potosí, ciudad en la que se dedicó al estudio de los idiomas clásicos antiguos y aborigenes. Contribuyó en la formación del Colegio Guadalupano impulsando la educación y se empezó a distinguir en la oratoria sagrada.

En 1831 fue nombrado rector del Colegio de San Ángel, impartió Teología, modernizó el acervo bibliográfico de la biblioteca conventual y estudió francés e italiano.

En 1833 ante las medidas reformistas del presidente Valentín Gómez Farías, se exilió en Estados Unidos donde ingresó a la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, ante la cual presentó como trabajo de ingreso en latín su Disertación sobre la lengua otomí. Dicha disertación fue insertada en el tomo quinto de las actas de la citada corporación y traducida al castellano y publicada en 1845, por orden del presidente de la república Joaquín Herrera. Así describe José Ignacio Dávila Garibi la disertación: “La parte medular de esa interesante y novedosa disertación de ciento cincuenta y seis páginas fue el estudio comparativo del idioma indígena otomí, con el chino, con importantes observaciones gramaticales, vocabulario en ambos idiomas y traducción otomiana de poemas griegos y latinos”. 97

En mayo de 1834 regresó a su país, y en octubre de ese mismo año fue nombrado prior del Convento del Carmen de Guadalajara, cargo que ejerció durante 18 años.

Su actuación en Guadalajara significó un enorme impulso a las actividades intelectuales y a la promoción de la educación pública.

En 1835 el gobernador de Jalisco José Antonio Romero lo designó inspector de la Academia de Pintura y Escultura. Ese mismo año colaboró en la formación del Plan de Estudios de la Universidad Nacional de Guadalajara, el cual fue aprobado por el Claustro de Doctores del 27 de abril y estuvo vigente hasta 1844.

En 1837 el gobernador Antonio Escobedo lo comisionó para que formara el Plan de Estudios del Colegio de San Juan Bautista, del cual fue inspector de enseñanza.

De 1841 a 1844 fungió como presidente de la Junta Lancasteriana. En 1842 el gobernador y comandante general de Jalisco Mariano Paredes Arrillaga le encargó la reforma del Colegio de San Juan Bautista, rindiéndole un docto informe que se publicó. Se adoptó el Plan de Estudios que propuso e impartió la cátedra de Elocuencia, al mismo tiempo que daba gratuitamente lecciones de Lengua Griega a los estudiantes universitarios y de otros idiomas a los canónigos ilustrados.

En el ámbito religioso fue cronista de la Provincia Carmelita de San Alberto de México, censor, sinodal y consultor teólogo del obispo de Guadalajara.

El gobierno de Jalisco lo comisionó para reconocer el cerro del Colli, y las cordilleras aledañas a Guadalajara, para estudiar las causas de los sismos que afectaban la ciudad. El presidente de la república Manuel de la Peña y Peña lo consultó ante las negociaciones del país con Estados Unidos, al término de la invasión estadounidense.

A la Biblioteca del Convento del Carmen –según afirma Celia del Palacio– la dotó con más de cien mil volúmenes, que bajo su supervisión fueron traídos de Europa.

En torno de él se congregó un gran número de jóvenes intelectuales, que preferían sus lecciones de Filosofía e idiomas, las lecturas de autores prohibidos como Rousseau y Voltaire y el cultivo de las bellas artes, a las cátedras del Seminario y de la Universidad, constituyéndose así toda una academia que fructificó con el establecimiento de las primeras sociedades literarias de la ciudad, tales como La Esperanza en 1849 y La Falange de Estudio en 1850.

Entre sus discípulos estaban: Miguel Cruz-Aedo, Pablo de Jesús Villaseñor, Jacobo Gálvez, José María Vigil, Agustín de la Rosa, Agustín Rivera, Ignacio Luis Vallarta e Hilarión Romero.

Como orador de temáticas educativas y religiosas pronunció: el sermón de la Virgen de Guadalupe del 12 de diciembre de 1839, el cual fue impreso en la capital del país; el sermón de la dedicación de una iglesia de su Orden en Morelia en 1845; el discurso en la reinauguración del Colegio de San Juan Bautista en 1842; el discurso de la apertura de cursos del citado Colegio de San Juan Bautista el 22 de octubre de 1843; un sermón de la primera dominica de cuaresma con el tema “Incredulidad de los fariseos y de los escribas”, entre otros.

Escribió y fueron publicados: Observaciones críticas sobre el capítulo XIIIdel tomo último de la obra titulada “Exploración del Territorio del Oregón de las Californias y del Mar Rojo, ejecutada durante los años 1840, 1841 y 1842, por Mr. Duflot de Mofra, adscrito a la Legación de Francia en México”; Datos para la historia de la Nueva Galicia, hoy Jalisco; Apuntes Genealógicos acerca de la familia Villaseñor; Disertación sobre la medalla con la que debe honrarse al Benemérito de Jalisco, José Antonio Escobedo; ocho diálogos sobre los principios para juzgar la belleza o buen gusto en los objetos naturales y en las obras de arte; dictámenes y alegatos jurídicos y una gramática del purépecha.

Fue socio corresponsal de la Sociedad de Geografía y Estadística de México, miembro honorario de la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara, socio de la Sociedad de Anticuarios del Norte de Copenhague, Dinamarca, entre otras.

En 1852 se estableció en el Convento de su Orden de la Ciudad de México, y a pesar de sus problemas de salud continuó sus actividades intelectuales e inició la traducción de la Historia del Comunismo, o refutación de las utopías socialistas de Alfred Sudre.

En la capital del país, falleció el 16 de enero de 1853. Sus exequias fueron presididas por el arzobispo de Damasco y delegado pontificio Luigi Clementi y el representante presidencial general Manuel Céspedes. Sus restos fueron inhumados en el panteón del Convento del Carmen, luego serían trasladados a la iglesia del Hospital de Jesús, donde actualmente reposan.

En la galería de la Biblioteca Pública de Jalisco se encuentra su retrato con la siguiente inscripción: “Hombre Doctísimo, entregado completamente al Pueblo de Guadalajara. Uno de sus discípulos”.

En la Iglesia del Templo de Nuestra Señora del Carmen de Guadalajara, en uno de sus pórticos interiores, también se le dedicó la siguiente inscripción en letras doradas: “Pater Emmanuel A. Sancto Crisóstomo Nájera. Humus Carmelitarum Cenobi Prefectus. Pietati Sapintae Bono. Publico. Vixit”. Una calle de Guadalajara lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Lucas Alamán y Francisco Lerdo de Tejada: “El padre Nájera decía ‘Yo no me avergüenzo de ser mexicano’, porque estudiando las ciencias había tenido ocasión de apreciar las grandes ilustraciones de su país”.

Agustín Rivera: “El sabio Nájera era un conservador en la práctica, pero sus ideas eran tan liberales como lo muestran sus escritos, principalmente su sermón de Guadalupe y su sermón del 16 de septiembre en San Luis Potosí”.

Ochoa Luna, Ramón

Nació en Zapotiltic, Jalisco, el 18 de noviembre de 1824. Fueron sus padres los señores Miguel Ochoa Mora y María de Jesús Luna.

En su pueblo natal vivió hasta los quince años, ahí recibió su instrucción elemental, luego vino a Guadalajara matriculándose en el Seminario Conciliar, donde estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1844 bajo la dirección del doctor José María Cayetano Orozco. Por su dedicación a los estudios obtuvo la distinción de regente.

En 1844 se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Guadalajara. Fue uno de los primeros estudiantes que realizaron la carrera en seis cursos y recibió su título de profesor en Medicina.

Hacia 1850 partió a Europa para hacer estudios de especialización en la Escuela de Medicina de la Universidad de París, donde obtuvo el doctorado en 1855. Su tesis de grado versó sobre la sífilis, la cual mereció los elogios del sabio sifilógrafo Philippe Ricord.

Con el fin de profundizar en sus conocimientos visitó hospitales de Viena, Berlín y Nápoles. Antes de regresar a su país recibió proposiciones para fundar escuelas de medicina en Chile y Perú, pero él rechazó los ofrecimientos para estar lo antes posible en México.

Una vez reinstalado en Guadalajara, impartió las cátedras de Medicina Legal, Obstetricia y Medicina Operatoria, tanto en la Universidad de Guadalajara como en el Instituto de Ciencias del Estado, introduciendo en el país conocimientos básicos de estas especialidades.

Sobre su estilo magisterial Silverio García escribió:

Era excelentísimo, cuando exponía las lecciones hacía que sus discípulos repitieran varias veces sus explicaciones –cinco o más veces–, hasta que se convencía que los jóvenes habían aprendido la lección. Esta terquedad del doctor Ochoa fastidiaba a los jóvenes; lo cierto es que esa insistencia tenaz hacía que salieran de la cátedra sabiendo la lección, que por otro parte, había sido explicada con claridad y precisión. 98

Fue uno de los principales modernizadores de la enseñanza de la medicina en Jalisco. Juan Bautista Híjar y Haro lo caracterizó como “la bella personificación de la reforma científica”.

En 1859 fue socio fundador de la Academia de Medicina de Guadalajara, e incluso ofreció su casa para realizar las sesiones, en tanto se conseguía un lugar para las mismas. En 1860, durante la Guerra de Reforma en Guadalajara, se presentó una epidemia de tifo, la cual afrontó, pero finalmente se contagió.

Con el triunfo de los liberales se clausuró la Universidad y se reinstaló el Instituto de Ciencias del Estado, entonces el doctor Ochoa fue nombrado miembro de la Junta Directora de Estudios y se le encargaron las cátedras de Medicina Operatoria y Medicina Legal.

Ante la invasión francesa al país, fue muy difícil la impartición de la enseñanza superior, incluso se cerraron las escuelas, por lo que el doctor Ochoa continuó impartiendo sus clases en forma privada.

Al restaurarse la república –en Jalisco desde 1866– se reabrió el Instituto del Estado y se le asignaron las cátedras de Clínica Externa y Medicina Legal. En tanto, continuó el ejercicio de la medicina, atendiendo muy especialmente a los pobres, a quienes no les cobraba la consulta.

El 5 de febrero de 1870 falleció en Guadalajara; fue inhumado en el Panteón de Belén. Su sepelio se convirtió en una apoteosis que congregó a gran número de sus discípulos, y la Junta Directora de Estudios decretó que se erigiera una estatua a su memoria en las instalaciones de la Escuela de Medicina, con la inscripción: “Como ejemplo de virtudes y sabiduría”. Luego se integró la Sociedad de Alumnos Ramón Ochoa.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Híjar y Haro: “Como esposo y padre fue tierno, honrado y severo. Como maestro fue padre y amigo de la juventud. Como médico fue desinteresado y caritativo sacerdote”.

Angélica Peregrina: “Silverio García refiere que escuchó del doctor [Pablo] Gutiérrez expresiones tales como: ‘Yo no presto mis enfermos más que a Rafael Jiménez [Castro] que es médico, y a Ramón Ochoa que siquiera estudia’. En efecto, la opinión que sobre Ochoa tenían sus compañeros de profesión era la de un hombre muy estudioso, ‘era tan erudito que se le designaba con el nombre de* Librería Andando*’”.

Agustín Rivera: “Sabio profesor, pero en la práctica no atajaba”.

Oliva de Álzaga, Leonardo

Nació en Ahualulco en la Intendencia de Guadalajara, el 6 de noviembre de 1814. Fueron sus padres los señores Juan de Oliva –quien fue subdelegado político de su pueblo natal– y Guadalupe de Álzaga.

En su pueblo natal cursó su instrucción primaria con el profesor Francisco Serratos. A los 13 años partió a Guadalajara para ingresar al Seminario Conciliar, ahí estudió Latín. El 20 de octubre de 1830 inició el Curso de Artes que impartió el canónigo Ignacio de la Cueva. Y el 5 de junio de 1831 presentó un brillante acto público en Lógica y Metafísica, obtuvo el lugar supra locum in recto.

Se matriculó en los cursos de Química, en el Instituto de Ciencias del Estado, obteniendo la calificación más alta en el primer semestre; sin embargo, no pudo examinarse del segundo curso, por la clausura del Instituto, así es que optó por las clases prácticas de Farmacia en la oficina del profesor Jesús Arce; y al restablecerse en 1834 el Colegio de San Juan Bautista, cursó la cátedra de Filosofía Moral.

Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Guadalajara, se matriculó el 4 de diciembre de 1834 al primer curso, el que aprobó el 15 de julio de 1835; en la fecha anterior se matriculó al segundo curso, el cual aprobó el 6 de julio de 1836, matriculándose ese mismo día al tercer curso, el cual aprobó el 7 de marzo de 1837; se matriculó al cuarto curso ese mismo día, el cual aprobó el 5 de julio inmediato; y tras haber sufrido examen y haber sido aprobado nemine discrepante, se le dispensó el tiempo faltante de pasantía.

En la misma Universidad, el 26 de febrero de 1835, recibió el grado de bachiller en Filosofía y el 8 de julio de 1837 obtuvo el grado de bachiller en Medicina.

El 6 de febrero de 1839 el Protomedicato le formó razón como médico y en septiembre recibió el título de profesor de Medicina, el cual obtuvo por aprobación unánime.

Durante su internado en el Hospital de San Miguel de Belén escribió un tratado médico-legal sobre las heridas.

De 1839 a 1847 impartió las cátedras de Química, Botánica y Farmacia, Anatomía General y Descriptiva, Fisiología, Higiene y Medicina Legal, Patología General y Materia Médica, Patología y Clínica Externa y Patología y Clínica Interna tanto en la Universidad, como en el Instituto de Ciencias. El 10 de noviembre de 1840 sostuvo la oposición a la cátedra de Patología y Clínica Interna y ocupó el segundo lugar; también impartió Latín en el Liceo de Varones.

El 21 de diciembre de 1840 solicitó el grado de licenciado en Medicina en la Universidad Nacional de Guadalajara; el 27 de diciembre inmediato presentó acto de repetición; el 4 de enero de 1841 se le asignaron los puntos de examen; al día siguiente, ante los doctores José María Cano y Pablo Gutiérrez y los bachilleres Cortés y José Antonio López, sustentó el examen de grado, y fue aprobado con un solo voto en contra; el 6 de enero recibió el grado y el 25 de julio se le confirió el grado de doctor en Medicina.

En marzo de 1843 pasó a residir por breve tiempo a Autlán de la Grana. A su regreso a Guadalajara dedicó su tiempo al ejercicio de su profesión en el Hospital de Belén, a las cátedras universitarias o del Instituto de Ciencias y a la investigación farmacológica.

Entre 1843 y 1845 publicó en varias entregas en la revista El Museo Mexicano su “Ensayo de una carpología aplicada a la higiene y a la terapéutica”, en su Relación de Méritos escribió que: “Del cual seguramente no haría mención, sino lo tuviera como único en su especie entre nosotros, ni además hubiera sido recomendado por los editores”.

En 1847 escribió la antes citada Relación de Méritos, para declararse opositor a la cátedra de Patología General y Materia Médica, la cual obtuvo al siguiente año, y en 1848 se opuso a la cátedra de Farmacología obteniéndola en propiedad.

En 1853 y 1854 publicó los dos tomos de su célebre obra: Lecciones de Farmacología dadas por el catedrático del ramo en la Universidad de Guadalajara, las cuales dedicó al obispo Diego Aranda y Carpinteiro. Destaca en esta obra su notable clasificación fisiológica, y las descripciones de las propiedades medicinales de las plantas nativas. Sobre la importancia de esta obra Alberto Santoscoy escribe:

La nomenclatura del naturalista jalisciense fue adoptada en Europa; y sus grandes méritos científicos lo hicieron acreedor a que en Alemania se le dedicara un género de las “compuestas” que lleva su nombre “Olivas”, y que más adelante nuestro insigne coterráneo el señor Bárcena le dedicara asimismo una especie del género exogonium. 99

En 1855 el gobernador Ignacio Herrera y Cairo le otorgó el título de farmacéutico y ese mismo año recibió del gobierno de la república la borla de Filosofía.

En 1856 remitió a la Academia de Medicina de París su Historia de la Medicina en México, la cual fue publicada al año siguiente.

Durante la Guerra de Reforma, por sus inclinaciones hacia las ideas conservadoras, perdió sus cargos académicos y tuvo que huir por Ejutla, Tecolotlán, Unión de Tula y Jalpa, lo cual retrasó considerablemente su quehacer científico.

El 12 de enero de 1860 inició a publicar por entregas en el periódico oficial del Departamento de Jalisco Las Tres Garantías sus “Lecciones de Terapéutica”, por faltarle dinero para presentarla como libro. Y más tarde, en 1865, en la misma forma –por entregas– publicó en El Imperio los “Principios de Filología” y una “Gramática Francesa”. En La Naturaleza –órgano de la Sociedad Mexicana de Historia Natural– publicó sus artículos “El copal y cucurbitaceas y calabaceñas” y su “Discurso sobre el estudio de la Botánica extranjera e indígena”.

Del 29 de junio de 1870 al 9 de marzo de 1871 fue presidente de la Junta Directora de Estudios del Estado de Jalisco.

Entre los escritos que dejó inéditos –algunos incluso se extraviaron– se encuentran: “La Flora del Estado de Jalisco”; “Un diccionario chino, conchinchino, persa etc. de historia natural” y una “Historia de Jalisco” en latín, dedicada a los estudiantes del seminario; también escribió la “Biografía del doctor don José María Cano”.

Es de notar su calidad de lingüista, pues además del dominio de las lenguas clásicas también se expresaba en lenguas indígenas, tales como el náhuatl y el otomí, entre otras.

Sobre su peculiar incursión científica en Alemania, el padre Severo Díaz así la narra:

Al llegar al apogeo de su carrera, únicamente le faltaba su consagración mundial, que no se hizo esperar. Sucedió que por los años cercanos al [18]70, poco tiempo antes de su prematura muerte, el señor [Teodoro] Kunhardt, pensó educar a sus hijos bajo la dirección de un profesor alemán, traído directamente de Alemania. A este llamado acudió un profesor universitario de lo más selecto [...] Experto en toda clase de ciencias, cultivaba de un modo especial la Botánica; y desde su llegada pidió que le presentasen con los botánicos de la ciudad; todo el mundo señaló como el más indicado al profesor Oliva. Se tuvo la primera entrevista... pero no pudieron entenderse ni en alemán, ni en español, ni en francés, y por último ni en latín, pero ambos decidieron que sus pláticas sucesivas serían en el idioma de Cicerón para lo cual repasarían sus antiguos conocimientos, como en efecto lo hicieron [...] Entrando ya en el terreno de Botánica, el profesor alemán encontró que se las había con un verdadero sabio en la materia, y no le quedó otro recurso que ponerlo en contacto con sus compañeros y los grandes botánicos de Alemania. Se inició, entonces, un cambio de notas y trabajos originales entre el profesor jalisciense y sus nuevos colegas, que fue elevándose al grado de cátedra que desde aquí sustentó Oliva gracias a su magnífica colección de plantas tropicales y a la riquísima flora de Guadalajara y sus alrededores.

Cuando en Alemania se supo la muerte de don Leonardo Oliva, que le sorprendió prematuramente en esta importante función docente, los lejanos colegas y quizá discípulos, acordaron levantarle una estatua en la Universidad de Leipzig, como a uno de los grandes botánicos del mundo. Tanto el profesor [Adrián] Puga como el padre [José María] Arreola han visto en revistas científicas extranjeras la descripción de este monumento. 100

Entre las sociedades científicas del país y del extranjero en las que participó están: la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la Sociedad Mexicana de Historia Natural, la Sociedad de Medicina de París y la Academia Nacional de Medicina.

A pesar de su éxito científico pasó sus últimos días en la miseria al grado que un condiscípulo suyo, el canónigo Luis Michel, le dejaba discretamente todos los días bajo su almohada el dinero necesario para su precaria subsistencia.

El 6 de noviembre de 1872 falleció en Guadalajara y fue inhumado en el Panteón de Belén.

El 4 de junio de 1873 las sociedades científicas y literarias de la ciudad, convocadas por la Sociedad Médica, con la presencia del gobernador Ignacio Luis Vallarta, le rindieron homenaje.

Se le dedicó un retrato al óleo en la Biblioteca Pública de Jalisco y su efigie en bronce tanto en el Museo Nacional de Historia Natural como en la Biblioteca de la Escuela Nacional Preparatoria; y en Guadalajara el 2 de febrero de 1958 se le develó una estatua, en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Juicios y testimonios

Manuel Acuña: “A la memoria del eminente naturalista”.
[...] Y allí es donde tú vives, varón justo,
al que ahora bendice en sus altares
la santa voz del porvenir augusto;
el que tu ciencia y las virtudes premia,
consagrando a tu ciencia y tus virtudes
las canciones de todos sus laúdes
en el templo inmortal de la Academia [...]


Reyes G. Flores: “Imitad al primer sabio de Jalisco,
que se supo conquistar una imperecedera gloria científica, y que a fuerza de grandes sacrificios, en las ciencias naturales, llegó a poner la primera piedra en el edificio científico jalisciense; trabajando sin cesar desde sus primeros años, hasta el último día de su vida, consiguiendo el triunfo con los desvelos que nevaron y encarecieron esos, antes rubios cabellos que hoy como un tomentoso capullo, coronan esa espaciosa mente […]”.


Constantino Lengerke: “Oliva jamás vaciló en sus ideas
filosóficas, ni en sus convicciones de cualquier otro género, lo cual no debe sorprendernos, supuesto que el naturalista profundo, ocupándose de lo mejor que produce o haya producido la tierra y considerado lo mediano y aun lo ínfimo únicamente con relación a lo perfecto, llega a adquirir tal plenitud y firmeza en sus conocimientos, tal severidad en sus juicios, tal solidez en su criterio, que nos parece perfeccionando dentro de un círculo hasta inspirarnos una suprema e inexplicable admiración”.


Armando Ruiz Sánchez: “Se adelantó como medio
siglo a los estudios de la farmacología en América del Norte, pues según expresan Salters, Kantz y Carr, la farmacología se organizó como tal en Estados Unidos hasta la entrada de John Jacob Abel a la Universidad de John Hopkins en 1903, volviendo de Alemania. En México Oliva organizó los estudios de farmacología en la última década de la primera mitad del siglo xix”.

Ortiz y Vargas de Espinosa, Jesús

En Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, nació el 20 de diciembre de 1811. Fueron sus padres los señores Josefa Vargas Espinosa y Guadalupe Ortiz.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara hizo sus estudios de Latín y Retórica y el Curso de Artes de Filosofía, el cual concluyó con la distinción de regente en 1829, bajo la conducción del doctor Francisco Espinosa y Dávalos. Siguió con sus estudios de Teología y en diciembre de 1835 fue ordenado sacerdote.

En la Universidad de Guadalajara, el 6 de enero de 1837 obtuvo el grado de licenciado en Teología.

Fue catedrático de Humanidades y Teología del Seminario Conciliar durante cinco años; el 25 de marzo de 1841 el obispo Diego Aranda lo nombró cura de la Parroquia de Tototlán, Jalisco, la cual sirvió con gran acierto por cuatro años; ante lo cual el obispo lo designó como cura del Sagrario de Guadalajara y el 1° de diciembre de 1845 tomó posesión de su nuevo cargo, en el cual sirvió durante dieciocho años.

En 1842 fue electo diputado propietario al Congreso Constituyente, por lo que pasó a residir a la Ciudad de México para participar en las sesiones. En unas semblanzas de los diputados jaliscienses, así lo caracterizaron:

D. Jesús Ortiz. Presbítero.
este padre es dedicado,
estudioso como pocos;
ya veremos si los locos
lo ensartan en su rosario. 101

Por esos años tenía una bien ganada fama de liberal, como lo prueba el discurso cívico que pronunció el 4 de octubre de 1846, luego de censurar a los monárquicos y conservadores, expresó:

¡Oh, libertad!, ¡Libertad encantadora, hija bella de las luces, maestra del género humano! Yo quisiera tu lenguaje… para formar algunas páginas sobre las grandes épocas de nuestra historia nacional, como lo ha hecho otras veces el joven Otero con sublime inteligencia y elocuencia matemática […]

Al desentrañar el origen y consecuencias del poder soberano identificado con la Religión, la Independencia y la Unión proclamados en 1821, no estoy en ánimo de creer ni persuadir a otros, que sea necesaria una autoridad divina para gobernar en lo temporal”. 102

Su discurso causó gran polémica, en especial fue protestado por fray Miguel Díaz de Vivar, prior del Convento de Santo Domingo de Guadalajara. Sobre los cual Agustín Rivera comentó:

Los adversarios del señor Ortiz no comprendieron su pensamiento, creyendo que afirmaba que el poder civil no viene mediatamente de Dios; y el señor Ortiz trató de amalgamar el Plan de Iguala, eminentemente monárquico y españolado con las ideas ultra democráticas, hasta comparar al Papa con el falso profeta Balam. 103

En 1847 rehusó el nombramiento de ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Sin embargo, en 1851 aceptó la dirección del Liceo de Varones del Estado de Jalisco.

Ante el movimiento del Plan de Ayutla optó por las posiciones conservadoras. En la Guerra de los Tres Años se opuso a la Leyes de Reforma y en ausencia del obispo Pedro Espinosa fue gobernador de la Mitra de Guadalajara de 1859 a 1860 y le correspondió afrontar dificultades enormes.

Al triunfo de los liberales, en 1861 el gobernador de Jalisco Pedro Ogazón lo desterró de Guadalajara, por lo que fue a radicar a León de los Aldamas Guanajuato, hasta 1862, y luego a la ciudad de San Luis Potosí.

Con el establecimiento del segundo imperio, regresó a Guadalajara. El 15 de julio de 1864 ingresó al Cabildo de la Catedral –ya Metropolitana–, como racionero, y a los once días ascendió a canónigo de gracia, el 20 de julio de 1869 recibió la dignidad de maestrescuelas, el 9 de mayo de 1871 fue nombrado chantre y en 1879 por motivos de salud renunció a la dignidad de arcediano, que le correspondía por riguroso escalafón.

El 5 de junio de 1864 fue comisionado como subdelegado del delegado apostólico Luigi Clementi, para ejecutar las bulas pontificias que erigieron el Obispado de Zacatecas. El 26 de noviembre de 1866 fue elegido vicario capitular en sede vacante, y el 5 de diciembre del mismo 1866 el Cabildo Catedralicio lo postuló como candidato a arzobispo de Guadalajara, pero como los canónigos tapatíos tenían fama de liberales, entonces se desechó su candidatura.

Junto con el canónigo Rafael Sabás Camacho impulsó la introducción del canto gregoriano en la Catedral Metropolitana y participó en la reorganización del Colegio de Infantes. Y en algunas ausencias del arzobispo Pedo Loza, fue nuevamente gobernador de la Mitra tapatía.

Escribió: Breves elementos de gramática castellana para uso de los jóvenes que están concluyendo latinidad en el Seminario Conciliar (1836); A mis discípulos. Poesía (1839); Jesús Ortiz presbítero domiciliario de este Obispado y cura propio de Tototlán, como opositor al actual concurso de curatos presenta a V. S. I. con el más profundo respeto la breve historia de su carrera, que sólo tendrá algún mérito si se considera con suma benignidad (1843); Discurso que pronunció en esta capital el día 4 de octubre de 1846, en recuerdo de la entrada triunfante que hizo a México el Ejército Trigarante el 27 de septiembre de 1821 (1846); Única respuesta que se ha propuesto dar el autor del discurso del 4 de octubre a sus impugnadores (1846); Historia, progreso i estado actual, en que se encuentra la Hermandad del Sagrado Viático, con el sermón predicado por el señor cura del Sagrario de Guadalajara, el 17 de noviembre de 1850 (1851); Sermón de la aparición asombrosa de María Santísima de Guadalupe, predicado el día 12 de diciembre de 1853, en el Sagrario de esta Santa Iglesia Catedral (1854); Sermón predicado en el Sagrario de esta Santa Iglesia Catedral el día 7 de mayo de 1854 con motivo de la solemnidad titular de la Asociación del Sagrado Viático en esta Capital (1854); Sermón que predicó en la Iglesia del Sagrario el señor cura de la misma. El día 4 del presente, quien unido a la Hermandad del Sagrado Viático, celebró la Declaración Dogmática de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen (1855); Sermón que predicó en el Santuario de Guadalupe de esta ciudad, el señor cura del Sagrario. El día 14 de diciembre de 1856, en la solemnísima función que se hace todos los años a María Santísima de Guadalupe (1856); [Carta al señor cura don Francisco J. Conchos, manifestándole no ser el autor del opúsculo intitulado “Caso de conciencia”, que algunos le han atribuido] (1857); Defensa de la carta del cura del Sagrario de Guadalajara (1857); Manifestación que hace el Gobierno Eclesiástico de Guadalajara, contra las disposiciones dictadas en Veracruz (1859); Contra las llamadas leyes de Reforma. Subscrita en Guadalajara, a 30 de agosto de 1859, por los gobernadores de la Mitra doctor don Casiano Espinosa, doctor don Juan N. Camarena y licenciado Jesús Ortiz, en Guadalajara (1859); Circular del Gobierno Eclesiástico de Guadalajara (1859); Sobre la supresión de días festivos decretada por Juárez en Veracruz. Subscrita por los gobernadores de la Mitra […] (1859); Sermón que en la solemne festividad de la Inmaculada Concepción de María Santísima, predicó en la Santa Iglesia Metropolitana de Guadalajara (1864); [Circular] Transcribiendo una orden del Emperador de 3 de noviembre de 1864 por la que previene a los encargados de curatos envíen copias de los registros de nacimientos, matrimonios y defunciones (1865); Circular comunicando su nombramiento de vicario capitular de la Arquidiócesis por vacante del ilustrísimo señor Espinosa y confirmando todas las licencias concedidas por el prelado difunto (1866); a partir de esta fecha escribió y publicó varias circulares de su gestión de gobierno; “Edicto dando a conocer las letras apostólicas de S. S. Pío IX de 22 de julio de 1868 por las que declara haber sido electo el ilustrísimo señor don Pedro Loza y Pardavé arzobispo de Guadalajara” (1869); “Nos el licenciado don Jesús Ortiz, dignidad maestrescuelas de esta Santa Iglesia Catedral y don Luis Michel, canónigo de la misma, gobernadores de la Mitra por el ilustrísimo señor don Pedro Loza dignísimo arzobispo de esta Diócesis Metropolitana”; “Edicto transcribiendo un breve de S. S. Pío IX de 2 de octubre de 1868, por el que se señala durante siete años como privilegiado el altar mayor de las iglesias parroquiales y colegiatas de la Arquidiócesis de Guadalajara”; “Circular anunciado la próxima celebración del Concilio Vaticano I y el jubileo concedido con tal motivo” (1869); y “Circular recordando al clero el precepto de la predicación de los días festivos y la enseñanza de la doctrina cristiana” (1873).

Pasó sus últimos años aislado y aquejado por la parálisis. Falleció en su ciudad natal el 13 de noviembre de 1883. Fue inhumado en el sarcófago central del Panteón de Santa Paula de Belén.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Iguíniz: “En un principio sus ideas progresistas fueron juzgadas bastante avanzadas, mas defendió con talento su criterio rechazando la impugnación de sus adversarios”.


Agustín Rivera: “Y el cura don Jesús Ortiz, que era de gran talento y sátira picante, decía ‘Los sermones de H. son como el caldo de tía Gertruditas’. Preguntábanle que cómo era el caldo de tía Gertruditas, y respondía: ‘Era una señora pobre, que de lo que le daban hacía su caldito, el cual tenía ejotes, calabacitas, repollo, orégano, nuez moscada, semillas de calabaza y otras cosas, menos carne’”.

Otero y Mestas, Mariano

En Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, nació el 4 de febrero de 1817. A los siete días fue bautizado por su tío el presbítero Norberto Mestas en la Parroquia de El Sagrario, con los nombres de José Mariano Fausto Andrés.

Sus padres fueron el doctor en Medicina y catedrático de la Real Universidad de Guadalajara Ignacio Otero, y María Mestas, descendiente de los mayorazgos Porres y Baranda.

A pesar de haber nacido en una familia de abolengo, su posición económica y en consecuencia su formación fue más bien difícil, como él mismo lo expresó en la petición que dirigió el 11 de enero de 1832 a la Junta Directora de Estudios del Estado de Jalisco, al solicitar la plaza de escribiente: “Sin padres desde [la] edad de ocho años, quedé bajo los auspicios de mi hermano político el señor Portugal y hoy a los quince de mi edad, muerto él, hace un año, he quedado al abrigo de su viuda, cuya situación es tan lamentable como la mía [...]”. 104

En el Seminario Conciliar de Guadalajara cursó cuatro años de Latín, Retórica y Filosofía. Agustín Rivera lo presentó en 1831 como discípulo del sacerdote Rafael H. Tovar.

Luego continuó sus estudios profesionales en el Instituto de Ciencias del Estado, y aunque aficionado a las Matemáticas y en general a las Ciencias Exactas, llegó a considerar dedicarse a la agrimensura, pero finalmente optó por la Jurisprudencia.

Recibió la protección y el estímulo de sus maestros el presbítero José Luis Verdía, y el licenciado Crispiniano del Castillo. Así caracteriza a ambos, Jesús Reyes Heroles: “Del primero, jusnaturalista, contrario al covachuelismo, aprende Filosofía Moral, Historia y Derecho Canónico. Verdía era hombre informado de las nuevas ideas e influido por ellas. Del Castillo, le enseña en la cátedra y en el foro, y lo avala en su primera incursión política [...]”. 105

Se pregunta el citado autor:

¿Qué retiene Otero de esta educación? Desde luego, el impacto de la filosofía de la ilustración y el trato de algunos clásicos latinos, que nunca abandona. Las lecturas completan su formación, tanto en la orientación primordial como en lo que podríamos llamar manejo de la técnica jurídica. Su autoeducación, mediante ininterrumpidas lecturas, lo pone en contacto con diversas líneas intelectuales y su falta de prejuicios y amplia receptividad mental y espiritual le permiten atemperar exageraciones y contrarrestar unas con otras hasta llegar a contar con un modo propio de pensar. 106

En 1834 fue clausurado el Instituto del Estado y en consecuencia Otero culminó sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Guadalajara, como lo demuestra el siguiente registro:

En la cd. de Guadalajara a 7 de junio de 1835, habiendo comparecido ante mí el infto. Sec., Dn. Mariano Otero, probó con certificado de sus catedráticos y juramento de sus concursantes, haber ganado cuatro cursos en leyes de más de ocho meses cada uno”. Rúbrica del secretario de la Universidad, Santiago Alcocer. 107

En los bufetes jurídicos de los licenciados Pedro Zubieta y José María Foncerrada, realizó sus prácticas profesionales.

El 17 de octubre de 1835, evadiendo el requisito de edad mínima –contaba con dieciocho años de edad– presentó su examen profesional, ante el jurado que presidió el presbítero José Luis Verdía e integrado por los abogados Dionisio Rodríguez y Juan Gutiérrez Mallen, quienes le dieron calificación de excelente-sobresaliente, habiendo disertado sobre los “Autos seguidos por don Juan Félix Rubio con don Pedro José Astegui”. Tras haber prestado juramento, se le otorgó el grado de bachiller en Derecho Civil, titulándose de abogado.

Con la Universidad de Guadalajara siguió vinculado, ahora como maestro y sostuvo su primer jurado de examen profesional en 1837, en unión al licenciado Crispiniano del Castillo y el último acto en julio de 1841, con su otro gran maestro y benefactor el ya designado canónigo José Luis Verdía.

Una vez titulado, litigó con el apoyo del licenciado Del Castillo, y el 29 de junio de 1836 se casó con Andrea Arce Garibaldo, con quien procreó siete hijos. También fungió como asesor legal del banco de la ciudad.

El 27 de junio de 1837 publicó su “Noticia biográfica del Señor Alcalde, Obispo de Guadalajara”, uno de sus primeros trabajos es: “Una biografía sencilla dando los datos esenciales de un digno varón que fuera obispo de Guadalajara. Hombre preocupado por el bienestar de sus semejantes y dedicado al bien hacer, tenía que excitar la imaginación de Otero”. 108

Por esos años, en su ciudad natal pasó prácticamente inadvertido para la mayoría de sus conciudadanos, sólo unos cuantos vislumbraron su talento jurídico y político.

El 8 de agosto de 1841, el general Mariano Paredes Arrillaga lanzó el Plan Jalisco, por el cual desconoció al presidente de la república Anastasio Bustamante y convocaba a un congreso constituyente. Otero apoyó el Plan y el 12 de agosto, al convocarse la junta de vecinos para elegir a los miembros de la Junta Departamental, contendió y fue derrotado para cuarto, quinto y sexto vocal y aun para suplente, lo que demuestra la escasa relevancia que tenía en su ciudad. Sin embargo el 16 de septiembre pronunció un discurso que en opinión de Reyes Heroles lo lanzó a la vida pública. Y en diciembre fue nombrado delegado por Jalisco al Consejo de Representantes.

En marzo de 1842 fue electo diputado al Congreso Constituyente por Jalisco, por lo cual se trasladó con su familia a la Ciudad de México. El 10 de mayo publicó una monografía de Guadalajara que dedicó “A los jaliscienses amantes de la libertad y la prosperidad de su patria, consagra estos recuerdos, como débil expresión de su afecto”. 109

Con el editor jalisciense Ignacio Cumplido inició sus colaboraciones en el periódico El Siglo Diez y Nueve.

El 1° de junio publicó su Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana, cuyo objetivo inmediato era apoyar el citado Plan Jalisco. Reyes Heroles la considera como una obra muy notable, por su análisis penetrante y la profundidad de su pensamiento. Y porque el Ensayo… fue “publicado con mucha anticipación a la época en que podía ser comprendido. Posteriormente, el Otero sociólogo y economista que se revela en el Ensayo fue opacado por el jurista, y el libro fue poco manejado en el siglo xix”. 110

El intelectual y político veracruzano en su obra El Liberalismo Mexicano se dedicó a analizar lo que él denomina “El Método Otero”, en el cual “[…] llega hasta anticipar una ley histórica del desarrollo mexicano, fundada en la persistencia y continuidad de las luchas liberales”. 111

El 4 de junio le escribió una carta al licenciado Ignacio Vergara, en la cual expuso sus objetivos para el Congreso Constituyente: limitar al Ejecutivo en el uso del ejército; conservar la intolerancia religiosa, pero separando al clero de la influencia política; concentrar el poder de la clase media para evitar los males de lo alto y de lo bajo de la sociedad y afianzar las garantías individuales.

El 5 de agosto intervino en la discusión del artículo número 25 del proyecto del reglamento del Congreso, en su discurso esclareció la distinción entre el legítimo derecho de petición y la insurrección.

El 26 de agosto, en conjunto con los diputados Juan José Espinosa de los Monteros y Octaviano Muñoz Ledo, presentó un “Voto particular de la minoría” que contiene ya un catálogo de los derechos individuales.

El 3 y 8 de octubre, publicó en El Siglo Diez y Nueve su “Examen analítico del Sistema Constitucional en el proyecto presentado al Congreso por la mayoría de su comisión de Constitución”.

El 11 de octubre pronunció un discurso conocido como “el de la fama”, en el que defendió el federalismo: “Es no sólo el gran discurso de Otero, que dio origen a la leyenda del orador, sino también uno de los más importantes documentos para conocer los asaz complicados momentos que vivió México en 1842”. 112

El diputado José María Tornel lo calificó como “uno de esos jóvenes de la generación nueva, que son a un tiempo la esperanza y la gloria de la patria”. Se llegó a considerar el 11 de octubre como “el día más grande del Congreso”, pues hizo uso de la palabra Otero, “el joven honor de la república”.

A pesar de su prestigio no dejó por eso de ser duramente atacado, como lo ilustra el siguiente verso, aparecido en las “Semblanzas de diputados de Guadalajara al Congreso Constituyente de México para el año de 1842”; dice el panfleto:

Más odioso que el averno,
taravilla más que un ciego.
A todos les dice: divo
El Garatusa moderno. 113

El 3 de diciembre estalló el pronunciamiento de Huejotzingo, desconociendo la Constitución que emanare del Congreso y pidiendo su disolución. Les correspondió a Otero, De la Rosa y Ramírez formular el alegato de rechazo al movimiento sedicioso. El ejército ocupó el recinto de los constituyentes y el diputado presidente Elorriaga los convocó en su domicilio particular. El 19 del mismo mes de diciembre los diputados se retiraron y se disolvió el Congreso.

Del 2 de mayo al 13 de junio de 1843 estuvo prisionero; ante las irregularidades del proceso judicial, el 30 de mayo formuló un alegato contra el auditor Florentino Conejo conjuntamente con Gómez Pedraza, Riva-Palacio y Lafragua, en el cual resaltó la idea de subordinación del Estado al derecho, y la responsabilidad estatal de los funcionarios públicos.

Las vicisitudes políticas no lo alejaron de la producción literaria, así el 30 de marzo de 1843 publicó Consulta a los estudiosos sobre la lengua mexicana, en julio sus Apuntes para la biografía de don Francisco Javier Gamboa y luego hizo su única traducción conocida: La Escuela de Lord Byron. Traducción de un fragmento de las Memorias de Chateaubriand.

Aunque políticamente derrotado, sus amigos Gómez Pedraza e Ignacio Cumplido maniobraron para que pronunciara el discurso oficial del 16 de septiembre, en el que se condolió por la pérdida de Texas y lamentó la división de la patria.

Un tanto alejado de la actividad política, tiene cabida la evocación de algunos de sus rasgos humanos. Guillermo Prieto escribió:

Otero se ponía como de bruces sobre el escritorio [en las oficinas de El Siglo Diez y Nueve], floja la corbata, desabotonados chaleco y pantalones, medio zafadas las botas; tenía siempre a mano dulces o bizcochos, o quesadillas o muéganos, porque era muy goloso. Gustaba del papel excelente, escribía una letra redonda y clarísima como grabada; y sus útiles, como reglas, compases, etc. eran de todo lujo. 114

Y sobre su hogar continúa el citado autor:

La casa de Otero era la casa de sus amigos. Se complacía en servirlos y agasajarlos [...] Su señora doña Andrea Arce secundaba admirablemente a su esposo [...] Era Otero muy goloso; por los guisos de su tierra tenía pasión, y eran motivo de festejo el garbancillo, el mole de pepita, los pescados de Chapala, etc. La mesa de Otero era una insurrección de alegría y cuando venía de la calle, le seguía una escolta de dulceros, fruteros y cuanto encontraba al paso. 115

El 21 de enero de 1844 fue electo vicepresidente de la Junta del Ateneo Mexicano, donde el 25 de febrero presentó sus “Indicaciones sobre la importancia y necesidad de la reforma de las leyes penales”.

El 31 de agosto de 1844, el general Antonio López de Santa Anna pidió licencia como presidente y lo sustituyó Vicente Canalizo como presidente interino.

Entonces Otero, junto con otros liberales moderados, aprovechó el desconcierto para dominar el Ayuntamiento de la capital del país. El 6 de diciembre quedó como presidente de la junta de compromisarios para las elecciones municipales y maniobró para resultar electo tercer alcalde.

Durante su gestión enfrentó al barón Alleye de Ciprey, representante del rey de Francia, quien exigía reparaciones desmesuradas por un incidente menor.

El 11 de agosto de 1845 el presidente de la república, José Joaquín Herrera, le ofreció el Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores pero él, congruente con sus principios, declinó el cargo.

El 5 de octubre de 1845, mintiendo sobre la edad reglamentaria de treinta años cumplidos –tenía 28–, fue electo diputado. El 28 de diciembre se instaló el Congreso, pero el día 30 los militares dieron golpe de Estado y el presidente Joaquín Herrera renunció.

El 4 de enero de 1846 asumió el poder el general Mariano Paredes Arrillaga –ahora con ideario monárquico– convocando de inmediato a Otero y a otros políticos para amenazarlos si perturbaban la paz con sus escritos.

El 6 y el 15 de marzo de 1846 publicó en El Republicano sus artículos sobre “La aristocracia de la riqueza”.

El 20 de mayo de 1846 el gobierno lo convocó junto con otros liberales al palacio del antiguo Tribunal de la Inquisición para abrirles la correspondencia privada, y el 10 de julio El Republicano publicó el “Expediente seguido en la Suprema Corte de Justicia, en virtud de las instancias de la señora Petra Barrera de Trigueros, para que aquel Tribunal pida la causa de su esposo, el señor Ignacio Trigueros”, detenido el 17 de mayo.

Las dos anteriores violaciones de garantías individuales dieron la oportunidad para que Otero mostrara sus alcances de jurisconsulto: “Otero –señala Reyes Heroles– no sólo dio la fórmula para nuestro juicio constitucional, sino que también pretendió establecer la legislación constitucional que normara las garantías individuales y reglamentara el recurso establecido por el artículo 25 del Acta de Reformas”. 116

Para agosto de 1846 se restableció el federalismo, tras la renuncia del presidente Mariano Paredes. El 18 de agosto Otero fue electo diputado y se le designó miembro de un consejo consultivo del gobierno. El 8 de octubre elaboró un manifiesto para los electores de la capital, haciendo énfasis en la defensa de las garantías individuales.

El 14 de noviembre publicó en El Republicano una necrología dedicada al doctor Pedro Támez. Durante diciembre participó en las reuniones preparatorias del Congreso integrando las comisiones Revisora de Credenciales, de Puntos Constitucionales y de Gobernación. El 16 de noviembre había contestado al Ministerio de Hacienda que solicitaba más recursos, que no era responsabilidad del Congreso suministrarlos, sino del gobierno, responsable de despilfarros. También se opuso a la restauración de la vicepresidencia de la república.

El año de 1847 fue dramático para el país, que tuvo que padecer la invasión de Estados Unidos que mutiló su territorio. La actuación de Otero en el Congreso Constituyente de finales de 1846 a principios de 1848, fue en tres frentes:

1º La oposición al intento de reforma de Gómez Farías, que, a título de obtener recursos para la guerra, daba un paso en la desamortización de los bienes del clero;
2º Su obstinado propósito e incansables luchas por logar la aprobación del Acta de Reformas, y presentada en su voto particular, y 3º Su posición y actuaciones ante el problema de la guerra o la paz, que prácticamente terminan hasta el momento en que vota en el Senado en contra de la aprobación de los Tratados de Guadalupe. 117

El 11 de marzo de 1847, con otros diputados, pidió que el general Santa Anna ejerciera la presidencia. Así, decisivamente se resistió a la reforma del vicepresidente Gómez Farías, impulsando la rebelión de los polkos e integrando el cuerpo de guardias nacionales “Independencia”: “La explicación de la actuación de Otero creemos que radica en la sinceridad con que creía en la unidad nacional, que veía quebrantada por la acción de Gómez Farías”. 118

El 21 de marzo de 1847 el general Santa Anna reasumió la presidencia, Otero presidía el Congreso; tres días después fue nombrado ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, pero renunció un día después para evitar ahondar la división nacional.

El 5 de abril de 1847 presentó su “voto particular”, en el cual sentó las bases del Juicio de Amparo, que luego se consignó en el artículo 25 del “Acta de Reformas”, mejor conocido como “Fórmula Otero”, que dice:

Los tribunales de la Federación ampararán a cualquier habitante de la República en ejercicio y conservación de los derechos que le conceden esta Constitución y las leyes constitucionales contra todo ataque de los poderes Legislativo y Ejecutivo, ya de la Federación, ya de los Estados, limitándose dichos tribunales a impartir su protección en el caso particular sobre que verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley o del acto que lo motivare. 119

El 18 de mayo se aprobó la Constitución.

Ante la inminente toma de la Ciudad de México por las tropas de Estados Unidos, los Poderes de la república se trasladaron a Toluca y posteriormente a Querétaro. El 16 de septiembre de 1847 Otero le escribió una carta al gobernador de Jalisco Joaquín Angulo, en la cual le expresaba su oposición a las negociaciones, porque él consideraba la invasión estadounidense como “una guerra de conquista, por más que esto repugne al espíritu del siglo y a los antecedentes de un pueblo cristiano [...]” 120 y, en consecuencia, proponía la guerra de guerrillas. En diciembre escribió las Consideraciones sobre la situación política y social de la República Mexicana en el año 1847.

El 10 de febrero de 1848 aceptó integrar la comisión que negociaría un armisticio, con el general en jefe del ejército estadounidense Winfield Scott, con el único fin de mitigar los sufrimientos de las poblaciones invadidas. Ante la concertación del armisticio, el gobernador de Michoacán Melchor Ocampo renunció y envió una carta de protesta a Otero, quien se excusó así: “¿Qué quería usted que se hiciera no teniendo ni derecho que abogar, ni fuerza que oponer?”. 121

Su oposición a los estadounidenses quedó manifiesta el 25 de mayo cuando fue uno de los cuatro legisladores que votó en contra de la aprobación de los tratados de Guadalupe-Hidalgo, así expresó su sentir en una carta a su esposa: “Yo creo, que hemos firmado la sentencia de muerte de nuestros hijos. Al menos, si mis tristes presentimientos se realizan, el día que ellos se encuentren sin patria y formando parte de una raza proscrita, no tendrán el desconsuelo de ver mi nombre entre los de quienes decretaron esta paz”. 122

El 3 de junio, el presidente de la república José Joaquín Herrera lo nombró ministro de Relaciones Interiores y Exteriores. El 23 envió una circular a los gobernadores previniéndolos sobre brotes sediciosos, además les presentó el programa de gobierno.

Otras de sus acciones como ministro fueron: la “Iniciativa y ley para el establecimiento del Sistema Penitenciario en el Distrito Federal y Territorios, con la convocatoria expedida para la formación del plano de la cárcel de detenidos y presos”; Ley de imprenta, Ley Orgánica de la Guardia Nacional y la circular a los gobernadores para que informen sobre el estado de la educación, pretendiendo llegar a un sistema nacional, partiendo de los datos reales.

El 13 de noviembre se le aceptó la renuncia como ministro de Relaciones Exteriores.

Durante 1849 fue senador por Jalisco y presidente de la Cámara Alta. El 29 de enero formuló un “Dictamen de la Comisión de Puntos Constitucionales del Senado, sobre la ley constitucional de garantías individuales”; el 12 de marzo pronunció un discurso contra el dictamen de las comisiones de Hacienda y Crédito Público, sobre la autorización de un préstamo por un millón y medio de pesos; el 18 de julio defendió el artículo 8º del proyecto de ley sobre el nombramiento de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Federación. Y también fue miembro de la Junta Directiva de Cárceles.

El 9 de julio, el papa Pío IX le otorgó la Ordine Pianna de prima classe, como presidente del Senado en agradecimiento por el auxilio que México le ofreció en su exilio a Gaeta.

El 31 de mayo de 1850 falleció inesperadamente a los 33 años, víctima del cólera morbus:

Una tarde de 1850, volvía Otero de una comisión del Senado, relativa a la deuda pública. Volvía como siempre contento y sus hijos, corrieron a recibirle; de pronto sintió alguna molestia y se retiró a las piezas interiores. A poco gritó: tengo el cólera y me muero; que llamen al padre León [...] El mal avanzó con rapidez. La sala en que agonizaba fue invadida por personas de todas las clases de la sociedad. El lecho del moribundo estaba rodeado de sus amigos [...] La esposa y sus hijos que le acariciaban, desgarraban el corazón. Pocas horas duró la agonía del jalisciense ilustre [...] 123

En el Panteón de San Fernando de la Ciudad de México fue inhumado. Sus restos mortales fueron solemnemente reinhumados en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres de su ciudad natal el 29 de noviembre de 1982.

Una avenida de Guadalajara donde se ubica su estatua, una presea de la Universidad de Guadalajara, el reconocimiento de la Cámara Nacional de Comercio a las mejores tesis de Derecho y una colonia llevan su nombre. Asimismo, un busto de bronce se encuentra en la Facultad de Derecho.

Juicios y testimonios

Fernando Gallo Lozano: “Si existen algunos autores, inclusive el insigne Vallarta, que dan como antecedente de nuestro juicio de amparo los Fueros de Aragón, es el eminente jurista español don Aniceto Alcalá Zamora el que señala que no es de creerse que ‘el recurso de amparo instituido por la Constitución Española enlace directamente con el derecho medieval aragonés, sino que se inspira hasta en el nombre, en el régimen constitucional mexicano, a través del cual recogimos nuestra tradición jurídica’. Este es uno de los grandes tributos a la obra del hombre más eminente que ha nacido en México, para gloria de Guadalajara, en este campo”.


Manuel Herrera y Lasso: “Don Mariano Otero, el creador del Amparo, es uno de los pocos hombres por quienes México tiene el derecho de reivindicar para sí el genio político. Pero el elogio más cabal y elocuente que puede hacerse del insigne republicano [...] cabe en las siguientes sencillas palabras: fue, la suya, una vida consagrada a la Patria”.


Jesús Reyes Heroles: “Otero se desenvuelve entre dos mundos: el agonizante colonial que se empeña en no morir, y el moderno secular, que pugna por nacer [...] No es posible comprender el siglo xix mexicano sin el estudio detenido y cuidadoso de Mariano Otero y que sin la comprensión del xix difícilmente entenderemos el significado y sentido de lo que llevamos andado del siglo xx”.


Jesús Silva Herzog: “Muy pocos escritores de fines de la primera mitad del pasado siglo tuvieron como Otero un juicio tan relativamente completo, tan acertado sobre la influencia de lo económico en la historia. Él, que a sí mismo se catalogaba como liberal moderado, se adelantó sin saberlo a la concepción materialista de Marx y Engels, o del realismo histórico, como llama a esa Teoría Henri Sée. Engels y Marx esbozaron por primera vez esa teoría en La Sagrada Familia, obra publicada tres años después que la de Otero. El mérito del escritor mexicano parece indiscutible. Si hubiera escrito en Londres o en París, tal vez su fama hubiese alcanzado hace tiempo fama universal”.

Paz Flores, Ireneo

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 3 de julio de 1836. Fueron sus padres los señores Matías Paz y Teresa Flores. Sobre sus orígenes familiares Joaquín Romo de Vivar escribió: “Huérfano de padre desde niño no tuvo más cuidados que los de su virtuosísima madre, la que se dedicó con supremo esfuerzo a la educación de su hijo, tropezando con las dificultades consiguientes a la estrechez de sus recursos”. 124

A los trece años ingresó al Seminario Conciliar para cursar su instrucción media, donde a pesar de tener que trabajar para ayudar a su madre, obtuvo excelentes calificaciones, como consta en un documento expedido el 30 de julio de 1851 por el catedrático Francisco Vargas –más tarde obispo de Colima–, e informa que ha cursado la cátedra de Mayores, demostrando en el examen muy ventajoso aprovechamiento: “Contestó satisfactoriamente y con expedición a todas las preguntas que le hicieron los sinodales; quienes atendiendo además, a su conducta irreprochable, a su comedimiento, caballerosas maneras y demás virtudes que le han granjeado el aprecio de sus compañeros, lo premiaron con la calificación suprema S. S. S.”. 125

El 24 de julio de 1854 el secretario de la Universidad Nacional de Guadalajara Antonio Alcocer, hizo constar que cursó, se examinó y aprobó en las materias que integran el plan de estudios preparatorios de mayores en el Seminario Conciliar, en virtud de lo cual se le expidió el título de bachiller en Filosofía. Inició su carrera de abogado en la Universidad, matriculándose al primer curso de Jurisprudencia en 1854 y al segundo el 18 de octubre de 1855.

Con el triunfo de la Revolución de Ayutla se restableció el Instituto del Estado en 1855, en cuyos registros consta que Ireneo Paz, el 3 de noviembre de 1856, se matriculó en la carrera de Jurisprudencia al curso de primianista de práctica, además a los cursos de Matemáticas y de Francés; el 10 de noviembre de 1857 inició el curso de secundianista de práctica y el de Inglés. Sus últimos estudios transcurrieron durante la Guerra de Reforma, en la cual Jalisco fue uno de los principales escenarios, de aquí que Joaquín Romo de Vivar y Juan Bautista Iguíniz, afirman que en 1861 se tituló de abogado en la Universidad de México, habiendo practicado en el bufete jurídico del licenciado Jesús López Portillo.

Durante la Guerra de Reforma participó con las armas y la pluma en favor de la causa liberal, además ejerció su profesión. El gobernador del estado de Jalisco Santos Degollado le dio el grado de capitán, para que sirviera en un cuerpo de la Guardia Nacional que mandaba el general Miguel Contreras Medellín. Con el apoyo del general Pedro Ogazón y en unión de otros jóvenes, había formado un colegio militar en las instalaciones del antiguo seminario.

De 1857 a 1861 colaboró en los periódicos: El Independiente, Boletín de la Guerra Nacional, La Revolución y El Voto del Pueblo. Durante la intervención francesa redobló sus esfuerzos militares y periodísticos.

En 1863 fundó el periódico Sancho panza de corte pequeño y festivo, cuyo objetivo fue:

En este [periódico] –escribió– no sólo se trataba de pintar a la invasión francesa con negro colorido para infundir hacia ella en nuestro pueblo el mayor odio posible, sino que censuraba a la vez los abusos de mis correligionarios, cuyo proceder, al menos según mi conciencia, entibiaba el espíritu público. 126

Y apuntó su pluma hacia los franceses y las huestes del republicano Antonio Rojas, cuyos desmanes consideraba que desprestigiaban la causa liberal. Su actitud le valió una forzada autorreclusión domiciliaria, ya que su casa fue sitiada por los “galeanos”, como se les llamaba a los seguidores de Rojas.

Pocos fueron los días del Sancho panza, ya que a finales de 1863 ante el asedio a Guadalajara de las tropas francesas, Ireneo se fue a Colima donde residió casi un año, habiendo dirigido el Periódico Oficial del Estado y fungiendo como magistrado del Tribunal de Justicia. También escribió en La Aurora del Progreso, El Pensamiento Público y La Independencia.

Al ser invadida Colima, se dedicó de lleno a la campaña militar en las costas del Pacífico. Por su valor y entereza, los generales Echegaray y Arteaga le otorgaron los grados de comandante y más tarde el de teniente coronel. Ante la derrota liberal en Zapotlán, fue comisionado para que celebrara la capitulación, lo cual realizó con gran tino.

En su ciudad se le confinó pero, inflexible en la lucha por la causa liberal, volvió a la trinchera del periodismo y fundó El Payaso, cuya publicación fue de 1865 a 1866, en cuyas páginas fustigó satíricamente al imperio, con tanta gracia que incluso el emperador Maximiliano solicitó al licenciado Jesús López Portillo que le enviara una colección. Tras enfrentar a los periódicos imperialistas y aprovechando –confiesa con dolor– que “el Imperio dio una libertad más amplia a la prensa que la que ha tenido relativamente hablando, en algunas de nuestras administraciones republicanas”.127: Por lo cual pudo El Payaso llegar el número nueve y “se despidió con todo el brío de un campeón al que no ha podido ser vencido en la arena […]”. 128

En 1866 publicó El Noticioso y el 12 de noviembre del mismo año fue hecho prisionero, siendo liberado el 18 de diciembre tras el triunfo liberal en la batalla de La Coronilla. El coronel Eulogio Parra lo nombró su secretario. Más tarde acompañó al general Ramón Corona en las expediciones que culminaron con la rendición de Colima.

Al restaurarse la república en 1867, y a propuesta del general Ramón Corona, el gobernador de Sinaloa Domingo Rubí lo nombró asesor en la Secretaría General de Gobierno. Pero ante los desmanes del gobernador protegido desde el centro por Benito Juárez y Ramón Corona, renunció y se dedicó a criticarlos desde los periódicos La Palanca de Occidente y El Diablillo Colorado de gran aceptación, ambos fueron publicados en Culiacán durante 1867.

Ante la convocatoria expedida por el presidente Benito Juárez para las elecciones federales –lo cual consideró anticonstitucional– se lanzó a la contienda política, proclamando la candidatura del general Porfirio Díaz, por lo que fue encarcelado en Santiago Tlatelolco.

Desde la cárcel sigilosamente hizo circular un nuevo periódico El Padre Cobos, el cual apareció por primera vez el 20 de febrero de 1869, el blanco de sus críticas fueron Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, por fortalecer el Ejecutivo frente al Legislativo y por darle al clero un lugar en la vida política del país.

Al salir de la cárcel tomó las armas contra el gobierno, apoyó en 1871 el Plan de la Noria de Porfirio Díaz. Al fallecer el presidente Juárez siguió combatiendo al presidente Sebastián Lerdo de Tejada desde El Ahuizote y El Siglo xix , además de reeditar El Padre Cobos, cuya segunda época abarcó de 1874 a 1876. Nuevamente se le encarceló, ahora en la prisión para presos políticos de Belén y luego salió desterrado a Nueva Orleans.

Al triunfar la Revolución de Tuxtepec en 1876, con la instalación en el poder del general Porfirio Díaz, regresó a México ocupando en los años posteriores un escaño en la Cámara de Diputados, además se le reconoció su grado militar en el Ejército Nacional.

Ante la dictadura porfirista abandonó los cargos públicos para dedicarse al periodismo y a la literatura.

El 15 de marzo de 1877 fundó el periódico La Patria, el cual se publicó por más de 30 años, dando su apoyo al porfirismo, pero al censurar

la imposición de don Ramón Corral en la vicepresidencia durante el último mandato del caudillo, éste tuvo que pedirle personalmente que cerrara su periódico habiéndosele encarcelado posiblemente para aplacar la furia del grupo científico, con uno de sus miembros, Paz tuvo serias dificultades; éste fue don Justo Sierra ya que su hermano Santiago sostuvo un duelo a muerte con don Ireneo en el que resultó vencedor éste último; hecho que le ensombreció su vida; se dice que don Justo lo persiguió implacablemente a través de asesinos a sueldo. 129

El 8 de enero de 1883 publicó a manera de suplemento La Patria Ilustrada. Además tuvo la “Imprenta y encuadernación de Ireneo Paz”; en 1900 participó en la Exposición Universal de París, en la sección mexicana, y también fue expositor en diversos congresos internacionales. También disertó sobre enseñanza agrícola, prensa y cooperativismo.

Algo de su extensa producción bibliográfica que incluye poesía, novela y teatro fue: La bolsa o la vida (1863); Los héroes del día siguiente (1869); La manzana de la discordia (1871); Amor y suplicio (1873); Amor de viejo (1874); Guadalupe (1874); Cardos y violetas (1875-1878); Las dos Antonias (1883); Doña Mariana (1883); Algunas Campañas (1884); Leyendas históricas de la Independencia publicadas en dos series entre ellas Su Alteza Serenísima (1886-1914); y Los hombres prominentes de México (1888); La exposición de París en 1900 (1904); Los Calendarios del Padre Cobos (Serie de 1875-1923). Y dejó obras inéditas, entre otras “Hernán Cortés” y “¡Zapata!”.

Perteneció a las sociedades: La Prensa Asociada, de la cual fue presidente; El Liceo Hidalgo; El Círculo Jalisciense y otras nacionales e incluso extranjeras.

Aún presenció la caída del general Porfirio Díaz y la nueva revolución de 1910. El general Pablo González le destruyó su imprenta, por el apoyo que prestó su hijo Octavio Paz Solórzano a la causa zapatista. Entonces se retiró a vivir con muchas privaciones a Mixcoac, donde lo evocó su nieto Octavio Paz Lozano: “Tengo su imagen grabada, que era la de un hombre delgado de estatura media, rostro muy mestizo, siempre muy irónico, alerta a todo muy crítico, estricto pero cariñoso”. 130

Y en su libro Ladera Este versifica:

Mi abuelo, al tomar el café,
me hablaba de Juárez y de Porfirio,
los zuavos y los plateados,
y el mantel olía a pólvora. 131

En una casona vieja y deteriorada, rodeado de sus nietos y de sus libros, con 88 años a cuestas, falleció el 4 de noviembre de 1924.

El 23 de abril de 1982 en Alcalá de Henares, su citado nieto Octavio Paz recibió el Premio Cervantes y pronunció el discurso que tituló “La tradición liberal”, en el cual expresó de su abuelo: “Desde muy joven fue muy vivo en mí el sentimiento de pertenecer a una civilización. Se lo debo a mi abuelo, Ireneo Paz, amante de los libros, que logró reunir una pequeña biblioteca en la que abundaban los buenos escritores de nuestra lengua”. 132

Una calle de Guadalajara y un mercado municipal llevan su nombre.

Juicios y testimonios


Octavio Paz: “Mi abuelo fue periodista y político, novelista y autor de comedias y sainetes, poeta y humorista. Sus novelas Amor y suplicio y Doña Marina o La Piedra del sacrificio inauguran en nuestras letras, sino me equivoco, el género ‘indigenista’. Sus memorias Algunas campañas, todavía pueden leerse con interés; son un documento histórico que posee una tensión novelística. Creo que algunos de sus sonetos satíricos figuran entre los mejores del siglo xix, en la tradición de Quevedo y Torres Villarroel”.


Carlos Pellicer: “Fue don Ireneo gran proscrito de nuestras letras, esforzado militante de nuestra Guerra de Reforma y contra el Segundo Imperio, destacada figura de la política y de la cultura durante el régimen porfirista... llegó a alcanzar el grado de general del Ejército Republicano del cual jamás hizo ostentación, imbuido de un profundo sentido civilista”.


Napoleón Rodríguez: “Fue un defensor de la soberanía nacional al luchar contra las fuerzas de la intervención francesa, y una vez reinstalada la república fue un liberal consecuente que criticó toda forma de absolutismo, no solamente en el terreno político sino en el terreno de las ideas, escogiendo como tribuna de combate el periodismo”.

Rivera y Sanromán, Agustín

Nació el 29 de febrero de 1824 en Lagos de Moreno, Jalisco. Fueron sus padres el español Pedro Rivera y Eustasia Sanromán. La posición económica de la familia fue de más a menos al empeorarse los negocios de su padre y agravada con su fallecimiento en 1837, “tanto que su viuda, para solventar las deudas de su esposo se vio obligada a vender hasta sus muebles, pasando así de una relativa opulencia, a una situación cercana a la miseria”. 133

Aprendió sus primeras letras en una de las escuelas improvisadas conocidas como las “amigas” de doña Luz Ochoa. Luego continuó su instrucción elemental, en la escuela de niños de don Pablo M. del Campo.

El 14 de diciembre de 1834 ingresó al Seminario de Morelia, donde fue su maestro el futuro obispo de Michoacán Clemente de Jesús Aguirre y su compañero de habitación el que sería arzobispo de México, Antonio Pelagio Labastida, ambos muy destacados conservadores. Al concluir el curso presentó un examen brillante, por lo que fue premiado con un libro de Historia de Persia.

Por la mala situación económica familiar no pudo continuar sus estudios en Morelia y se dedicó en su pueblo natal a la lectura. Más tarde asistió a las clases de Latín en el Convento de la Merced, que regenteaba don José María Silva.

Gracias a su abuela doña Francisca Padilla viuda de Sanromán, pudo reiniciar sus estudios ahora en el Seminario Conciliar de Guadalajara, al cual ingresó el 18 de octubre de 1837. Su carrera fue difícil entre sus problemas de salud y económicos, su brillante inteligencia y los maestros mediocres. Se debatía entre ser sacerdote o abogado, entonces su abuela –sin duda influida por uno de los maestros criticados por él, en las aulas conciliares–, le dijo: “Hijo, yo te he protegido, porque creía que querías estudiar para sacerdote; pero insistes en ser licenciado, y para esto, yo no te protejo: porque casi todos los licenciados son contra la Iglesia”. 134

Lo salvó del dilema su madre, quien vendió su casa y con el modesto capital que obtuvo, lo utilizó para apoyarlo.

El 12 de julio de 1841 recibió el grado de bachiller en la Universidad Nacional de Guadalajara, a la cual ingresó para estudiar Jurisprudencia. De acuerdo con los registros disponibles, se sabe que el 2 de abril de 1846 probó haber ganado más de dos meses del cuarto curso de Cánones, y haber sufrido examen en el que fue aprobado nemine discrepante y obtuvo calificación suprema, en virtud de lo cual se le dispensó el resto del cuarto curso; ese mismo año también probó haber ganado el primer curso de Práctica de Jurisprudencia; el 9 de enero de 1847 probó haber ganado, el segundo curso de Práctica de Jurisprudencia y el 21 de agosto el tercero.

Durante el citado año de 1847, el 14 de mayo inició su carrera literaria con la “Disertación sobre la posesión” y en octubre fue nombrado catedrático de Mínimos en el Seminario Conciliar. En 1849 y 1850 impartió las cátedras de Medianos y Mayores y la de Lógica, respectivamente.

El 20 de enero de 1848 concluyó su carrera de Jurisprudencia con resonantes éxitos académicos. Y el 23 de abril recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Diego Aranda y Carpinteiro, quien lo designó segundo promotor fiscal de la curia diocesana y catedrático de Derecho Civil y Romano en el Seminario, desempeñándose con gran entusiasmo y a pesar de la decadencia del nivel académico:

Debido al empeño que puso en el desarrollo de sus cursos y al entusiasmo que supo despertar en la juventud que a ellos concurría, el número de escolares asistentes fue aumentando de tal suerte, que muchos estudiantes (caso inaudito) dejaron las aulas de la Universidad, para asistir a las clases de Rivera en el Seminario; y la fama de ellas se extendió de tal manera, que el rector del de Culiacán mandó cinco o seis alumnos a continuar sus estudios bajo su dirección. 135

Sus discípulos serían ministros, gobernadores de los estados, legisladores, curas, entre otras profesiones.

En 1851 se le nombró familiar del obispo Aranda, por lo que pasó a vivir al Palacio Episcopal. Su antiguo maestro el obispo Munguía lo invitó a residir a Morelia, pero él no aceptó. El 28 de abril de 1852, con el producto de una capellanía de gracia que le había concedido el obispo Aranda, pudo solicitar el grado de licenciado en Derecho Civil en la Universidad Nacional de Guadalajara y el 21 de mayo recibió el grado de doctor.

En 1853 fungió como cura interino del Santuario de Guadalupe de la ciudad, caracterizándose por su auxilio caritativo a los feligreses y por prestar los servicios religiosos gratuitamente a quienes fuera necesario. De 1854 a 1860 se desempeñó como promotor fiscal de la curia.

Durante la Guerra de Reforma, al arribar a Guadalajara las tropas del general Santos Degollado en 1858, fue aprehendido y humillado sólo por ser sacerdote. Por él abogó el coronel Miguel Cruz-Aedo, quien le aconsejó que se ocultara, como en efecto lo hizo y se fue a residir a la hacienda de Jayamitla.

El 29 de diciembre de 1858 se restablecieron las cátedras del Seminario, y regresó a atenderlas.
El 19 de julio de 1859 –ahora Guadalajara bajo dominio conservador– junto con los canónigos José Luis Verdía y Fernando Díaz, fue acusado de conspirar a favor de los liberales, motivo por el cual recibió la reprimenda del obispo Pedro Espinosa.

Ante el ambiente hostil que lo rodeaba vendió sus bienes, incluida su biblioteca, para viajar a Europa. El 17 de febrero de 1860 salió de Guadalajara hacia México, donde tuvo que quedarse como capellán interino de los betlemitas, ya que la situación política le impidió salir del país.

El 21 de enero de 1861 llegó a Veracruz para embarcarse a Europa, pero enfermó y regresó a la Ciudad de México y luego a su natal Lagos, donde el 10 de abril se le notificó que ante la pérdida de los bienes del Seminario se suprimía su cátedra de Derecho Civil, lo cual le causó gran dolor, tomando la resolución de dedicarse a cultivar la Historia:

Esa determinación que, aparte de las causas indicadas, debió haber tenido como fundamento las ideas liberales que desde su juventud había dejado transcurrir, fue la gran crisis de su vida, cortando su carrera eclesiástica e impulsándolo al más completo retraimiento en el que vivió el resto de sus días. 136

De 1861 a 1866 se desempeñó como sacristán mayor de la Parroquia de Lagos y capellán de la hacienda del Salto de Zurita, propiedad de su familia y se dedicó al estudio.

Entre 1863 y 1864, ante los embates de la intervención francesa, se trasladó sucesivamente a León, al Venado y a San Luis Potosí, y a inicios de 1865 visitó en Guadalajara a sus amigos: “Juré –escribió– no volver a esta ciudad, pero que irían a ella mis escritos”. 137

El 3 de diciembre de 1866 al fin pudo realizar el viaje a Europa, visitó Italia, Francia, Bélgica e Inglaterra, en Roma lo recibió el papa Pío IX.

El 14 de marzo de 1868 regresó a México, estableciéndose nuevamente en Lagos. El 12 de enero de 1869 se le nombró capellán de las capuchinas y al inaugurarse el Liceo del padre Miguel Leandro Guerra, impartió durante dos años la cátedra de Historia.

En 1882 pasó a la Ciudad de México a atender su salud y el 12 de abril, con motivo de la peregrinación anual de la Arquidiócesis de Guadalajara a la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, fue designado predicador oficial.

De regreso a Lagos se dedicó al estudio y a la investigación, rechazando ofrecimientos para ocupar cargos eclesiásticos en los Obispados de Veracruz, Michoacán y Querétaro.

En 1885 publicó su obra La Filosofía en la Nueva España, o sea Disertación sobre el atraso de la Nueva España en las Ciencias Filosóficas, precedida de dos documentos, la cual provocó la encendida polémica con su antiguo compañero de estudios, el doctor Agustín de la Rosa. Sobre la trascendencia de la polémica, Áurea Zafra opina que

la obra del doctor Rivera suscitó una reflexión profunda sobre el movimiento filosófico de la Colonia, así como la revisión completa de las fuentes, para el estudio de esa disciplina en esa época, la cual produjo el acrecentamiento de la historiografía filosófica mexicana. Y a través de la controversia, se gestaron los libros precursores de la Historia de la Filosofía en México: “La Filosofía en la Nueva España”, “La Instrucción en México” –obra de De la Rosa– y “Treinta Sofismas”. 138

Así presentaba batalla a su ilustre adversario:

En un artículo que el doctor De la Rosa publicó en “El Heraldo”, dos veces me llama “el Doctor de Lagos” y una vez me llama “el Doctor laguense”. El llamar a uno doctor de Salamanca o doctor de París o doctor de Oxford, es honorífico. Si el señor de la Rosa me llamara Doctor de Guadalajara, a cuya Universidad, aunque indigno pertenezco, sería un elogio; más la frase “Doctor de Lagos” en boca de un adversario que como consta por sus escritos públicos, ha tratado con desprecio a los que hemos tenido alguna polémica o cuestión con él, la frase “El doctor de Lagos” es un desprecio... ¿Me llama usted “El Doctor de Lagos” porque no soy Canónigo como usted? 139

Estas expresiones son consideradas por Alfonso de Alba como el modelo del carácter de los laguenses.

El 9 de enero de 1901 se colocó en solemne ceremonia su retrato en la Biblioteca Pública de Guadalajara. El 10 de diciembre del citado año, ante los elogios que le tributaban intelectuales como Justo Sierra, el Congreso de la Unión le otorgó una pensión por cinco años, que más tarde fue vitalicia.

El 1º de enero de 1902 fue homenajeado en Guadalajara; él reseñó los actos en un folleto que tituló “Despedida de Agustín Rivera de Guadalajara”. En 1906 fue a Aguascalientes, invitado por el Partido Liberal, donde se le recibió con entusiasmo, asistiendo gran público a su discurso que pronunció sobre “El Teatro”.

En Chiapas se fundó una sociedad literaria en su honor y en Lagos se le dio su nombre a una calle y a la Biblioteca Pública.

El reconocimiento nacional llegaría al clímax durante las celebraciones del primer centenario de la independencia en 1910. La Universidad Nacional de México le otorgó el doctorado honoris causa. Fue recibido triunfalmente en la Ciudad de México y se le designó para que pronunciara la oración fúnebre ante los restos de los héroes de la independencia, el presidente de la república Porfirio Díaz, las delegaciones diplomáticas y el pueblo, que ante lo inaudible de sus palabras –evoca José Guadalupe Zuno–, lo comparó con el cura Miguel Hidalgo, gritándole: “Viva el Padre de la Patria”.

Sobre las razones para que el régimen liberal del general Porfirio Díaz lo eligiera como orador oficial, Enrique Krauze escribe:

Con buen tino [Justo] Sierra pensó en el padre Agustín Rivera, excéntrico y heterodoxo sacerdote liberal, autor de una obra voluminosa […] en la que criticaba por igual la Historia de Alamán y las exageraciones y falsedades del padre Las Casas, vindicaba el derecho de México en 1810 a la Independencia […] Autorizado por el presidente, Sierra le informaba de la ceremonia que tendría lugar para honrar los restos y la memoria de los héroes de la Independencia [… le expresaba el ministro de Instrucción Pública]. Nadie mejor que usted, señor, para ser en esta vez el representante de la patria. 140

En 1911, ante el movimiento revolucionario, se vio obligado a cambiar su residencia a León, Guanajuato, donde continuó sus investigaciones y vivió con su protector y amanuense Rafael Muñoz Moreno, a quien heredó su biblioteca y sus escasos bienes.

Fue miembro de la Academia Mexicana de la Historia, de la Sociedad de Geografía y Estadística y miembro honorario de la Sociedad Médica de Guadalajara.

En 1913 llegó a Guadalajara como arzobispo el doctor Francisco Orozco y Jiménez, quien al ser informado que el doctor Rivera era un sacerdote liberal le pidió que reiterara su profesión de fe, a lo que le contestó:

Aunque no he sido virtuoso, siempre he tenido conciencia de ser católico... Yo no me retracto de ninguno de mis escritos públicos. Pobre ha sido mi carrera, como escritor público durante más de medio siglo; pero aunque pobre, yo no quiero cerrarla de una manera tan infame [...] En ninguno de mis escritos he entendido el liberalismo en el sentido de los jacobinos, sino siempre en el sentido de amor al progreso. Aquí está mi profesión de fe. 141

El 6 de julio de 1916 falleció en León, Guanajuato, siendo inhumado en el panteón municipal de San Nicolás. Sus restos mortales fueron trasladados a Guadalajara el 26 de septiembre de 1921 para ser reinhumados al día siguiente en el mausoleo del Panteón de Belén.

Se le dedicó una calle y la plaza que se encuentra entre la Escuela Preparatoria de Jalisco y el actual Museo de Arqueología de Occidente, donde hay una escultura de su imagen.

Su obra literaria es extensísima, Juan Bautista Iguíniz la catalogó por materias, en 157 impresos, más algunos manuscritos, entre ellos: Elementos de Gramática Castellana (1850); Cuadro de la sociedad doméstica según el Derecho Natural, el Derecho Romano y el Evangelio (1851); A la Virgen de Moya (poesía, 1864); Tratado breve de delitos y penas según el Derecho Civil (1873); Pensamientos de Horacio sobre la Moral, Literatura, Urbanidad, escogidos, traducidos al castellano, reunidos y anotados en 1873, por Agustín Rivera (1874); Tratado breve teológico-moral de los sacramentos en general (1875); Sermón de la Virgen de Guadalupe en el Sagrario de Guadalajara el 12 de diciembre de 1859 (1875); Viaje a las ruinas del Fuerte del Sombrero (1875); Concordancia de la razón y la fe (1876); Sermón de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos el 12 de diciembre de 1876 (1877); Compendio de la Historia Antigua de México: desde los tiempos primitivos hasta el desembarco de Juan de Grijalva (1878); Ensayo sobre la enseñanza de los idiomas latino y griego y de las bellas letras por los clásicos paganos a los jóvenes y a los niños (1880); Principios críticos sobre el Virreinato de la Nueva España sobre la Revolución de Independencia, tres tomos (1884-1889); La Filosofía en la Nueva España (1885); Sofismas del señor canónigo doctor don Agustín de la Rosa (1887); Treinta sofismas y un buen argumento del señor doctor don Agustín de la Rosa (1887); Anales Mexicanos o sea cuadro cronológico de los hechos más notables pertenecientes a la Historia de México, desde el siglo iv hasta este año de 1889 (1889); Anales Mexicanos. La Reforma y el Segundo Imperio (1890-1891); Entretenimientos de un enfermo. El cempazúchitl (1891); Entretenimientos de un enfermo. Juicio crítico de la obrilla intitulada ‘El liberalismo es pecado’ (1891); Diálogo entre Agustín Rivera y Florencio Levilon, estudiante de lengua mexicana en el Seminario de Guadalajara, sobre la verdadera utilidad de dicha lengua y demás idiomas indios (1891); Entretenimientos de un enfermo. Notas de Agustín Rivera al artículo de un ex-estudiante sobre la enseñanza de los idiomas indios (1891); Mi proyecto sobre la enseñanza de los idiomas indios en los colegios de la República Mexicana (1892); Pensamientos sobre la educación de la mujer en México (1892); ¿De qué sirve la Filosofía a la mujer, los comerciantes, los artesanos y los indios? (1893); Lo que vale media hora para un sacerdote. Dedicado a la cara memoria del ilustrísimo señor doctor Diego Aranda, su insigne bienhechor (1893); El progreso lento y el radical en la destrucción de la esclavitud en las naciones cristianas (1897); Los hijos de Jalisco o sea Catálogo de los catedráticos de Filosofía en el Seminario Conciliar de Guadalajara desde 1791 hasta 1867, con expresión del año en que cada catedrático acabó de enseñar Filosofía, y de los discípulos notables que tuvo (1897); La imaginación de la mujer en la sociedad doméstica (1899); Pensamiento sobre las causas del suicidio (1899); Los pensadores de España sobre las causas de la decadencia y desgracias de su patria en los últimos siglos hasta hoy (1899); Despedida del siglo xix (1900); Guadalajara antes de Franklin (1901); Despedida que da a Guadalajara el día 11 de febrero de 1902 (1902); Arenga de..., el día de la fiesta en honra del héroe de la Patria Pedro Moreno, 27 de octubre de 1902 (1903); Rasgos biográficos y algunas de las poesías inéditas de Esther Tapia de Castellanos (1903); Discurso que pronunció en la fiesta de la colocación de la primera piedra del monumento a la memoria del héroe de la Patria Pedro Moreno, en Lagos de Moreno, el día 15 de mayo de 1904 (1904); El Representante del Papa en México ha elogiado el Gobierno del señor presidente Díaz y del señor gobernador Ahumada (1905); Pinceladas sobre la vida y gobierno del ciudadano general Porfirio Díaz, presidente de la República (1908); Anales de la vida del Padre de la Patria Miguel Hidalgo y Costilla (1910); Discurso pronunciado en el Palacio Nacional de la capital de México, en la apoteosis de los Héroes de la Independencia de México, ante los despojos mortales de ellos el día 30 de septiembre de 1910 (1910); Hidalgo en su prisión. Disertación (1911); Confirmación de la visita de Juárez al cadáver de Maximiliano (1912); Dos doctrinas muy importantes del papa León XIII en su epístola Plane quidem (1912), entre otras.

Juicios y testimonios

Agustín de la Rosa: “Pena causa refutar al señor Rivera; pero no es posible prescindir de hacerlo […] se ha tocado el honor de la nación, es necesario defenderlo, aunque el escritor que habla contra su patria, sea por otros títulos como realmente lo es, muy apreciable”.


Juan Bautista Iguíniz: “A nuestro sentir, uno de los mayores méritos de la obra del doctor Rivera, consiste en la copiosa erudición que se encuentra en toda ella, muy en particular sobre nuestra historia, a la que suministró innumerables noticias y preciosos datos llenos de interés y de originalidad. Fue un escritor enciclopedístico y desgraciadamente no concretó su atención al estudio de temas especiales, sino que la distrajo, queriendo imitar al célebre escritor español Feijoo, tratando como éste, diversidad de asuntos, muchos de ellos de interés secundario; de otra suerte hubiera producido obras fundamentales que le habrían acarreado verdadero renombre”.


Alberto Santoscoy: “Los relevantes méritos que el insigne historiógrafo doctor don Agustín Rivera ha contraído, dedicándose por más de cincuenta años a la propaganda de la ilustración y a dilucidar cuestiones de interés positivo para nuestra patria, en los diversos libros que ha escrito y publicado a sus expensas, son un timbre de gloria para Jalisco”.


Alfonso Toro: “Era don Agustín Rivera, de más que mediana estatura, de color blanco, aguileña nariz, blanquísima cabellera y mirada penetrante y bondadosa en que se retrataba la sinceridad [...] Muy gran conversador, y de memoria prodigiosa [...] Su obra es indudable que tuvo gran influencia en el mundo en que vivió; combatió rudamente el fanatismo, tanto en su ciudad natal, como en otros lugares del país, para lo que en gran manera le sirvió su carácter sacerdotal”.

Robles Gil Ibarra, Emeterio

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 3 de marzo de 1831. Fue hijo de Miguel Robles Gil y de María Ibarra.

En el Seminario Conciliar estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1848 bajo la conducción del doctor Mariano González. El 5 de febrero de 1844 se inscribió al curso de Dibujo de la Academia de Bellas Artes, que al parecer funcionaba en el Colegio de San Juan Bautista, cuando menos el dato está tomado de su registro general.

En la Universidad Nacional de Guadalajara cursó la carrera de jurisprudencia, de acuerdo con los registros se tiene la siguiente información: el 14 de julio de 1848 pidió el grado menor de bachiller en Artes, tras haber probado tener ganado dos cursos de Filosofía y otro de Retórica; el 16 de noviembre de 1849 probó haber ganado el segundo curso; el 18 de agosto de 1851, en el tercer curso de Teoría de Jurisprudencia, obtuvo calificación de s. m.; el 16 de agosto de 1853, en el primer concurso de Práctica de Jurisprudencia, obtuvo calificación “ss”; y el 29 de noviembre, probó haber ganado el segundo curso; el 18 de agosto de 1854, en el tercer curso de Práctica de Jurisprudencia, obtuvo la calificación máxima de s. s. s, el cual probó haberlo ganado el 2 de agosto; y en 1855, recibió su título de abogado.

De ideología liberal radical, participó en varias sociedades literarias; en 1846 integró con Miguel Cruz-Aedo, Ignacio Luis Vallarta y José María Vigil, entre otros, una junta popular de jóvenes “entusiastas por la prosperidad pública”. Y más tarde participó en la Falange de Estudio, donde según Luis Pérez Verdía, “era uno de los de más talento de todo el grupo: de concepción clara y rápida como el relámpago, de facilísima palabra y estilo conciso, que manejaba con donaire lo mismo en los alegatos forenses que en artículos ligeros, en los que abundaba la sal ática”. 142

En 1857 fue electo diputado local constituyente. Al estallar la Guerra de Reforma integró la Comisión Permanente del Congreso del Estado de Jalisco y como miembro del Partido Liberal siguió los avatares del conflicto.

En 1860 nuevamente fue electo diputado local y además se desempeñó como secretario de la Comisión Permanente del Congreso.

El 29 de diciembre de 1866, el general Donato Guerra, comandante militar del Estado, lo nombró su secretario particular. Durante el segundo imperio defendió en el juicio de imprenta a los redactores del periódico El Entremetido.

Al restaurarse la república y solicitar licencia a la gubernatura del estado Antonio Gómez Cuervo, fue electo gobernador del estado con carácter de sustituto; se desempeñó como tal del 18 de mayo de 1868 al 1° de marzo de 1869. Durante su gestión gubernamental se inauguró la navegación en Chapala por barcos impulsados por vapor, se combatió con cierto éxito las gavillas de salteadores, organizó la guardia nacional y se expidió el reglamento respectivo y tuvo la satisfacción de ver puesta en escena en el Teatro Degollado su obra Episodios conyugales. En 1856 había escrito la comedia Al mejor postor.

Una vez reinstalado en su curul de diputado, impulsó un proyecto de ley fiscal en la cual trataba de mejorar la recaudación de impuestos, con la afectación de los morosos y dando nuevas disposiciones para valorizar los giros mercantiles. Lo cual le cosechó muy variados ataques.

El 21 de abril de 1870 fue electo para insaculado y diputado, optó por lo segundo; el 28 de junio de 1871 fue nombrado insaculado; y durante ese mismo año se le designó catedrático del Instituto de Ciencias del Estado, donde impartió las cátedras de Derecho Público General y Derecho Constitucional y Administrativo. Y también fue colaborador del periódico Juan Panadero. Nuevamente fue electo diputado local, ejerció como tal del 1° de febrero de 1872 al 31 de enero de 1874.

El 6 de febrero de 1872, a la par de los licenciados José María Verea y Esteban Alatorre se les nombró para que formaran la Comisión de Códigos, con el fin de que redactaran un código civil, un código penal y otro de procedimientos, y presidió los trabajos de la comisión.

Por esos años publicó en La Alianza Literaria: El Gozo en el pozo y ¿Quién de ustedes es Perico?, literatura costumbrista, satírica y moralizante. Sobre el argumento de esta última, Celia del Palacio escribe: “Pues, señor, que nos encontramos con un triángulo amoroso, compuesto por Adela –mujer todavía atractiva, coqueta, algo descontenta con su matrimonio–, quien presta oídos a las declaraciones amorosas de un amigo de su marido Ernesto, que es el famoso Perico”. 143

Otras de sus obras fueron: Quien no se aventura no pasa el mar y La Intervención en México, e incluso llegó actuar en la primera compañía teatral de aficionados de Jalisco. Sobre su estilo literario, Magdalena González Casillas escribe:

Fue uno de los pocos dramaturgos decimonónicos que trabajaron exclusivamente en prosa, por lo que su teatro difiere estilísticamente del de sus contemporáneos, quienes eran poetas tanto o más que dramaturgos [...] su estilo [es] sobrio, más propio del jurista y catedrático de Derecho que del autor de obras de ficción [...] 144

También fue nombrado director del Registro Público de la Propiedad y “en sus últimos treinta años abandonó las letras, la política y el foro, y con un escepticismo intransigente, se dedicó por completo, con pasmosa laboriosidad al ejercicio del notariado y registro de la propiedad”. 145

El 24 de mayo de 1906 falleció en su ciudad natal, y fue inhumado en el Panteón Municipal.

Rodríguez Castillo, Dionisio

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 3 de abril de 1810. Fueron sus padres los señores Mariano Rodríguez y Antonia Castillo, familia propietaria de grandes recursos económicos. Realizó sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1827, en el Seminario Conciliar.

Ingresó al Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco para cursar Jurisprudencia; el 11 de marzo de 1831, el administrador-tesorero de la extinguida Universidad de Guadalajara le expidió una certificación para que se le nombrasen examinadores, con el fin de obtener calificación supletoria, y habiendo encontrado la suficiencia necesaria, se le expidió el documento respectivo con el fin de que le sirviera de grados menores. Presentó su examen profesional ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado y el 30 de junio de 1835 recibió su título de abogado.

En el Ayuntamiento de Guadalajara fungió como secretario y más tarde, en 1839, integró la Junta Departamental que sustituyó al régimen estatal de la federación.

En 1842 fue electo diputado por Jalisco al Congreso Constituyente; en una semblanza anónima así se le describió:

D. Dionisio Rodríguez, licenciado
¿Es instruido? No lo sé
¿Diputado? Para nada...
¿Su prole? Es heredada
de Jesús, María y José. 146

Sin duda su obra predilecta fue la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara, la cual inició sus actividades los primeros años de la década de los cuarenta: “Fue iniciada por él; la realización del pensamiento se debió a sus esfuerzos, la dirección y conservación de ese utilísimo plantel, también fue él quien las procuró a toda costa; y mientras exista esa Escuela y aún si llega a desaparecer; será bendecido el nombre de Rodríguez”. 147

La Escuela perduró con ciertos intervalos –según datos de Ramiro Villaseñor– hasta 1930; y a partir de 1853 la dirigió el mismo Dionisio Rodríguez, hasta su fallecimiento.

En abril de 1845 falleció su padre, por lo cual quedó al frente del taller tipográfico y litográfico más importante de Guadalajara y uno de los mejores del país. Fue célebre la edición del “Calendario de Rodríguez”, que aún en el siglo xxi circula, si bien ya no con la difusión de entonces. Se calcula que llegó a imprimir alrededor de seiscientos títulos entre libros, folletos y hojas sueltas. 148

Empleó la imprenta para promover la educación popular, en consonancia con los esfuerzos de su amigo el educador Manuel López Cotilla. Además, los talleres tipográficos se convirtieron en “la mejor escuela del huérfano pobre, hallaron trabajo muchos, que además eran vestidos y alimentados por su generosa mano”. 149

En 1846 fue electo diputado local, y trabajó con gran entusiasmo con el fin de establecer la Penitenciaría del Estado, a cuya construcción contribuyó con dinero, porque siempre fue su preocupación evitar las causas de la criminalidad: “Visitaba con frecuencia los sitios del crimen reuniendo en su rededor a los presos, los adoctrinaba y consolaba con un lenguaje sencillo y lleno de bonhomía”. 150

Entre 1849 y 1850 viajó a Estados Unidos y Europa. Durante su itinerario observó los sistemas de asistencia social que se practicaban en esos países, para luego adaptarlos a sus obras de beneficencia en Guadalajara.

Con el obispo Diego Aranda colaboró para lograr el establecimiento en 1852 de las Hermanas de la Caridad, con el fin de que se encargaran del Hospital de Belén y del Hospicio Cabañas. Dicha congregación religiosa fue muy apreciada en México, al grado de que el decreto de exclaustración de todos los conventos del presidente Benito Juárez exceptuó a las Hermanas de la Caridad, con lo cual pudieron continuar sus labores humanitarias. También contribuyó en la reparación de los hospitales y templos de la ciudad.

Durante la Guerra de Reforma en 1860 Guadalajara fue sitiada por las tropas liberales, él asistió con donativos a las familias que habían huido a San Pedro Tlaquepaque y a las que se concentraron en la ciudad en el Templo de la Soledad. También invitó a los que tenían recursos, a comprar alimentos que escaseaban y se encarecían por el sitio, para repartirlos a los necesitados. Y durante la invasión francesa asistió a los enfermos y socorrió a sus familias que quedaban desamparadas.

En 1864, para atender la instrucción y beneficencia de la niñez, se fundó la Junta de Caridad de la cual fue nombrado presidente, función que desempeñó hasta sus últimos días; de la Junta dependía la Casa de Caridad de San Felipe Neri.

En 1870 colaboró activamente en la reforma del sistema penitenciario, y elaboró el reglamento interior de la Penitenciaría del Estado.

El 1° de mayo de 1877 falleció en Guadalajara en medio del sentimiento general, se calcula que a su funeral asistieron 15,000 personas, de las 80,000 que entonces tenía la ciudad, y fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén. En su honor se publicó Al Sr. Lic. D. Dionisio Rodríguez. Corona fúnebre a su preclara memoria, en la cual escribieron Rafael Arroyo, Jesús López Portillo y Trinidad Verea, entre otros. Al día siguiente de su deceso, el Congreso del Estado lo declaró benemérito del estado de Jalisco. Una calle de Guadalajara lleva su nombre. En el 2005 se estableció el Patronato del Premio Dionisio Rodríguez, para reconocer la trayectoria de los impresores jaliscienses.

Juicios y testimonios


Congreso del Estado de Jalisco: “En atención a las virtudes cívicas, inmensos servicios a la instrucción pública, a las artes, a las ciencias y a la humanidad [que] prestó durante su vida el ciudadano licenciado Dionisio Rodríguez; a su filantropía y al desprendimiento que siempre le caracterizó [...]”.


Luis de la Torre Ruiz: “Es un Juan Bosco laico que ama la niñez y la juventud de las clases más desamparadas y se preocupa por su educación”.


Joaquín Romo de Vivar: “Como hombre religioso por convicción, practicaba la caridad, habiendo sido en muchos casos condicional la pensión al anciano o a la viuda, a no publicarlos jamás. Era enemigo de sentar plaza de filántropo”.


Francisco Sosa: “No es únicamente la memoria de los sabios y de los artistas la que debemos honrar. El hombre que pasa sobre la tierra haciendo el bien, aliviando las penas de sus semejantes, merece recordación, y ser tenido como ejemplo [...] Rodríguez no fue casado; su familia la constituían los pobres, los desgraciados. Verdadero tipo del filántropo, largas páginas habría que llenar si se tratara de decir todos y cada uno de sus notabilísimos hechos”.

Romero Gil, José Hilarión

Nació en Mascota, Jalisco, el 21 de octubre de 1821. Fueron sus padres los señores Eduwiges Gil y Germán Romero.

En su pueblo natal cursó su instrucción elemental y luego se trasladó a Guadalajara, donde se matriculó en el Seminario Conciliar para estudiar Latín y el Curso de Artes que concluyó en 1841, bajo la conducción del presbítero Juan Gutiérrez. Cursó su carrera profesional en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Guadalajara y en 1846 recibió su título de abogado.

Impartió las cátedras universitarias de Derecho Civil y de Economía Política. El 18 de octubre de 1853 pronunció la oración inaugural de las cátedras de la Universidad Nacional de Guadalajara, cuyo texto mereció su publicación acordada por unanimidad de votos en el Claustro de Doctores y que fue dedicada al nuevo obispo de Guadalajara Pedro Espinosa, e incluso el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Teodosio Lares requirió un ejemplar.

Fue consejero del gobierno de Jalisco en 1852, auditor de Guerra y magistrado del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco. También impartió cátedra en la Escuela Católica de Jurisprudencia, y como abogado postulante se distinguió por su sabiduría, honradez y generosidad.

Con el triunfo de los liberales en la Guerra de Reforma, pasó a residir a la capital de la república, en donde continuó atendiendo sus negocios. En 1862 se incorporó como socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

De nuevo en Guadalajara, el 27 de septiembre de 1864 fue fundador y presidente de la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, por lo cual su retrato hasta la actualidad preside el recinto de sus sesiones. Enseguida estableció las Juntas Auxiliares de Lagos de Moreno, Ameca, Zapotlán el Grande y Autlán de la Grana.

En 1885 fundó el Monte de Piedad, y se le eligió presidente de la Junta de Administración, cargo que ejerció en forma vitalicia.

Emeterio Valverde Téllez en su obra Bibliografía Filosófica Mexicana lo clasificó como escritor católico, y enuncia sus siguientes obras: Prontuario alfabético de legislación y práctica (1853); Oración inaugural que en la apertura de las cátedras de la Universidad de Guadalajara, verificada el 18 de octubre de 1853, pronunció don José Hilarión Romero Gil, catedrático de la misma (1854); Memoria sobre la propiedad considerada bajo el punto de vista de la Filosofía Católica, en paralelo con la Filosofía Racionalista explicada a los alumnos de Derecho de esta Universidad (s.f.) y Filosofía de las leyes o criterio del derecho dividida en dos partes y editada en Barcelona (1894).

Por su parte, Ramiro Villaseñor afirma que fue autor de 25 obras de temática histórica y jurídica, entre las cuales están: Lecciones de Economía Política (1877); Cuadro general de Historia Sagrada Antigua y Moderna (1894), Axiomas o principios de legislación universal sacados de las Pandectas, Código e Institutas de Justiniano (1895); y México y sus revoluciones, que se publicó tras su muerte.

Con el producto de la venta de su hacienda La Estanzuela en Teuchitlán, fundó hospitales en ese mismo municipio, en Mascota y Ameca, además de socorrer a viudas y pobres. Su gran biblioteca la donó a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco.

Falleció en Guadalajara el 28 de enero de 1899.
Un busto con su efigie se encuentra en la plaza principal de Teuchitlán, Jalisco; el Centro Cultural de Ameca lleva su nombre y se instaló precisamente en uno de los edificios que él mismo donó.

Romero y López, José Guadalupe

Nació en Silao, en el actual estado de Guanajuato, en 1814. Fueron sus padres los señores María López y Mariano Romero.

Luego de cursar la instrucción elemental en su pueblo natal, se dedicó al comercio, más tarde ingresó al Colegio del Estado –actual Universidad– de Guanajuato, donde estudió la licenciatura de Derecho, distinguiéndose como uno de los mejores estudiantes. Se desempeñó como catedrático, secretario, miembro de la Academia de Jurisprudencia y de la Junta Estatal Examinadora de Abogados; en 1835 fue rector de su Colegio y durante su gobierno se estableció la carrera de ensayador de minerales.

Al dejar su brillante carrera académica ingresó al Seminario Conciliar de Morelia para seguir la carrera eclesiástica; en 1838 el obispo de Michoacán, Juan Cayetano Gómez Portugal, le impartió la ordenación sacerdotal.

Fue destinado a la parroquia de su natal Silao, de la que llegó a ser cura interino. Ahí en 1841 fundó dos escuelas, una para niños y otra para niñas, y estableció el Instituto de las Hermanas de la Caridad.

En unión a la condesa Ana Gómez de la Cortina y al doctor Manuel Andrade y Pastor, lograron en 1844 la instalación en México de la benemérita Orden de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, consideradas las primeras enfermeras que tuvo el país.151 Entre ellas estaba sor Micaela Ayanz, fundadora del Hospital de San Pablo –hoy Juárez– e insigne benefactora de los pobres y enfermos.

Luego pasó a ocupar la sacristía mayor de Apaseo y enseguida la de Salamanca, Guanajuato, y en 1845 obtuvo en propiedad el Curato de San Pedro Piedragorda.

El 9 de agosto de 1842 recibió el título de abogado de los Tribunales de la República Mexicana y en la Universidad Nacional de Guadalajara el 31 de diciembre de 1849 recibió los grados de licenciado y doctor en Cánones.

El 23 de diciembre de 1850 se matriculó en el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados y en 1855 recibió el grado de doctor legista de la Universidad Nacional y Pontificia de México.

En dos ocasiones fue diputado al Congreso del Estado de Guanajuato, como tal “se acreditó de elocuente orador”.152 También fue electo diputado al Congreso de la Unión.

En 1853 ganó por oposición la canonjía doctoral de la Catedral de Morelia, la cual desempeñó con gran acierto hasta su fallecimiento.

En la curia diocesana fue promotor fiscal y en el Seminario Conciliar impartió las cátedras de Derecho Natural y de Derecho Canónico.

Al oponerse a las medidas de los gobiernos liberales que afectaban los intereses de la Iglesia, se vio obligado a trasladarse a la Ciudad de México, donde ejerció su ministerio sacerdotal y escribió un “Diccionario bibliográfico”, que lamentablemente se perdió.

Se le eligió miembro de número y honorario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la cual fue secretario de 1861 a 1863. Sobre su actuación en dicha sociedad: “Figuró como uno de los más distinguidos socios de esa agrupación, concurriendo con toda asiduidad a sus sesiones, tomando parte activa en su discusiones y desempeñando a satisfacción las comisiones que le confiaron”. 153

El obispo de Morelia, Clemente de Jesús Munguía, lo subdelegó para que el 21 de febrero de 1864 erigiera solemnemente el Obispado de León, Guanajuato. Fue condecorado con la cruz de caballero de la Orden de Guadalupe.

Su producción bibliográfica fue prolífica, escribió: Sermón predicado en la Parroquia de Guanajuato el día 18 de junio de 1851, víspera de la fiesta del Corpus, en la solemne bendición de la bandera del batallón de Zapadores (1851);La Madre de Dios Madre de los Hombres. Por el R. P. Joaquín Ventura general que ha sido de los clérigos regulares. Anotada por el Dr. José Guadalupe Romero, abogado de los Tribunales de la República, catedrático de Derecho Natural y de Derecho Canónico de el Seminario Tridentino y canónigo doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Morelia (1856); Contestación a las reflexiones sobre los decretos episcopales que prohíben el juramento constitucional, escritas por el Lic. D. Manuel T. Alvirez primer magistrado y actual presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado Soberano de Michoacán (1857); Contestación a la última réplica del Sr. Alvirez (1857); Discurso pronunciado en la Sociedad de Geografía y Estadística de la República Mexicana, sobre el medio más fácil y sencillo de generalizar la buena educación primaria en la República (1858); Sermón de Nuestra Señora de Guadalupe predicado en su Santuario el 12 de noviembre de 1858 en la función del Obispado de San Luis; Sermón de la festividad de Corpus, predicado en la Catedral de México (1859); Biografía del Exmo. Sr. Dr. D. José M. Justo Gómez de la Cortina, conde de la Cortina. Escrita por una comisión de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1860); Dictamen sobre los inconvenientes de mudar los nombres geográficos de las poblaciones de la República aprobados por la sociedad (1860); Disertación académica sobre el poder temporal de la Santa Sede Apostólica pronunciada en la Nacional y Pontificia Universidad de México el día 28 de mayo del presente año. Fue escrita en nombre de la Universidad, por encargo especial de su actual rector, el Sr. Dr. y Mtro. D. José María Díez de Sollano (1860); Noticia de las personas que han escrito o publicado algunas obras sobre idiomas que se hablan en la República (1860); Noticia de los terremotos que se han sentido en la República Mexicana, desde la Conquista hasta nuestros días (1860); Noticias para formar la historia y la estadística del Obispado de Michoacán presentadas a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1860); Proyecto de ley relativo a la conservación de monumentos arqueológicos (1862); Reseña de los trabajos científicos de la Sociedad de Geografía y Estadística en el año de 1862, leída en la primera sesión del mes de enero de 1862 (1863); Noticias estadísticas sobre el partido Coalcomán y condiciones favorables del mismo para la colonización regnícola o extranjera (1863); Erectio canonica Sanctae Cathedralis Leonensis juxta bullam Sanctissimi Domini Nostri Pii Papae Noni. Infra transcriptam. In civitate Leonensi (1864); Noticias biográficas del presbítero don Mucio Valdovinos, miembro que fue esta Sociedad (1865); Noticias biográficas del Sr. Dr. D. José Joaquín Pesado, leídas por el que suscribe en la sesión de esta Sociedad el día 8 de junio del presente año (1865); Sermón sobre la Soledad de la Santísima Virgen” (1891), entre otros.

El 20 de junio de 1866, mientras se entrevistaba con el obispo José María Díez de Sollano, inesperadamente falleció en León, Guanajuato.

Vallarta y Ogazón, Ignacio Luis

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 25 de agosto de 1830. Fueron sus padres el abogado Ignacio Vallarta y la señora Isabel Ogazón.

Con el profesor Faustino G. Ceballos inició su instrucción elemental. El 8 de diciembre de 1843 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde realizó sus estudios de Latín y de Filosofía, con gran aplicación obtuvo la distinción de regente. Por estas fechas escribió en latín un ensayo sobre el origen de las lenguas, que tituló “Allocutio de idiomatum origine”.

En 1848 recibió el grado de bachiller en Filosofía en la Universidad Nacional de Guadalajara.

En los años en que coexistieron la Universidad de Guadalajara y el Instituto del Estado, ingresó a este último para iniciar su carrera de abogado. Posteriormente continuó sus estudios en la Universidad donde, de acuerdo con los registros disponibles, el 21 de octubre de 1850 probó haber ganado el segundo curso de Leyes; el 25 de noviembre de 1851 acreditó el tercer curso y sufrió el examen que prevenía el artículo 29 del título del plan de estudios entonces vigente, fue aprobado nemine discrepante por los tres examinadores, en virtud de lo cual se le dispensó el cuarto curso; el 23 de febrero de 1853 probó haber ganado el primer curso de Jurisprudencia Práctica y el 16 de agosto el segundo de la misma asignatura; y el 25 de julio de 1854 probó haber ganado el tercer curso de Jurisprudencia Práctica. Finalmente el 22 de diciembre de 1854 recibió el título de abogado, tras haber presentado la tesis “¿Es lícito al hijo acusar criminalmente a su padre?” y el examen ad gradum, ante el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Jalisco.

Desde sus años de estudiante, en 1850 integró una sociedad literaria denominada La Esperanza, también escribió sobre el “Libro de Job” de la Biblia, la filosofía socrática y el pensamiento de Blas Pascal, entre otros temas. En 1857 ganó un concurso con el tema “Ensayo sobre la justicia de la pena de muerte”, inspirado en el tratado “De los delitos y de las penas” del Marqués de Beccaria.

En 1855 desempeñó el cargo de defensor de los pobres y de los presos, y más tarde el de fiscal jurado de imprenta. El 16 de septiembre pronunció el discurso conmemorativo de la independencia, en el cual hizo una enérgica defensa de la democracia, expresó: “Es necesario, distinguir la adopción de las ideas democráticas de la destrucción que siempre engendran tiempos de transición; entre nosotros, ambas cosas coinciden a la vez; y la democracia no viene a ser, en último término, más que la satisfacción de las necesidades de nuestra época”. 154

Junto con Miguel Cruz-Aedo, José María Vigil y Epitacio Jesús de los Ríos, entre otros, participó en el periódico La Revolución, en el cual por sus críticas a la Iglesia se enfrentaron a la condena del obispo de Guadalajara Pedro Espinosa, a la que respondieron el 7 de octubre de 1855 que su catolicismo no se confundía con los intereses de los conservadores.

Al triunfar la Revolución de Ayutla, el gobernador Santos Degollado lo nombró catedrático de Derecho Natural, de Gentes, de Historia y de Economía Política en el Instituto de Ciencias, y más tarde capitán de fusileros del batallón de la guardia nacional “Prisciliano Sánchez”.

En 1856 fue electo diputado por Jalisco al Congreso Nacional Constituyente; con veintiséis años apenas, no tuvo una gran actuación, sin embargo trató tres cuestiones: la libertad de trabajo, el juicio por jurados y los jesuitas. Sus actuaciones “revelaron sus ideas moderadas, pero también su pasión y vehemencia”. 155

Tras la promulgación de la Constitución de 1857 regresó a Guadalajara donde fue nombrado consejero suplente del gobierno del estado. Al desconocer el presidente Ignacio Comonfort la Constitución, Jalisco encabezó una coalición de Estados a favor del presidente Benito Juárez.

El 16 de septiembre de 1858 nuevamente ocupó la tribuna del estado de Jalisco y pronunció un dramático discurso, en el cual sostuvo que la más grande revolución que la humanidad ha sufrido fue la cristiana, y argumentaba:

Si las revoluciones se juzgan sólo por los males que acarrean, y se odian por su misión destructora, hay que reprobar todo avance hacia el progreso, hay que renegar de Jesucristo que causó la revolución más honda que registran los anales de la humanidad […] Los que condenan la obra de Hidalgo, habrían sido contemporáneos de Jesucristo, los que gritaban con necedad sacrílega ante Pilatos: crucifixe, crucifixe eum. 156

Para 1858 ejercía los cargos de ministro del Tribunal Superior de Justicia del Estado y de defensor de indios, cuando el 1° de octubre su tío el gobernador de Jalisco, Pedro Ogazón, lo nombró secretario de Gobierno, además redactó el Boletín del Ejército Federal. Así, con este cargo vivió la cruenta Guerra de Reforma, por lo que ante el avance de las tropas conservadoras salió de Guadalajara, a la cual no regresó sino hasta noviembre de 1860.

El 1° de enero de 1861 fue nombrado coronel del batallón Hidalgo y el 29 inmediato, tras declarar el Congreso de Jalisco a Pedro Ogazón gobernador constitucional, él fue electo primer insaculado, es decir primer suplente del gobernador, a quien sustituyó para que fuera a enfrentar a Manuel Lozada, el “Tigre de Álica”. Durante su gestión gubernamental impuso una contribución de 6% sobre el producto anual de las fincas urbanas o rústicas, lo cual causó gran malestar entre la población; el 1° de septiembre Pedro Ogazón reasumió el gobierno.

En 1862 Pedro Ogazón volvió a salir a combatir a Manuel Lozada y Vallarta nuevamente lo sustituyó, ya para entonces no había aceptado el ofrecimiento que le había hecho el presidente Benito Juárez para que ocupara la Secretaría de Gobernación. En 1862 fue electo diputado federal, pero rechazó la designación por considerar que la votación había sido insuficiente.

El 19 de junio de 1863, el general José María Arteaga fue designado gobernador de Jalisco, ya en plena intervención francesa el presidente Benito Juárez le ordenó entregar el cargo a Vallarta, pero se negó a obedecerlo.

Ante el avance de las tropas francesas, Vallarta salió de Guadalajara a Colima, de ahí a Mazatlán –donde enfermó– y luego partió a San Francisco, California. Regresó a México, e incluso el 12 de diciembre de 1865 asistió de incógnito a la Villa de Guadalupe para presenciar la corte del emperador Maximiliano. Y a finales de 1866 se entrevistó con el presidente Juárez en Zacatecas, para luego continuar hasta Guadalajara.

El 5 de mayo de 1867 pronunció el discurso conmemorativo de la victoria mexicana ante los franceses: “Tal vez por haber sido, años atrás compañero de armas de [Ignacio] Zaragoza en el sur de Jalisco”. 157

Los liberales radicales o “rojos” lo postularon como candidato a gobernador de Jalisco, pero la presión de las tropas del general Ramón Corona le dieron el triunfo a Antonio Gómez Cuervo. Entonces Vallarta enfrentó una calumniosa campaña de desprestigio desde el periódico La Verdad, lo que lo obligó el 16 de noviembre de 1867 a recurrir al juicio de imprenta.

En diciembre del citado 1867, integró la Compañía de Telégrafos de Jalisco, y obtuvo la concesión para instalar el telégrafo de León a un puerto del Pacífico.

En 1868 fue electo diputado federal y el 23 de marzo el presidente Benito Juárez lo nombró secretario de Gobernación. En dicho cargo manejó la suspensión de garantías individuales, ante la inestabilidad del país y el 1º de septiembre renunció a la Secretaría ante las intrigas del secretario de Relaciones Exteriores, Sebastián Lerdo de Tejada.

El 28 de mayo de 1871 fue electo gobernador constitucional de Jalisco, tomó posesión el 28 de septiembre inmediato.

Su gestión gubernamental fue difícil. Al parecer se opuso a la reelección del presidente Benito Juárez, aunque después combatió a los seguidores de Porfirio Díaz en Jalisco. En 1873 enfrentó la rebelión de Manuel Lozada, quien marchó sobre Guadalajara, pero fue derrotado finalmente en la Mojonera, por el general Ramón Corona.

A pesar de las complejas situaciones que tuvo que enfrentar, el 12 de mayo de 1872 fundó el Liceo de Niñas; además de una escuela de agricultura y otra para sordomudos; hizo obligatoria la instrucción primaria; el 18 de diciembre de 1874 reabrió la Biblioteca Pública; reconstruyó el Palacio de Gobierno, destruido en la Guerra de Reforma; saneó las finanzas públicas; continuó las obras de la Penitenciaria del Estado; impulsó las comunicaciones con una carretera a Autlán, construyó un puente en Atemajac y una vía de ferrocarril de Guadalajara a San Pedro Tlaquepaque; el 28 de febrero de 1875, tras seguir enfrentando a los seguidores de Lerdo de Tejada, pudo concluir su mandato gubernamental.

En cuanto dejó el cargo de gobernador fue electo senador por Jalisco. Pero por las maniobras del presidente de la república, Sebastián Lerdo de Tejada, se desconoció su triunfo electoral el 14 de septiembre de 1875.

Al triunfar la Revolución de Tuxtepec, el presidente de la república Porfirio Díaz lo nombró secretario de Relaciones Exteriores. Fungió como tal en el gobierno provisional del general Juan N. Méndez del 26 de noviembre de 1876 al 31 de mayo de 1877, y del 23 de junio de 1877 al 6 de mayo de 1878 con Porfirio Díaz.

Durante su gestión negoció arduamente con Estados Unidos el reconocimiento diplomático del nuevo régimen, sin ceder a las presiones y salvaguardando la soberanía de su país. Lo anterior dio lugar a lo que Antonio Gómez Robledo denomina la Doctrina Vallarta del reconocimiento de gobiernos que

fue emergiendo progresivamente de su dialéctica con la parte contraria [estadounidense] es para mí uno de los antecedentes históricos y psicológicos más ciertos de la doctrina Estrada, la única que se conoce actualmente en los medios oficiales, por la ignorancia en que están todos de la progenitura vallartiana en la materia […] No es posible creer que un hombre tan avisado y circunspecto como Genaro Estrada no haya tenido a la vista, y muchas veces el texto de las conversaciones entre Foster y Vallarta, en las que tan reiteradamente dio a conocer este último sus puntos de vista sobre la institución del reconocimiento. 158

Luego Vallarta aceptó la candidatura a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, con la condición de que se reformara la Constitución, en el sentido de que dicho cargo no fuera concurrente con el de vicepresidente de la república, lo cual se logró despolitizando el supremo cargo judicial. “Divorció a la magistratura de la política”. 159

En febrero de 1877 ganó las elecciones para presidente de la Suprema Corte de la Nación, enseguida pidió licencia para continuar en el gabinete presidencial. Al preparar el general Porfirio Díaz la elección presidencial de su incondicional Manuel González, la Suprema Corte le retiró la licencia a Ignacio Luis Vallarta, para obligarlo a salir de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

De mayo de 1878 al 21 de noviembre de 1882 presidió la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En el supremo cargo judicial, logró sus mayores aportaciones a la ciencia del Derecho, estas aportaciones así las describe el citado Gómez Robledo:

La obra mayor de Vallarta, aquella que con sus “Votos” le ha conquistado fama imperecedera, es sin disputa “El Juicio de Amparo y el Writ of habeas corpus”. Como lo dice este simple título, tratase de un estudio comparativo entre la institución anglosajona (aunque remonta al Derecho Romano) y la institución mexicana del amparo, única creación del derecho patrio, pero de una eminencia absolutamente sobresaliente. Como lo hace ver Vallarta en un alegato magistral e irrefutable, al paso que el habeas corpus está limitado a la garantía de la libertad personal, el recurso del amparo, por el contrario, cubre todas las garantías individuales que como derechos humanos del hombre estaban consagrados en la Constitución de 1857, y lo están en la de 1917. Y lo más típico tal vez del amparo, lo que imprime en él un sello profundamente humano y mexicano, está en que el amparo se abstiene cuidadosamente de pronunciarse en ningún sentido contra la ley constitucional, limitándose a amparar al quejoso contra el acto reclamado, así sea por el fundamento de ser contrario a la constitución. 160

Sobre la progenitura del Juicio de Amparo, expresa el citado internacionalista jalisciense:

Lo primero en todo sistema científico o filosófico es la institución creadora del elemento original, y en el caso del amparo, esta intuición corresponde a Rejón en la esfera local y a Otero en el ámbito nacional. A Vallarta, en cambio, estuvo reservada, con los constituyentes del 56 la organización del amparo, y a él solo, más tarde, el trazo de sus límites, con lo que no hacía sino preservar su genuina naturaleza al evitar su extralimitación que lo hubiera desnaturalizado por completo. A esto tendió su larga batalla contra la tesis de la incompetencia de origen y contra la interpretación abusiva de los artículos 14 y 16 constitucionales, a favor de la cual la judicatura federal se hubiera convertido en el tribunal de casación de todos los tribunales inferiores, federales o locales. 161

Además de sus Comentarios de la Constitución, escribió Estudio sobre la constitucionalidad de la facultad económica coactiva, y en 1883, a petición de la Secretaría de Fomento, realizó un estudio sobre La propiedad inmueble por extranjeros.

Se retiró a la vida privada a ejercer su profesión y a escribir. De esta etapa destaca su Exposición de motivos de la ley de extranjería y naturalización. Sus obras completas fueron publicadas en seis volúmenes en 1894.

En 1892 el Colegio de Abogados de la Ciudad de México lo reconoció como el primer jurista mexicano de su tiempo.

El 31 de diciembre de 1893 falleció en la Ciudad de México, fue inhumado en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores de la capital de la república.

El 1° de enero de 1894, el Congreso del Estado de Jalisco lo declaró benemérito del estado y ordenó que su nombre se inscribiera en letras doradas en el recinto legislativo y dispuso tres días de luto oficial. El 9 de enero de 1894 el Congreso de la Unión ante el presidente de la república Porfirio Díaz y el cuerpo diplomático, le rindió el solemne homenaje.

Una avenida de Guadalajara y el mayor puerto turístico de Jalisco llevan su nombre. Una escultura en su honor se ubica en el edificio del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco.

En febrero de 1965 sus descendientes Ignacio y José Vallarta Bustos donaron a la Facultad de Derecho de la Universidad de Guadalajara la mayor parte de la biblioteca de su ilustre abuelo, con lo que se constituyó el Fondo Ignacio L. Vallarta. También se le dedicó el aula mayor de la Facultad de Derecho y se develó un busto en el acceso principal del edificio –como ejemplo permanente para las nuevas generaciones de los abogados jaliscienses–, además de una estatua en la plaza principal de Puerto Vallarta, Jalisco.

Con motivo del primer centenario de su fallecimiento en 1993, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, organizó las Jornadas Vallartianas; a su vez, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de Guadalajara le dedicó un número especial de su revista.

Juicios y testimonios

Antonio Gómez Robledo: “Aparte de la actuación sobresaliente de Vallarta como político y como secretario de Relaciones Exteriores [...] no hay duda de que el título principal con que ha pasado a la posteridad es el de jurista, el mayor jurista de que México puede ufanarse”.


Sócrates Eloy Gutiérrez de Velasco: “Una de las figuras más relevantes del constitucionalismo, lo fue sin duda el eminente jurisconsulto don Ignacio Luis Vallarta, cuyas dotes humanitarias y profesionales puso siempre al servicio de la causa del derecho y la justicia, lo llevaron a escalar las cumbres inmarcesibles del Derecho, en cuya cima sigue brillando, con esplendores de primera magnitud, su espíritu noble y justiciero”.


Ignacio Maciel Salcedo: “Qué intensamente vivió Vallarta, que multiforme resulta su prolífera existencia, siempre conducida por senderos firmes hacia el logro de sus ideales patrios [...] En sus ‘Votos’, dejó la más bella creencia de lo recto y de la pureza de sus pretensiones puestas al servicio de esa rectitud”.


Ignacio Vallarta Bustos: “Que su vida patriótica y ejemplar, huérfana de egoísmo y alumbrada por las lámparas de los más puros ideales, sirva de norma, modelo y estímulo a la juventud estudiosa de la Universidad de Guadalajara, y de manera especial a la que se dedica al conocimiento de la ciencia de lo justo y de lo injusto”.

Van der Linden, Pedro

En Bruselas, capital del Reino de Bélgica, nació en 1804.

Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad Pontificia de Bolonia, en la que obtuvo los títulos de bachiller, licenciado y doctor de su Facultad.

Ejerció los cargos de cirujano mayor de la Guardia Nacional de París y en el Ejército Nacional de su país natal. De 1830 a 1832 participó como médico militar, durante la guerra de independencia de Bélgica.

Se trasladó a la Ciudad de México, ahí el 3 de julio de 1835 obtuvo el título de profesor de Medicina, luego pasó a residir a Guadalajara, donde el 12 de enero de 1837 se le nombró director del Hospital para Dementes y se le encomendaron las clases de Medicina Operatoria y Clínica de Obstetricia, del Hospital de San Miguel de Belén.

El 19 de octubre de 1839, el rector de la Universidad Nacional de Guadalajara, Pedro Ocampo, dio a conocer ante el Claustro de Doctores el nombramiento del doctor Van der Linden como catedrático de Patología y Clínica Externa o Instituciones Quirúrgicas, y le dio posesión de su cátedra.

La Universidad de Guadalajara le confirió la borla doctoral y le incorporó su grado universitario de la Universidad de Bolonia.

El 3 de julio de 1849 se le designó protomédico del Departamento de Jalisco. Y en 1850 recibió el nombramiento de catedrático benemérito del Colegio de San Juan Bautista, en el cual impartió el curso de Higiene Popular.

Al ingresar al Ejército Nacional el 26 de abril de 1837, tuvo que alternar sus estancias entre Guadalajara y México, por lo que pidió varias licencias a su cátedra universitaria.

En el ejército recibió los nombramientos: de cirujano del Batallón Allende; de cirujano del Batallón Activo de Guadalajara, el 18 de octubre de 1838; de director del Hospital Militar en julio de 1840; de coronel del ejército el 23 de octubre de 1841; de director del Hospital Militar de Instrucción el 17 de febrero de 1846; y de inspector general del Cuerpo Médico, el 29 de mayo del citado 1846, y llegó a tener el grado de general.

Formuló y propuso el proyecto para la reorganización del Cuerpo Médico Militar, el cual fue aprobado y se empezó a instrumentalizar a partir de 1846. En el edificio del Convento de San Cosme de la Ciudad de México, fundó y estableció con la ayuda de los particulares el Hospital Militar, con el doble propósito de la atención a los enfermos militares y de la práctica a los estudiantes de medicina, dicho establecimiento fue solemnemente bendecido el 18 de febrero de 1855.

De 1846 a 1848, años de la invasión de Estados Unidos a México, fue regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México en muy difíciles circunstancias. Luego viajó a Estados Unidos, donde el 24 de junio de 1848 obtuvo el título de doctor en Medicina por el estado de Luisiana.

En 1852 organizó el servicio de seguridad de la Policía de Guadalajara; y siguió ejerciendo como médico militar durante los distintos conflictos armados del país.

Su loable labor asistencial y sus conocimientos científicos especializados en la medicina fueron muy pronto reconocidos por los círculos ilustrados de México y recibió varias condecoraciones militares.

Perteneció a las diversas asociaciones científicas de su época, tales como: la Academia de Medicina de México, la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara y la Compañía Lancasteriana.

Escribió: Herida penetrante entre la quinta y sexta costilla externales izquierdas, hecha con instrumento punzante, situada en la areola mamilar correspondiente. Observación recogida en la clínica médico-quirúrgica del Hospital de Belén (1838); Afección cerebral. Presunción de envenenamiento. Historia recogida en la clínica médico-quirúrgica del Hospital de San Miguel de Belén en los Anales de la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara (1839); Estadística de la clínica médica del Hospital de San Miguel de Belén (1839); Operación de cheiloplastía practicada por el catedrático de clínica y medicina operatoria y cirujano principal del Hospital de Belén (1839); Estadística de la clínica médico-quirúrgica del Hospital de Belén. Trimestre desde el 1° de marzo hasta el 31 de mayo de 1840; Medicina práctica. Cuarta observación. Hidrofobia espontánea. Muerte. Autopsia (1840); Relación que en apoyo de la representación en contra de la circular del 17 de enero próximo pasado, presenta al Supremo Gobierno el ciudadano... Inspector general del Cuerpo Médico Militar (1848); Instituciones militares. Sus relaciones con los políticos y civiles. Consideraciones sobre la constitución de los ejércitos en general y en particular sobre la viciosa organización del mexicano respecto de los de Inglaterra, Prusia, Francia y Rusia (México, 1850); Proyecto de creación de una intendencia general de policía para la capital del Distrito (México 1851); Conferencias sobre el uso de las maniobras de infantería al frente del enemigo, escritas por el general Lelouterel y traducido del francés por el general Pedro Van der Linden (México, 1853); y Nomenclatura. De las enfermedades que constituyen incapacidad para el servicio de las armas o exigen la licencia absoluta del soldado en servicio (México, 1853).

Falleció en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco, el 15 de noviembre de 1860, fue sepultado en el Panteón de Santa Paula de Belén. El 10 de agosto de 1868 sus restos fueron trasladados a la Ciudad de México para ser reinhumados en el Panteón de San Fernando.

Vargas y Gutiérrez, Francisco Melitón

Nació en Ahualulco, Jalisco, el 9 de mayo de 1823. Fueron sus padres el insurgente Antonio Vargas e Ignacia Gutiérrez. Su padre fue pensionado por su participación en la guerra de independencia, pero la pensión era muy exigua y Francisco Melitón trabajaba para ayudar en los gastos familiares.

En noviembre de 1840 se fue a radicar a Guadalajara e ingresó al Seminario Conciliar de San José con beca de merced. Luego ganó por oposición una beca de honor en Teología y en octubre de 1849 fue nombrado catedrático de Mínimos. En diciembre de 1850, el obispo Diego Aranda le confirió la ordenación sacerdotal y continuó como profesor del Seminario.

El 16 de marzo de 1854 la Universidad Nacional de Guadalajara le confirió el grado de licenciado en Teología. A pesar de las sugerencias del Claustro de Doctores para que solicitase la borla doctoral, la rechazó por modestia.

En 1854 fue nombrado cura fundador de la parroquia de Santa Ana Acatlán, Jalisco, a donde el 19 de marzo de 1858 llegó huyendo de Guadalajara el presidente de la república Benito Juárez y su gabinete asediados por el ejército conservador, entonces: “[...] Se alojó –escribe Brígida del Carmen Botello Aceves– en el mesón de Miguel Gómez. En su corta permanencia estuvo [a punto de] perder la vida a manos de los conservadores, salvándolo de morir el párroco del lugar, Melitón Vargas”. 162

A pesar de su acción humanitaria para con los connotados liberales, en 1860 se negó a celebrar las nupcias del alférez José Ulloa –ya que era casado–, quien lo acusó de enemigo de las fuerzas liberales y partidario de los conservadores, por lo que se le aprehendió y fue conducido a Guadalajara. Tras ser procesado, se le declaró inocente y regresó a su parroquia.

Del 8 de abril al 31 de diciembre de 1860 fue cura interino de Zapopan, de 1860 a 1864 fue cura de Colotlán, donde sufrió un atentado, y en 1864 fue nombrado párroco de la Asunción de Aguascalientes.

El 22 de marzo de 1869 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero de la Catedral de Guadalajara y el 29 de mayo inmediato ganó por oposición la canonjía lectoral.

También fue gobernador de la Mitra de Guadalajara, y de 1870 a 1879 fue rector del Seminario Conciliar de San José. Durante su periodo rectoral reformó los planes de estudio y los métodos de enseñanza, el Seminario ocupó las nuevas instalaciones en el antiguo Convento de Santa Mónica, adquirido por el licenciado Dionisio Rodríguez, y se aumentó el número de estudiantes, especialmente los externos. Y fue tal el prestigio académico de la institución que se le conoció como la “Edad de Oro del Seminario”. 163

Al quebrantarse su salud dejó la rectoría del Seminario y luego el arzobispo Pedro Loza lo nombró vicario para la atención de Baja California, que la Santa Sede le había encomendado.

El 15 de marzo de 1883 el papa León XIII lo preconizó primer obispo de Colima, el 27 de mayo inmediato recibió la ordenación episcopal, y el 24 de junio tomó posesión del Obispado.

Mientras se encontraba dedicado a la organización del Obispado se desató una epidemia de fiebre amarilla que causó grandes estragos entre la población colimense. Él auxilió personalmente a varias de las víctimas y cuando se le agotaron los recursos monetarios empeñó sus joyas episcopales para continuar sus labores asistenciales.

El 1° de junio de 1888 fue trasladado al Obispado de Puebla de los Ángeles, donde fue recibido el 2 de septiembre inmediato.

En 1892 inauguró el Colegio de San Bernardo, que él había fundado; en 1894 viajó a Colima para consagrar la Catedral; en 1895 inauguró la Casa de la Salud de San Vicente de Paul y asistió a la coronación pontificia de la Virgen de Guadalupe en México. En 1896, ya muy enfermo, participó en el Quinto Concilio Mexicano.

Sus obras bibliográficas fueron: Breves Nociones de Retórica y Elocuencia, para los alumnos del Seminario que en el año de 1851 cursaron la cátedra de Mayores (1851); Nociones de Psicología; sacadas de varios autores. Por un sacerdote del Seminario Conciliar de Guadalajara, para instrucción de sus discípulos (1852); Relación de méritos para la oposición de canonjías vacantes de la Catedral de Guadalajara (1868); Informes del rector del Seminario de Guadalajara 1871, 1872, 1873, 1874, 1875, 1876, 1877 1878 y 1879; seis cartas pastorales a los diocesanos del Obispado de Colima; Sermón predicado el 17 de agosto de 1888, en Santa María de Gracia, en el Tercer Centenario de la fundación de ese Monasterio de Guadalajara, en la Nueva Galicia (1888); Sermón predicado en la solemne función que se hizo en el Templo de la Congregación de Guadalupe en Querétaro el 3 de diciembre de 1888 con motivo de la consagración y estreno de dicho templo –ambos sermones fueron incluidos por Narciso Bassols en el Sermonario Mexicano–; y trece cartas pastorales a los diocesanos del Obispado de Puebla.

Falleció en Puebla de los Ángeles el 14 de septiembre de 1896. Fue sepultado en la Colegiata de Nuestra Señora de Ocotlán, en la ciudad de Tlaxcala, para luego ser trasladado a la cripta de la Catedral angelopolitana. El 22 del citado septiembre de 1896 fue su solemne funeral en la Catedral de Colima.

Juicios y testimonios

Antenógenes Silva y Álvarez Tostado: “Virtuosísimo y caritativo primer Prelado de esta Diócesis [de Colima] Es acreedor al respeto y constante cariño, así como a la gran gratitud de esta Diócesis, pues fue insigne benefactor de toda ella”.

Verdía Bravo, José Luis

Nació en Tepic, población de la Intendencia de Guadalajara, el 19 de agosto de 1798. Fueron sus padres los señores José Antonio Verdía y Margarita Bravo, su padre fue piloto de la Real Armada Española, descendiente de los conquistadores.

De sus primeros años, “cuando a fines de 1810, ocupó Tepic el valiente y desgraciado cura Mercado, él lo vio entrar y refería en su ancianidad tal acontecimiento con sus más insignificantes detalles”.164 También fue testigo de la represión realista, que le causó
una honda impresión. A pesar de que su padre estuvo a punto de ser ejecutado durante la guerra de independencia, simpatizó siempre con el movimiento insurgente.

Inició la instrucción elemental en su ciudad natal y en 1806 se trasladó a Guadalajara para finalizarla. El 28 de marzo de 1813 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, ahí estudió Latín y realizó el Curso de Artes impartido por el doctor José Domingo Cumplido; sus compañeros de estudios fueron Manuel López Cotilla y Pedro Támez, entre otros. Sustentó brillantes actos en Filosofía y Física y continuó la carrera eclesiástica con los cursos de Teología y Cánones.

El 2 de junio de 1817 se examinó en Artes en la Real Universidad de Guadalajara y recibió el grado de bachiller, que le otorgó el doctor Juan Nepomuceno Cumplido. No tenemos otros registros de sus estudios en la Universidad ni su biógrafo Pérez Verdía los señala, pero es de suponer que cursó la carrera de Jurisprudencia, ya que al presentarse como opositor a una cátedra del Seminario y al eludírsele sutilmente su seguro triunfo, el doctor Toribio González le aconsejó que se recibiera, lo cual hizo el 2 de junio de 1825, al presentar su examen ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco, quien le otorgó por aclamación el título de abogado.

Se desempeñó como catedrático interino del Curso de Artes del Seminario y el 2 de febrero de 1824, en la villa de Zapopan, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas lo ordenó sacerdote negándose por su modestia a celebrar el tradicional cantamisa.

De 1824 a 1825 fungió como promotor fiscal de la fe, pero renunció al oponerse a la excomunión de Anastasio Cañedo, quien en la revista La Estrella Polar había publicado un artículo censurando los abusos del clero. El doctor Francisco Severo Maldonado apoyó la argumentación de Verdía, a quien llamó “El distinguido y sabio joven Verdía”. 165

Al fundarse el Instituto de Ciencias en 1826, el gobernador del estado, Prisciliano Sánchez, lo nombró catedrático de Filosofía Moral, de Historia y Disciplina Eclesiástica y de Derecho Canónico. Como maestro actuó con gran entusiasmo y sabiduría, aconsejó y prestó ayuda a sus discípulos, como fue el caso de Mariano Otero. Y fungió como catedrático hasta 1834, año en que se clausuró el Instituto de Ciencias.

En 1828 fue electo senador por Jalisco y en 1839 diputado al Congreso Nacional por un distrito de Guadalajara; en 1845 fue nuevamente electo senador y, por tercera vez, en 1848 se negó a ocupar estos cargos: “[…] Porque, amantísimo de su independencia personal y enemigo de mezclarse en cuestiones políticas, por más que siempre tuvo sus opiniones acerca de ellas, jamás quiso aceptar empleo alguno que no fuera del ramo de instrucción pública”. 166

El 5 de marzo de 1832 el gobernador del estado José Ignacio Cañedo lo nombró miembro de la Comisión Redactora del Proyecto de Código Civil, en la cual trabajó con ahínco; para inicios de 1833 presentó al Congreso el libro primero del Código, con una brillante exposición exclusiva de Verdía: “[…] Apartándose del espíritu tradicional tanto del puramente especulativo, con un tino y una sabiduría tales que hicieron de ese primer ensayo uno de los más importantes monumentos jurídicos de nuestra legislación”. 167

Lamentablemente el cambio al sistema centralista dio fin a los trabajos de la comisión codificadora.

En 1841 impartió la bendición al principio de la construcción de la fábrica Prosperidad de Jalisco, en Atemajac, considerada como la primera industria de importancia en Guadalajara.

El 13 de enero de 1842 ingresó como medio racionero al Cabildo de la Catedral.

En 1842 fue electo diputado al Congreso Constituyente y se unió a la labor legislativa en favor del federalismo. Así lo caracterizaron en una semblanza rimada anónima de los legisladores de Jalisco:

D. Luis Verdía, prebendado.
Mucho desconfiar debemos
aunque algunos hablan bien
porque es clérigo, y también.
canónigo, cuando menos. 168

El 15 de marzo de 1843, el general José María Jarero lo nombró rector del Colegio de San Juan Bautista. El 30 de enero de 1844, el cuerpo de profesores de Jalisco lo eligió presidente de la Junta Sub Directiva de Estudios y elaboró el plan de estudios, el cual fue sometido a la consideración de la Junta Directiva de Estudios de México, sin embargo, un nuevo cambio de régimen evitó su entrada en vigencia.

El 9 de mayo de 1845 fue nombrado racionero de la catedral. El 13 de agosto, el gobernador del estado Antonio Escobedo lo designó presidente de la Junta Patriótica, cuyo fin era recabar recursos para la recuperación de Texas. Su antiguo discípulo Mariano Otero le escribió una carta pidiéndole que aceptara el cargo de senador el 15 de noviembre de 1845:

Tengo la satisfacción de decir a usted que hoy y casi por unanimidad ha sido usted nombrado senador por la clase de [su] carrera distinguida. A mí esto me es satisfactorio bajo mil títulos: porque usted merece este honor; porque la República gana con la elección; porque honra a nuestro Departamento de Jalisco; y en fin porque me da esperanza, gratísima para mí, de volver a ver a usted. No piense usted pues, por Dios, en renunciar a no venir […] 169

A pesar de la emotiva misiva, fiel a sus convicciones, no aceptó el cargo.

El 30 de septiembre de 1847, el gobernador del estado Joaquín Angulo lo designó presidente del Instituto de Ciencias, aunque sólo retuvo el cargo el tiempo necesario para no desairar al gobernador.

Como canónigo, durante la invasión de Estados Unidos a México protestó enérgicamente contra la ocupación de los bienes eclesiásticos que trató de imponer Valentín Gómez Farías.

El 5 de mayo de 1848 nuevamente le escribió Mariano Otero comunicándole que la Cámara de Diputados lo eligió senador casi por unanimidad. Y a pesar de la insistencia de Otero, nuevamente rehusó la elección.

El 9 de junio de 1853 se le nombró canónigo de gracia, y en 1855, el gobernador del Departamento de Jalisco Santos Degollado, lo designó catedrático de Derecho Canónico en el Instituto de Ciencias.

Durante la Guerra de Reforma su situación fue sumamente complicada. En 1858 el general Francisco Casanova lo acusó de espionaje a favor de los liberales, fue hecho prisionero y se le desterró a una hacienda cercana a la ciudad. Una vez que regresó a Guadalajara, el 19 de julio de 1859, la comandancia militar lo inculpó junto con otros clérigos, entre los que estaban sus compañeros canónigos Fernando Díaz y Agustín de la Rosa, acusándolos de que

tomaban parte más o menos directa en las maquinaciones de los liberales, ya formando juntas clandestinas, ya recibiendo comisiones de los constitucionalistas, ya asociándose con los conspiradores y vertiendo especies alarmantes [...] Contestó el obispo [Pedro] Espinosa, que estaba muy al tanto de la buena conducta de los inculpados eclesiásticos Escobedo, Guerrero, Castro y Sánchez; que en cuanto a los demás ya dictaba las providencias propias del caso. 170

El 23 de agosto el Cabildo Eclesiástico de 1859 protestó contra la expedición de Leyes de Reforma.

A finales de 1860 fue electo provisor, vicario general y gobernador de la Diócesis de Guadalajara. Su elección fue confirmada por el obispo Pedro Espinosa, que había salido desterrado tras la derrota de los conservadores.

Al frente del Obispado de Guadalajara, durante la intervención francesa “[…] viendo comprometido el honor nacional, hizo esfuerzos ante el Venerable Cabildo para que se ofreciese su ayuda al gobierno, haciendo abstracciones políticas”. 171

Y así los canónigos ofrecieron su apoyo al presidente Benito Juárez, y firmaron una protesta contra los invasores. Actitud que reconoció el 30 de agosto de 1862 el mismo presidente Juárez al suprimir por decreto todos los Cabildos Eclesiásticos de la república, “con excepción del de Guadalajara por su patriótico comportamiento”. 172

El 26 de julio de 1864 fue elevado a la dignidad de chantre de la Catedral, a su vez rechazó la cruz de la Orden de Guadalupe que le ofreció el emperador Maximiliano I, ante lo cual José Cornejo Franco afirma:

No es de extrañar tampoco que un canónigo Verdía se opusiera rotundamente a recibir a Maximiliano; por eso no nos tocó la honorable visita: se opuso el Cabildo en recibirlo en Catedral bajo palio, como se acostumbraba a recibir a los señores emperadores, y por eso no llegó sino hasta las haciendas del “Burro de Oro”, para regresar sin atreverse a llegar a Guadalajara. 173

El 20 de julio de 1869 ascendió a arcediano y el 9 de marzo de 1871 a deán de la catedral, la máxima dignidad del Cabildo Eclesiástico.

A pesar de ser un notable latinista, canonista, matemático y literato, jamás quiso publicar alguna obra suya, incluso se negaba a que se imprimiera el notable discurso que sobre las facultades humanas pronunció en 1831, con motivo del aniversario del Instituto de Ciencias.

También fue miembro y presidente vitalicio de la Sociedad de Geografía y Estadística, capítulo de Guadalajara.

El 9 de septiembre de 1886 falleció en Guadalajara, y fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén; y el 11 del mismo mes y año el Partido Liberal, por medio del jefe de la zona militar Pedro Galván, dispuso que al funeral asistiera toda la oficialidad.

Su nombre está inscrito entre la nómina de los liberales jaliscienses en el Jardín de la Reforma –o de San José– de Guadalajara, y una calle de esta ciudad lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Juan Antonio de la Fuente: “Al sabio, al erudito y filósofo, al virtuoso sacerdote y excelente jurisconsulto, al señor licenciado don José Luis Verdía. Quien desea que su gran sabiduría sea más conocida; su erudición más útil, su filosofía más práctica; en suma, que no se oculte como un avaro el tesoro que posee y recuerde, por el contrario, que considerarlo como un depósito que tiene el deber de repartir entre los necesitados”.


Pedro Espinosa Dávalos: “Canónigo licenciado D. Luis Verdía cuyas amistades de preferencia son las de los liberales, inclinado a condescender con ellos, tal vez más de lo que se debiera, y sobre todo íntimo amigo de [Juan José Caserta]”.


Luis Pérez Verdía: “De ideas liberales, sin alarde de exageraciones, fue por las relaciones de la amistad que siempre tuvo con los más prominentes hombres de ese partido, un eficaz defensor de los que tenían opiniones contrarias, en los días en que la exaltación de las pasiones hacía fácilmente olvidar la justicia y el derecho [...] La mayor gloria de aquel virtuoso sacerdote consistió, en no haber faltado jamás a sus deberes, ni a las conveniencias sociales, ni al aprecio de sus numerosos amigos, ni a la confianza de nadie, a pesar de las críticas circunstancias de la época y no obstante la firmeza de sus opiniones. Era que la sinceridad de ellas, la franqueza de su carácter, la bondad de su corazón y la constante rectitud en todos sus actos inspiraban el más profundo respeto”.


Wolfgang Vogt: “Uno de los méritos principales de Verdía consiste en haber sido un mediador entre una iglesia tradicional y un estado moderno”.

Verea y González, Francisco de Paula

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 14 de diciembre de 1813. Fueron sus padres los señores Benito Verea e Ignacia González de Hermosillo.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara realizó sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1827 bajo la conducción del presbítero Arcadio Cairo. Se significó como un estudiante muy distinguido, por lo cual ganó beca por oposición y tras estudiar Teología, el 1° de marzo de 1837 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Diego Aranda.

El 14 de agosto de 1835 presentó los exámenes de estatuto y recibió el grado de licenciado en Derecho Civil en la Universidad Nacional de Guadalajara; el 24 de agosto inmediato se le confirió el doctorado y fue consiliario universitario. Agustín Rivera escribe: “Asistía a las procesiones y demás actos públicos de la Universidad con manto y beca, capelo y borla”. 174

Se desempeñó en su ciudad natal en los siguientes cargos: catedrático del Seminario Conciliar, cura de San José de Analco, prosecretario y secretario de la Mitra diocesana, director del Hospital de San Juan de Dios, provisor y vicario general de la Diócesis.

El 29 de enero de 1846 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero, y el 7 de enero de 1852 ganó por oposición la canonjía doctoral y ascendió a canónigo de gracia.

El 27 de junio de 1853 fue preconizado obispo de Linares en Nuevo León, y fue consagrado el 13 de noviembre del mismo año en la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe de la capital del país, por el arzobispo de México Lázaro de la Garza, y lo apadrinó el mismo presidente de la república Antonio López de Santa Anna, quien lo designó consejero de Estado y comendador de la Orden de Guadalupe. El 25 de diciembre de ese mismo año tomó posesión del Obispado en Monterrey, Nuevo León.

Al oponerse a las Leyes de Reforma de 1859, el gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri, lo expulsó de Monterrey, por lo que pasó a residir al Colegio de Guadalupe de Zacatecas, donde el coronel liberal Juan Zuazua le dirigió la siguiente nota:

Se le ha interceptado a V. S. Ilma. una carta, que de Guadalajara le manda el general Casanova. En la citada carta, insulta el reaccionario general a los valientes de Nuevo León, tratándoles de asesinos impíos y ladrones, termina por convidar a V. S. Ilma. para que pase a vivir a la citada ciudad, en el seno de su familia, en medio de sus numerosos amigos y protegido por un gobierno eminentemente paternal, religioso y justo, vivirá con tranquilidad. Y como yo deseo que V. S. Ilma. esté en paz y en completa seguridad, como lo desea Casanova, le prevengo que dentro de veinticuatro horas salga del Estado de Zacatecas […] 175

Así salió de Guadalupe con rumbo a Aguascalientes, para arribar finalmente a su ciudad natal. Y en febrero de 1861 acompañó solidariamente a los demás obispos mexicanos al destierro, aun cuando él no estaba entre los expulsados por las autoridades liberales.

En Roma obtuvo la erección del Vicariato Apostólico de Tamaulipas y recibió los títulos pontificios de patricio romano, prelado doméstico y asistente al Solio Pontificio. También viajó a Tierra Santa y a Praga, para visitar el sepulcro de san Juan Nepomuceno, patrono de los canónigos tapatíos y por quien tenía una gran admiración.

A finales de 1861 regresó a Nuevo León, y de inmediato reorganizó el Cabildo de la Catedral, restableció el Seminario, fundó dos casas de las Hermanas de la Caridad, abrió el Externado de Monterrey y el Colegio de San Juan Nepomuceno de Saltillo y emprendió la construcción de varias iglesias.

En 1866 viajó a la Ciudad de México junto con los demás obispos para tratar con el emperador Maximiliano I lo relativo al concordato, para que regulara las relaciones Iglesia-Estado. Y en 1870 se trasladó nuevamente a Roma para tomar parte en las sesiones del Concilio Vaticano I.

El 19 de septiembre de 1879 fue trasladado al Obispado de Puebla de los Ángeles y tomó posesión el 23 de enero de 1880.

Sus escritos publicados son básicamente cartas pastorales, circulares y un “Novísimo devocionario del glorioso protomártir del sigilo sacramental San Juan Nepomuceno, arreglado por un ilustre Prelado de la Iglesia Mexicana”.

Como ferviente devoto guadalupano se vio muy contrariado de que el historiador Joaquín García Icazbalceta no hiciera alusión a las apariciones del Tepeyac en la extraordinaria biografía del primer arzobispo de México fray Juan de Zumárraga. El 6 de febrero de 1880 expresaba: “Escribir la vida del venerable Zumárraga y omitir uno de los principales y más graves hechos que se le atribuyen, ¿qué supone? ¿Mala fe, ignorancia, miedo a la verdad, interés ruin?”. 176

Por lo que el 30 de septiembre de 1881, sabiendo de las tendencias antiaparicionistas de Icazbalceta, le escribió una carta “extraordinaria” –como la califica David Brading–, en la cual ahora le pedía:

Aprovecho esta ocasión para suplicar a usted encarecidamente y con toda confianza que no escriba ni hable alguna palabra relativa a la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, con motivo de la publicación de la biografía del señor Zumárraga. El perjuicio que sentirá la piedad en el pueblo, lo que contrista a los prelados como ya me lo han manifestado, lo puede usted considerar mejor que lo que yo puedo encarecerlo [...] Mi deber pastoral, mi amor a la Santísima Virgen y la confianza que tengo en el buen juicio de Usted, me impelen a hacerle esta súplica. 177

A esta súplica se allanó el citado historiador García Icazbalceta.

Mientras practicaba la visita pastoral falleció en Cuyuaco el 4 de mayo de 1884, y sus restos mortales fueron inhumados en el camarín del Santuario de Nuestra Señora de Ocotlán, en la ciudad de Tlaxcala.

Vigil Orozco, José María

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 11 de octubre de 1829. Fueron sus padres los señores Cristóbal Vigil y Cleta Orozco, familia de origen humilde.

En 1837 inició sus estudios primarios en la Escuela Municipal número 1 que dirigía el profesor Faustino González Cevallos. El 8 de noviembre de 1843 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara donde estudió Latín y el Curso de Artes, bajo la conducción del doctor Mariano González.

Ingresó a la Universidad Nacional de Guadalajara para estudiar Jurisprudencia. El 12 de noviembre de 1849 probó haber ganado el primer curso de Leyes; el 21 de octubre de 1850 probó haberse ganado el segundo curso; el 9 de octubre de 1851 probó haber ganado el tercer curso y mediante examen se le dispensó el cuarto curso teórico; el 14 de marzo de 1853 ganó el primer curso de Jurisprudencia Práctica. Y el 21 de octubre y el 20 de agosto de 1854, respectivamente, aprobó el segundo y tercero cursos prácticos. Con la carrera prácticamente concluida, sus biógrafos afirman que la interrumpió para dedicarse tanto a sus labores literarias, como para apoyar el Plan de Ayutla; al parecer no se tituló.

En febrero de 1849 fundó la sociedad literaria La Esperanza, que publicó una revista, y el 15 de noviembre escribió su primer poema titulado “Mi genio”.

En abril de 1850, junto con otros escritores, fundó la sociedad literaria La Falange de Estudio, en cuya inauguración leyó su poema “Vanidades”.

El 15 de mayo de 1851 se estrenó en el Teatro Principal de la ciudad su obra dramática Dolores o una pasión, y el 20 de diciembre de 1853 se representó su drama La hija del carpintero.

El 25 de abril de 1855 al declarase como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María, el Claustro Universitario convocó a un certamen literario, en el cual presentó un poema que tituló “A la Madre de Dios en su Concepción Inmaculada”, el cual se publicó. El 1º de agosto se inició en el periodismo político, colaborando con Miguel Cruz-Aedo en el periódico La Revolución.

En septiembre de 1855, en el Liceo de Varones, empezó a impartir las cátedras de Lógica, Metafísica y Moral, y escribió para sus estudiantes un tratado teórico práctico para el estudio del Latín.

El 26 de enero de 1856 se le nombró director de El País, periódico oficial del gobierno del estado de Jalisco y en varias ocasiones lo dirigió con las obligadas interrupciones por los acontecimientos políticos. A finales del año se le designó sinodal en el Instituto de Ciencias.

En 1857 fue electo diputado suplente por el primer distrito de Jalisco. Durante la Guerra de Reforma, sufrió las peripecias del conflicto.

En 1861 fue nombrado oficial mayor de la Secretaría del Congreso del Estado; el 16 de noviembre inició una campaña periodística en contra de la intervención francesa, desde las páginas de El País y El Siglo Diez y Nueve. El 13 de febrero de 1862 se representó su drama El demonio del corazón.

El 1° de mayo de 1863 fue designado director de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco.

El 21 de diciembre de 1863 se exilió en Estados Unidos, negándose a colaborar con los invasores franceses. En San Francisco, California, defendió la causa republicana en el periódico El Nuevo Mundo.

El 7 de junio de 1865, ante su penuria económica, regresó a Guadalajara y fundó el Boletín de Noticias, para continuar su lucha política, siendo suprimido catorce meses después.

Al restaurarse la república, fue nombrado por segunda vez director de la Biblioteca Pública, cargo que ejerció del 1° de agosto de 1867 al 24 de agosto de 1869.

A finales de agosto de 1869 se trasladó a la Ciudad de México para integrarse al Congreso de la Unión, pues había sido electo diputado por el segundo distrito de Guadalajara; en septiembre de 1870 fue electo diputado por el segundo distrito de Durango.

El 1° de febrero de 1871 fue nombrado redactor en jefe del periódico El eco de ambos mundos, cargo que ejerció hasta noviembre.

El 17 de febrero de 1872 fundó la Asociación de Periodistas y Escritores, la primera en su género en el país.

El 12 de mayo de 1873 fue nombrado miembro de la Sociedad de Mejoras Materiales de Tacubaya; el 21 de junio inició una serie de artículos sobre la intervención y el imperio, para refutar al periódico conservador El pájaro verde; el 13 de diciembre se le designó director del Archivo General de la Nación, cargo que ocupó hasta el 9 de octubre de 1875.

De 1873 a 1874 editó dos volúmenes de los Catálogos de los libros de la Biblioteca Pública de Guadalajara. El 1° de febrero de 1874 fundó en unión de otros periodistas El Porvenir, que dirigió hasta 1876.

En febrero de 1873 inició la publicación en El Porvenir de una serie de artículos para refutar al periódico conservador La Voz de México, sobre cuestiones constitucionales. El 11 de julio comenzó la publicación de su ensayo “La cuestión social”, en el cual expuso la situación difícil de los campesinos, sostenía que en México no debería haber más aristocracia que la de la virtud y de la inteligencia.

Integró el cuerpo de redactores de la publicación jurídica El publicista, y se editó su estudio sobre “Netza-hualcóyotl”.

El 2 de abril de 1875 fue nombrado catedrático de Español en la Escuela Nacional Preparatoria; el 8 de octubre protestó como magistrado de la Suprema Corte de Justicia, cargo que ejerció hasta el triunfo de la Revolución de Tuxtepec. En diciembre se presentó su obra Dolores o una pasión, en Cosamaloapan, Veracruz.

En 1876 inició la edición de una Biblioteca Mexicana, la primera obra que editó fue la Historia de las Indias de fray Bartolomé de las Casas; el 5 de diciembre empezó a colaborar en el periódico La Legalidad, en cuyos artículos censuró el movimiento del general Porfirio Díaz.

El 1° de agosto de 1878 ingresó a la redacción de El Monitor Republicano, desde cuyas páginas siguió la crítica a las acciones políticas de Porfirio Díaz; en el mismo periódico polemizó con Justo Sierra, impugnándole las tesis positivistas.

El 21 de marzo de 1879 fue nombrado profesor de Historia y Cronología en la Escuela Nacional Secundaria de Niñas. También se dedicó a la traducción de los clásicos grecolatinos; publicó las Sátiras de Persio que más tarde se reeditaron en la “Biblioteca Clásica de Madrid”.

El 3 de noviembre de 1880 fue nombrado catedrático de Lógica y Moral en la Escuela Nacional Preparatoria, al suprimirse la cátedra de Filosofía, por la tendencia positivista imperante, él continuó impartiéndola gratuitamente. El 25 del mismo mes de noviembre fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento.

Siguiendo con sus actividades de 1880, el 27 de noviembre integró el cuerpo de redacción del Sistema Postal de la República Mexicana, órgano de la Administración General de Correos; el 30 del mismo mes publicó su última colaboración en El Monitor Republicano; y el 24 de diciembre renunció a su clase de Historia y Cronología en la Escuela Nacional Secundaria de Niñas.

El 29 de marzo de 1881 fue electo miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente de la Real Española, y presentó como trabajo de ingreso su Estudio biográfico y literario de doña Isabel Prieto de Landázuri. El 15 de noviembre fue electo diputado federal por el 13º distrito de Jalisco.

El 1° de febrero de 1882 fundó la Revista Filosófica para oponer sus principios espiritualistas a la filosofía positivista.

El 1° de enero de 1883 inició su colaboración como editorialista en el periódico La Patria y el 1º de noviembre fundó La Prensa.

El 2 de abril de 1884 se efectuó la solemne inauguración de la Biblioteca Nacional, en el antiguo Convento de San Agustín, que fue acondicionado de manera adecuada y el acervo bibliográfico debidamente clasificado y catalogado, gracias a su entusiasmo.

El 5 de septiembre de 1885, tras haber sostenido la defensa de la metafísica en oposición a la implantación de la filosofía positivista, renunció a la cátedra de Lógica y Moral en la Escuela Nacional Preparatoria.

El 1° de agosto de 1889 fue nombrado profesor interino de Historia Patria y General en la Escuela Nacional de Profesores, clase que impartió hasta el 21 de diciembre inmediato. Publicó el tomo v de la obra México a través de los siglos, que trata de la reforma, la intervención y el imperio.

De 1888 a 1903 publicó los once volúmenes de los Catálogos de la Biblioteca Nacional de México; y en abril terminó el Catálogo de la Biblioteca 5 de Mayo.

En 1891, para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de América, la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente de la española le encomendó elaborar una Antología de poetas mexicanos, redactando la Reseña histórica de la Poesía Mexicana.

En 1892, a petición de la esposa del presidente de la república, Carmen Romero Rubio de Díaz, elaboró la Antología de Poetisas Mexicanas; el 25 de mayo fue nombrado catedrático de Literatura Española y Patria en la Escuela Nacional Preparatoria.

El 22 de mayo de 1893 publicó su obra La mujer mexicana, que incluyó su discurso laudatorio a Sor Juana Inés de la Cruz, pronunciado en 1874. En 1894 fue electo director de la Academia Mexicana de la Lengua.

En 1904 fundó el Boletín de la Biblioteca Nacional de México; el 24 de julio de 1905 renunció a la cátedra de Literatura Española y Patria de la Escuela Nacional Preparatoria, y en 1909 publicó aún inconclusa su obra Historia de la Literatura Mexicana.

Falleció en la Ciudad de México el 18 de febrero de 1909. Sus restos mortales fueron trasladados a la Biblioteca Nacional para la velación y luego inhumados en el Panteón de Dolores, junto a los restos de su esposa Asunción Robles Gil, como él lo había dispuesto, aunque no en la Rotonda de los Hombres Ilustres, como ya lo había dispuesto Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública. El 22 de mayo de 1952 se trasladaron sus restos al Panteón Español.

Una calle de Guadalajara lleva su nombre y se le dedicó una estatua en las instalaciones de la antigua Biblioteca Pública del Estado de Jalisco.

Su biógrafo Gabriel Agraz enumera 88 obras bibliográficas y 933 artículos publicados de su gran obra literaria, histórica y periodística.

Juicios y testimonios
Ernesto de la Torre Villar: “La Reforma mexicana es uno de esos momentos en los cuales surgen de los opuestos puntos cardinales figuras sobresalientes que posibilitan un cambio. José María Vigil fue uno de ellos. Su pluma, su notable honestidad y desprendimiento le tornan actor sobresaliente de nuestra historia y nuestra cultura”.


Fragmento de su semblanza, por uno de sus discípulos: “El señor Vigil, como su ilustre amigo [Marcelino] Menéndez Pelayo, poseía una memoria singular y pasmosa; para él los estantes de la Biblioteca no encerraban secretos; los libros no guardaban enigmas y los tiempos y las fechas las tenía, como dice en romance vulgar, ‘en la punta de los dedos’. Además, estaba reputado como el único enciclopedista de verdad, no a la manera de esos pedantes, ‘buhoneros de sabiduría’... No; el Sr. Vigil, era, efectivamente, uno de esos cerebros omnisapientes, a lo Leonardo da Vinci; de él manaban como mágica vena, raudales varios donde la juventud iba a abrevar, ávida y sedienta”.


José López Portillo y Rojas: “Su honradez acrisolada, que puede ser comparada con la de los santos, le tuvo reducido a constante estrechez, desde su juventud hasta su muerte; no deja tierras, ni casas, ni caudal a su familia: ha muerto pobre, pero inmaculado, siempre digno y respetado por todos. Esta es la herencia que lega a sus hijos; la de su probidad admirable, la de su virtud sin flaqueza, la de su nobleza de corazón nunca desmedida, la de su constante amor a los grandes ideales y la de su gloria imperecedera”.

Villalvazo y Rodríguez, Germán Ascensión

Fueron sus padres los señores Feliciano Villalvazo y Josefa Rodríguez.

En Mascota, Jalisco, inició su instrucción primaria, y luego se trasladó a Guadalajara, donde se matriculó en el Seminario Conciliar, ahí estudió Latín y el Curso de Artes que concluyó en 1848, bajo la conducción del doctor Mariano González. Obtuvo beca de honor en Teología y el 15 de agosto de 1851 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Diego Aranda.

En la Facultad de Teología de la Universidad Nacional de Guadalajara realizó sus estudios profesionales. Tras los exámenes de estatuto, el 24 de agosto de 1853 recibió el grado de licenciado en Teología y el 25 de septiembre inmediato se le confirió el doctorado.

Se desempeñó en los siguientes cargos: capellán de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, profesor de Teología Moral y Religión en el Seminario Conciliar, y oficial mayor y prosecretario de la curia diocesana.

En 1859 publicó el opúsculo titulado Don Santos Degollado considerado como gobernador de Jalisco, y como general en jefe de las fuerzas que sitiaron a Guadalajara, si bien lo dio a conocer en forma anónima, muy pronto se supo quién era el autor, por lo que se vio obligado a huir a la sierra de Santa Gertrudis, en Autlán de la Grana.

El 29 de mayo de 1869 ingresó al Cabildo Eclesiástico como canónigo de gracia y penitenciario.

Al ser nombrado teólogo consultor por el arzobispo Pedro Loza, le acompañó a Roma para participar en las sesiones del Concilio Vaticano I. El 22 de septiembre de 1869 fue preconizado obispo de Chiapas y fue consagrado el 5 de diciembre inmediato, por el cardenal Moreno en la Iglesia de Santiago In Corso de Roma. Al suspenderse el Concilio Vaticano I regresó a México, y tomó posesión del Obispado de Chiapas, en el cual fomentó la educación de los niños y estableció varias misiones.

Además del citado opúsculo escribió: Sermón que en la solemne apertura de las conferencias diocesanas predicó en la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad (de Guadalajara) el día 21 de enero de 1866; Manifestación de mi carrera universitaria y eclesiástica; Dos disertaciones latinas y un sermón en castellano, que en oposición a las canonjías lectoral y penitenciaria vacantes en esta santa Iglesia Metropolitana, dijo a su turno en los respectivos días 21 de abril, 6 y 12 de mayo de 1869; y varias cartas pastorales, circulares y edictos de su gestión episcopal en Chiapas.

El 8 de mayo de 1879 falleció en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde fue inhumado.

Villaseñor y Villaseñor, Pablo de Jesús

Nació en la Hacienda de Cedros, Jalisco, el 15 de enero de 1828.178 Fueron sus padres los señores Micaela Villaseñor y Juan Bautista Villaseñor.

En 1842 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde realizó sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1842 bajo la dirección del doctor Fernando Díaz García.

En la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Guadalajara cursó sus estudios profesionales y el 7 de septiembre de 1849 recibió su título de abogado.

A la par de su formación universitaria recibió lecciones de idiomas clásicos y de literatura del sabio prior del Convento del Carmen, fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, junto con Miguel Cruz-Aedo, José María Vigil e Hilarión Romero, entre otros. Y fue miembro fundador de La Falange de Estudio y colaborador de las revistas La Aurora Poética de Jalisco y El Ensayo Literario, en la cual publicó las biografías de Fernando Calderón y de José María de Castro. Según Carlos Navarro fue el primero en tratar sobre la pintura de la “Inmaculada Concepción” de la Catedral tapatía y del episcopologio de Guadalajara. 179

El 10 de junio de 1851 fue el estreno en el Teatro Principal de Guadalajara de su obra dramática en tres actos El Palacio de Medrano, basada en la tragedia de la familia Pareja, acontecida en 1608 en el palacio de Medrano.

Escribió las siguientes obras dramáticas: Un reo de muerte, pieza en tres actos y en verso; Encarnación Rosas o el Insurgente de Mezcala en cinco actos y en verso; la citada El Palacio de Medrano en tres actos y en verso; Heroica defensa de Guaymas por las armas mexicanas y Clementina; las cuales, entre 1851 y 1855, fueron estrenadas en el Teatro Principal de Guadalajara; su obra Heroica defensa de Guaymas se presentó en el Teatro “La Fama” de la Ciudad de México.

Otras de sus obras fueron: Cuidado con las suegras, Los pollos o el amor infantil, Amores en la vejez, Luz de la niñez (preceptos de religión y moral cristianas puesta al alcance de los niños y escritos en variedad de metros), Las leyendas históricas y tradicionales, sobre los acontecimientos heroicos de la Independencia en la Nueva Galicia y Canto lírico. Además del poema “El Fraile de la Calavera”.

El 27 de octubre y el 10 de noviembre de 1855, en el periódico El Guirigay de la Ciudad de México, publicó su obra La vuelta de Acapulco, ensayo dramático, travesura entre mística o rasgo satírico en un acto.

También publicó en El Látigo, La Voz de la Alianza y en El Nene, donde se leyeron sus chistes oportunos.

El 13 de noviembre de 1855, con tan sólo veintisiete años de edad, falleció en Guadalajara víctima de la peste. Una calle de la ciudad lleva su nombre.


Referencias
  1. Antonio Gómez Robledo, “Al recibir el Premio Jalisco 1988”, Opera varia. Obras, tomo XII México, El Colegio Nacional, 2002, p. 360. ↩︎

  2. José Abundio Aceves, Medicina social, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2010, p. 4. ↩︎

  3. “Dr. Versalle. Biografía”, ibid., p. xix↩︎

  4. Ramiro Villaseñor, Las calles históricas de Guadalajara, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986-1988, tomo ii, p. 190. ↩︎

  5. Enrique González Martínez, El hombre del búho, Guadalajara, Departamento de Bellas Artes del Gobierno del Estado de Jalisco, 1973, pp. 69-70. ↩︎

  6. Fortunato Arce, Las heridas del corazón, Intr. de Carlos Ramírez Esparza, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1988, s. p. ↩︎

  7. Villaseñor, Las calles históricas…, tomo ii, p. 190. ↩︎

  8. Benítez, op. cit., tomo iii, p. 194. ↩︎

  9. Ibid., p. 196. ↩︎

  10. González Martínez, op. cit., p. 70. ↩︎

  11. Rafael Montejano, Don Pedro Barajas. Primer obispo de San Luis Potosí (1795-1868), México, Jus, 1970, Col. México Heroico, p. 80. ↩︎

  12. Ibid., p. 120. ↩︎

  13. Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Porrúa, 1985, p. 90. ↩︎

  14. Fernando Calderón, Obras Poéticas-Parnaso Mexicano, 1844, Pres. de Fernando Tola de Habich, Zacatecas, Gobierno del Estado de Zacatecas, 1986, p. 11. ↩︎

  15. “Libro de formas de razón […]”, AUG↩︎

  16. Calderón, Obras Poéticas…, p. 79. ↩︎

  17. Ibid., p. 13. ↩︎

  18. Ibid., p. 14. ↩︎

  19. Prieto, Memorias de mis tiempos…, p. 93. ↩︎

  20. Calderón, Obras Poéticas…, p. 544. ↩︎

  21. Ibid., p. 26. ↩︎

  22. Ibid., p. 62. ↩︎

  23. Ibid., p. 81. ↩︎

  24. Ibid., p. 47. ↩︎

  25. Fernando Calderón, Obras dramáticas, México, Porrúa, 1975, p. 12. ↩︎

  26. Ibid., p. 39. ↩︎

  27. Ibid., p. 41. ↩︎

  28. Idem. ↩︎

  29. Ibid., p. 48. ↩︎

  30. Ibid., p. 59. ↩︎

  31. Luis González y González, El siglo de las luchas, México, Clío, 1996, p. 106. ↩︎

  32. Rivera, op. cit., p. 167. ↩︎

  33. Mario A. Aldana Rendón (comp.), Independencia y nación. Discursos jaliscienses del siglo XIX, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1985, p. 170. ↩︎

  34. Ibid., pp. 194-195. ↩︎

  35. Celia del Palacio, “Biografía más o menos imaginaria de un héroe más o menos real (casi una ficción)”, Guadalajara, Revista de la Universidad de Guadalajara, núm. 22, 1986, p. 32. ↩︎

  36. Juan Bautista Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los licenciados, doctores y maestros de la antigua Universidad de Guadalajara, México. UNAM, 1963, p. 86. ↩︎

  37. José Cornejo Franco, “Introducción. La Sociedad Patriótica y los polares”, La Estrella Polar. Polémica federalista, Guadalajara, Poderes de Jalisco, 1977, p. xviii↩︎

  38. Iguíniz, El periodismo en Guadalajara…, tomo i, p. 31 ↩︎

  39. Alejandro Sobarzo, Deber y conciencia. Nicolás Trist, el negociador norteamericano de la guerra del 47, México, Diana, 1990, p. 227. ↩︎

  40. “Libro tercero de Curso de Sagrados Cánones y Leyes desde el año de 1839”, aug↩︎

  41. González Martínez, op. cit., pp. 51-53. ↩︎

  42. Ibid., pp. 54-55. ↩︎

  43. Juan Bautista Iguíniz, “El doctor don Agustín de la Rosa: sabio y polígrafo”, Disquisiciones bibliográficas. Autores, libros, bibliotecas, artes gráficas, México, unam, 1987, pp. 21-22. ↩︎

  44. David A. Brading, La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición, México, Taurus, 2002, p. 477. ↩︎

  45. Guillermo García Oropeza, El jardín de la historia, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara, 1988, p. 196. ↩︎

  46. González Martínez, op. cit., p. 53. ↩︎

  47. Iguíniz, El periodismo en Guadalajara…, tomo i, p. 100. ↩︎

  48. Áurea Zafra Oropeza, “El Dr. Rivera y el Dr. de la Rosa. Estudio comparativo”, Estudios históricos, Guadalajara, iii época, núm. 36, junio de 1986, p. 66. ↩︎

  49. Rivera, Los hijos de Jalisco…, p. 12. ↩︎

  50. Ramiro Villaseñor y Villaseñor, Las calles históricas de Guadalajara, tomo iii, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1988, p. 118. ↩︎

  51. Juan Bautista Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores, licenciados y maestros de la Antigua Universidad de Guadalajara, México, unam, 1963, p. 115. ↩︎

  52. Angélica Peregrina, “La enseñanza y los alumnos del Seminario, siglo xix”, El Seminario Diocesano de Guadalajara. Tercer centenario, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, Seminario de Guadalajara, 1996, p. 58. ↩︎

  53. Daniel R. Loweree, Noticia histórica del Seminario de Guadalajara, Guadalajara, Seminario de Guadalajara, 1964, p. 34. ↩︎

  54. Rebeca Vanesa García Corzo y María del Pilar Gutiérrez Lorenzo, “Reyes García Flores: un catedrático de medicina en la Guadalajara del siglo xix”, Estudios Jaliscienses, Zapopan, El Colegio de Jalisco, núm. 73, agosto de 2008, p. 25. ↩︎

  55. Archivo Hospicio Cabañas (ahc), Personal. Disciplina y Control, leg. 1, exp. 1. El énfasis es del documento. ↩︎

  56. Alberto Santoscoy, “Don Manuel Gómez Ibarra”, Obras completas, tomo ii, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986, p. 84. ↩︎

  57. Ibid., pp. 84-85. ↩︎

  58. José López Portillo Weber et al., El Hospicio Cabañas, México, Jus, 1976, p. 52 ↩︎

  59. Ignacio Díaz Morales, “La arquitectura del Hospicio Cabañas”, El Hospicio Cabañas, México, Jus, 1976, p. 120. ↩︎

  60. José Cornejo Franco, Reseña de la Catedral, Guadalajara, Arzobispado de Guadalajara, 1960, p. 84. ↩︎

  61. Enrique Benítez, “Arquitecto don Manuel Gómez Ibarra”, Eco, Guadalajara, Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, núm. 14, 1988. ↩︎

  62. Idem ↩︎

  63. José Ruiz Medrano, “Brindis por Guadalajara”, Una voz de México, México, Jus, 1962, p. 202. ↩︎

  64. Lucía Arévalo Vargas, “Introducción. El Panteón de Belén”, Ramiro Villaseñor, Epigrafía del Panteón de Belén, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1985, p. 14. ↩︎

  65. Santoscoy, “Don Manuel Gómez Ibarra…”, p. 88. ↩︎

  66. Rivera, Los hijos de Jalisco…, pp. 108-110. ↩︎

  67. Aureliano Tapia Méndez, José Eleuterio González. Benemérito de Nuevo León, México, Libros de México, 1976, p. 14. ↩︎

  68. Ibid., p. 64. ↩︎

  69. Citado en Tapia, op. cit. p. 68. ↩︎

  70. Ibid., p. 69. ↩︎

  71. Ibid., p. 84. ↩︎

  72. Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, p. 178. ↩︎

  73. Rivera, Los hijos de Jalisco…, p. 67. ↩︎

  74. Ibid., p. 68. ↩︎

  75. Ibid., p. 107. ↩︎

  76. Dice su acta de bautizo. Rafael Medina, “La vieja y sus olvidos: una modesta semblanza del doctor Pablo Gutiérrez”, El Informador, Guadalajara, parte i, 30 de enero de 2005, suplemento Tapatío Cultural, p. 10. ↩︎

  77. Relación de méritos, aug↩︎

  78. Luis Farah, “Panorama histórico de la Medicina en el Estado de Jalisco”, Lecturas históricas de Jalisco después de la Independencia, Guadalajara, Unidad Editorial del Estado Jalisco, 1981, tomo ii, p. 229. ↩︎

  79. Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, p. 187. ↩︎

  80. Joaquín Baeza Álzaga, “Datos biográficos del Dr. Pablo Gutiérrez”, Boletín Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Guadalajara, núm. 3, tomo viii, 1944. ↩︎

  81. Rafael Medina, op. cit., parte ii , 6 de febrero de 2005, p. 4 ↩︎

  82. Francisco Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, México, Porrúa, 1985, p. 281. ↩︎

  83. Manuel Cambre, La Guerra de Tres Años. Apuntes para la historia de la Reforma, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1986, pp. 110-111. ↩︎

  84. Staples, op. cit., p. 52 ↩︎

  85. Aquiles Cantarell, “Historia de la psicología en México”, Información y Tecnología, México, Conacyt, núm. 88, vol. 88, enero de 1984, pp. 8-13. ↩︎

  86. Prieto, op. cit., p. 209. ↩︎

  87. Florence Toussaint Alcaraz, Teodosio Lares, México, liii Legislatura del Senado de la República, 1987, p. 13. ↩︎

  88. Ibid., pp. 16-17. ↩︎

  89. Idem↩︎

  90. Egon Conte Corti, Maximiliano y Carlota, México, FCE, 1971, p. 555. ↩︎

  91. Juan B. Iguíniz da como fecha de su nacimiento el año de 1808, en cambio Agustín Rivera señala 1807. ↩︎

  92. Rivera, Los hijos de Jalisco…, pp. 77-78. ↩︎

  93. Ibid., p. 77. ↩︎

  94. Ibid., p. 79. ↩︎

  95. Ibid., p. 80. ↩︎

  96. Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, pp. 208 -209. ↩︎

  97. Dávila Garibi, Apuntes para la historia…, tomo IV.2, p. 1352. ↩︎

  98. Silverio García, Apuntes para historia del Hospital de Belén y de la medicina en Guadalajara citado en Angélica Peregrina, “Ramón Ochoa impulsor de la medicina científica en Guadalajara”, Estudios Jaliscienses, Zapopan, El Colegio de Jalisco, núm. 73, agosto de 2008, p. 11. ↩︎

  99. Alberto Santoscoy, “El doctor Leonardo Oliva”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986, tomo ii, p. 167. ↩︎

  100. Severo Díaz, “La tradición científica de Guadalajara”, Boletín de la Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Guadalajara, vol. viii, 1945, pp. 269-271. ↩︎

  101. Cecilia Noriega, El Constituyente de 1942, México, unam, 1986, p. 113. ↩︎

  102. Agustín Rivera, Anales Mexicanos. La Reforma y el Segundo Imperio. México, unam, 1994, p. 54. ↩︎

  103. Ibid., p. 269. ↩︎

  104. “Solicitud de los señores José Mariano Otero y Juan Antonio de la Fuente para obtener la plaza de escribiente del Instituto del Estado”, aug, legajo núm. 478. ↩︎

  105. Mariano Otero, Obras. Recopilación, selección, comentarios y estudio preliminar de Jesús Reyes Heroles, México, Biblioteca Porrúa, núm. 33, tomo i, 1967, pp. [12]. ↩︎

  106. Ibid., p. [13]. ↩︎

  107. “Año de 1835. Libro 3º de registros de Cursos de Cánones y Leyes de la Universidad”, tomo i, aug↩︎

  108. Otero, op. cit., tomo ii, p. 389. ↩︎

  109. Ibid., p. 423. ↩︎

  110. Ibid., pp. 5-6. ↩︎

  111. Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano, México, FCE, tomo ii, 1982, p. 9. ↩︎

  112. Otero, op. cit., tomo i, p. 259. ↩︎

  113. Noriega, op. cit., p. 112. ↩︎

  114. Prieto, op. cit., p. 217 ↩︎

  115. Ibid., p. 226. ↩︎

  116. Otero, op. cit., tomo ii, p. 635. ↩︎

  117. Ibid., tomo i, pp. 68-69. ↩︎

  118. Ibid., p. 72. ↩︎

  119. Ibid., pp. 382-383. ↩︎

  120. Ibid., p. 83. ↩︎

  121. Ibid, p. 95. ↩︎

  122. Ibid., tomo ii, p. 609. ↩︎

  123. Prieto, op. cit., pp. 323-324. ↩︎

  124. Romo de Vivar, op. cit., p. 121. ↩︎

  125. Ibid., p. 122. ↩︎

  126. Iguíniz, El periodismo en Guadalajara…, tomo i, p. 92. ↩︎

  127. Ibid., p. 106. ↩︎

  128. Ibid., p. 109. ↩︎

  129. Rodríguez, Ireneo Paz, liberal jalisciense…, p. 45. ↩︎

  130. Ibid., p. 81. ↩︎

  131. Ibid.,p. 5. ↩︎

  132. Octavio Paz, Hombres en su siglo y otros ensayos, México, Seix Barral, Biblioteca Breve, 1984, p. 10. ↩︎

  133. Alfonso Toro, “El Dr. Dn. Agustín Rivera y Sanromán”, Revista Jalisco, Guadalajara, núm. 3, octubre-diciembre de 1980, p. 80. ↩︎

  134. Ibid., p. 81. ↩︎

  135. Ibid., p. 82. ↩︎

  136. Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, p. 245. ↩︎

  137. Ibid., loc. cit. ↩︎

  138. Aurea Zafra, El Dr. Rivera y el Dr. De la Rosa. Estudio comparativo, Estudios Históricos, Guadalajara, Órgano del Centro de Estudios Históricos “Fray Antonio Tello”, núm. 36, III época, junio de 1986, p. 67. ↩︎

  139. Alfonso de Alba, El Alcalde de Lagos y otras consejas, Guadalajara, ImpreJal, 2009, p. 154. ↩︎

  140. Enrique Krauze, La presencia del pasado, México, Tusquets, 2005, p. 341. ↩︎

  141. De Alba, op. cit., p. 154. ↩︎

  142. Pérez Verdía, Jesús López Portillo. Su influjo político…, p. 72. ↩︎

  143. Celia del Palacio, “¿Quién de ustedes es Perico?”, El Informador, Guadalajara, 6 de enero de 1985, suplemento cultural, p. 11. ↩︎

  144. Magdalena González Casillas, Historia de la literatura jalisciense en el siglo xix, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1987, p. 160. ↩︎

  145. Pérez Verdía, Jesús López Portillo. Su influjo político…, p. 72. ↩︎

  146. Noriega, op. cit., p. 113. ↩︎

  147. Sosa, op. cit., p. 534. ↩︎

  148. José de Jesús Parada Tovar, “Benemérito de Jalisco. Dionisio Rodríguez, a 200 años de su natalicio”, Semanario, Guadalajara, Arquidiócesis de Guadalajara, 21 de marzo de 2010, p. 27. ↩︎

  149. Romo de Vivar, op. cit.,, p. 99. ↩︎

  150. Alfonso Manuel Castañeda, “El licenciado Dionisio Rodríguez, filántropo y patriota tapatío”, El Informador, Guadalajara, 1981. ↩︎

  151. José Alcántara Herrera, “Notas históricas de la enfermería en México”, Medicina Revista Mexicana, México, tomo xl, núm. 857, diciembre 10 de 1960, p. 550. ↩︎

  152. Emeterio Valverde Téllez, Bibliografía filosófica mexicana, Zamora, El Colegio de Michoacán, tomo i, 1989, p. 494. ↩︎

  153. Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores…, p. 269. ↩︎

  154. Aldana, op. cit., pp. 135-136. ↩︎

  155. Moisés González Navarro, Vallarta en la Reforma, México, unam, 1979, p. ix↩︎

  156. Aldana, op. cit., pp. 213-214. ↩︎

  157. Antonio Gómez Robledo, Vallarta internacionalista, México, Porrúa, 1987, p. 124. ↩︎

  158. Ibid., pp. 99, 100, 103. ↩︎

  159. Ibid., p. 132. ↩︎

  160. Ibid., p. 133. ↩︎

  161. Ibid., pp. 133-134. ↩︎

  162. Brígida del Carmen Botello Aceves et al., “Memorias del Municipio de Jalisco, citado en Francisco Javier Uribe Topete, “Temas de Colima. Don Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez. Primer obispo de la Diócesis”, El Informador Guadalajara, 22 de abril de 1990, suplemento cultural, p. 4. ↩︎

  163. Daniel R. Loweree, Noticia histórica del Seminario de Guadalajara. Guadalajara, Seminario de Guadalajara, 1964, p. 37. ↩︎

  164. Pérez Verdía, Biografías. José Luis Verdía…, p. 12. ↩︎

  165. Ibid., p. 17. ↩︎

  166. Ibid., p. 18. ↩︎

  167. Ibid., p. 21. ↩︎

  168. Noriega, op. cit., p. 112. ↩︎

  169. Ibid., pp. 18-19. ↩︎

  170. Cambre, op. cit., p. 274. ↩︎

  171. Pérez Verdía, Biografías. José Luis Verdía…, p. 29. ↩︎

  172. Ibid., p. 30. ↩︎

  173. José Cornejo Franco, “Intervención del señor profesor vitalicio de la Universidad de Guadalajara”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, tomo ii, 1985, p. 431. ↩︎

  174. En la inscripción en la pintura al óleo de José María Estrada se da como fecha de su nacimiento el 10 de enero. Carlos Navarro, El retrato en Jalisco, Guadalajara, Ed. del autor, 2003, p. 234. ↩︎

  175. Idem↩︎

  176. Brading, op. cit., p. 440. ↩︎

  177. Ibid., p. 406. ↩︎

  178. En la inscripción en la pintura al óleo de José María Estrada se da como fecha de su nacimiento el 10 de enero. Carlos Navarro, El retrato en Jalisco, Guadalajara, Ed. del autor, 2003, p. 234. ↩︎

  179. Idem↩︎